lunes, 15 de febrero de 2021

Capítulo DLXI.- Dando tumbos en la cocina.

Pocas cosas a comentar. Estos tiempos muertos terminan por ser aburridos. No hay mucho margen en esta situación de no confinamiento confinado. No dejan salir de la ciudad, hemos sobrevivido a una campaña electoral aburrida y aberrante que no parece que haya servido para mucho. Cada semana es como el día de la marmota y hay que buscar pequeñas actividades que rompan la rutina. Estos últimos días he aprovechado para colgar en Instagram reproducciones de cuadros que no había podido colgar en el blog. Sigo cocinando a buen ritmo, días de tirar la casa por la ventana y otros de austeridad. El viernes di una vuelta por el mercado, antes me habían hecho una endoscopia (rutinaria) y había pasado toda la semana con dieta blanda, agüita y purgantes, por lo que el viernes a media mañana era casi un día de fiesta. Compré unas ostras francesas, son menos sabrosas que las gallegas. Preparé un aderezo a base de manzana ácida, media, pelada y picada en daditos. Un chorrito de zumo de una lima, un poco de ralladura de la piel de la lima y tres gotas de tabasco. Cucharada sobre la ostra abierta y un trato de zumo de naranja sanguina, champán y una gota de angostura. Tiramos la casa por la ventana. Después de este aperitivo opté por una larga cambiada. En una sartén sofreí a fuego muy suave un diente de ajo partido por la mitad, compré una cola de bacalao Skrei, cortada rodajas finas, con su piel. Las pasé un par de minutos por la sartén y luego las reservé en un plato honda. En el mismo aceite añadí unas hebras (pocas) de azafrán, media cebolla picada muy fina, un golpe de sal, otro de pimienta negra. Cuando la cebolla empezó a sudar incorporé una cucharada corta de harina de maíz que mezclé con el sofrito. Un chorrito de champán, subí el fuego y piqué unas pencas muy frescas y no muy duras de acelga. Bajé el fuego al mínimo y tapé la sartén con una tapa de cristal para que también sudara la verdura, formándose una salsa espesa, muy sabrosa. Dejé 10 minutos sin menear mucho el guiso, levanté un poco la tapa y mezclé todo aquello para que las acelgas se tintaran un poco de naranja y la salsilla fuera empapando la verdura. Cuando estuvo la verdura al punto recuperé las piezas del bacalao, que también había destilado un gel denso que permitía trabar un pilpil sin añadir caldo. Entre el aceite, el champán y el rehogo se forma una salsa que quita el sentido. El pescado se termina de hacer sin necesidad de mantener el fuego, sólo con los vapores del guiso terminan de cocinar el bacalao. Seguí bebiendo el champán con el zumo de naranja y la angostura para darle cierto hilo a la comida. Revisando viejas entradas me he reencontrado con Henry-Edmond Cross, un postimpresionista al que ya había pedido prestada otra naturaleza muerta. (https://www.wikiart.org/en/henri-edmond-cross/still-life-with-bottle-of-wind)

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