El pasado sábado organizamos cena en casa,
venían amigos que no habían probado mi cocina y eso me genera cierta inquietud,
no es fácil acertar con los gustos de todo el mundo. Era todo un reto.
El primer elemento de tensión era estar a la
altura del mito del Diletante, quien consulta mi blog puede hacerse una idea
equivocada de la cocina que hacemos en casa, el papel lo soporta todo.
El segundo elemento de tensión lo traían los
propios invitados, una de ellas tenía bodega de vinos y se ocupaba de la bebida.
Nos habíamos comprometido a maridar vinos
con platillos, pero, como yo no soltaba prenda sobre el menú, la elección de
los vinos iba un tanto a ciegas. Más que un maridaje era un amancebamiento
sometido a todo tipo de riesgos.
Mas Rodó, la bodega de mis amigos, es una bodega
joven especializada en vinos monovarietales, tanto en tinto como en blanco,
incluso este año se han atrevido con el rosado. (http://www.masrodo.com).
Es un reto en el Penedés dedicarse a hacer
vino en un territorio dominado por el cava y su prestigio. Es una bodega
ambiciosa, decidida a competir con el segmento más exigente del mercado, no se
contentan con ocupar lineales en los supermercados, aspiran a encontrar hueco
en vinatecas y restaurantes de cierto renombre.
Yo había probado algunos vinos, sobre todo
los blancos y el merlot. Tenía un recuerdo excelente de ellos.
No me costó mucho planificar la cena, aunque
en las horas finales me entró cierto vértigo.
Todo estaba terminado diez minutos antes de
las nueve de la noche. El menú de 10 platos, pendiente de los vinos.
Trajeron blanco y tinto, el tinto muy rico,
un cabernet sauvignon gustoso y elegante. El blanco fue una sorpresa. Uva macabeu
(aquí está la nota de cata de la propia bodega http://www.masrodo.com/Macabeo.htm).
Esta uva también se conoce con los siguientes
nombre: alcañol,
alcañón, blanca de Daroca, charas blanc, forcalla, gredelín, lardot, listan
andaludschii, listan andaluzskii, lloza, macaban, macabeu, maccabeo, maccabeou,
maccabeu, makkobeo, malvoisie, provensal, queue de Renard, rossan, subirat,
tokay, ugni blanc, viuna, viura, xarello.
En el Penedés es muy habitual usarla para los
coupajes del cava.
Es una uva que, si se mima da un resultado
muy cremoso, hace un vino redondo que no conviene beber muy frio, pierde
matices. No soy especialmente entendido en vino, si no me gustan no soy capaz
de sacar ningún matiz.
El macabeu de Mas Rodó tiene muchos matices,
trae recuerdos de manzanas y olor a miel de flores de colores.
No sé muy bien el origen del nombre “macabeu”,
supongo que debe venir de los macabeos judíos, que encabezaron una revuelta
contra Antoco IV en el siglo II antes de Cristo.
Había otros macabeos, los Maccabees, un grupo
de rock inglés de principios del Siglo XXI. Nacidos al arrullo del British Pop.
Los Maccabees no estaban entre mis grupos preferidos, pero hay que reconocer
que tienen su encanto (https://www.youtube.com/watch?v=3Kt3aN6Ey8w).
Navegando por internet para preparar esta
entrada he descubierto que acaban de separarse.
El Mas Rodó Maccabees fue todo un acierto,
que combinó perfectamente con los platos de la cena.
Organicé el menú a partir de una cita de
Luciano Pavarotti: «Una de las mejores cosas de la vida es
que debemos interrumpir regularmente cualquier labor y concentrar nuestra
atención en la comida.».
El cuadro que acompañaba al menú era de Matisse,
un paisaje desde la habitación de una costa frente al mar, en Colliure.
Esta era la minuta de la cena:
Aperitivos.
La croqueta.
Gyozas del perol.
Falso y sano ravioli de pesto.
Entrantes.
Pastinaca, morchella et solanum
tuberosum.
La obsesión por convertir una
ensaladilla rusa en un jardín japonés.
Primera ensalada de otoño.
Platos principales.
Saganaki de pulpo a la española.
Segunda ensalada de otoño.
Rape a la mafiosa (al modo de
Castellare del Sardo).
Postre.
Pañuelos de manzana.
Miñardises y café.
La mayoría de los platos los había preparado
ya, de uno u otro modo deben estar incluidos en alguno de los capítulos de este
blog, es cuestión de tener paciencia y localizar una buena rutina de búsqueda.
Es completamente nuevo, y una simpleza, el
plato de gyozas, las empanadillas japonesas. Pensaba que la masa sería muy
complicada de preparar, pero resultó muy sencillo y de resultados muy vistosos
(tiempo habrá de comentarla con detenimiento).
De entre todos los platos el que mejor se
amancebaba con el Macabeu de Mas Rodó era el del rape a la mafiosa, al final no
cociné rape sino unas gambas de Huelva que compré en el mercado del Ninot esa
misma mañana.
La receta originaria la tomé del libro La
Mafia se Sienta en la Mesa, un libro sobre cocina de la mafia italoamericana editado
por Tusquets hace varios años.
En el libro el plato lo guisan con langostas,
yo siempre lo he hecho con gambas o con langostinos, esta vez quería hacerlo
con rape pero la tentación de las gambas fue superior.
Los italianos tienen una mano especial con
los mariscos y pescados hechos con un punto anisado.
Rehogué medio quilo de gambas en una cazuela con
aceite, no muy caliente, una cocción rápida, para quitarle el color a la gamba,
debe seguir cruda por dentro.
Pasé las gambas a un plato y puse a rehogar
un puerro picado, medio bulbo de hinojo fresco, 10 hojas de albahaca y una
cucharada sopera de estragón (la receta se refiere a estragón fresco, pero no
lo pude encontrar). Hay que rehogar la verdura a fuego muy suave. Añadí también
una docena y media de puntas de espárragos trigueros frescos (la combinación
del anisado del estragón y el hinojo con el amargor de los espárragos ligaba
perfectamente con el Macabeu y su cremosidad floral).
Pelé las gambas y escurrí sobre el guiso el
líquido que goteaba de las cabezas y las cáscaras, cuidando que no cayeran en
la cazuela, es desagradable encontrarse los bigotes de las gambas o trozos de
cáscara.
Reservé las colas de las gambas.
Fui removiendo con una cuchara de madera
hasta que el puerro quedó transparente y el hinojo como una confitura. Era el
momento de poner un poco de sal y una pizca de pimienta (sin pasarse no es un
guiso al que le vaya el picante).
Cuando el sofrito estaba en su punto le puse
75 gramos de mantequilla, con el fuego apagado dejé que se deshiciera con el
calor, trabándola bien con las grasas y líquidos de las verduras. Añadí las
colas de gamba y tapé la cazuela sin encender el fuego. El calor de la cocción
terminó de cocinar las gambas, que se maceraron con las verduras y se pringaron
de la grasa, quedando un guiso cremoso y fresco que serví templado en un
minúsculo cuenco en el que sólo cabía una gamba. Era el último plato de la
comida y no convenía agobiar a los invitados con platos muy grandes, de esa manera
conseguí que todos repitieran de las gambas al Castellare del Sardo. (En la
receta original la langosta se cuece aparte y se baña con la salsa).
Vaya menú...
ResponderEliminarEso si da vértigo.
LSC
Qué envidia me da pensar en esas cenas y en buena compañía, cómo se disfruta, de verdad que me admira de dónde sacas tiempo para todo lo que haces, yo ayer me dí un homenaje y comí en Casa Mono mi ensalada de sólo tomate y tartar de atún rojo y lo disfruté un montón. El Matisse me ha encantado. Jubi
ResponderEliminar