Acabo de regresar de Bruselas, visité la
ciudad hace 27 años, no me acordaba de gran cosa, de hecho, la ciudad se ha
transformado durante este cuarto de siglo.
Me invitaba el Partido Verde Europeo
(European Green Party) a un acto sobre la reactivación de la Unión Europea, si
alguien accede al perfil de Facebook del Green Party podrá ver mi intervención
en inglés (https://www.facebook.com/EuropeanGreens/?fref=ts)
a partir del minuto 59.
Sorprendido y encantado por la invitación,
hasta ahora tenía pocas conexiones con los verdes, acepté el envite.
Amables, encantadores, los verdes europeos se
deshicieron en atenciones una vez confirmé mi asistencia.
Una ocasión estupenda para pasar unas horas
en Bruselas. El año pasado estuvimos a punto de ir en navidad con los niños, al
final nos echamos para atrás, con los atentados recomendaban no viajar a
Bruselas.
Sobre todo callejeamos, la ciudad estaba
hasta los topes, mucho español en pleno macropuente.
Pudimos ver el Museo Magritte. Interesante,
aunque las obras principales están en otros museos del mundo. No es muy grande,
en poco más de media hora se puede ver bien.
Tiempo tendrá de poder escribir más sobre
Bruselas, nos quedamos con ganas de más días.
No he querido dejar pasar la ocasión de
colgar una entrada del diletante, aunque sea breve.
Pasear por Bruselas es pasear entre tiendas
de bombones, de chocolates de todo tipo, de galletas y gofres adornados con los
complementos más empalagosos.
Los belgas son unos fanáticos de los
mejillones, indagaré sobre las razones de su afición, estuvimos paseando por la
ciudad hasta dar con el barrio de los bares de marisco, en la zona de la Plaza
de Santa Catalina, donde acababan de abrir el mercadillo de navidad.
Los mejillones los combinan los belgas con
las salsas y productos más sorprendentes, muchos de los platos de mejillones
los anunciaban gratinados con quesos fuertes, incluso con foiegras.
No asumimos grandes riesgos, elegimos un
restaurante cómodo, clásico. El menú sencillo: Una docena de ostras, una
cazuela de mejillones, un plato de salmón ahumado y un tartar de atún (todo
fresco y muy ligero).
Los mejillones los pedimos al vino blanco y
esta va a ser la receta de esta entrada:
En una cazuela alta se pone un poco de
mantequilla (una cucharada completa), ni qué decir tiene que se puede sustituir
la mantequilla por un chorro generoso de aceite de oliva.
Se pica una cebolla y se pone a rehogar en la
mantequilla ya deshecha, se pica también una rama de apio fresco, una rama de
las más blancas.
No hace falta que se rehogue mucho la
verdura, bastan un par de minutos. Se añaden dos vasos de vino blanco, a poder
ser seco. Cuando el vino rompe a hervir se añaden los mejillones limpios (los
mejillones belgas son pequeños pero muy carnosos). Un truco para que el mejillón
quede jugoso es espolvorear por encima una cucharada de aceite (engorda mucho
la carne del mejillón).
Se tapa la cazuela para que se abran los
mejillones, no hace falta que el fuego esté muy alto, mejor que se abran
suavemente.
Cuando los mejillones estén abiertos se añade
una pizca de sal y un poco de pimienta y se llevan a la mesa, donde se abre la
cazuela.
Los mejillones muy sabrosos y la salsa
espectacular.
Al final podemos afirmar que una pipa no es
una pipa (como dice Magritte) y que en Bruselas un mejillón no es un mejillón.
Ya veo que el corto viaje ha resultado todo un éxito y muy bien aprovechado, los mejillones me encantan y del tartar de atún rojo ni te cuento y el de "Casa Mono" (mis casi vecinos)estupendo. Jubi
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