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martes, 11 de octubre de 2011

CAP.LXX.- Galipandria y porrusalda.

Ayer lunes me levante con una importante congestión, tos, irritación de garganta y unas décimas de fiebre: Una galipandria de mucho cuidado. Yo siempre he utilizado el término galipandria pero buceando por la red veo que también se utiliza la palabra calipandria para referirse a un resfriado o costipado no grave pero sí molesto. Por lo visto esta palabreja viene del verbo engalipar, que en catalán significa engañar con falsas promesas o buenas palabras.
Fuera la que fuera la etimología de este "palabro" lo cierto es que su musicalidad describe a la perfección el mal cuerpo que me habita, que me hace flotar en un magma de mocos y que deja mis neuronas tan desdibujadas como un retrato de Francis Bacon.
Los antitérmicos me están dejando el paladar de hojalata y el moqueo permanente ha convertido mi nariz en una prominente berenjena. Espero que se cumplan los ritos y que esta galipandria empiece a remitir mañana mismo porque me aguardan tareas gastronómicas que me tenían desde hace unos días encandilado.
El viernes viajo a Madrid, un viaje relámpago que espero que me devuelva a casa antes del anochecer, tenía pensado comer en un restaurante "a la mode", una visita pendiente a uno de los gastros de moda al que había intentado ir en otras ocasiones.
El sábado unos amigos han decidido convocar a cinco parejas a cenar en su casa, por lo que comentan no nos conocemos entre nosotros aunque todos tenemos en común nuestra afición por los fogones y la buena mesa, la sociedad gastronómica "can cufa", así se llama el invento, tiene como finalidad que cada mes o mes y medio una de las parejas organice una cena completa en su casa para el resto de miembros con el reto de ser originales. Llevo ya varios días dándole vueltas al menú con el que en su día me tocará sorprender a los invitados, ni qué decir tiene que la sesión inaugural del sábado es todo un enigma que marcará el devenir de esta nueva sociedad gastronómica.
Esperando que lleguen tiempos mejores, perdido en este amanecer entre carraspeos y mocos, mi único anhelo culinario para hoy es una sopa de puerros, una porrusalda que consiga atemperar mi baqueteado cuerpo y me permita superar con dignidad estas vísperas del Pilar.
Creo que en varias ocasiones en este blog he utilizado puerros como base para alguna receta, los puerros tienen importantes cualidades curativas en sus diversas presentaciones, es una verdura ductil que podría integrarse sin grandes estridencias en casi todo tipo de guisos. El puerro es el símbolo paradigmático del País de Gales, por lo que cuentan las leyendas en una importante batalla librada para dirimir el futuro de aquel país los galeses decidieron colocarse un puerro sobre la cabeza con el fin de que las tropas pudieran distinguir a los propios de los ajenos. Hoy por hoy los galeses se conforman con llevar dibujado un puerro en su escudo de armas y su principal batalla es ganar el campeonato del mundo de rugby que se está celebrando en sus días.
La porrusalda o purrusalda es una sopa de puerros con bacalao para la que necesitamos cuarto de kilo de lomos de bacalao desalado - se puede dejar en agua la víspera para esta tarea -. Desalado y escurrido el bacalao se pone en una cacerola con agua fría y se lleva a hervir, cuando rompa el hervor se retira el cazo del fuego y se escurre bien el agua procediendo a desemenuzar el bacalao y dejándolo en reserva.
Hay que poner otra cacerola al fuego con un chorrito de aceite de oliva - cuatro cucharones indican los recetarios clásicos -, se fríen tres dientes de ajo en láminas y se retiran también justo cuando empiezan a dorarse. En ese mismo aceite caliente se rehogan seis puerros hermosos, bien limpios y cortados en láminas - en este punto va en gustos ya que normalmente se indica que los trozos de puerro han de ser grandes, pero a mi me gusta en juliana fina para que casi se disuelvan en el sofrito.
Cuando los puerros están medio atontados, cuando empiezan a clarear, se les añade un poco de sal para que suelten el resto de agua y un poco de pimienta. Tras salpimentarlos se incorporan al guiso tres o cuatro patatas nuevas peladas y cortadas en trozos regulares no muy grandes. Hay que remover un poco con una cuchara de madera antes de añadir los pedazos de bacalao que tenemos reservados y darles un par de vueltas.
Queda ahora incorporar algo de caldo, decisión que genera algunas tensiones culinarias ya que los recetarios tradicionales proponen dos cucharones de caldo de cocido, yo no soy muy partidario de mezclar guisos de pescado con caldos de carne, de ahí que opte por la fórmula de añadir los dos cucharones del agua en la que se ha hervido el bacalao, incluso un poco de caldo de verdura - tampoco conviene utilizar un fumet potente de pescado porque sino se comería el delicado sabor de los puerros y el bacalao -.
Se machacan en un mortero los ajos fritos con una punta de pan duro y perejil fresco para incorporar al guiso.
Cubiertas las patatas, el bacalao y el puerro rehogado de caldo se deja cocer a fuego suave hasta que las patatas quedan hechas, se rectifica de sal y a la mesa.
Puede que sea un sacrilegio, pero a mi la receta me gusta rematarla con un par de huevos duros picados que pongo justo en el momento de servir la sopa, la yema termina de darle cuerpo al caldo y los trozos de clara cuajada se confunden con el bacalao.
A ver si con la sopa de puerros recupero el tono vital y afronto el resto de semana gastronómica con mejores ánimos.


viernes, 1 de julio de 2011

CAP. XXIX.- Los misterios del estocafís o como cocinar con fósiles.

Pido disculpas por un título tan hermético, ya dije al principio que no quería que este blog fuera una bitácora convencional sobre la cocina, hay otras infinítamente mejores con las que no puedo competir.
Resultará mucho más sorprendente esta entrada si al título sobre el estocafís le acompaño esta inquietante reproducción de Rene Magritte:
Porque probablemente el estocafís sea uno de los pescados más comunes en la cocina española y, a la vez, el más enigmático de ellos.
Josep Pla en su libro "Lo que hemos comido" - editorial destino - considera que el Bacalao, el stock fish o estocafís, es el ejemplo claro de que la cocina no es sino un ejemplo de resurrección.
El bacalao es un producto absolutamente misterioso, paradójico, hasta el punto de que cuando se compra y consume fresco es un plato soso, insignificante y, sin embargo, cuando se conserva en salazón y se desala pasa a ser un referente gustativo fundamental en la gastronomía de muchos paises, no en vano Rabalais decía que a los primos de Gargantúas les destetaban con bacalao.
Mi primer contacto con el bacalao fue absolutamente críptico ya que mi primera prueba - siendo un niño - fue con el bacalao fosilizado, hasta el punto de que tardaría muchos años en volverlo a probar e incluso hoy no suele estar entre mis guisos de referencia.
Siendo niño recuerdo que un tío mio en pleno verano de un pueblo de La Mancha, sacaba hebras de un taco de bacalao salado con una navaja, acompañado de un vino blanco de Valdepeñas que, en los años setenta, no había pasado por el tamiz mágico de los enólogos. El sabor a mar intenso, levemente cremoso al final era excesivo para un niño de apenas siete años, como también era intenso y desagradable el olor que quedaba en las manos durante horas, un olor casi vergonzante.
Hasta que no empecé a viajar al País Vasco y probé el pil-pil no me reconcilié con el fosil de estocafís. El bacalao club ranero, el pil-pil más humilde, el ajoarriero, la salsa vizcaina ... Muchas combinaciones que me fueron reconciliando con las lascas de bacalao.
Al llegar a Cataluña incorporé también las sanfainas, los bacalaos a la llauna, la escaixada de bacalao, también la brandada.
El bacalao es un plato de referencia en europa, sobre todo en los países latinos - Italia, España y sobre todo Portugal -; sorprendentemente los mejores bacalaos no son del mediterráneo sino los pescados en las costas frias de Canadá y, sobre todo el islandés.
He consultado varios libros para encontrar una receta que me permitiera abrochar este capítulo desde el bacalao a lo blas portugues, el bacalao a la manera de mesina, o el bacalao a la lionesa de Bocusse.
Finalmente he optado por una receta que creía catalana: La Brandada de Bacalao, el bacalao a la brandade que describía la Marquesa de Parabere en 1940.
La primera frustración, relativa, es por el origen de la receta, pues no es catalán sino provenzal, como apunta Comadira en el libro que otras veces he citado. Brandar es "remover", por lo tanto la brandada de bacalao no es sino una receta de bacalao batido.
La base de la brandada es el bacalao desalado, ajo picado, un poco de leche y, según las referencia, también patatas.
Pla y Vázquez Montalbán recuerdan en sus escritos sobre cocina las tiendas en las que se desalaba bacalao, tiendas que todavía perviven como paradas en los mercados más populares de Barcelona, por lo tanto es relativamente sencillo encontrar bacalao al punto de sal que sea del agrado del cocinero, aquel que le permita jugar con el fósil y devolver a la "vida" el lomo de bacalao.
No creo que nadie sea capaz de ofrecer un método tan sofisticado como el de Ducasse para desalar los lomos de bacalao. Pese a lo complejo de su metodología un buen diletante disfrutará leyendo el modo de desalar el bacalao: Se ponen a hervir tres litros de agua con 300 gramos de sal marina, cuando la sal se ha fundido completamente trasvasar la salmuera - el líquido - y enfriarla de inmediato. Retirar el exceso de sal gorda de la superficie del pescado e introducirlo en la salmuera dejándolo en remojo durante dos días conservándolo fresco. Este proceso tiene la función de hidratar el pescado y facilitar de ese modo el proceso de desalado. Sacar el pescado de la salmuera y ponerlo en un recipiente con agua fria y una rejilla de forma que no toque el fondo. Hay que procurar que los lomos queden con la piel hacia arriba para que suelten bien la sal. Dejarlo desalar durante 36 horas cambiando el agua cada 3 ó 4 horas.
Ducasse, un mago, ínicia el proceso para resucitar el fosil de bacalao con más sal de la que ya tiene el la pieza y luego lo suspende en agua sobre una reja para que el pescado no toque el fondo de la cazuela en la que haya de ser desalado. Si se reproduce este proceso en un recipiente trasparente el lomo de pescado parece suspendido en el agua, como si volviera a nadar.
Sin embargo la brandada de Ducasse se apelmaza a base de mucha patata, de nata, de tomillo, panceta y huevos de codorniz.
No es esa la brandada que quiero "recetar", sino una brandada al alcance de cualquier cocina.
Desalados los trozos de bacalao, eliminadas las espinas y la piel oscura - no la blanca gelatinosa - se debe colocar en una cacerola cubierto con agua fría que se lleva a ebullición, hay que cocer el bacalao 8 minutos justos. Se escure y termina de desmigar.
En una cacerola se cubre el fondo con aceite, cuando esté caliente se inorporan las lascas de bacalao - 800 gramos. Con una cuchara de madera se va removiendo el guiso de aceite y bacalao desmigado, hay que hacer la maniobra con vigor para conseguir que el bacalao tenga la textura de una masa, se retira la cacerola del fuego y conservando el calor se sigue removiendo añadiendo un poco de aceite - al modo de una mayonesa - y leche hirviendo - hay que incorporar hasta medio litro -. El objetivo es que la pasta se vaya amalgamando. Fuera de la llama pero con el cazo caliente se incorporan los dientes de ajo picados - dos - y se sigue removiendo rectificando de aceite y de leche hasta obtener la textura deseada, que puede ser el de una pasta gruesa en la que se noten los hilachos de bacalao, o buscar el punto fino de una crema. Esta es la receta tomada del libro de la Marquesa de Parabere.
Hay que conservar la brandada templaza por lo que es necesario mantenerla al baño maría. Se presenta con tostadas de pan o pan frito.
Una amiga que sigue este blog me pedía recetas de thermomix, en este caso el robot facilita mucho la tarea y el resultado es estupendo - mucho menos aparatoso: Se coloca el bacalao desalado - medio quilo - en un cazo con agua fría que se lleva a ebullición, cuando rompe a hervir se retira del fuego, se escurre, desespina y despelleja bien.
Se ponen 200 gramos de aceite - dos cubiletes - en el vaso del thermomixm se programa 5 minutos a temperatura 100º y velocidad 1. Pasados los 5 minutos y con el motor en marcha se añaden dos dientes de ajo y se programa 3 minutos a temperatura 100º y velocidad 5.
Pasados los 3 minutos se pone a velocidad 6 y se incorporan al vaso de termomix alternando el bacalao y leche - un cubilete -, hay que tener cuidado de que no salpique. Cuando se termina de incorporar el bacalao y la leche con ayuda de la espátula para remover se sigue trabajando la masa en el vaso, aumentando la velocidad a 8 para homogeneizarla.
Por fin tenemos la pasta de brandada, podemos tomarla como si fuera un dip, también puede servir la masa para rellenar unos pimientos del piquillo - no muy grandes -. También la brandada puede servir como farsa para unos canelones. Recuerdo que un año por navidad utilicé la brandada para rellenar unas caracolas grandes de pasta - los galets que casi no caben en la boca -, hervida la pasca se rellena con la brandada y se gratina unos minutos para que las hebras de bacalao se doren ligeramente.
Si queremos ponernos del todo estupendos y convertir el plato en un elemento sofisticado de un menú postinro os propongo dos alternativas finales que pueden servir para jugar por los ingredientes apócrifos que en ocasiones se cuelan en las recetas de brandada:
(1) Opción primera.- Poner de aperitivo unas trufas de brandada, trufas que podemos moldear con la mano, redondeadas se pueden ir pasando unas por perejil picadito - sirve el perejil seco -, ya que en muchas recetas la brandada se decora con perejil para que gane color -. Otras pueden pasarse por huevo picado muy fino, otras con aceitunas negras muy picadas. las trufas se pesentan en una bandeja para comer con los dedos jugando con los verdes del perejil, los amarillos de la yema de huevo o los negros de las olivas.
(2) Opción segunda, homenaje a Ducasse y su obsesión por la patata en la brandada.- Hervir dos o tres hermosas patatas monalisas que deberán contarse en rodajas de un centímetro de grosos. La patanta servirá de base para la presentación, sobre la rodaja de patata se coloca un poco de pasta de brandada, moldeandola de modo que se extienda por toda la superficie de la patata, con un leve hueco hecho con la yema del dedo pulgar. Sobre la huella se deposita un huevo de codorniz pochado y escurrido. Con mucho cuidado se cubre el huevo con un poco más de brandada y se repasan los bordes para que en la presentación patata y brandada queden compactos, con el huevo escondido como relleno. Se incorpora un poco de pimienta blanca y una gota de oliverada para darle un punto de color. Es una tapa que debe tomarse de un solo bocado para que el huevo de codorniz estalle en la boca y complete la cremosidad del bacalao.

domingo, 15 de mayo de 2011

CAP.XIII.- Frutas en la ensalada.

Mikel López Iturriaga, autor de un blog muy entretenido llamado "El comidista" - http://blogs.elpais.com/el-comidista/ - tiene una sección curiosa llamada "Comida Viejuna" en la que revisa recetas que hatn tenido cierto predicamento en el pasado reciente y que han quedado ahora desenfasadas, allí han aparecido referencias a los San Jacobos, a las Gambas al Ajillo y a otras reliquias de los menús de finales de los setenta principio de los ochenta del siglo pasado.

La otra noche cenando fuera antes de ir al cine tuve la oportunidad de reencontrarme con esos platos viejunos que, sin embargo, me dejó gratamente sorprendido - será que yo también soy un cocinero viejuno -. La ensalada de pollo y piña aderezada con mucha salsa de mayonesa y un poco de lechuga romana.
No sé si era por el hambre o por la alegría que tenía por poder ir al cine - con niños pequeños lo de escaparse al cine es motivo de alborozo sea cual sea la película que veas -, pero aquél plato me supo a gloria por lo sencillo y evocador que podía llegar a ser puesto que hubo un tiempo en el que lo más sofisticado que se podía pedir en un restaurante era una ensalada de pollo y piña.

No trataré de reproducir la receta de la añorada ensalada, ni siquiera de actualizarla con nuevas salsas o condimentos. Los platos viejunos deben mantener ese toque vintage que hace que para bien o para mal uno caiga en el tunel del tiempo. Pero esa receta me llevó a inventariar las ensaladas modernas en las que la fruta aparece como elemento distintivo, como punto de modernidad:
Está a punto de ser una ensalada vintage la de escabeche de perdiz y granadas con la vinagreta de mostaza.
Manzanas, nueces y queso de roquefort con una juliana de endivias puede ser otro ejemplo frutal en un entrante.
Hay multitud de combinaciones a base de melón o de sandía licuada o en daditos.
Aporto algunas opciones que juegan con la naranja como punto de distinción:
(1) Ensalada de Salmón y naranja.- Para elaborar esta ensalada es necesario utilizar salmón ahumado, puede servir el que se vende en lonchas pero queda más vistoso si se utilizan jugosos tacos de lomo de salmón. Sobre cada taquito de salmón se coloca un trocito de mozzarella y un gajo pelado de naranja - las torres son muy sabrosas, si se tiene la oportunidad de contar con naranja sanguina el resultado pasa a ser espectacular -. Si se sirve como si fueran largos pinchos pueden aderezarse  el pincho con un poco de salsa de aceitunas negras (la oliverada catalana o similar). Se termina el pincho con unos cristales de sal maldón y un chorrito de zumo de naranja. Si no tenéis la oliverada o el garum se puede sustituir por unas aceitunas negras, yo apuesto por las Kalamatas griegas.
(2) Ensalada de migas de bacalao con naranja.- La base de la ensalada son las hilachas de bacalao desalado, las hebras que todavía conservan un puntito de salazón. Para organizar la ensalada se utiliza una bandeja grande que se cubre en su totalidad por cebolleta cortada en fina juliana, no importa si tiene es un poco picante. SObre esa cama de cebolleta se añaden dos naranjas peladas en rodajitas, en la medida de lo posible hay que evitar que tengan los restos de la capa blanca que suele amargar la naranja. Para pelar y cortar la naranja no hay problema en hacerlo sobre la bandeja para que el juguillo que se pierde con el manejo de la fruta pueda servir para ir formando la salsa. Cubierta la bandeja por esta segunda capa sólo queda añadir las hebras de bacalao desalado, que también destila un líquido sabroso, de ahí que no sea necesario que el bacalao esté escurrido al máximo. Rectificar de sal el plato teniendo cuidado de que no quede muy salado por la sal que conserva de suyo el bacalao. Se añade un chorreón generoso de aceite de oliva con cuerpo y el adorno de unas aceitunas - no muchas - de nuevo yo tiro de las kalamatas aunque reconozco que la pequeñita española arbequina tiene su encanto.

En definitiva ensaladas frescas, originales y, aunque no lo parezca, hunden sus raices en tradiciones centenarias. (Por cierto, tendré que hacerme mirar mi tendencia a utilizar mozzarella en muchos platos. A poquito que me esfuerce seguro que encuentro cientos de quesos que puedan sustituir a la mozzarella ... pero la que sale buena es tan sabrosa ...).