Tiñosos, Cocochas y Kokoshka.
Esta semana va a ser una excelente semana
gastronómica. La empecé el lunes en Bilbao, mi vuelo salió con dos horas y
media de retraso, la demora me permitió terminar de leerme un par de libros que
tenía a medias.
En Bilbao el Guggenheim estaba cerrado, me
quedé sin ver la exposición de Francis Bacon y sin comer en el restaurante del
museo (guardaba un excelente recuerdo del restaurante, creo que lo regenta un
alumno de Martín Berasategui).
Con una mañana tan torcida no me quedaba otra
opción que dejarme llevar por mi instinto, que me llevó a Zapiarain, un
restaurante que no conocía y que, por lo visto, es lugar de referencia en
pescados. Palabras mayores en el norte.
Tomé unos hongos a la plancha, unas cocochas
a la plancha y tarta de manzana. Platos sencillos, producto soberbio, como la
media botella de rioja que cayó con la comida. Ni qué decir tiene que la clase
que tenía que dar en Bilbao salió sola.
El resto de la semana la voy pasando
inquieto, el sábado vienen unos amigos a cenar, alguno será la primera vez que
pruebe mis fogones.
Una amiga me recomendó un restaurante informal
en el ensanche de Barcelona, no he podido ir todavía (mi mujer sí), me mandó una
fotografía de uno de los platos estrella, una ensaladilla rusa muy sencilla que
se convierte en un festival de colores (la colgué en Instagram).
Como soy un poco tiñoso llevo toda la semana
dándole vueltas a la receta y presentación de la ensalada de este sábado. No es
complicada, sobre un leve lecho de mayonesa se monta la ensalada con una patata
morada, dos o tres zanahorias baby, unas judías verdes hervidas, tres guisantes,
unas lascas de atún en aceite y un huevo pochado. Una sinfonía de colores.
Sobre esa idea pensaba preparar la ensalada
como si fuera una especie de jardín japonés, presentado en platillos
individuales.
La mayonesa pienso hacerla con aceite de
girasol (no quiero que el aceite de oliva me apague el resto de sabores) aunque
estoy dudando si añadirle media cucharadita de wassabi.
Ya he comprado las zanahorias baby y las
judías verdes redondas (las pienso hervir para que queden al dente, un punto
crujiente). En cada platillo habrá cuatro guisantes (los congelados finos de la
Sirena son excelentes). El atún embotado en conserva de primera calidad. Una
patata morada abierta por la mitad y justo en el momento de llevar el plato a
la mesa un huevo de codorniz pochado.
Espero que el plato salga suficientemente
vistoso.
No sé si por aquello de las
cocochas a la brasa que me tomé en Bilbao, me gustaría que el plato quedara
como los colores de Oskar Kokoshka.
Cómo mola....
ResponderEliminarLSC (que no hace octava en esta vida)
Qué buenos recuerdos me trae Bilbao los tres años que viví allí fueron muy intensos y me remonto a la prehistoria (1959-1962)luego volví 2 veces más, ya pude conocer el Guggemheim ir en metro y ver lo precioso que lo habían dejado, siempre ha sido un sitio de muy buena cocina. Tanto la foto como el bodegón me han encantado. Jubi
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