sábado, 23 de marzo de 2019

Capítulo CDLXXI.- La ventana indiscreta

La Ventana Indiscreta/Rear Window/Fenétre sur cour. Todo un reto para una cena en la tercera de las sesiones de Can Cufa, cenas temáticas en las que cada pareja de comensales ha de llevar un plato.
Fue divertido el proceso de selección de los géneros, también las películas, hemos ido haciendo ternas y, al final, un sorteo para distribuir película y plato a preparar.
En casa hemos tenido mucha suerte, nos ha tocado La Ventana Indiscreta para preparar dos postres.
Digo que hemos tenido suerte porque si nos hubiera tocado preparar uno de los platos de fuerza nos hubiera llevado a la ruina porque en una de las escenas iniciales de la película Lisa Fremont (Grace Kelly) sorprende a su novio impedido en una silla de ruedas (James Stewart) con una cena traída desde el restaurante favorito de la pareja (21th club). El 21Th club sigue abierto, en la  21 West 52nd Street, New York, New York 10019 y quien tenga curiosidad por su carta y por su distinguido aspecto aquí tiene el enlace de la web (https://www.21club.com/)
La cena consistía en una langosta al horno con patatas fritas. Regada con un exclusivo borgoña francés, de la zona de Montrachet. Esto dice la selecta wine-searcher sobre las bodegas de Montrachet: «Le Montrachet is a grand cru vineyard in the southern Côte de Beaune that is widely considered to be the world's best for Chardonnay. It is located on the midslope of the Montrachet hill above the villages of Puligny- and Chassagne-Montrachet, covering land in both communes. Its wines, considered the ultimate expression of Chardonnay, are rich and structured and can sell for thousands of dollars a bottle».
         Lo dicho, si nos hubiera tocado preparar los segundos platos hubiera sido la ruina. Por lo tanto, cuando nos llegó el resultado del sorteo y vimos que nos había caído en suerte el postre respiramos aliviados.
         Una buena opción habría sido la de ir a la carta del 21Th Club y haber tuneado uno de los postres de la carta, ligaba perfectamente con el tema de la película y permitía especular con lo que Lisa y Jeff habrían tomado esa noche de postre después de la langosta y el vino. La carta incluía el archifamoso Soufle Alaska, pero ese postre obliga a prepararlo en el acto, mezclando el frio del helado con el calor del merengue recién cocido.
         La Ventana Indiscreta es una película de Alfred Hitchcock filmada en 1954. Con el paso de los años puede haber quedado un poco noña, alejada del ritmo infernal de las películas actuales (mis hijos se quedaron dormidos a los 40 minutos de empezar a verla en casa). Sin embargo mantiene el encanto del trabajo de un genio, más allá de la trama, más allá de los protagonistas, la película es un ejercicio de estilo de una precisión de relojero, en el que los personajes secundarios enganchan más que los protagonistas.
Hitchcock eligió un cuentecillo de Cornell Woolrich, un escritor de novela negra que había escrito algunos guiones de Hollywood que ahora está casi olvidado, que escribió una leve historia de un periodista que vigila desde su casa a un vecino, y convierte el cuento en un mosaico de personajes de todos los colores, dibujados con picardía, personajes que juegan en un patio de vecinos como si fuera la Rue 13 del Percebe.
Hitchcock al principio pensó rodar en un patio de vecinos de un barrio de Nueva York, en Greenwich Village, pero al final le permitieron montar el patio en un estudio de Hollywood, convirtiéndose así en el set de rodaje más grande de la historia hasta entonces. En ese escenario reprodujo con tal precisión los distintos apartamentos que todos ellos eran habitables (tenían luz, agua y gas), de modo que alguno de los actores llegó a residir en el estudio durante la filmación.
Salvo los protagonistas, el resto de personajes no tienen nombre, sino motes alusivos que pone el protagonista (Miss Torso, la señorita Corazón Solitario). Hay en la película bastante de guerra de sexos, en clave de los años ’50, Jeff es un fotógrafo que ha recorrido medio mundo y se encuentra agobiado, en pleno verano, con la pierna rota y sin posibilidad de salir del apartamento. Lisa es una elegante Newyorkina a la que cualquier opción que sea salir de Manhattan le parece el fin del mundo, está encantada de tener a su novio enclaustrado.
EL protagonista pasa las horas cotilleando desde la ventana, algo que hoy sería políticamente incorrecto, incluso delictivo, pero Hitchcock lo cuenta de modo tan ligero que todos nos identificamos con el periodista mirón.
Con estos mimbres cualquier postre sería posible, desde helados que mitigaran los calores de agosto, cualquiera de los postres del 21Th club, incluso con la excusa de que la película es un ejercicio de estilo, poder ensayar cualquier postre nuevo, rompedor.
Al final he preferido jugar con el título, por lo menos con el título en inglés o en francés (la ventana trasera o la ventana del patio de atrás), supongo que para los censores españoles de los años ’50 utilizar la palabra trasero era un anatema absoluto, que podría dar pábulo a cualquier tipo de doble sentido.
Los dos postres que he preparado tienen ventana trasera, acceso indiscreto. El primero es un bizcocho de chocolate negro, un brownie escondido dentro de la cáscara de un huevo, una receta que he recuperado de la Receta para la Felicidad, un blog de Sandra Mangas que ha desaparecido completamente del mapa virtual, se han borrado las referencias en google y sólo es posible recuperarlo acudiendo al libro o buscando otros blogs que tunean la receta.
La segunda receta es una manzana asada rellena de helado. También hay que horadar la manzana y esconder en su interior azúcar moreno, licor y, al final, una cucharada de helado.
Son dos postres que permiten jugar con el engaño, de hecho su apariencia es totalmente anodina, sin embargo, su sabor y contraste puede sorprender.
Para los brownies escondidos en la cáscara de un huevo se necesita una docena de huevos, preferiblemente grandes y con la cáscara dura. Con ayuda de un sacacorchos hay que hacer un agujero pequeño, lo justo para que salga la clara y la yema. Se vacían los 12 huevos, las cáscaras intactas sirven como molde del bizcocho.
Con las claras y yemas que sobran haré flanes a los niños.
Con sumo cuidado hay que lavar los huevos por dentro y por fuera, dejarlos en agua fría con vinagre y una cucharada de bicarbonato para garantizar que queden sin gérmenes. Una vez lavados se secan con cuidado, dejándolos sobre un paño seco para que escurran bien.
Dentro de cada una de las cáscaras, con una manga pastelera, se rellena de masa de brownie, un bizcocho hecho con 3 huevos, 100 gramos de mantequilla, 90 de harina, 50 gramos de azúcar y 70 gramos de chocolate fondand deshecho. Se baten primero los huevos y el azúcar, bien batido hasta que quede esponjoso, después se añade el chocolate deshecho con la mantequilla y, finalmente la harina tamizada.
Se pasa la mezcla a una manga pastelera, se pone un poco de aceite en el interior de la cáscara de cada huevo para engrasarlo y se rellenan las cáscaras (no completas) y se llevan al horno, a 170º durante 20 minutos (aprox. Hay que estar pendientes de que el bizcocho cuaje y quede esponjoso).
Se dejan los huevos enfriando unos minutos, se recorta la parte de bizcocho que sobresale de los moldes de huevo y se colocan en una huevera ocultando el agujero para que parezcan huevos crudos.
El segundo postre serán unas manzanas rellenas. He comprado 6 manzanas reineta, de piel parduzca, se les quita el pedúnculo y se hace un pequeño hueco en el que se coloca una nuez de mantequilla, una cucharada de azúcar moreno, un chorro generoso de licor (tendrían que hacerse con calvados, no sé si podré conseguirlo para el sábado) y un golpe de canela (o jengibre en polvo). Se colocan en una bandeja alta y se meten en el horno precalentado a 130º unos 40 minutos (de nuevo hay que hacerlo con a ojo, porque la manzana no puede quedar muy desecha, tiene que mantener cierto cuerpo).
Cuando estén asadas se sacan con cuidado y se guardan en un tupper de paredes altas, añadiendo todo el caldito de manzana, mantequilla y licor que exuda la manzana.
En el momento de servir el postre se añade una cucharada de helado (a poder ser de manzana ácida, sino tendrá que ser un cítrico) en cada manzana. Ponerlas sobre un plato con un poco de la salsa, que habrá cuajado casi como una gelatina, y una pizca de crumble de cookies (migas de galleta machacadas).
Con estos dos postres cumplimos el mandato de can Cufa 3.0, postres indiscretos, postres con ventana trasera.
Prometo colgar las fotografías en Instagram, sin hacer trampa.

La entrada, inevitablemente, tiene que ir acompañada con un cuadro de Edward Hopper, Nueva York en estado puro.
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