domingo, 17 de noviembre de 2019

Capítulo CDLXXXIX.- Requetecomo.


Hace unos días una buena amiga me propuso ir a una comida con un periodista que estaba preparando un diario digital dedicado a la mesa y a la gastronomía. Me amiga, era fiel al Diletante y allá por donde va es una de mis mayores difusoras.

Nos colocamos alrededor de un estupendo cocido, la propuesta que recibí era sencilla, se trataba de poder dar difusión a mi blog, el del diletante en la cocina, dentro de esa revista. Me sentí muy honrado, llevo casi diez años escribiendo con asiduidad y estoy muy contento con las dimensiones del blog, que no pretende ser especialmente ambicioso.

La propuesta era sencilla, se trataba de que la revista (www.requetecomo.com) pudiera ir haciendo uso de distintos capítulos del Diletante para poder ir alimentando una sección específica.

Mi blog lo publico en abierto desde el principio, sin ningún limite ni restricción, no está sometido a ningún tipo de publicidad. Se trata de un divertimento que no quiero que me devore, por eso puse, como única condición, mantener mi absoluta libertad, por lo que tenía que mantener completamente al margen al diletante de cualquier interés económico en la nueva publicación ya que, en el fondo, se trata de abrir un nuevo canal de difusión del trabajo ya hecho.

Le propuse a mi interlocutor (Carlos Quílez, un periodista que lleva muchos años haciendo crónica de tribunales, un profesional estupendo y solvente) hacer una primera entrada, específica para requetecomo en la que pudiera reiterar los principios que me llevaron a iniciar el diletante.

Así, esta mañana han publicado el primer número de la revista, comparto portada con Escribá y con Cal Lluis, del Raval. Todo un honor. Este es el enlace: https://requetecomo.com/el-diletante/



UN DILETANTE EN LA COCINA. TARJETA DE PRESENTACIÓN



          Aseguran los antropólogos que los simios no evolucionaron a homínidos hasta que no aprendieron a cocinar. Comer dejó de ser una mera necesidad y se convirtió en un elemento esencial para la socialización, convirtiéndose así en un elemento más de la cultura de los pueblos, como la literatura, la pintura o la música. No puede entenderse la historia de la humanidad sin vincularla a la historia de la gastronomía, aunque el rito de la alimentación prefiriera un desarrollo más discreto que el de otras artes que enseguida ganaron la condición de sublimes.

          Cuando hace unos días me propusieron colaborar con una nueva revista digital dedicada a la gastronomía y, en general, a la buena vida, no lo dudé. Llevo muchos años gestionando un blog dedicado a la cocina y a la cultura (https://undiletanteenlacocina.blogspot.com/), hasta ahora no me había atrevido a compartir mis experiencias en un espacio dedicado a los placeres mundanos, a escribir sobre restaurantes, recetas, cocteles y tapas como espacio de convivencia, de tolerancia y de empatía.

          En un mundo y en un país descompensado por posiciones intolerantes y extremas, la cocina se convierte en un territorio de concordia. No hay problema que no solucione tras una larga sobremesa.

          Un diletante en la cocina nació con la intención de poner en relación la cocina en todas sus vertientes con la cultura. Grandes escritores como Cervantes, Shakespeare, Flaubert, Dumas o Vázquez Montalbán utilizaron la gastronomía como un recurso estilístico más. No se entiende el Quijote sin el guiso de duelos y quebrantos, el Falstaf de Shakespeare ahogaba sus penas en jerez y en malvasía canaria, Dumas escribió un libro de recetas y el detective Carvallo gestionaba sus angustias vitales frente a un plato de cap i pota.

          La pintura también está plagada de referencias a la buena mesa, los grandes banquetes de dioses y mitos, las últimas cenas o los bodegones están llenos de referencias a las costumbres alimenticias de la sociedad en sus distintas épocas.

          La propuesta del diletante es, por lo tanto, ambiciosa, aunque no se puede olvidar que la vida no sólo se compone de grandes momentos, de grandes platos, sino también de guisos cotidianos que terminan por enderezar un mal día, ¿Quién no ha reordenado sus angustias tomándose un tazón caliente de caldo casero?,¿Quien no ha rememorado su infancia mojando una magdalena o un sobado en un chocolate caliente?

          La oportunidad de compartir mis experiencias gastroemocionales en una revista digital era todo un reto. Mi objetivo es no renunciar a los principios y a los valores de todo buen diletante, por eso puse como única condición, innegociable, que el espacio que pudieran habilitarme fuera absolutamente libre, sin ningún ánimo de lucro, ni directo ni indirecto, renunciando de antemano a cualquier retribución, también a cualquier influencia. No en vano diletante, según la Real Academia de la Lengua, es aquel que cultiva algún campo del saber, o se interesa por él, como aficionado y no como profesional. A veces la palabra se utiliza en sentido peyorativo, lo sé y lo asumo, pero manteniendo ese espíritu amateur se garantiza la más absoluta libertad para acertar o para equivocarse.

Espero que, a partir de este primer capítulo, el capítulo 0, sea capaz de despertar el interés de los lectores que se acerquen a este diario en busca de nuevos restaurantes, también de restaurantes de toda la vida que han sido capaces de sobrevivir y convertirse en tendencia. Nuevos y viejos sabores conviven en este espacio con la voluntad de generar concordia, que falta hace.

Para abrir boca y mostrar de verdad una tarjeta de presentación efectiva, he decidido empezar por el postre, un postre de chocolate, porque las presentaciones sólo tienen sentido si van acompañadas de chocolate.

Es una receta de Molly Wizenberg, una blogera norteamericana que gestionaba, hasta noviembre de 2018, una bitácora de cocina que se titulaba www.orangette.net; acaban de traducir al español su primer libro, Un Hogar en la Cocina (Editorial Colandcol).

La última receta de este libro es un pastel chocolate que en inglés se subtitula Kate’s winning hearts and minds (algo así como robacorazones y almas).

Es, en realidad, un bizcocho muy sencillo de hacer, sólo se necesitan 200 gramos de chocolate negro, 200 de mantequilla sin sal, 120 gramos de azúcar, cinco huevos medianos y una cucharada cumplida de harina (80 gramos).

Y para los chocolateros de espíritu un cuadro de Luís Meléndez, que coloca al chocolate en el Museo del Prado.
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