DEL MELTING POT a las TRUMP-PICADAS.
El pasado 20 de enero, mientras Donald Trump
juraba su cargo como 45º presidente de los Estados Unidos yo estaba cocinando
un bacalao club ranero para unos amigos. Creo que no se me olvidará ni esa
tarde ni esa receta, escuchaba de fondo la televisión, retransmitían el acto en
Washington y un traductor simultáneo, a trompicones, iba vomitando al español
las claras, cortas y contundentes frases de quien a partir de esa misma tarde
sería el presidente de la nación más fuerte del mundo actual.
Sus mensajes no necesitaban mucha traducción,
se dirigía al mundo en un lenguaje llano, falto de encanto, duro como un
martillo neumático: América the First.
A medida que su intervención iba creciendo mi
miedo se incrementaba, no avanzaba en el discurso, daba vueltas sobre la misma
idea, machaconamente, insultando a quien no pensara como él, advirtiendo de que
estaba harto de que América hubiera ayudado a otras naciones a superar sus
dificultades.
Aquel tipo estaba enterrando la
globalización, estaba proclamando a los cuatro vientos, en un día frío y
desapacible que América dejaba de preocuparse por el mundo, que se aislaba y
que sólo ensañaría sus colmillos para defenderse de cualquier agresor o de
cualquiera que pretendiera alterar el status de los americanos.
Crecía mi miedo, mientras yo no dejaba de picar
ajos y confitar lomos de bacalao para que fuera trabándose el pil-pil, un
ritual mágico que intentaba conjurar los malos augurios de aquel sujeto que
vociferaba en tono amenazante.
El seguía levantando todo tipo de hachas de
guerra, desgranando amenazas a diestro y siniestro mientras proclamaba la
supremacía de Norteamérica en el mundo, una supremacía que ya no quería seducir
o convencer, sino protegerse a base de muros físicos y barreras intelectuales.
Yo preparaba una crema de puerros con mollejas
de pato, unas verduras al vapor con una crema de boletus edulis y el bacalao
club ranero (pil-pil con una fritada de puerro, pimientos rojos y verdes).
Trump arrogante, barriobajero, desafiaba al
mundo ante la mirada perpleja de Obama, presidente hasta esa misma fecha.
Era escalofriante pensar que Trump y sus
Trumpicones gobernarían durante 4 años y que a lo más que podríamos aspirar los
pobres mortales era a que no hiciera nada que fuera irreparable, esperar que
estos cuatro años pasen como una pesadilla grotesca pero inocua.
Lo cierto es que la bolsa de New York ha
mejorado sensiblemente su cotización durante los últimos días, parece que el
dinero no teme al nuevo presidente.
Y yo preocupado por mi pil-pil.
Hace muchos años, cuando me dio por leer
libros de sociología, recuerdo que me llamó la atención que muchos estudiosos
consideraran que la grandeza de Estados Unidos se basaba en su capacidad de
aglutinar culturas, razas y pensamientos en principio heterogéneos, el famoso melting pot – literalmente derritiendo
el puchero -, metáfora del crisol de culturas, de la capacidad de convertir en
una sola realidad un conjunto de ingredientes en principio incompatibles.
Trump hacía saltar el melting pot por los
aires y a trumpicones amenazaba a todas las razas, ideologías o sensibilidades
que discreparan de la suya.
Y allí seguía yo, preocupado porque las
verduras quedaran bien fritas y crujientes. Recordando la trifulca que Trump
había tenido con un cocinero español que había decidido resolver un contrato y
no incorporar su restaurante a unos de los hoteles del magnate.
Malos tiempos para los cocineros en Estados
Unidos, no va a ser tiempo de pucheros que se derritan para conseguir sabores
mágicos. Llegan tiempos de estar a la defensiva, de cuidar las espaldas y
cruzar los dedos para que entre tanto supremacista gobernando el mundo no se
organice un lío del que no podamos salir.
Tocará buscar refugio en la cocina y volver a
la clandestinidad porque leer y pensar van a convertirse en algo subversivo.
Y yo, mientras retumbaban las palabras y los
analistas describían preplejos los ademanes del nuevo amo del mundo, pensaba en
lo importante que eran las picadas para garantizar guisos sabrosos. Recitaba,
casi como la oración de un condenado, las picadas básicas de la cocina de casa:
- La
de sal, ajo, perejil y una gota de aceite. Que sirve igual para aderezar una
ensalada que para preparar una carne o pescado a la plancha.
- La
de sal, galleta o pan duro, almendras y avellanas tostadas, ñoras, aceite y
pimentón para preparar una salsa romesco.
- La
de sal, ajo, queso fresco y albahaca para un pesto.
- La
de ajos asados, higadillos a la plancha, almendras y unas briznas de azafrán
para condimentar un arroz con conejo.
El mortero es un elemento esencial para la
cocina en tiempos de escalofrío, garantiza que prácticamente cualquier plato
tome cuerpo, gane consistencia, que las salsas sean sabrosas y que, al tocarlas
ligeramente con la yema de los dedos, funcionen como un sutil adhesivo que
coaliga a los alimentos.
Mientras Trump vociferaba, a los que añoramos
la libertad, la concordia y el entendimiento nos toca reivindicar los guisos y
los platos que aúnen, que amalgamen, que sumen sabores y matices, platos que
nos conviertan en personas más tolerantes, ajenas a supremacismos. Reivindicar
que la buena gente ni debe ser airada, ni vengativa, ni amenazante. Tiene que
ser suave, sutil y respetuosa como un bacalao al pil-pil hecho canónicamente.
No sé si para salir o entrar de este caos se
me ha ocurrido buscar en Jackson Pollock algo de armonía en el desorden.
Lo dicho, ánimo y a los fogones compañer@s.
(Postdata, a ver si los
nuevos mandamases de los Servicios de Inteligencia Norteamericanos dando un
barrido por la red califican mi blog de subversivo).
Da un poco de miedo, pero espero esté rodeado de gente sensata.
ResponderEliminarVamos a creer que no llegará la sangre al río. Llegará a la orilla...
Qué buenas picadas!
En lugar de higados (agggg), qué puedo poner?
Besos Jubi
LSC (siempre séptima)
Buenos días, yo aquí esperando el desayuno y oyendo las "maravillosas" noticias que nos brindan los telediarios, entre el energúmeno americano y los chorizos españoles paseando por los juzgados, hay un buen "guiso". El cuadro de lo más apropiado. Jubi.
ResponderEliminarMiles de besos LSC
Brillante análisis de la realidad que nos ha tocado conocer desde España... mezclado con esa dosis culinaria que tanto engancha.....
ResponderEliminarEsperemos que no llegue la sangre al río, ni a la orilla, y que esté asesorado por quienes aporten cordura a sus bravuconadas sin medir consecuencias, aunque mucho me temo que l soberbia de este tipo no va a admitir muchos consejos....
Deseando equivocarme .... me quedo con el bacalao y con que la buena gente tiene que ser suave, sencilla....
Saludos desde la otra punta de España!! Bss
No lo dudes, ya te han visto, ya estas señalado. Ni acercarte a JFK. Español y amante de la gastronomia? Y, ademas, Pollock!, Mas claro, imposible. Sigamos con lo nuestro. Esto tambien pasara...
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