Mi hija anda con mal de amores.
Probablemente los padres seamos las personas menos adecuadas para dar consejo a
los hijos con mal de amores. A los padres nos toca ser incondicionales. En las
familias el amor, como otras cuestiones fundamentales, apenas se aborda, es una
cuestión que se da por sobrentendida, la convivencia se construye a partir de
sobrentendidos, de silencios aceptados, de gestos. Recuerdo una mala película
protagonizada por Jean Renó, que interpretaba el papel de un cocinero egocéntrico
en crisis de identidad, como no sabía comunicarse bien con su hija una noche
que la vio especialmente agobiada optó por prepararle para desayunar todo tipo
de brioches, croissants y bizcochos; pasó toda la noche cocinando.
El amor termina por ser el motor de casi
todas las cosas, el amor o el desamor, son complementarios. ¿Quién no ha hecho
locuras por amor? No hay nada mejor para un amor complicado que colocarlo en
una situación complicada.
Poco o nada sé sobre el amor, poco o nada
puedo enseñar, sin embargo la vida, mi vida, sigue dando vueltas alrededor de
esas cuatro letras en casi todas sus dimensiones. Por suerte hace tiempo que no
tengo mal de amores, aunque me preocupan los males de amores de las personas a
las que quiero. Supongo que la situación debe ser parecida a la encrucijada que
se plantea cuando se caen las llaves de casa por una alcantarilla, durante unos
segundos toca evaluar si uno será capaz de levantar la tapa de la alcantarilla,
si merecerá la pena revolver en la porquería que se acumula bajo la tapa, si al
final aparecerán las llaves, si realmente merece la pena pasar por el trago de
buscar las llaves, de arriesgarse a no encontrarlas. Es un momento complicado
que te lleva o a bucear en el lodo, sin ninguna certeza, o llamar a un cerrajero
para que cambie la cerradura. Cabe la posibilidad de que además el cerrajero
pueda ser la persona de tu vida, aunque fuera por un instante.
Es complicado indagar sobre la verdadera
naturaleza del amor, quizás por eso prefiero dedicarme a escribir sobre
fogones.
En los Doce Cuentos Peregrinos de García
Márquez una de las protagonistas, Lazara, que era cocinera de ricos, preparaba
un estupendo arroz con camarones. Hay muchas razones/tengo muchas razones para
homenajear a García Márquez, puede que haya tenido mucho que ver con lo que ha
sido y ha evolucionado mi vida.
Necesito medio quilo de arroz bomba, medio
quilo de gambas rojas, 200 gramos de coco rallado, un pimiento, una cebolla, un
diente de ajo, un tomate, media taza de leche de coco, aceite de oliva,
pimienta negra y caldo de pescado. Seguramente si pudiera cocinar este plato en
Cartagena de Indias sabría mejor, pero de he contentarme con cocinarlo en casa,
Para hacer el arroz con camarones pasaré
las gambas/camarones, por la sartén con el diente de ajo y un chorrito de
aceite. Hay que rehogarlos lo justo para que le intensifique el color de la
gamba – no es necesario que sea muy grande, eso sí ha de ser muy fresca -. Se
aguarda unos minutos a que las gambas dejen de quemar, se pelan y se utilizan
las cabezas y las cáscaras de las gambas para complementar un caldo de pescado
que guardo congelado en casa.
En una sartén grande se saltea una cebolla
picada fina y el diente de ajo utilizado para dorar las gambas. Fuego suave
para que la cebolla se ablande y quede transparente. Se añade un pimiento rojo
picado fino, sin semillas, y un tomate pelado y sin semillas. Una pizca de sal,
otra de pimienta y se deja rehogando el sofrito durante 10 minutos con el fuego
mínimo, tapada la sartén.
Pasado este tiempo se añade el coco rallado
y la leche de coco, se aguarda a que el sofrito vuelva a hervir y se añade el
arroz, que se saltea unos instantes. Se extiende el arroz por toda la
superficie de la sartén – por eso ha de ser grande, incluso una paella – y se
le añade el caldo de pescado hirviendo – tres medidas de caldo por cada medida
de arroz, aunque ya se sabe que en esto del arroz funciona el ojo de cada
cocinero.
Cuando el caldo con el arroz vuelva a
hervir se baja el fuego al mínimo, se tapa y se deja cociendo alrededor de
20minutos.
Cuando falten dos minutos se añaden las
colas de las gambas y se vuelve a tapar para dejar pasar el resto del tiempo.
Se lleva tapado a la mesa para que los
comensales puedan recibir la primera bocanada de vapor, casi tan sabrosa como
el arroz.
Durante los 20 minutos de espera buscaré El
Amor en los Tiempos del Cólera para leerla durante la primavera, mi biblioteca
vuelve a estar desordenadas y creo que debe tener algún sentido que no haya
sido capaz de encontrar el libro, una primera edición, del primer golpe de ojo.
Me gustaría poderme cenar este arroz con mi
hija en Saint Paul de Vance, un pueblecito cercano a Niza en el que vivió y
pintó Matisse, también Picasso y Chagall. Seguramente a Chagall le pasará como
a mi, apenas sabemos nada del amor, aunque él tuvo la ventaja de que por lo
menos se atrevió a pintarlo.
El mal de amores es como una gripe, al principio se está hecho polvo, pero con suerte dura unos días, eso sí, un poco duros pero enseguida se repone uno, y seguro que con ese arroz con camarones y una buena copa de vino, o dos, la vida se ve con el color tan maravilloso del precioso cuadro de Chagall que nos ofreces y dale muchos ánimos. Jubi
ResponderEliminarQue llame al cerrajero. Cotejar, en la vida es fundamental. Y tomar distancia. Dar antes un paso atrás y observar. Y luego, si se quiere, se lanza uno a chapotear en el lodo. Como esta pausa no cabe en la urgencia del amor/desamor apasionado, pues pasarlo sin atrancarse. Crea anticuerpos. Evita males mayores y procura amores gozosos. Ojalá pase pronto.
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