Esta semana he terminado un asunto que inicié
hace casi siete años, he arrastrado el trabajo hasta convertirlo casi en una
maldición, siempre había una excusa perfecta para no concluir lo iniciado en el
septiembre del año 2009, un asunto complejo, lleno de aristas del que no estoy
especialmente orgulloso, pero por fin el 2 de agosto puse punto final al asunto
después de haber dedicado los últimos tres meses a ordenar y a escribir. No
estoy especialmente orgulloso del resultado, aunque sí he disfrutado de cierta
sensación de liberación que espero me permita abordar nuevos proyectos que he
ido aplazando sobre todo este último año. Ya no tengo excusa.
Esta mañana al levantarme he estado buceando
por internet, intentando documentarme sobre los trabajos de Hércules, en cierta
medida sentía como si hubiera afrontado una labor de titanes para concluir mi
trabajo largamente demorado. Leía las hazañas de Hércules peleando contra la
hidra, estrangulando a un león, expulsando unas serpientes de la cuna,
separando Europa de África, robando las manzanas del jardín de las Hespérides …
Todas ellas tareas comparables a las que había yo abordado para poner fin a mi
tarea.
Estos últimos días he estado leyendo cosas
sobre Grecia, especialmente un libro de viajes de Reverter titulado El Corazón
de Ulises, un libro escrito en el año 1999 dedicado fundamentalmente a
desentrañar el espíritu de los griegos. Reverter asegura que los griegos
siempre han sido muy exagerados en sus relatos y que detrás de la mitología no
hay sino un fascinado relato de piratas, mercaderes y guerreros sin muchos
escrúpulos. Viendo alguna de las representaciones pictóricas y escultóricas de
Hércules me he encontrado con un personaje de rasgos toscos, una especie de
bestia tan salvaje como aquellas con las que se enfrentaba. Puede que Hércules
no fuera sino un bravucón pendenciero que aterrorizaba a sus contemporáneos, un
tipo violento que, en manos de un buen narrador, se ha convertido en un mito
que ha perdurado durante milenios.
Al final he decido aparcar las referencias a
la mitología griega y he pensado que sería más conveniente dimensionar mi trabajo
a un ámbito más humano.
Estas primeras semanas estivales han sido,
pues, especialmente productivas ya que tengo cocina nueva y he conseguido poner
fin al dichoso asunto que acumulaba miles de folios.
Buceando en la cocina griega he encontrado un
buen referente, el libro se titula La cocina de Vefa, se trata de un recetario
de cocina griega editado por Phaidon compilado por Vefa Alexiadou, definida por
los reseñadores del libro como la máxima autoridad de la cocina griega. El libro
se anuncia como la biblia de la auténtica cocina griega. Sin duda confirma que
los griegos tienden a la exageración.
Hojeando el libro he comprobado que la cocina
griega no difiere mucho de la cocina del resto del mediterráneo, de hecho,
muchas de las recetas tendrían cabida en un recetario español, italiano,
incluso francés, sólo hay ligeros matices que tienen que ver fundamentalmente
con las especias utilizadas.
Para celebrar mis logros además de abrirme
una buena botella de vino voy a cocinar una dorada al papillote, Tspoures sti
ladokola (en griego). La receta puede hacerse con dorada o con pargo, sólo
exige que el pescado en cuestión tenga cierto tamaño para que en el papillote
no se quede en nada. En la receta proponen usar dos filetes de dorada de 750
gramos cada uno escamados, limpios y fileteados, estas medidas obligan a pensar
en una dorada que por lo menos pese dos kilos trescientos gramos.
En la receta de Vefa sugieren que se le
quiten todas las espinas a los filetes de dorada utilizando, si fuera
necesario, unas pinzas.
Se salpimentan los filetes, de pintan con
aceite de oliva y se dejan en el refrigerador durante media hora – no se dan
grandes explicaciones a la razón de este paso por el congelador, en todo caso
es una sabia decisión para evitar el anisakis y supongo que ha de permitir que
se atempere el tiempo de cocción del pescado con el de las verduras y puedan
quedar al punto.
Durante el tiempo de congelado se aprovecha
para hervir dos patatas nuevas, se cuecen durante 10 minutos en agua con sal.
En una cacerola se calienta un poco de aceite
de oliva y allí se rehoga un bulbo pequeño de hinojo en rodajas, una zanahoria
también en rodajas, una rama de apio picada (con las hojas) y un calabacín también
a rodajas. Cuando lleven 5 minutos sofriéndose a fuego vivo se añade la mitad de
un vaso de vino blanco seco. Cuando se evapore el alcohol se baja el fuego, se
cubre con una tapa y se deja 10 minutos más rehogando. Pasados 10 minutos se
apaga el fuego y se añade una cucharada de eneldo fresco picado fino.
Se va encendiendo el horno, que ha de estar a
200 grados cuando se introduzca el papillote.
Llega el momento de sacar los filetes de
dorada del congelador. Se pasan por una sartén para que se fría un poco la
piel, apenas dos minutos.
Se prepara el papel para el papillote –
tradicionalmente se utilizaba papel de plata pero ahora aseguran que es poco
saludable, los papillotes modernos se hacen con el papel encerado especial para
el horno -.
Como las piezas de pescado son grandes
conviene no quedar cortos con el papel.
Hay que hacer un papillote por filete de
dorada. Primero se coloca un lecho de patatas hervidas en rodajas, luego el
filete de dorada, con la piel encima de la patata. Sobre el filete de dorada se
coloca la verdura rehogada, extendiéndola de manera uniforme sobre toda la
superficie. El ritual culmina con unas rodajas de tomate crudo, una ramita de
romero, el resto de la copa de vino, una pizca de sal y un chorrito de aceite.
Se cierra el papillote se llevan los paquetes
al horno, han de estar 15 minutos (un poco menos si se quiere mantener una
textura un poco más cruda).
Se sirven en la mesa con el papillote sin abrir
para que conserven el calor. Cada comensal habrá de abrir el paquete y recibir
la bocanada de guiso de pescado ligeramente anisado por la influencia del
hinojo y el eneldo.
He encontrado un cuadro de Félix Vallotton
con una dorada espectacular.
Me encanta la dorada hecha de cualquier manera. Ésta tiene que estar estupenda. La probaré.
ResponderEliminarMuy buenas vacaciones pàra diletante y familia. Grecia tiene sitios espectaculares, si bien con los griegos yo he tenido algunos problemillas...
Aprovecho para saludar a Jubi. Yo me he adelantado hoy. Je je.
LSC
Buenisima receta, y además sin las espinas!. Que precioso cuadro con esa dorada tan maja. Pasad una buenas vacaciones, a cargarse de energía e inspiración!
ResponderEliminarSeguro que encontramos algún garito auténtico en un pueblo perdido de una isla X en la que nos hagan este plato. kss
ResponderEliminarSon las 8 y 20 de la mañana y estoy esperando el desayuno y claro, se me hacía la boca agua pensando en ese pescadito, de momento me conformo con un maravilloso melocotón que es con lo que he empezado el día. Mi veraneo es en "Costa Princesa" "Costa Rosales", "Costa Moncloa" y alrededores, tampoco es malo, la ducha y el aire acondicionado funcionan de maravilla, pero claro, no es Grecia. Felices vacaciones a todos. Jubi
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