Soy
del atlético de Madrid, muy del atleti, a quien le guste el futbol comprenderá
lo que significa.
Llevo
unos días meditabundo, cabizbajo, me escoció mucho que el Madrid me metiera tres
goles la semana pasada (digo me escoció porque no me gusta utilizar palabras
malsonantes en las redes, no vaya a ser que me censuren), me los metió a mí, no
a mi equipo.
Cuando
te meten un gol en el minuto 8, después de un fuera de juego posicional, en el
campo del RM, un campo agresivo, brabucón, innecesariamente faltón. No queda nada
del señorío del que hacían gala hace medio siglo, ahora es el RM es un
equipillo más, obsesionado con la historia, con su historia.
Nosotros
nos vinimos abajo, es normal que nos vengamos abajo, nuestra vida futbolística
ha estado marcada por la fatalidad, parecemos personajes de una tragedia de
Shakespeare, enfrentados a nuestro oscuro destino. Hemos tocado varias veces la
gloria con la yema de los dedos, hemos saboreado durante algunos segundos el placer
de las estrellas, pero caemos estrepitosamente, con estilo, con dignidad, pero
con estrépito. Somos maestros de la aptitud y la actitud, durante los últimos
años hemos impreso una forma de enfrentarnos a la realidad, al mundo, con
intensidad, con respeto, con esfuerzo colectivo. Partido a partido.
Esta
noche no veré el partido, me pongo nervioso, yo, que nunca pierdo la calma, en
estos partidos suelo angustiarme absurdamente, además mis hermanos pensaban que
era un poco gafe.
Me iré
a cenar con unos profesores italianos que están de paso por Barcelona,
profesores de Florencia. No veré el resultado hasta que no regrese a casa.
Pase
lo que pase estaré contento, si ganamos y eliminamos al Madrid además de un
milagro será una nueva pequeña cuota de gloria, de esa gloria que rondamos y
que no terminamos de rematar. Puede que nuestro encanto se encuentre en ese
merodeo por las inmediaciones del Olimpo.
He
elegido como cuadro un clásico de Picasso, la Alegría de Vivir, un cuadro que
entronca con los grandes cuadros festivos de la historia de la pintura.
Como receta
algo sencillo, original, un punto mágico, un aperitivo que muy bien podría
servir para una tarde/noche como la de hoy, un aperitivo ideal para acompañarlo
con un riesling.
Se
necesitan un par de manzanas ácidas (granny Smith), una plancha de salmón
ahumado, unas avellanas tostadas y unas cucharadas de azúcar moreno.
Se
pasan las avellanas tostadas por una sartén, sin aceite ni nada, se trata de extraer
a las avellanas el máximo de humedad, que queden doradas sin quemarse. Cuando
estén bien tostadas se retiran y se dejan enfriar (conviene que no tengan
muchos pellejillos).
Cuando
estén frías se pican – 150 gramos es suficiente - (con una picadora o con el thermomix),
se añaden tres cucharaditas de azúcar moreno. Quedará un praliné de avellana
muy sabroso.
Se
pelan un par de manzanas ácidas, se descorazonan y se parten en láminas de dos
milímetros de grosor. Si no se van a usar de inmediato conviene poner a las
manzanas un poco de limón para que no se oxiden.
Se
extiende la picada de avellana y azúcar en un plato sopero y se van rebozando
los trozos de manzana ácida, hasta que queden razonablemente cubiertos del
granulado.
Sobre
cada rodaja de manzana se pone una lasca de salmón ahumado (conviene que sea de
buena calidad). El contraste graso del salmón, dulce del azúcar, ácido de la
manzana y tostado de los frutos secos combina a la perfección.
Escribo
con prisas, antes de que empiece el partido, antes de huir. Mañana, pase lo que
pase, sacaré pecho ante cualquier adversidad, soportaré la burla de los
merengones, la soberbia con la que nos miran, perdonándonos la vida. Pero si
por esos caprichos del destino ganamos y nos clasificamos, sonreiré, como siempre
sonrío cuando llego a territorio hostil, y me acordaré del relato que escribió
Fernando de León en el libro que conmemorativo del centenario del Atleti. De
León robó una historia sacada de una película francesa, allí unos ejecutivos
fanfarrones y ostentosos comentaban, acodados en la barra de un bar, sus éxitos
y seducciones, elevaban la voz, no se privaban de detalles, estaban gozosos de
que todos los presentes pudieran escuchar lo buenos que eran, su inteligencia,
sus triunfos, el dinero que les salía de los bolsillos, el bronceado impecable
de su piel, el rizo perfecto sobre la cabeza, el traje impecable, corbata de
alta costura.
Acodado
en la barra de ese mismo bar un chico en vaqueros, desaliñado, con aspecto de
haber tenido poca fortuna en la vida. Sin embargo, estaba feliz, radiante, sin
llegar a mirar a sus compañeros de barra sonreía pícaramente, lo que hacía que
sus compañeros elevaran todavía más la voz, describieran con mayor detalle sus
seducciones, dando incluso nombres de mujeres hermosas y conocidas que habían
sucumbido a sus encantos. Cuanto mayores eran las hazañas contadas por sus
compañeros, más resplandecía la sonrisa de aquel chaval flacucho y desaliñado.
Daba
lo mismo que los gemelos fuera de oro, que los relojes fueran suizos, que no
hubieran de incluirse en las listas de espera de los grandes restaurantes, que
mujeres de belleza increíble hubieran caído rendidas a sus encantos. El
muchacho desgalichado sonreía y disfrutaba con lentitud de una copa de cerveza
con unas almendras tostadas.
Desesperado,
uno de los ejecutivos agresivo, uno de esos triunfadores que galleaban con sus
triunfos se le acercó desafiante y le dijo: “Tú, pringado, porqué te ríes, no
te damos envidia, no querrías ser uno de nosotros, no soñarías con disfrutar de
una décima parte de todo lo que hemos disfrutado nosotros en la vida”.
El
chico le miró a los ojos y, sin perder la sonrisa, les dijo: “no os envidio en
absoluto, habéis hecho el amor a cientos de mujeres de bandera, habéis comido
en los mejores restaurantes y no tenéis que preocuparos por vuestra cuenta corriente.
Os habéis bebido ya seis cubalibres y dentro de un rato iréis a vuestros
lujosos apartamentos y dormiréis solos, empapados en vuestras proezas. Yo, sin
embargo, no dormiré solo, hace meses que no hago el amor, pero esta noche lo
haré, hoy me toca a mí y mi noche, aunque fuera la única de mi vida, vale mucho
más que todas vuestras aventuras. Porque es mi noche, porque hoy no tengo
incertidumbres, haré el amor y, además, estoy enamorado”. Apuró su cerveza y
marchó cantando del bar.
Mi versión del relato de Fernando de
León no es literal, no he encontrado el libro en el que aparece, pero el relato
condensa las razones por las que soy del atleti.
Vaya, sabía que eras del Atletic, pero ignoraba esa pasión que describes.
ResponderEliminarComparto todo lo dicho sobre el RM y que se resume en una palabra : soberbia.
Pásalo bien en la cena!
LSC
No quise ver el partido, bajo a cenar a las 9 menos cuarto y cuando subí antes de las 10 sólo vi como iban pero vi otra cadena y oí los tremendos truenos que tuvimos y la manta de agua que calló ahora sigue igual, habrá que salir en barca, hasta esta mañana no he visto el resultado, me he hecho pasota en lo relativo al futbol, aún no he hablado con el resto del "comando". Jubi
ResponderEliminarNunca pensé que fueras gafe. Pero a ciertas edades uno siempre busca explicaciones a las numerosas derrotas que nos tocaba sufrir en aquellos años.
ResponderEliminarNunca pensé que fueras gafe. Pero a ciertas edades uno siempre busca explicaciones a las numerosas derrotas que nos tocaba sufrir en aquellos años.
ResponderEliminarNo me creo gafe pero el futbol cuando es entre estos dos equipos me pone muy nerviosa porque pienso en vosotros de la manera que lo vivís y veo cualquier otra chorrada y enterarme al día siguiente por salud mental. Jubi
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