viernes, 16 de julio de 2021

Capítulo DLXXI.- Un día de celebración.

Empiezo otra vez con un cuadro que no creo que pueda colgar. Sigo sin saber qué problemas tengo con el servidor del blog que me impiden colgar imágenes de cualquier tipo. Una puñeta, terminaré poniéndola en Instagram si fracaso de nuevo. El cuadro se titula «un día de celebración», la autora es una pintora sueca que vivió a caballo entre el siglo XIX y el siglo XX. Artista costumbrista que no conocía. El cuadro representa a dos chicas jóvenes vistiendo una mesa en la que celebrarán una merienda. La mesa es redonda, han colocado siete servicios, unas tazas blancas, un bizcocho y un frutero de cristal. La niña mayor lleva en las manos un cuenco con galletas, la pequeña está preparando unos sencillos adornos de ramas. En el centro, un jarrón con margaritas y unas flores lilas que soy incapaz de identificar (soy un diletante en la cocina, no un diletante en el invernadero). El cuadro juega con colores blancos, muy luminosos. Una tarde de primavera soleada en Suecia debe ser motivo de fiesta. Sólo perturba la armonía del salón un cuadro de la última cena. Las chicas que organizan la merienda no parecen nerviosas, faltan muchos detalles por preparar, de hecho, todavía no están colocadas todas las sillas, no han traído la jarra con chocolate o café, no hay todavía vasos y falta el agua. Viendo los adornos florales, creo que la celebración que preparan debe ser importante, pero no hay detalles que permitan saber si es una reunión familiar o se trata de un compromiso social. Ni siquiera estoy seguro de que las niñas vayan a participar de la merienda, quien sabe si no seguirán órdenes de sus padres para adelantar tareas. Como se trata de un cuadro pintado a principios del siglo XX, a lo mejor están preparando la merienda para recibir a un pastor luterano (he visto un retrato de la pintora, Fanny Brate, y tiene los rasgos de una severa y austera esposa de un profesor de alemán arcaico). La paleta de Fanny Brate da gusto. Maneja los tonos blancos con maestría, nada fantasmales. No es la luz viva del mediterráneo, sino la luminosidad limpia de los climas norteños. El cuadro me gustó mucho. Tenía poco que ver con el asunto sobre el que quería escribir, sin embargo, hay algo en el ceremonial de preparar una mesa que conecta con mis propósitos. El martes pasado, martes y trece, preparé una comida para amigos. Después de varios meses convoqué a mis compañeros de tertulia jurídica. Todos vacunados. Todos cansados después de meses raros. No terminamos de ver la salida del túnel y las noticias siguen siendo inciertas en lo sanitario, en lo político y en lo judicial. No me compliqué con el menú: Unos aperitivos a base de patatas fritas con boquerones en vinagre, unas almendras tostadas con mojama, ajoblanco con bolas de melón, salmorejo con mozzarella y cerezas heladas, una coca mallorquina de verdura y un suquet de rape, gambas y sepia. Fuera de carta saqué un queso francés para terminar con el mucho vino que bebimos. Todas las recetas elaboradas y reelaboradas cientos de veces. La tertulia se extendió hasta más allá de las seis. Teniendo en cuenta que empezamos a la una y media, puedo asegurar que nada humano o divino quedó por tratar (incluidos los indultos y la sentencia del constitucional anunciada esa misma mañana en la que desarbolaba la declaración del estado de alarma). El buen humor evitó que cayéramos en la melancolía o en el cabreo. Puede que nos estemos italianizando y podamos ser felices al margen de la política y lo político. Hubiera querido escribir sobre el salmorejo o sobre el suquet, pero me he dado cuenta de que tengo ya muchas referencias en el blog. Tras algunas dudas, he optado por una receta robada a Najat Kaanache, una cocinera nacida en San Sebastián que gestiona un restaurante prestigioso en Fez, el sitio se llama Nur, no he tenido la suerte de visitarlo, pero lo tengo en mente. Najat ha editado un libro precioso de cocina fusión. El libro tiene la luz explosiva del norte de África. Sin quererlo he pasado de Escandinavia a Marruecos guiado por la luz. El gazpacho que propone Najat es un gazpacho verde con pescado. Para la sopa fría utiliza 5 pepinos, medio quilo de uva blanca, 4 cebolletas, cuatro diente de ajo, 250 gramos de almendra tostada sin sal, 4 cc de vinagre de manzana, 4 cc de aceite de oliva virgen y una pizca de sal. Para el gazpacho mezcla dos tipos de sopa distintos: Primero la sopa de pepino, que lleva los 5 pepinos pelados, 2 dientes de ajo, 2 cebolletas y 125 gramos de almendras. Todo ha de procesarse hasta convertirlo en una crema a la que se añaden dos cucharadas de vinagre, dos de aceite y la pizca de sal. Segundo la sopa de uva. Hay que pelar y despepitar las uvas blancas (imagino que la moscatel irá bien). Conviene reservar algunas uvas peladas para adornar al final. El gazpacho de uva es una mezcla de las uvas, 125 gramos de almendra y las dos cebolletas que quedan, dos cucharadas del vinagre de manzana y otras dos de aceite, más una pizca adicional de sal. Las dos sopas han de reposar al menos 4 horas en la nevera. Antes de servir se mezclarán las dos sopas frías y se sirven en un cuenco con tres o cuatro uvas peladas de adorno. El gazpacho acompaña a un guiso de pescado (en la receta proponen bacalao, pero creo que un filete de lubina, de dorada o de corvina bien desespinada puede ser una alternativa mejor). El pescado se pasa por la plancha, lo justo para sellarlo, luego se guisa al horno con unas patatas, pimiento verde, ajo, cebolleta, (limón y cilantro que se incorporarán una vez hecho el pescado). Se hornea a 200º 11 ó 12 minutos. Se saca el pescado y se coloca en un cuenco un trozo de pescado, un par de rodajas de patata, un trocito de cebolleta asada y otro de pimiento asado, un chorrito de limón reciente exprimido y cilantro fresco. Se añaden los gazpachos mezclados y una quenelle hecha a partir de un sofrito seco de tomate, azúcar, cebolla y ajo. En definitiva, el gazpacho termina siendo el caldo extraño de un guiso suave de pescado, adornado con uvas, tomate confitado y la acidez de un golpe de limón y otro de cilantro. En la fotografía del libro, el plato se sirve en unos cuencos negros que parecen de piedra volcánica. Espero poder preparar en breve este gazpacho africano.

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