Durante los últimos
meses he leído un libro sobre cocina de Bee Wilson. No se trata de un libro de
recetas, sino un libro a cerca de la cocina y la historia de la cocina, creo
que no hay una sola receta. En español se titula La Importancia del Tenedor
(editorial Turner Noema), en inglés Consider
the Fork. A History of Invention in The Kitchen.
Uno de los
capítulos se dedica a las medidas y a los distintos modos de medir
ingredientes, cantidades, volúmenes y tiempos en la cocina. La conclusión a la
que llega es que las medidas son muy importantes pero resulta imposible
establecer un sistema común de medición. Una gran parte del capítulo la dedica
al sistema de medición por tazas, muy habitual en la cocina anglosajona, y los
problemas que plantea
Actualmente, en
plena tiranía de los thermomixes y los robots de cocina, las medidas son
esenciales para la correcta gestión de las recetas, aunque incluso a estas
máquinas se las puede engañar.
Me cuesta mucho dar
medidas de tiempo, peso o volumen a la hora de facilitar una receta, funciono
con bastante intuición (a ojillo, que dirían las abuelas). Más que en las
cantidades y tiempos precisos defiendo la necesidad de proporción, en función
del número de comensales y de las cantidades que se quieran preparar. Ni qué
decir tiene que he cometido errores garrafales con el sistema de medición a
ojillo.
Estoy ya en modo vacaciones, la nevera medio vacía,
voy comprando y cocinando día a día, en función de las necesidades y las ganas.
Julio es un mes extraño en casa, los niños han estado un par de semanas de
campamento y ahora pasan días con su abuela en Vallirana. Además, raro es el
día en el que no tenemos una comida o una cena de despedida, parece que se
acabe el mundo.
No me quiero meter
en muchos líos y he optado por una no
receta, más bien por un acompañamiento que le hace mucha gracia a uno de
mis hijos, el pico de gallo, es un
acompañamiento mejicano que suena mucho a la ensalada de tomate y cebolla
española (la pipirrana).
Preparando el pico
de gallo he chocado con todos los problemas y virtudes de cocinar sin medidas
predefinidas. Ni qué decir tiene que mi pico de gallo está castellanizado, que
me he apartado de alguna de las indicaciones de la receta mejicana. Creo que el
secreto para que guste el pico de gallo en casa es que las verduras tienen que
estar cortadas en porciones muy pequeñas, casi briznas. Sino no entiendo por qué
a mis hijos no les gusta la cebolla, el tomate y el pimiento por separado y,
sin embargo, dicen que les encanta el pico de gallo.
Antes de empezar a
preparar la ensalada limpio bien la tabla de la cocina, el juguillo que
desprenden las verduras al cortarse es básico para que el bocado quede sabroso.
Pico primero una
cebolleta, si la he dejado una hora antes cortada en rodajas y sumergida en
agua fría con una pizca de vinagre mejor, así dicen que pica menos. Se puede
utilizar una cebolla común, cebolletas o cebolla roja. En mi casa, que no son
muy del picante, utilizo cebolleta y antes, si me acuerdo, la sumerjo unos
minutos en agua fría con vinagre, luego hay que escurrirla bien antes de
picarla.
Los trocitos en los
que hay que picar la cebolla deben quedar de un tamaño inferior a la mitad de
la uña del dedo meñique (como la una del meñique de un niño pequeño).
Se pica bien y se
pasa a un bol. Ojo con utilizar robots de cocina para picar la cebolla ya que
se corre el riesgo de que quede una pasta/plasta de cebolla.
Pelo un par de
tomates de pera, maduros. Los despepito con cuidado, el juguillo queda sobre la
tabla. Los pico en trozos más o menos parejos a la cebolla. Añado los daditos
de tomate al bol con las briznas de cebolla, escurro bien el jugo evitando que
caigan las pepitas del tomate. Veo que he quedado corto de tomate y preparo un
par de tomates más, la cebolla era muy grande.
En principio el
pico de gallo estaría casi casi preparado, no necesitaría ningún otro elemento
sólido más. Sin embargo, decido ponerle un poco de pimiento rojo, me gustaría
disponer de jalapeños pero eso haría que la receta fuera un poco más picante y
los niños protestarías. Opto por un pimiento rojo carnoso, cruje cuando le
quito el pedúnculo. Lo despepito con cuidado y pulo también las nervosidades
blancas del interior. Extiendo las piezas de pimiento rojo sobre la tabla, las
coloco del revés y las corto primero en tiras de apenas un dedo de ancho, luego
en pequeñas piezas de un tamaño equivalente a las de las verduras anteriores.
Incorporo las
trazas de pimiento al bol, mezclo bien con ayuda de un cucharón. Se mezclan los
colores y los sabores, en el fondo queda un zumo bermellón.
He comprado
cilandro, me da mucha rabia comprar cilantro porque lo venden en unas bandejas
con una cantidad ingente de ramitas con hojas de cilantro, yo apenas necesito
una docena de ellas, poco más, el resto quedan en la bandeja y terminan
pudriéndose. No suelo utilizar habitualmente el cilantro, sólo puntualmente
para platos muy concretos, siempre en cantidades mínimas (si abusas del
cilantro el plato, cualquier plato, se va a hacer puñetas).
Corto las hojas de
cilantro muy finas, casi imperceptibles. Las machaco bien con un cuchillo
grande, sobre la tabla en la que he picado el resto de ingredientes. La tabla
va tomando una tonalidad entre rojiza y verdosa.
Incorporo el
cilantro al bol, añado una pizca de sal (poco menos de una cucharita de las de
café) y un chorrito de zumo de limón (medio limón exprimido directamente sobre
las verduras). Los mejicanos utilizan limas pero esta mañana las limas de la frutería
no tenían muy buena pinta.
Los mejicanos no le
ponen aceite de oliva al pico de gallo, yo sí he regado generosamente el bol
con un aceite de oliva picual.
Si le añadiera un
par de dientes de ajo picados, unos tacos de atún en hebras o un poco de
bacalao desalado, habría preparado una pipirrana. Al final prescindo del ajo,
también de las conservas de pescado.
Remuevo bien con el
cucharón. Cubro el bol con papel film y dejo el pico de gallo reposando en la
nevera. Estará fresquito a la hora de comer. Resulta curioso porque si lo pongo
en un cuenco como ensalada los niños no lo probarán. Sin embargo, si lo dejo
como guarnición para unas tortitas seguro que repiten. Paradojas de la
infancia.
Acompaño
la recepta con un cuadro de Marc
Chagall, un gallo acompañando a una pareja de enamorados.
Que ensalada tan rica nos has presentado, aquí nos las ponen casi cada día pero nada que ver con la tuya. El Chagall, precioso, yo tengo de él imanes de alguna vez que voy por el Thissen. Jubi
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