Hace unos días un compañero de trabajo me
comentaba, agobiado, que había dejado de tener proyectos personales. EL
trabajo, las responsabilidades y obligaciones asumidas a regañadientes estaban
convirtiendo su vida en una sucesión de compromisos que tenía que afrontar pero
que muchas veces no le aportaban nada, no le permitían proyectarse más allá del
día a día. Mi amigo estaba cansado, muy cansado, y tal vez por eso sólo podía
ver un panorama gris y monótono.
Supongo que todo es cuestión de perspectivas
y que el estado de ánimo te permite cambiar con agilidad de punto de vista.
Aquella conversación me sirvió como excusa
para pensar sobre mis proyectos vitales, dicho así suena un poco rimbombante.
Decía John Lennon que La vida es aquello que te pasa mientras estas ocupado
haciendo otros planes. Para un diletante de la cocina la vida es lo que sucede
entre comida y comida (no es una frase mía, no recuerdo bien quien lo dijo). En
todo caso, puede ser interesante escribir sobre proyectos vitales, de hecho,
este blog no deja de ser un pequeño proyecto vital.
Desde hace algunas semanas en casa nos
estamos embarcando en un gran proyecto vital familiar, no me quiero poner
trascendente, de hecho, el proyecto no es especialmente trascendente, aunque sí
puede ser un poco fatigoso de preparar. Queremos dar la vuelta al mundo. Toda
una aventura.
Como somos funcionarios y la función pública
en España no está especialmente bien pagada, este tipo de proyectos no puede
organizarse de hoy para mañana, ni mucho menos, tenemos que ahorrar. El
principio el proyecto vuelta al mundo arranca convertido en el proyecto ahorrar
para dar la vuelta al mundo. Nos hemos impuesto un plan de ahorro para que
dentro de 4 años podamos empezar la aventura.
La idea surgió hace unos meses, los niños
habían visto una película de la Vuelta al Mundo en 80 Días, la película no era
muy allá, pero les sedujo la idea de dar la vuelta al mundo, las escalas y los
medios de transporte. Para reyes el pequeño pidió una bola del mundo, la que le
trajeron se pinchó – era una pelota hinchable -, se quedó tan disgustado que
pocos días después le compré un globo terráqueo hinchable de gran tamaño (no
cabía por la puerta), empezaron a fantasear sobre los puntos del mundo que
querían conocer.
Una cosa llevó a la otra y cuando nos
quisimos dar cuenta nos habíamos comprometido a dar la vuelta al mundo. Así de
sencillo, tal y como suena. Les conseguí un facsímil de la primera edición de
la novela de Verne, la vamos leyendo entre todos cada vez que hemos salido de
viaje.
Primero pensamos en reproducir en viaje de
Phineas Fogg. Es curioso que en blogs y páginas webs hay muchas familias que
cuentan la experiencia de embarcarse en una vuelta al mundo. Hay un montón de
información sobre proyectos similares, algunos absolutamente impúdicos ya que
las familias cuentan sus aventuras y cuelgan fotos, internet ha hecho que perdamos
la vergüenza y pretendamos convertir en épico el más mínimo detalle cotidiano.
La cuestión es que empezamos a recopilar
información y hemos empezado a perfilar nuestras etapas, alejadas de la peripecia
de Fogg. Hemos descubierto que hay compañías aéreas que ofrecen billetes para
dar la vuelta al mundo a precios razonables, sólo exigen elegir entre 3 o 6 continentes
(dividen América en dos), con la obligación de hacer tres escalas por
continentes. Tres continentes (mínimo de 9 escalas en total) cuesta sobre los
2.000 € por persona, si amplías continentes el precio se incrementa hasta poco
más de 3.000 €. La ventaja de esta fórmula de volar es que no hay que ajustar
los países a visitar al precio concreto de cada trayecto.
No es un precio barato, pero sí que parece
asequible poder dar la vuelta al mundo sin limitaciones por 2.000 euros. Hay información
especializada de viajeros que demuestran que con vuelos baratos puede atravesarse
el globo por mil euros (una curiosidad: volar desde Atenas a Singapur es diez
veces más barato que volar de Barcelona a Singapur).
La mayoría de los viajeros proyectan su viaje
como un año sabático, casi como un viaje de iniciación. Nosotros con los niños
en edad escolar y con nuestras condiciones laborales calculamos que sólo
podremos disponer entre 60 y 90 días, por lo que tenemos que afinar las
escalas.
En la elección de continentes de momento
parece claro que viajaremos a Asia, a Oceanía y a América central y del sur.
Los profesionales recomiendan no hacer cambios radicales de hemisferio para
evitar alteraciones bruscas de la climatología que obliguen a llevar maletas
infinitas. Parece razonable buscar una ruta por países que estén en estaciones
secas y cálidas, se minimiza equipaje (adiós los polos norte y sur, Alaska y
Groenlandia). Hemos pensado que Europa es un territorio que nos resulta más
cercano, que no merece la pena concentrar etapas aquí.
Hemos descartado también África, tiene zonas
duras y con seguridad inestable. África es apasionante pero no nos vemos
gestionando crisis viajando con niños de doce o quince años (nuestro aliento
aventurero tiene un límite).
De momento, como digo, nos estamos dedicando
a hacer números, a visualizar un presupuesto realista. Vamos acumulando
información con más ilusión que método, aunque tengo el pálpito de que al final
haremos el viaje, de hecho, animarme a escribir sobre este viaje es una manera
de visualizarlo, de empezar a organizarlo. Así las cosas, la bitácora del
diletante se desdobla, me comprometo a ir informando con más o menos
puntualidad de nuestros avances, de la información que vayamos recopilando.
En mi caso el viaje tendrá una vertiente
gastronómica determinará nuevas experiencias culinarias. No se trata de un viaje
gourmet, viajaremos con niños y con recursos económicos limitados, pero seguro
que hay ocasión de experimentar nuevos sabores y sensaciones.
Mientras va cuajando el gran plan, lo cierto
es que los planes para lo que queda de año van a ser un buen campo de pruebas,
este verano volvemos a las islas griegas, a final de año tenemos programado ir
a Tailandia con los niños, entre medias me toca viajar a Alemania, a
Luxemburgo, a Polonia y puede que a Inglaterra (con permiso de la Sra. May).
Todo proyecto que se precie exige un slogan
una referencia o imagen, le he dado vueltas a muchas ideas y, al final, me he
decantado por la manzana: Las alegorías medieval para representar el mundo es
una manzana en la palma de la mano (http://revistas.ucm.es/index.php/ANHA/article/viewFile/42853/40709),
también presentaban la tierra como una manzana flotando en el aire. Así las
cosas, dar la vuelta al mundo no dejaría de ser un viaje alrededor de una
manzana (circum malus, o circum pomus).
Por eso me ha parecido sugerente ilustrar las entradas que haga sobre el
proyecto vuelta al mundo (circum pomus)
con manzanas.
He estado investigando sobre la presencia de
la manzana en la historia del arte, además de la inevitable manzana de Adán y
Eva (el fruto prohibido), hay cientos de cuadros con reproducciones en las que
la manzana juega un papel principal (Madonnas con niño y manzana, ninfas en el
jardín de la Hespérides, Reyes que hacen reposar manzanas sobre la palma de su
mano … están las inevitables manzanas de Cézanne, incluso Roy Lichtenstein tiene
varios cuadros con manzanas). Para abrir boca he elegido las inquietantes
manzanas de Magritte.
En cuanto a las recetas de esta vuelta al
mundo de momento virtual, enseguida pensé en un plato que había probado hace
muchos años en el Motel Ampordá, una falsa paella de cigalas hecha en realidad
con una base de lenteja (colgué dos semanas atrás una foto en Instagram). Leyendo
la historia de este platillo en un libro homenaje al Motel descubrí que el
dueño del Motel había ideado esta receta tras un viaje a Filipinas, que era un
homenaje al mestizaje gastronómico.
Hace un par de semanas hice la receta. Compré
medio kilo de lenteja negra de león (pequeña y brillante), la compré en Casa
Ruiz, una tienda de ultramarinos al peso montada como si fuera un viejo almacén
colonial (con precios muy razonables). Entre varios tipos de lentejas elegí una
lenteja negra, pequeña y brillante, de León. El encargado de la tienda me
aseguró que no era necesario dejarlas en remojo, que con 35 minutos de hervor
era suficiente.
Tenía preparado en casa un caldo de pescado
de un guiso anterior, un caldo simple de espinas y cabeza de rape, verduras y
poco más.
Busqué una paellera grande, no éramos muchos
para comer pero quería que el plato quedara lo más parecido a un arroz negro
tradicional, la engrasé con un poco de aceite y sofreí 350 gramos de gamba roja
no muy grande, les di el toque justo para que tomaran un poco de color, sin
terminar de hacerlas. Las retiré un en el mismo aceite puse dos dientes de ajo
pelados enteros, piqué una cebolla y dos zanahorias con la picadora (han de
quedar briznas muy finas de verdura), una hoja de laurel y sal, añadí un poco
más de aceite, bajé el fuego y empecé a sofreír.
El sofrito de este guiso exige paciencia, no
arriesgarse con el fuego, remover bien y ver como suda. Aproveché el tránsito para pelar las gambas y
colocar las cabezas y las cáscaras en el Thermomix, eché un poco del saldo de
pescado y trituré los restos de gambas durante 4 minutos, cambiando de
velocidad para que se pulverizara bien. Colé el caldo, que había tomado un
color rojo intenso.
Cuando la cebolla casi ha desaparecido
incorporé una sepia cortada en tiras estrechas, removí bien antes de añadir los
intestinos de la sepia (en la pescadería a esa bolsa de la sepia le llaman la
salsa), seguí removiendo. Sin solución de continuidad puse las lentejas, las
removí con el sofrito para que fueran tomando sabor y luego las extendí como si
fueran granos de arroz negro.
La cocción de la lenteja era lenta, añadí el
caldo hasta cubrir las legumbres y subí el fuego para que no tardara mucho en
hervir, reservé un poco de caldo para poderlo añadir al final si se me quedaban
duras o secas. Cuando rompió el hervor bajé el fuego, rectifiqué de sal y dejé
que se cocieran las lentejas. Fui probándolas para que no quedaran muy blandas.
Cuando cogieron el punto de cocción (la gracia es que queden enteras) puse las
gambas cortadas y dejé que reposara un par de minutos.
Había preparado un alioli suave aromatizado
con unos hijos de azafrán.
Llevé la paella a la mesa, un cruce mestizo
entre Girona y Filipinas (si se ralla un poco de jengibre por encima se orientaliza
aún más). Primera etapa del Circum Pomus.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPrimera entrada, de la larga lista que generará nuestra aventura.
ResponderEliminarHace poquísimo tiempo brujuleando en los canales de la tele, vi que en alguno de ellos estaban con la peli de la vuelta al mundo y pensé en vosotros en ese momento porque no tenéis pereza en desplazaros a "otras tierras" y cuánto las disfrutáis en cambio a mí, la pereza me está matando y me conformo con mis paseos por Princesa y Rosales, tampoco es mal sitio. Jubi
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