Normalmente cocino con música. Cocino, escribo y trabajo con
música, siempre que las circunstancias me lo permiten, y no molesto a nadie.
Sin embargo, en esta ocasión cocino escuchando el discurso que hizo Barak Obama
en los actos del centenario del nacimiento de Nelson Mandela (https://www.independent.co.uk/news/world/americas/barack-obama-speech-in-full-nelson-mandela-lecture-transcript-south-africa-a8452331.html).
Durante los últimos días he leído y escuchado en varias ocasiones. He
disfrutado con el discurso, es un ejemplo de agilidad, sentido del humor,
crítica y autocrítica, también es una reflexión certeza sobre lo mucho que ha
cambiado el mundo en unas décadas, de las cosas buenas que han sucedido,
también de las tareas pendientes.
No sé que extraña conexión se ha producido estos días entre
ese discurso y mis pinitos en la cocina. He robado una receta de garbanzos con
langostinos de Sanlúcar de Barrameda, del cocinero José Fuentes, que presenta
el programa Aires de Cádiz en Canal Cocina. Durante estos días previos a las
vacaciones me relaja ver a este cocinero que guisa al aire libre, en uno de los
playones cercanos a Cádiz.
Obama empezaba su discurso con una corrección y tres
confesiones:
«Let me begin by a correction and a few confessions.
The correction is that I am a very good dancer. I just want to be clear about
that. Michelle is a little better.
The confessions. Number one, I was not exactly invited
to be here. I was ordered in a very nice way to be here by Graça Machel.
Confession number two: I forgot my geography and the
fact that right now it’s winter in South Africa. I didn’t bring a coat, and
this morning I had to send somebody out to the mall because I am wearing long
johns. I was born in Hawaii.
Confession number three: When my staff told me that I
was to deliver a lecture, I thought back to the stuffy old professors in bow
ties and tweed, and I wondered if this was one more sign of the stage of life
that I’m entering, along with grey hair and slightly failing eyesight.»
«Déjenme empezar con una corrección y algunas confesiones.
La corrección es que yo bailo muy bien. Quiero ser claro al respecto. Michelle
es un poco mejor.
Las confesiones.
Número uno, no estaba exactamente invitado a estar a aquí. Me lo ordenaron de
un modo muy hermoso estar aquí por medio de Graça Machel.
Confesión número
dos: He olvidado mis conocimientos de geografía y de hecho, no recordaba que
fuera invierto en Sudáfrica. No traje un abrigo, y esta mañana he tenido que
mandar a alguien a unos grandes almacenes porque necesitaba unos calzoncillos
largos. Yo he nacido en Hawaii.
Confesión
número tres: Cuando mi equipo me dijo que tenía que dar un discurso, volví a
pensar en los viejos profesores con corbatas y chaquetas de lana. Me pregunté
si esto era una señal más de la etapa de mi vida en la que es estoy entrando,
con el pelo gris y los primeros síntomas de vista cansada.»
Tras este arranque, absolutamente desconectado de todo lo
que dijo después, Obama se ganó al público, aceptando que la vida le había
cambiado, que tal vez se había acostumbrado rápidamente a una vida mucho más
fácil. Asumiendo esta circunstancia, sin embargo, no abandonó ni la lucidez ni
la visión crítica.
Con esta cantinela empecé a picar cebolla, una cebolla
grande, picada en brunoise (daditos muy pequeños). Antes de picar la cebolla
puse en una sartén grande (en realidad una paella) un chorro generoso de aceite
y puse el fuego suave. Incorporé la cebolla y removí con una cuchara de madera.
Obama hablaba de los tiempos extraños e inciertos en los que
vivimos, pero lo puso en relación con la situación del mundo cien años atrás.
Pelé un par de zanahorias y las corté también en brunoise,
intentando que las briznas de zanahoria fuera de un tamaño similar al de la
cebolla, para que se sofrieran a la misma velocidad. En el sofrito las verduras
no crepitan en el aceite, solo se escucha un leve silbido.
Hubo un tiempo en el que las fuerzas del progreso parecían
imparables (Obama dixit: Uno sentía que ese era el instante en el que las
viejas estructuras de violencia y represión y los antiguos odios que durante tanto
tiempo habían cercenado las vidas de la gente y reprimido el espíritu humano,
estaban derrumbándose ante nuestros ojos).
Sin dejar de remover la verdura en la sartén, abrí un hueco
en el centro, una superficie mínima, un pequeño lago de aceite borboteando en el
que introduje un diente de ajo picado muy fino, para que se tostara suavemente.
También añadí una hoja de laurel fresco. Dejé durante un par de minutos que el
ajo tomara velocidad de cocción y luego volví a mezclarlo todo, bajando el
fuego al mínimo. Puse una pizca de sal, otra pizca de pimienta y seguí meneando
el guiso. La base del plato admite también que se le ponga un poco de apio
picado y tomate cortado en dados (sin pepitas ni pieles). Yo decidí ponerle dos
o tres cucharadas de tomate frito, sin dejar de remover.
Concluía Obama que hoy existe una generación que ha crecido
en un mundo que, en la mayoría de los aspectos, es cada vez más libre, más
saludable, más rico, menos violento y más tolerante.
Mientras las verduras se terminaban de atontar, busqué en la
nevera una bandeja con una docena de langostinos (en la receta originaria eran
de Sanlúcar, yo me contenté con unos de origen desconocido, aunque con buena
pinta). Sobre una tabla hay que seccionar la cabeza de los langostinos con un
cuchillo, dejándoles pegada a la cabeza primera falange de la carne, así no se
escapan los jugos y los corales que suele haber (si el marisco es fresco) en el
cuello y cabeza del langostino.
Sin embargo, consideraba Obama, que las viejas estructuras
de poder y privilegio, de injusticia y explotación, no desaparecieron del todo.
Que la falta de previsión de las naciones hace que estas estructuras se estén
rearmando y que podamos regresar al pasado, a hace casi cien años, de un modo
más virulento y brutal. Es innegable que las desigualdades acumuladas durante
años de opresión institucional han creado inmensas diferencias de rentas,
riqueza, educación, sanidad, seguridad personal y acceso al crédito. En todo el
mundo, a las mujeres y las niñas se les sigue obstaculizando el acceso a
posiciones de poder y autoridad (aplausos y aclamaciones). Se les sigue
impidiendo el acceso a una educación básica. Son víctimas, en una proporción
abrumadora, de violencia y malos tratos. Se les paga menos que a los hombres por
el mismo trabajo. Todo eso sigue ocurriendo (aplausos y aclamaciones). Hay
barrios, ciudades, regiones, países enteros a los que las oportunidades no han
llegado, a pesar de las maravillas de la economía globalizada y los rascacielos
relucientes que han transformado paisajes en todo el mundo.
Mientras Obama analizaba la situación mundial, el complejo
punto de inflexión en el que nos encontrábamos, yo cogí una sartén un poco más
pequeña, la coloqué en el fuego, cubrí el fondo de la sartén con una cama
mullida de sal gruesa, salpicada con un poco de agua para que la sal compacte.
Cuando estaba caliente, bien caliente, deposité suavemente las cabezas de los
langostinos para que se cocieran.
Sin perder el ojo de las cabezas de langostinos, añadí al
sofrito un vaso colmado de vino fino de Sanlúcar, subí el fuego para que se
evaporara bien el alcohol y, de paso, me llegaran los olores secos y sabrosos
del vino gaditano. El cocinero, amigo de los picantes, aprovechaba ese paso de
la receta para añadir y mezclar una cucharada colmada de pasta de curri rojo,
picante; también le ponía una cucharada de pimentón rojo de la Vera. Yo me
contenté solo con el pimentón dulce (comían los niños y no quería protestas).
«si bien la globalización y la tecnología han
abierto nuevas oportunidades, han impulsado un crecimiento económico
extraordinario en zonas del mundo que antes malvivían, también han trastocado
los sectores agrarios e industriales de muchos países. Han reducido enormemente
la demanda de ciertos tipos de trabajadores y han contribuido a debilitar a los
sindicatos y la capacidad de negociación de los trabajadores. Han permitido que
al capital le resulte más fácil eludir las leyes y los reglamentos fiscales de
las naciones-Estado y transferir millones, miles de millones de dólares con
solo tocar una tecla de un ordenador.
La
consecuencia de todas estas tendencias ha sido el estallido de las
desigualdades económicas. Unas cuantas docenas de personas tienen tanta riqueza
como la mitad más pobre de la humanidad. Esta no es una exageración, es pura
estadística. En muchos países de rentas medias y en vías de desarrollo, la
nueva riqueza ha seguido empeorando la situación de la gente, porque ha
reforzado y aumentado los modelos de desigualdad existentes, y la única
diferencia es que ha creado todavía más oportunidades de corrupción a una
escala gigantesca. Para las familias de clase media en economías avanzadas como
Estados Unidos, que antes disfrutaban de una situación estable, estas
tendencias han significado más inseguridad económica, especialmente para las
personas que no tienen una especialización laboral, que trabajaban en el sector
industrial, en fábricas, en agricultura.
Prácticamente
en todos los países, el desproporcionado poder económico de los que están en la
cima les ha otorgado una influencia desmedida en la vida política y los medios
de comunicación, la capacidad de decidir qué políticas son prioritarias y qué
intereses acaban menospreciados. Hay que señalar que esta nueva élite
internacional y la clase profesional que la sostiene son diferentes de las
viejas aristocracias gobernantes. Muchos de sus miembros se han hecho a sí
mismos. Entre ellos hay defensores de la meritocracia. Y, aunque en su mayoría
siguen siendo varones blancos, como grupo, reflejan una diversidad de
nacionalidades y etnias imposible de imaginar hace 100 años. Muchos de ellos se
consideran de ideas políticas progresistas, cosmopolitas y modernos. No caen en
el provincianismo ni el nacionalismo, en el prejuicio racista descarado ni en
un sentimiento religioso demasiado fuerte, están igual de cómodos en Nueva York
como en Londres, Shanghái, Nairobi, Buenos Aires o Johannesburgo. Muchos ejercen
un humanitarismo sincero. Para algunos, Nelson Mandela es uno de sus héroes.
Algunos incluso apoyaron a Barack Obama en las elecciones presidenciales de
Estados Unidos y, gracias a mi condición de antiguo jefe de Estado, me
consideran miembro honorario de su club. Y me invitan a todo tipo de actos, me
pagan el billete.»
Esta larga parrafada sintetiza las luces y las sombras del
futuro, también nos obliga a mantenernos en guardia.
Hay que quitar rápido de la cama de sal las cabezas de los
langostinos, para que los jugos y corales no se sequen. Los reservé. Pelé los cuerpos
de los langostinos crudos, les quité los intestinos (como mis langostinos eran de
origen desconocido tenían unos largos y oscuros intestinos muy poco
apetecibles). Yo me salí de los cauces de la receta que estaba copiando y le
añadí al guiso un par de chipirones limpios, cortados en aros.
La receta culmina incorporando al guiso 250 gramos de
garbanzos previamente cocidos, que se dejan en el guiso durante cinco minutos,
a fuego suave, para que todo termine de ligar. En función de que el plato guste
más caldoso o más seco, se le puede añadir un par de vasos de caldo de pescado
(que no sea muy fuerte). Se colocan en un mortero grande las cabezas de los
langostinos, una cucharada del sofrito, unas hojas de cilantro (si se optó por
el curri), de hierbabuena o de perejil fresco y se maja bien para arrancar los
jugos y sabores de las cabezas del marisco. Con ayuda de un colador, para
evitar que caigan las cáscaras en el guiso, se incorpora el contenido del
majado, que hay que terminar de exprimir en el colador para aprovecharlo al
máximo, este caldillo es el que da el toque de sabor al guiso.
Se pican las colas de langostino, un pimiento rojo o verde
(o unas hojas de cilantro o hierbabuena). Se apaga el fuego y se tapa para que
los vapores cocinen levemente las piezas de marisco, que no han de quedar muy
secas.
Obama hablaba de internet, del mundo interconectado, de la
amenaza terrorista, del efecto devastador de la crisis financiera. Hizo
hincapié en la necesidad de mantener políticas integradoras, en la
redistribución de la riqueza: «es verdad
que la democracia puede ser caótica, puede ser lenta, puede ser frustrante. Les
aseguro que lo sé. Pero la eficiencia que ofrece un autócrata es una falsa
promesa. No hay que hacerle caso, porque conduce de manera inevitable a una
mayor consolidación de la riqueza y el poder en la cima y hace que sea más
fácil ocultar la corrupción y los abusos. A pesar de todas sus imperfecciones,
una democracia genuina es el sistema que mejor defiende la idea de que el
gobierno está para servir al individuo, y no al revés. Y es la única forma de
gobierno que tiene la posibilidad de hacer realidad esa idea.
De
modo que los que estamos interesados en fortalecer la democracia debemos dejar
de prestar toda nuestra atención a las capitales del mundo y los centros de
poder y empezar a pensar más en las bases, porque ahí nace la verdadera
legitimidad democrática. No en la cima, no en teorías abstractas, no en los
expertos, sino en las bases. En las vidas de los que luchan para salir adelante».
Será complicado arreglar el mundo, aunque yo me mantengo razonablemente
optimista. Terminé de escuchar por enésima vez el discurso mientras el guiso
reposaba tranquilamente en la cocina, al final no me salió muy caldoso. Es
complicado lo de arreglar el mundo, pero un buen potaje de garbanzos y
langostinos puede ser un principio razonable.
Mientras cocinaba y escuchaba a Obama me imaginaba los
colores puros de alguno de los cuadros de Mark Rothko, mi sofrito de tomate,
pimentón, zanahoria, garbanzos y langostino aspira a llevar al plato los rojos
y naranjas de esta composición.
Me ha encantado tu entrada, soy fan de Obama y va a tener siempre el recuerdo de muchos. Estoy deseando pasen pronto estos días para poder reunirnos con nuestro "talibán particular", ya han pasado unos años y me hace una ilusión tremenda poder reunir a los 4. El cuadro hoy "no me ha dicho nada". Jubi
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