La semana pasada cumplí
años (53, los que estamos escalafonados no podemos quitarnos años), para
celebrarlo preparé una gran bandeja de tiramisú, lo habían probado los niños
este verano y fueron ellos los que eligieron el pastel de celebración.
Pensaba que ya había
escrito sobre el tiramisú, pero revisando mis notas veo que he hecho algún
apunte, pero no he escrito sobre la receta, por lo menos, no lo he hecho con la
extensión que se merece (http://undiletanteenlacocina.blogspot.com/2011/10/cap-lxvii-un-satiro-en-la-cocina.html).
He estado
investigando un poco sobre la historia del Tiramisú, pensaba que era una receta
tradicional, que me llevaría a la época de los Medici, aunque en las fuentes
que he consultado destacan algunas dudas, por lo que parece, la receta que
actualmente manejamos para el Tiramisú es una creación relativamente reciente,
posterior a la Segunda Guerra Mundial, en el norte de Italia (Treviso, El
Piamonte, el Véneto…). De las distintas versiones que manejan los historiadores
de la cocina (http://www.bonviveur.es/the-food-street-journal/la-historia-del-tiramisu)
me haría mucha ilusión que fuera cierta la menos correcta de las versiones, la
que cuenta que el Tiramisú lo inventó el cocinero que trabajaba en un burdel,
preparaba el dulce para “levantar el ánimo” de los clientes y facilitar la recuperación
de las meretrices.
Supongo que comentar
este tipo de anécdotas en los tiempos actuales no debe estar muy bien visto,
hay un debate abierto entre quienes defienden la prohibición y quienes quieren
regularla, incluso sindicarla. Es tan sórdido todo lo que rodea a la prostitución,
hay tantas historias de explotación y de miseria que cuesta considerarla una
profesión sin más.
En todo caso, la
imagen de un pastelero trabajando en un burdel italiano, repartiendo porciones
de tiramisú entre reservados y palanganeros, “tirando hacia arriba” el ánimo de
unos y otros.
El origen de la receta
debe estar, sin duda, relacionado con sopas dulces, natillas y cremas más o
menos espesas.
La receta del tiramisú
es trabajosa, conviene planificarla con un poco de tiempo. Recomiendo preparar
un par de días antes la base de bizcocho, los melindros o soletillas (de estos
sí tengo entrada hecha: https://undiletanteenlacocina.blogspot.com/2014/04/capcccxv-primaveras-melindros-y-flores.html),
no pasa nada si se compran hechos.
El segundo paso es el
de preparar un sabayón, que no es más que una crema ligera hecha con dos o tres
yemas de huevo que se baten al baño maría con 4 cucharadas de azúcar (80
gramos) y una vaina de vainilla (sino, una cucharadita de café de esencia de
vainilla), conviene batirlas con una cuchara de madera o con unas varillas de
madera (el metal oscurece las cremas), por eso también va bien que en vez de un
cazo metálico se pueda utilizar un recipiente de loza.
Se remueve suavemente
hasta que empiece a espesar. Hay recetarios en los que proponen añadir una
copita (minúscula) de algún vino dulce o licor, yo como cocinaba pensando en
los niños preferí aliviar de alcoholes la receta.
La mezcla de los
huevos y el azúcar va espesando, no debe quedar muy mazacote, sólo un punto denso,
pero sin dejar de ser fluido. Se deja enfriar.
EL sabayón es la
primera parte de la crema, la segunda parte de la crema se hace con queso
mascarpone, un queso muy cremoso (de los de untar), muy lácteo, sin mucho
sabor, a medio camino entre la nata y una mantequilla. Hay recetarios que
proponen usar un queso fresco y cremosos de los industriales. No seré yo quien
recomiende estos sacrilegios.
250 gramos de queso
mascarpone son suficientes, se mezclan con una cantidad equivalente de nata
montada (no vale nata industrial, merece la pena montarla con todo el cariño y
sin azúcar). Una vez montada la nata, se mezcla con el mascarpone y se bate
para que tome volumen, consistencia.
La mezcla de
mascarpone y de nata se mezcla con el sabayón, quedando una crema blanca y
consistente que podría meterse en una manga pastelera.
Para montar el tiramisú
hay que empapar los bizcochos de soletilla (los melindros) en una mezcla de
café (una taza de café solo) y licor (proponen amareto, sirve un ron añejo). De
nuevo, mis limitaciones al cocinar para niños hicieron que en vez de una taza
de café torrefacto utilicé una taza de café descafeinado soluble y evité los
licores.
Se mojan bien los
bizcochos en el líquido oscuro y se colocan como base en un molde, un molde
alto que permita construir una especie de pastel cremoso. Sobre esa base de
bizcocho se extiende una capa generosa de la crema de queso, nata y huevo, que
ha de quedar uniforme, cubriendo toda la extensión del molde, sin rebosarlo.
Se cubre el molde con
film y se lleva al frigorífico durante 4 ó 6 horas, para que termine de cuajar,
u poco antes de servirse, ayudándose de un colador de malla fina, se cubre la
crema con cacao en polvo (otra vez las limitaciones infantiles hicieron que
usara Cola Cao en vez de un cacao intenso y amargo, porque el tiramisú
verdadero juega con la cremosidad y suavidad del queso, y la intensidad del
café, del licor y del cacao; en mi caso los contrastes quedaron muy matizados,
para que los niños no protestaran).
He surfeado por
internet y he visto fotografías con presentaciones del tiramisú muy originales,
desde quienes sirven el postre en una copa o en un vaso individual, en el que
el bizcocho juega casi como adorno; quienes forran todo el molde con bizcochos,
incluso las paredes, apareciendo los melindros, con forma de lengua, que
parecen muros de una fortaleza; en otras ocasiones el montaje del dulce es como
el de un milhojas con capas de bizcocho y de crema que culminan con la cobertura
del cacao en polvo). Lo importante es que la cuchara se sumerja con decisión atravesando
las capas de crema y el bizcocho para que, con un solo bocado, se entrecrucen
todos los sabores).
Si el tiramisú está
lo suficientemente frio, sin estar helado, si ha cuajado para tener una textura
mórbida, que no se desborde en la boca, si el café era bueno (un expreso
concentrado) y el licor de suficiente calidad, si el cocinero no ha dejado que
los bizcochos se deshagan en el líquido y guarden cierta textura, si el cacao
que se espolvorea sobre la crema es intenso... Si se consiguen esas variables y
se combinan con equilibrio el primero de los bocados tiene el efecto mágico de
hacer remontar el humor y alegrar el alma.
Las señoritas de la
calle Avignon tenían el aspecto de haber tomado una porción generosa de tiramisú,
así aparecen tan tersas y desafiantes en el arranque del cubismo.
Estoy esperando me sirvan el desayuno pero no me van a traer ese rico tiramisú que nos detallas, no soy golosa pero el apartado de bizcochos de vez en cuando si me apetece. Jubi
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