Hace unos días una buena amiga me propuso ir
a una comida con un periodista que estaba preparando un diario digital dedicado
a la mesa y a la gastronomía. Me amiga, era fiel al Diletante y allá por donde
va es una de mis mayores difusoras.
Nos colocamos alrededor de un estupendo
cocido, la propuesta que recibí era sencilla, se trataba de poder dar difusión
a mi blog, el del diletante en la cocina, dentro de esa revista. Me sentí muy
honrado, llevo casi diez años escribiendo con asiduidad y estoy muy contento
con las dimensiones del blog, que no pretende ser especialmente ambicioso.
La propuesta era sencilla, se trataba de que
la revista (www.requetecomo.com)
pudiera ir haciendo uso de distintos capítulos del Diletante para poder ir
alimentando una sección específica.
Mi blog lo publico en abierto desde el
principio, sin ningún limite ni restricción, no está sometido a ningún tipo de
publicidad. Se trata de un divertimento que no quiero que me devore, por eso puse,
como única condición, mantener mi absoluta libertad, por lo que tenía que
mantener completamente al margen al diletante de cualquier interés económico en
la nueva publicación ya que, en el fondo, se trata de abrir un nuevo canal de
difusión del trabajo ya hecho.
Le propuse a mi interlocutor (Carlos Quílez,
un periodista que lleva muchos años haciendo crónica de tribunales, un
profesional estupendo y solvente) hacer una primera entrada, específica para
requetecomo en la que pudiera reiterar los principios que me llevaron a iniciar
el diletante.
Así, esta mañana han publicado el primer
número de la revista, comparto portada con Escribá y con Cal Lluis, del Raval.
Todo un honor. Este es el enlace: https://requetecomo.com/el-diletante/
UN DILETANTE EN LA COCINA. TARJETA DE
PRESENTACIÓN
Aseguran
los antropólogos que los simios no evolucionaron a homínidos hasta que no
aprendieron a cocinar. Comer dejó de ser una mera necesidad y se convirtió en
un elemento esencial para la socialización, convirtiéndose así en un elemento
más de la cultura de los pueblos, como la literatura, la pintura o la música.
No puede entenderse la historia de la humanidad sin vincularla a la historia de
la gastronomía, aunque el rito de la alimentación prefiriera un desarrollo más
discreto que el de otras artes que enseguida ganaron la condición de sublimes.
Cuando
hace unos días me propusieron colaborar con una nueva revista digital dedicada
a la gastronomía y, en general, a la buena vida, no lo dudé. Llevo muchos años
gestionando un blog dedicado a la cocina y a la cultura (https://undiletanteenlacocina.blogspot.com/),
hasta ahora no me había atrevido a compartir mis experiencias en un espacio dedicado
a los placeres mundanos, a escribir sobre restaurantes, recetas, cocteles y
tapas como espacio de convivencia, de tolerancia y de empatía.
En
un mundo y en un país descompensado por posiciones intolerantes y extremas, la
cocina se convierte en un territorio de concordia. No hay problema que no
solucione tras una larga sobremesa.
Un
diletante en la cocina nació con la intención de poner en relación la cocina en
todas sus vertientes con la cultura. Grandes escritores como Cervantes,
Shakespeare, Flaubert, Dumas o Vázquez Montalbán utilizaron la gastronomía como
un recurso estilístico más. No se entiende el Quijote sin el guiso de duelos y
quebrantos, el Falstaf de Shakespeare ahogaba sus penas en jerez y en malvasía
canaria, Dumas escribió un libro de recetas y el detective Carvallo gestionaba
sus angustias vitales frente a un plato de cap i pota.
La
pintura también está plagada de referencias a la buena mesa, los grandes
banquetes de dioses y mitos, las últimas cenas o los bodegones están llenos de
referencias a las costumbres alimenticias de la sociedad en sus distintas
épocas.
La
propuesta del diletante es, por lo tanto, ambiciosa, aunque no se puede olvidar
que la vida no sólo se compone de grandes momentos, de grandes platos, sino
también de guisos cotidianos que terminan por enderezar un mal día, ¿Quién no
ha reordenado sus angustias tomándose un tazón caliente de caldo casero?,¿Quien
no ha rememorado su infancia mojando una magdalena o un sobado en un chocolate
caliente?
La
oportunidad de compartir mis experiencias gastroemocionales en una revista
digital era todo un reto. Mi objetivo es no renunciar a los principios y a los
valores de todo buen diletante, por eso puse como única condición,
innegociable, que el espacio que pudieran habilitarme fuera absolutamente
libre, sin ningún ánimo de lucro, ni directo ni indirecto, renunciando de
antemano a cualquier retribución, también a cualquier influencia. No en vano
diletante, según la Real Academia de la Lengua, es aquel que cultiva algún
campo del saber, o se interesa por él, como aficionado y no como profesional. A
veces la palabra se utiliza en sentido peyorativo, lo sé y lo asumo, pero
manteniendo ese espíritu amateur se garantiza la más absoluta libertad para
acertar o para equivocarse.
Espero que, a partir de este primer capítulo,
el capítulo 0, sea capaz de despertar el interés de los lectores que se
acerquen a este diario en busca de nuevos restaurantes, también de restaurantes
de toda la vida que han sido capaces de sobrevivir y convertirse en tendencia.
Nuevos y viejos sabores conviven en este espacio con la voluntad de generar concordia,
que falta hace.
Para abrir boca y mostrar de verdad una
tarjeta de presentación efectiva, he decidido empezar por el postre, un postre
de chocolate, porque las presentaciones sólo tienen sentido si van acompañadas
de chocolate.
Es una receta de Molly Wizenberg, una blogera
norteamericana que gestionaba, hasta noviembre de 2018, una bitácora de cocina
que se titulaba www.orangette.net;
acaban de traducir al español su primer libro, Un Hogar en la Cocina (Editorial
Colandcol).
La última receta de este libro es un pastel
chocolate que en inglés se subtitula Kate’s winning hearts and minds (algo así
como robacorazones y almas).
Es, en realidad, un bizcocho muy sencillo de
hacer, sólo se necesitan 200 gramos de chocolate negro, 200 de mantequilla sin
sal, 120 gramos de azúcar, cinco huevos medianos y una cucharada cumplida de
harina (80 gramos).
Y para los chocolateros de espíritu un cuadro
de Luís Meléndez, que coloca al chocolate en el Museo del Prado.
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