Llevaba yo varios días atascado, dándole
vueltas a posibles recetas; no sé si achacárselo al mal tiempo o a las
tensiones de finales de febrero. Viendo que no aparecía ni una historia ni una
receta con claridad opté me puse a buscar en el mundo de las especias, empecé a
documentarse sobre el cardamomo, el fruto de una planta zingiberácea muy
habitual en la cocina hindú. El cardamomo tostado y en polvo es un 5% del curry
tradicional.
Visité webs dedicadas al cardamomo, todas
poco más o menos cuentan lo mismo. El cardamomo sirve para hacer infusiones,
complementa al café de puchero, le da un punto picante, ácido y dulzón al chocolate.
Acompaña a casi todos los currys y a algunos arroces.
Estaba claro que el cardamomo por sí solo
no me iba a sacar del atasco, por lo que además de esparcir sobre la mesa
algunos libros de cocina oriental me acerqué un botecito con cardamomo, de la
marca Onena; de ese modo le fui dándole ligeras bocanadas al cardamomo en busca
de inspiración. El hecho de adivinar que se trataba de una zingiberácea me
permitía identificar un olor entre picante, dulce y untoso propio del jengibre.
Tenía ya asumido que para salir del atasco
habría de conformarme con una rutinaria receta de arroz basmati y cardamomo,
arroz biryani, también conocido como arroz de fiesta. Resultaba ingenuo pero
luminoso encontrar una receta con un nombre así, como si se tratara de una
fiesta de cumpleaños infantil.
La misma palabra cardamomo era por sí sola
más musical y luminosa que las recetas que pudiera hacer con ella. Cardamomo
parecía el nombre de un príncipe oriental o de un personaje de la historia
interminable.
Estaba dispuesto a dejarme seducir por la
palabra cardamomo, una especia que trajeron de la india las tropas de
Carlomagno que la pusieron ese nombre
tan enigmático al yuxtaponer el sustantivo del berro – Kard – con el amonom con
el que identificaban los sabores orientales. Kardamonom podía funcionar como un
mantra que permitía tanto hacer galletas como guisar un pollo.
Entregado ya a la musicalidad del cardamomo
abrí de pronto internet y de manera sorprendente apareció el bodegón de un
espectacular besugo, casi tan espectacular como la historia que arrastra porque
el besugo se presentaba como el besugo de Bárcenas. Pensé yo que el diligente
tesorero se había transmutado en un pescado con tal de pasar desapercibido,
pero no era así. Resulta que este diligente tesorero había comprado ese bodegón
años atrás y se lo había vendido a otro tesorero de tronío, Rosendo Naseiro,
por lo visto afamado coleccionista de bodegones.
El besugo en cuestión había sido vendido
hace no muchos años por 80.000 pesetas, poco menos de 420 € euros actuales. Y
el sr. Naserio, tras disfrutar del besugo en cualquiera de sus posesiones había
decidido venderlo al Museo del Prado porque el Besugo de Naseiro, que antes
había sido el Barcenas , en su origen había sido el besugo de Bartolomé Montalvo,
pintor de cámara de Fernando VII y conservador del Museo del Prado en sus orígenes.
Entre los múltiples servicios que sin duda
estos próceres han hecho a la patria – si no recuerdo mal llegaron a ser
senadores – habría que añadir el de la rehabilitación de Montalvo y este besugo
que visto su precio de origen me parece barato, aunque a saber por cuanto se lo
colocaron a los responsables del Museo del Prado, seguro que conseguirían un
piquín, intuyendo las habilidades que han demostrado en otros ámbitos de la
gestión de intereses propios y ajenos. Y sobre todo el gusto de pasear por los
amplios paseos del Museo del Prado y ver el nombre de uno de estos filántropos junto
a esa obra de arte, un poco como sucede cuando uno pasea por el Metropolitan de
Nueva York y observa las donaciones de los grandes filántropos norteamericanos
de principios del Siglo XX. Está claro que hay gente con talento para hacerse
un hueco en la historia.
Besugos, filántropos y cardamomos eran
ingredientes tentadores para un diletante de ahí que haya bajado corriendo a la
pescadería para encontrar un besugo como el de Montalvo/Naseiro/Barcenas y
asarlo con unos granos de cardamomo en su interior. El horno a 180º, un
chorrito de aceite y unos cortes trasversales sobre el lomo. Pesa poco menos de
kilo y medio, por lo que creo que con 12 minutos por un lado y 7 por otro
quedará en su punto. Lo hornearé sobre una cama de cebolla en aros, cebolla
abundante para que el sudor y los vapores de la cebolla terminen de aromatizar
las carnes prietas del besugo de ojos tristes. No me extraña que tenga ese
mirar triste, mortecino y asustado si durante una parte de su existencia ha
resistido la mirada de sus propietarios, esperemos que en el Prado haya
recuperado las ganas de vivir, porque incluso las naturalezas más muertas
tienen derecho a disfrutar de la vida una vez han superado el cautiverio de los
tesoreros que atesoran cuanto anhelan.
Mientras calienta el horno y sin perder mi
cara de cardamomo prepararé un arroz de fiesta, en honor a Bartolomé Montalvo,
principal agraviado por estos cambalaches dado que su presencia en el Prado
quedará diluida por el magnetismo de sus últimos tenedores.
El arroz se hace rápido ya que basta con
poner a hervir una cazuela con un litro de agua; cuando rompa a hervir se
añaden 400 gramos de arroz basmati previamente lavado y escurrido. Cuando se
incorpora el arroz se baja el fuego y se vigila el punto – no soy docto en
basmati y suelo medir el tiempo a ojo, no me fio de las indicaciones de los
paquetes de arroz -. Cuando el arroz está en su punto se escurre y se deja
enfriar.
En un mortero se pican 4 dientes de ajo, un
trocito de jengibre (como la uña del meñique), dos guindillas verdes, 2/3 de
una cucharada de moka con pimienta negra, 2/3 de una cucharada de moka con comino
molido, 1 cucharada de moka de cúrcuma y otra de cardamomo, 1 cucharada de moka
de azafrán en polvo, 200 gramos de yogur natural no azucarado y unas hojas de
cilantro. Se mezcla todo bien con una pizca de sal hasta que quede una pasta
homogénea.
En una sartén se saltean dos cebollas
picadas finas con un poco de aceite; cuando la cebolla esté atontada se añaden
3 tomates pelados y despepitados que se pueden rallar. Se rehogan durante cinco
minutos y luego se añaden 600 gramos de verduras frescas – yo tenía despistadas
unas judías verdes, un calabacín, un par de zanahorias y una berenjena –
troceadas. Se añaden al sofrito con medio vaso de agua y se dejan cociendo
cinco minutos.
Cuando las verduras están al gusto de los
comensales se les añade la pasta del yogur y el arroz, se mezclan bien a fuego
mínimo.
Usando una taza de cristal como molde
preparo la guarnición para el besugo, y remojo la carne del besugo con un poco
de la salsa del arroz.
No sé si revisando el cuadro y su historia
se me ha puesto cara de besugo o de cardamomo.
Mi primera sonrisa mañanera ha sido leyendo tu blog pues cuando ayer leí la noticia "del besugo" pensaba que cuanto "besugo" compraba arte sin tener conocimiento de nada,claro, que el arte de toda esta gente radica en "otras artes" pero a lo que vamos, ese pescado es un rico manjar y a mi no se me daba mal hacerlo. Jubi.
ResponderEliminarSe te habrá puesto la misma cara que tenemos todos en los últimos meses ante el espectáculo grotesco que estamos viviendo: mezcla de besugo y cardamomo.
ResponderEliminarMe encanta tu forma de describir las cosas, sean bodegones, personajes repulsivos,comidas o cuestiones cotidianas.
El besugo me encanta. Apuntado.
LSC
Pd.Besos Jubi
Gracias LSC, ya ves que también me gusta el pescado, soy una todo terreno. En los tiempos que nos están tocando vivir, la tele y la prensa me tienen enganchada ¿cuánta mierda nos queda por ver? y para colmo hasta el Papa se ha pirado. Jubi.
EliminarJubi,nos van a colocar un papa español porque seguro que "no dimite"..
EliminarJe.
LSC
Diletante, para preparar este arroz basmati podrías utilizar esa olla eléctrica que creo que tienes, en la que solo tienes que calcular la cantidad de agua y ya no tienes que preocuparte más del tiempo. Prueba y ya me dirás.
ResponderEliminarTe ha salido redondo. No sé porqué siendo tan delicioso el besugo y no particularmente feo dentro de la pasarela submarina, la ha tomado nuestra lengua contra él: ojos de besugo, cara de besugo, ser un besugo... A mí me parece que tiene cara de buena persona-piscícola, ingenúo, sorprendido... Creo que de esos, quedan los mínimos a dos patas. El cardamomo yo lo uso para aromatizar el té al estilo Chai. Se le pueden añadir un montón de ingredientes (clavo, canela...). Yo le pongo té negro, gengibre fresco (más o menos, según guste el picante), gengibre (en grano) y miel. Es chai té "a lo pobre". Hay alguien en casa a quién le gustará. Por jugar con las palabras, como a ti te gusta, el besugo tiene cantidad de "alias" y subespecies, te copio algunas por si piensas que serían aplicables a los besugos tesorerus pepetorum: pancho picudo (en Chile debe de ser gracioso esto), mojarra, castañeta, voraz o jetón (me apunto a los dos últimos). También se le llama hilario, y según el oráculo de Google, San Hilario de Poitiers era invocado contra las serpientes, asique propondría que en cada despacho oficial colgara un Besugo Hilario, para ahuyentar las alimañas. Besotes!
ResponderEliminarQuise decir cardamomo en grano.
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