Cuarta visita al Celler de Can Roca – CdCR -;
como casi todos los rituales paganos parte del éxito se basa en repetir
determinado ceremonial, siempre igual, siempre distinto. Antes de sentarnos en
la mesa nos pasearon por la cocina que, a la una y media, estaba en plena
ebullición.
En la entrada de la cocina hay una pared de
pizarra llena de anotaciones, puede que en otro tiempo sirviera para organizar
el funcionamiento de los servicios, ahora agrupa frases que tienen que ver con
los procesos creativos de cada uno de los platos, seguramente platos que ya no
se incluyen en el menú.
Frente a la puerta de acceso a la cocina
hay una barra con una gran pantalla de ordenador y tras ella una pequeña
biblioteca mayoritariamente de libros de cocina; entre todos los libros destaca
un diccionario en dos tomos, el María Moliner, ya sorprende que en una cocina
se instale una biblioteca – yo tengo muchos libros en la cocina y una de las
condiciones que he puesto para hacer obras en ella, puede que la única, es que
siga manteniendo varias baldas para libros -, pero mayor impacto tiene que
presida la balda un gran diccionario, grande en tamaño, también en importancia.
El María Moliner ha sido durante años más importante que el diccionario de la
Real Academia de la Lengua.
Tener un diccionario en la cocina es una
declaración de intenciones, seguramente no se necesite un diccionario para
poner nombre a los platos, pero la precisión en las palabras es seguramente tan
importante como la precisión entre fogones.
Los hermanos Roca transmiten sencillez y
aguantan estoicamente el espectáculo de recibir y saludar a todos los comensales,
es un elemento más del menú, uno de los pequeños peajes de ser un restaurante
global.
En la carta la opción de dos menús, uno más
corto y el otro largo. Supongo que en algún momento los restaurantes volverán a
dejarnos elegir lo que comemos, la primera vez que se impuso un menú de los
llamados largo y estrecho debió ser un golpe de efecto, pero puede que la
última frontera sea permitir que se construyan los menús a partir de las
preferencias de los comensales.
Veinticinco bocados en total, alguno de ellos
aparecía en menús anteriores, en años anteriores había reseñado la comtessa de
espárragos con trufa, aquí sigue espectacular, también la gamba en diferentes
texturas y la cigala hecha al minuto con vapor de vino fino, de palo cortado.
Un plato divertido es el de la falsa
sardina, una loncha de papada de cerdo cocida a baja temperatura y pasada un
instante por la plancha, cubierta con la piel de una sardina, sobre un caldo
hecho a base de espinas de pescado tostadas y huesos de cerdo.
Preparan una ratllada también a baja
temperatura, apenas unos minutos a 56 grados, lo presentan con distintas
preparaciones de mostaza.
Presentaron en el cascarón de un erizo una ensalada
de anémona, algas encurtidas, navajas y espardeñas sobre un intenso caldo de
marisco.
Cada uno de los platos seguramente
merecería una entrada completa.
De todos los platos me quedo con un cebiche
de langosta clásico, sin complicaciones, y a su lado una tacita de caldo de pescado
infusionada avellanas crudas, espero conseguir en breve la receta.
Como soy goloso me comí casi yo solo el
carrito de golosinas.
Estas experiencias solo tienen sentido si se
comparten con buenos amigos.
Puede que uno de los recortables de Matisse
sea capaz de expresar en imágenes la alegría del menú.
Espero volver a ver el María Moliner el año
que viene si puedo regresar. Puede que entonces me atreva a buscar en el
diccionario las palabras que tengan marcadas.
Debe ser muy chula la experiencia. Enhorabuena.
ResponderEliminarHay una cosa en la entrada, que no entiendo, cuando hablas de la cigala hecha al vapor, qué significa "palo cortado"?
En cuanto a la falsa sardina, seguro que está deliciosa, pero no acabo de verle el sentido.
Mari Carmen
Vengo de mi jurga nocturna, esta vez muy tranquila y he venido despejada y claro, mi primer deber es ver mi correo, leer la prensa y abrir tu blog. Me encanta saber como disfrutáis gastronómicamente y al mismo tiempo como nos deleitas con esos platos tan ricos y con ese Matisse tan alegre. Jubi
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