HabĂa dedicado una parte importante de la
tarde a construir la entrada de hoy, una entrada que giraba alrededor de la
patata, de una receta catalana de tierra a dentro, el trinxat. Cuando he
llegado a casa he descubierto que ya habĂa escrito sobre el trinxat hace unos
meses – concretamente en http://undiletanteenlacocina.blogspot.com.es/2014_02_01_archive.html
-.
Como ya tenĂa pensado escribir sobre las
patatas me he dedicado a buscar recetas en los Ăşltimos libros de cocina que han
entrado en casa. Hasta donde yo conozco no hay muchas recetas italianas que
giren en torno a la patata, por lo menos utilizada de un modo convencional ya
que las patatas suelen utilizarlas para hacer gnoquis. Resulta que también
habĂa hecho una entrada sobre gnoquis hace tres años - http://undiletanteenlacocina.blogspot.com.es/2012/01/capc-secuelas-navidenas.html -.
La verdad es que con estos antecedentes
empezaba a cocinar con cierto sabor de frustraciĂłn ya que recetas que yo
pensaba originales, sin embargo las habĂa reseñado en varias ocasiones.
Los niños están viendo la televisión, están
tranquilos; no sé si es mi percepción al estar supeditado a los niños, pero
tengo la impresión de que hoy por hoy el mundo gira alrededor de los superhéroes,
a todas horas están poniendo series o pelĂculas de seres en apariencia
superdotados – tortugas, arañas, murciĂ©lagos, mutantes varios – obligados a
salvar el mundo y a combatir a otros superdotados a los que sus poderes les han
conducido a hacer el mal.
Cuando uno ve pelĂculas o series de
superhéroes no tarda en descubrir que se trata en realidad de inadaptados
sociales que están en un estado permanente de frustraciĂłn o de melancolĂa, como
si sus superpoderes no dejaran de ser un modo de marginaciĂłn.
Con el fin de mitigar los efectos de la
televisiĂłn sobre mis tiernos e inexpertos infantes pongo en la cocina mĂşsica de
Brahms, subo el volumen con el fin de que vengan a la cocina para regañarme y
asĂ pueda convencerles de que Brahms y sus sinfonĂas son mucho menos nocivos
que los mamporros y frustraciones de los protagonistas de sus series
preferidas. Intento explicarles que en realidad la felicidad está en el
equilibrio, en saber convivir con los defectos y las virtudes e intentar no
potenciar ninguna de ellas. Los superhéroes, como los supervillanos, no son más
que unos desequilibrados.
Mi sesiĂłn de cocina va sobre el equilibrio
y el caos. A los niños les agrada la mĂşsica de Brahms, sobre todo la sinfonĂa
nĂşmero 3 y las danzas hĂşngaras, sin embargo no terminan de entender a su padre,
por lo que regresan a sus dibujos.
Mientras les explico cuál es mi opinión
sobre los superhéroes voy hirviendo un kilo de patatas harinosas, las hiervo
sin pelar. Una vez están hervidas las pelo – me escaldo los dedos – y dejo que
reposen unos minutos sobre el mármol de la cocina.
El mármol ha de estar muy limpio si se quieren hacer los gnocchi sobre
la encimera.
He de enharinar bien el mármol y colocar
sobre la harina – 300 gramos – las patatas para ir chafándolas. Con el fin de
hacer bien la pasta casco un huevo sobre la mezcla y voy amasando con las
manos, formando una masa compacta y flexible.
La receta que utilizo no dice nada pero yo
le añado un chorrito de aceite de oliva.He visto en un libro titulado Venecia,
Las Recetas de Culto, de Laura Zavan, una receta de gnocchi al nero di seppia;
lo sorprendente de la receta es que cuando se amasan los gnocchi se mezclan
tres bolsas de tinta de sepia de modo que la pasta quedan de un intenso color
negro. Mezclo bien, boy formando un rulo consistente y alargado. Me doy cuenta
de que no he salado la masa, asà que con los dedos pringosos añado una pizca de
sal y nuez moscada.
Tengo la sensaciĂłn de que la masa me ha
quedado un poco seca, añado un chorrito más de aceite y un huevo más – los que
he utilizado son pequeños y los saquĂ© directamente de la nevera, estaban frĂos,
eso afecta a la masa.
Formo un largo churro de masa negra de poco
más de un centĂmetro de diámetro, lo ruedo bien sobre la mesa enharinada para
que tenga un grosor uniforme. Lo dejo reposar unos minutos. Es importante el
color, no quedarse corto de tinta ya que si queda la masa de color pardo los
gnocchi pueden terminar teniendo el aspecto de un excremento perruno. Se trata
de que queden de intenso color azabache.
Mis hijos regresan a la cocina, hay
movimientos de la sinfonĂa que resultan más ruidosos, aprovecho para ponerles
de nuevo una danza húngara, más llevadera. Me preguntan cuál es mi superhéroe
preferido, les digo que Batman, me ha parecido siempre el superhéroe más
honrado, también el más atormentado, es el único que a priori no dispone de
ningĂşn superpoder. Bruce Wayne ha de convivir con dos personalidades
antagĂłnicas que, cada una a su modo, le consumen. Les digo que a Batman en
realidad le gustarĂa ser una persona normal. No me hacen mucho caso. Están más
interesados en el largo churro de masa de patata que reposa sobre la mesa.
Busco un cuchillo sin mucho filo y les
invito a formatear los gnocchi, corto los dos primeros para que vean cĂłmo
quedan los dados, ligeramente deformados por uno de sus extremos. Los cortan
apresuradamente, de modo irregular. A escondidas tendré que igualarlos todos,
incluso partiendo alguno en dos.
Mientras ellos trocean la pasta yo pongo
agua a hervir. Añado un buen puñado de sal, el agua tiene que hervir a
borbotones.
Los gnocchi han quedado secos, ese es el
objetivo, que estén bien formados y despegados los unos de los otros. Los
separo en tres tandas para hervirlos.
Los echo rápidamente sobre el agua
hirviendo y en cuanto salen flotando de nuevo a la superficie los retiro con
ayuda de un escurre pasta. El agua de cocción se va tiñendo de la tinta de la
sepia.
Mis hijos vuelven a regresar intrigados a
la cocina, parece que mientras yo cocinaba han comentado entre ellos algunos
aspectos de mi disertaciĂłn sobre Batman y sus tormentos, les aseguro que a mi
quien en realidad me gustarĂa ser es el mayordomo de Batman, el personaje más
estable de la serie, el Ăşnico que maneja cierto punto de ironĂa. Me preguntan
cĂłmo se llama, he de consultarlo en internet, compruebo que se llama Alfred,
Alfred Pennyworth, el apellido traducido al castellano es Alfredo Pizca.
Regresan intrigados frente al televisor.
Pienso que si viniera a mejor fortuna reformarĂa por completo la cocina, me
gustarĂa poder tener la biblioteca de la cocina en una parte de la cocina,
protegida en una vitrina con una cristalera. Además me gustarĂa que una parte
de la pared fuera una pizarra para tomar notas y en otra parte de la pared
pudiera proyectar imágenes mientras cocino. Me relajarĂa mucho manejar imagen y
sonido mientras trastero en la cocina, no para seguir tutoriales de recetas
sino para ir viendo quien sabe si cuadros o pelĂculas de Batman. Para la receta
de hoy le vendrĂa bien algĂşn cuadro de Jackson Pollock, la sensaciĂłn de caos de
alguno de sus cuadros se parece mucho al plato que estoy cocinando.
Mientras se han secado los gnocchi y hervĂa
el agua he preparado la salsa que debe acompañar a la pasta.
Para la salsa le he pedido al pescadero que
me limpie y me corte tres sepias, he reservado la bolsa de color pardo, separa
de la tinta que ya he utilizado para la masa.
En aceite caliente he frito dos dientes de
ajo picados, una pizca de perejil y las sepias cortadas en tiras finas. El
aceite ha empezado a chisporrotear, le he puesto un vaso colmado de vino blanco
seco y he dejado que se evapore el alcohol. En esa salsa he añadido una
cucharada de tomate frito y las bolsas de la “salsa” de la sepia. Lo tapo para
que se vaya cociendo bien.
Mientras la salsa termina de trabarse he
terminado de hervir y de escurrir los gnocchi que pasan directamente a la
cazuela con la salsa. Meneo un poco para que trabe bien la salsa con la pasta,
lo dejo cocer unos minutos – pocos -. Espolvoreo perejil picado fresco y lo
llevo a la mesa.
Como era previsible la pasta no les ha
apetecido gran cosa a los niños, el color les echaba para atrás, a duras penas
he conseguido que probaran un gnocchi, les he chantajeado recordándoles que
habĂan sido ellos los que habĂan formado los gnocchi. Al final he sido yo el
que me he dado el atracĂłn de pasta. Ellos han preferido un tupper con
espaguetis y tomate.
He tenido un dĂa de relaciones pĂşblicas y no sacaba un hueco para comentar tu menĂş, voy a proponerte para cocinero nuestro, vienes un dĂa, te dedicas a guisarnos estos ricos platos, se congelan y que vayan tirando de ellos, no serĂa mala idea y nuestros estĂłmagos lo agradecerĂan, los ñoquis tienen muy buena pinta pero los crĂos prefieren los espaguetis, ya protestarás cuando se vuelvan exquisitos. Jubi
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