miércoles, 3 de octubre de 2018

Capítulo CDLVIII.- Tortilla de patatas.


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Bacchino Malato (Baco enfermo), un cuadro de Caravaggio en el que las ojeras, los pómulos marcados, la piel cerúlea, la mirada vidriosa, el gesto perdido. Aseguran los críticos que Caravaggio aprovechó la ocasión para retratarse enfermo de ictericia y que el tono de la piel es idéntico al tono de los melocotones que reposan sobre la mesa.

Hace día que me ronda un constipado, nada grave, pero llego a las últimas horas de la tarde como si me hubieran dado una paliza, congestionado y con nubarrones en la cabeza, casi preferiría que rompiera ya la fiebre y me diera un mazazo porque esta situación ambigua me tiene machacado, no termino de desmadejarme y voy tirando a trancas y barrancas, tomándome analgésicos por la mañana y un  frenadol forte por la noche que me deja grogui en poco menos de una hora, el tiempo justo para dedicarle unos minutos al diletante.

Con el cuerpo estropajoso no hay muchas ganas de cocinar, hace calor todavía en Barcelona y no apetece meterse ya ha hacer calditos. Lleva todo el día rondándome la idea de escribir sobre la tortilla de patatas, la tortilla española de toda la vida. Hay en la red un auténtico vademécum sobre el modo de hacer tortillas de patata, he visto vídeos de campeonatos del mundo celebrados en San Sebastián, presidiendo el jurado Martín Berasategui. Se montan polémicas descarnadas en torno a la posibilidad o no de agregar cebolla a la tortilla.

Dicen los cocinillas que hay tantas recetas de tortillas de patatas como familias y bares hay en España. Tienen razón, yo soy de los que rastreo por los bares de mi ciudad en busca de la tortilla soñada y me he llevado grandes batacazos, también he disfrutado de momentos gloriosos, menos de los que merezco, el mundo del tortillerío patatil está muy maltratado y se cometen pecados para los que los fuegos del infierno son castigos veniales.

Supongo que todo el mundo tiene en mente su tortilla perfecta, normalmente tomada en la infancia, gracias a la habilidades de madres o abuelas (no es mi caso), quien sueña con los pinchos de tortilla de tal o cual bar. A mi me han salvado las suegras, grandes cocineras de tortillas españolas. De estudiante recuerdo que preparábamos una tortilla de patata a base de patatas fritas de churrería empapadas en huevo, receta de Ferrán Adriá, que en 1988 ya pontificaba y preparaba estas faketortillas que nos salvaron más de una hambruna en vísperas de un examen.

A mi me fascina la habilidad de mi suegra para improvisar una tortilla el viernes al caer la tarde, prepararla sin tener en cuenta si quedan pocas o muchas patatas, si están firmes o blandas, si quedan cebollas, puerros o calabacín, nunca sabes si la cuaja con tres, cinco o seis huevos, la cuestión es que en unos minutos surge el milagro y aparece una tortilla esponjosa por la que mataríamos.

Sueño conque sobre tortilla y pueda tomármela de desayuno, sin recalentar, está sancionado con la horca pasar la tortilla por el microondas. Los sábados o los domingos busco bares por el barrio donde tomarme un pincho de tortilla con unas yescas de pan con tomate y aceite, asumo el hocico por la barra y oteo el horizonte para descubrir si la tortilla está recién hecha, si está babosilla y todavía caliente. Cuando no tengo suerte me contento con la de un bar habitual que hacen una tortilla potable, le he cogido el horario y sé que los sábados sobre las 10 marchan tortillas recién hechas desde la cocina, eso sí, engordan la mezcla con leche, lo que no me termina de convencer, pero un tortilloadicto necesita su dosis, aunque sea adulteradas.

También he caídos en los excesos de la modernidad, las tortillas deconstruidas, hechas con cebollas sofritas, sabayón de yema de huevo y espuma de patata, también las que se adornan con cebolla frita en chip, he peregrinado a Betanzos para probar la tortilla y recuerdo unas tortillas que tomé en la Panela, en la Coruña, allí vuelvo siempre que puede.

Ya se habrá notado que soy de los que defiende la tortilla con cebolla rehogada, que la prefiero babosilla, que al quebrar el velo del huevo exterior de la tortilla se desparrame cremoso un líquido anaranjado con briznas de cebolla y canteros de patata rehogados.

No es ningún secreto advertir que en las tortillas es fundamental la calidad de los huevos y de las patatas, sobre todo de los huevos, que deben tener una yema de color pomelo intenso, que, a poca temperatura, quede a punto de cuajar.

También es básico disponer de buen instrumental, una sartén de paredes altas y radio grande, del tamaño de un plato. Los tortillófilos solemos esconder una sartén por los recovecos de la casa para que el instrumental se destine sólo al noble arte de la tortilla española.

La ortodoxia afirma para una tortilla que dé de comer o de cenar a 4 ó 6 comensales, en función del apetito, necesita seis huevos hermosos, muy frescos, no es necesario batirlos mucho, basta quebrar las yemas con un tenedor. Así la tortilla quedará con vetas amarillas y blancas, como amarmolada.

En la misma sartén en la que se va a cuajar la tortilla, se añade aceite (de oliva, por supuesto) abundante, se deja calentar, sin que supere los 150º, se pelan y se cortan en rodajas irregulares, ni finas ni gruesas, las patatas (medio kilo) y una cebolla hermosa, que se ha de picar en juliana.

Por lo visto en los videos, primero se añade primero la patata, que tiene un punto de cocción más largo. Yo prefiero empezar por la cebolla, me gusta muy pochada, casi caramelizada. Rehogo la cebolla, añado un poco de sal para que sude y después pongo las patatas.

Me sorprende la sangre fría de mi suegra, que es capaz de dejar la sartén con las patatas y la cebolla a juego alegre sin preocuparse mucho por el tiempo, gestionando otras tareas de la casa y dando voces de vez en cuando para que un alma generosa dé una vuelta a las patatas. Así quedan canteros de las patatas un poco más tostados, casi crujientes, muy agradables al paladar.

Cuando las patatas están a punto de deshacerse, cuando al darle ligeramente con la espumadera se quiebran, se apaga el fuego, se dejan reposar unos minutos y luego se escurren (el aceite sobrante es estupendo para otros guisos). Hay que dejar que enfríen antes de mezclarlas con el huevo batido. Se mezclan bien. Se enciende el fuego y en la misma sartén, sin necesidad de grasa adicional, se vuelcan los ingredientes. La sartén tiene que estar caliente, pero sin arrebatar el huevo, que es muy sensible y se quema rápido.

Si queremos la tortilla muy líquida, la maniobra de cuajado ha de ser rápida, sólo dos o tres minutos para que se haga una película resistente.

Este tipo de tortillas son difíciles de voltear, conviene hacer maniobras firmes, decididas, asumir que algo goteará. Hay que utiliza un simple plato, quien, utiliza la tapa de una cacerola grande, incluso un volteador especial de tortillas, he visto quien recomienda un plato sopero que ayude a recoger bien todos los jugos.

Se coloca de nuevo la sartén en el suelo, se deposita la tortilla cuajada por un lado y, en otros dos minutos está hecha, se devuelve a un plato frio y se lleva a la mesa, no hay prisa, gana mucho si está templada.

Pecadores de la pradera pondrán lonchas de jamón, piezas de pimiento rojo, queso, besamel o salsa de tomate, dios les perdone.

El frenadol hace sus efectos, he roto a sudar, los niños están ya en la cama, terminando de leer, yo pondré un rato una película, el tiempo justo para que me venza el sueño y aparezcan tortillas jugosas en vez de sueños húmedos.

2 comentarios:

  1. Lo primero, que el trancazo haya desaparecido y en cuanto a la tortilla de patata, si no queda otro remedio me la comería, pero llevo unas cuantas en el cuerpo y ni de pincho en un bar, pero aquí con frecuencia toca. Cuida el trancazo. Jubi

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  2. Tortilla de patatas, el mejor pincho del mundo!
    Cl.

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