Después de la comida y de la
sobremesa Cándido echó una cabezada en el sofá, puede que hubiera bebido más vino
del conveniente. Despertó sin saber bien si había dormido diez minutos o dos
horas.
- ¿He dormido mucho? – preguntó.
- Apenas media hora.
- ¿Y los chicos?
- Estudiando. Gabriel saldrá a dar una vuelta a última hora. Por
cierto mientras sesteabas he descubierto que en Barcelona hay por lo menos un
Soutine, en el museo Picasso, el retrato de un amigo del pintor. Además en la
central tienen catalogado un libro comentando la obra de Soutine: El orden y el
caos, la edición es en francés, no parece muy cara. Si te vistes damos un paseo
y te la regalo.
Durante
el paseo Carmen le comentó que le parecía una locura romper el ritmo del
colegio de los chicos cuando quedaban apenas 6 semanas para terminar el curso.
Biel y Miquel terminarían las clases y marcharían al campamento de inglés que
habían ya pagado en Estados Unidos, inglés y tenis. Le pidió a Cándido no tomar
ninguna decisión hasta las vacaciones de verano, sin perjuicio de que el
pudiera ir y venir para arrancar el negocio; ella intentaría compaginar la vida
entre Barcelona y Formentera sin descompensar ninguna de sus obligaciones, ya
estaba acostumbrada a cubrir las ausencias de Cándido, ausencias que, durante años,
habían tenido que ver con complicados viajes del Banco, visitas a Londres, a
Zurich o a Singapour para convenciones de la empresa; en el fondo daba lo mismo
que marchara unos días para conocer el diseño de un derivado financiero sobre
las variaciones de la cotización del yen, que dedicara su tiempo a organizar un
txiringuito en Formentera, la realidad era que durante unos días desaparecía de
casa sin apenas dar señales de vida. A todo se acostumbraba una.
Pasearon
por Barcelona y Cándido no pudo evitar pararse en alguna tienda d artículos de
cocina, compró los cacharros más estrambóticos así como algunos libros de
recetas, su intención era que el Hotel California tuviera también una pequeña
biblioteca de cocina.
Cándido
había programado su regreso a Formentera el jueves por la mañana, durante la semana
tuvo una actividad febril terminando de perfilar las obras que tenía que
realizar en el restaurante, así como algunos cambios organizativos.
Carmen,
viendo el grado de entrega de Cándido hacia su nuevo negocio – puede que a su
nuevo juguete – le impuso una condición complementaria para que pudiera contar
con ella en la aventura, deberían contratar a alguien que hiciera de gerente o
de adjunto de Cándido, de modo que si Cándido tenía que ausentarse, alguien
pudiera realizar sus funciones tanto en los fogones, como en la atención a la
sala, como en la gestión de cuentas y proveedores. Carmen, que durante algún
tiempo había sido responsable de recursos humanos de un gran almacén, asumiría
la tarea de seleccionar a la persona adecuada.
La
verdad es que no eran muchas las transformaciones que debía realizar Cándido en
el Hotel California, tocaba una limpieza a fondo, cambio de manteles y
probablemente de cristalería, las vajillas tenían un pase todavía. Había que
revisar con detalle la cámara de frio un receptáculo no muy grande que
necesitaba mejor iluminación y nuevas estanterías; quería colocar en el salón
principal una cámara de vino, un cuarto completamente acristalado en el centro
del salón, en el que estuvieran permanentemente a la vista todas las botellas
que componían la carta de vinos, espumosos y licores. La idea supondría la
pérdida del espacio equivalente a dos mesas, por lo que en el interior del
H.California sólo cabrían 12 mesas, más las doce complementarias de la terraza.
En días de máxima ocupación podrían dar de comer a 90, tal vez 100 comensales.
Cándido
no se fiaba de los operarios de la isla, por lo que contrató en Barcelona a una
brigada especializada en cuestiones de hostelería, les pagaba desplazamiento y
estancia en la isla, con el compromiso de que en una semana estarían acabadas
las obras.
En lo
tocante al personal creía que los cambios no serían complicados, que no habría
grandes rechazos, tenía pendiente la elección de su asistente, para la que se
habían dado una quincena de plazo, Carmen se había comprometido a viajar a la
isla para las entrevistas finales.
Lo
mejor era comunicar los cambios organizando una comida, su idea era cerrar el
Hotel California durante una semana a partir del domingo y abordar, a destaco,
obras y modificaciones del negocio, empezando por el cartel, ya no sería “El
viejo Pescador”, sino “Hotel California, casa de comidas”.
Uno
de los platos habituales de la isla, el que acompañaba a casi todas las celebraciones,
era el arroz con langosta, a Cándido sin embargo le resultaba un tanto
ostentoso preparar a sus trabajadores un plato de langosta cuando, entre otras
medidas, proponía realizar un ligero ajuste en los salarios; tras algunas dudas
se decidió por una paella de rape y calamar, un poco más austera, a lo sumo le
añadiría unas cigalas peladas, casi como adorno. El menú sería sencillo: Un
carpaccio de Gambas con pistachos, la paella de rape y calamares con las
cigalas y de postre sandía y sorbete de mandarina al cointreau. Cándido se
ocuparía de comprar los ingredientes y de cocinar los dos platos mientras su
gente recogía y ordenaba el restaurante para que estuviera preparado para el
inicio de las obras, les esperaba una semana de vértigo.
Para
la paella de rape y calamar, con cigalas, necesitaba medio kilo de arroz –
serían 5 comensales, contando con Ibrhi, el hermano de Mustha -, un rape
mediano – cabeza y barbas le servirían para el caldo; los lomos, en rodajas
irían al arroz -, dos calamares frescos, grandes, cortados en anillas; dos
tomates de pera convenientemente pelados y despepitados, mejor si estaban
maduros; dos cebollas, dos dientes de ajo, un litro largo de caldo de pescado,
hebras de azafrán, perejil, aceite de oliva y sal gruesa; además 400 gramos de
cigalas, que no fueran muy pequeñas, frescas.
Hizo
la compra el sábado, marchó para ello al mercado de Ibiza, costaba un poco
encontrar proveedores fiables en Formentera, fiables y ajustados de precios.
El
domingo a primera hora de la mañana peló, limpió y preparó las gambas para el
carpaccio, una tarea minuciosa que exigía cierto tiempo puesto que abiertas las
gambas crudas y maceradas en aceite, pimienta de Jamaica y pistacho rallado,
debe reposar en el congelador durante unas horas, comprimida entre papel film.
A eso de la una del mediodía encendió el difusor de fuego para la paella –
tendría que comprar alguno más si quería incrementar el número de arroces a
cocinar a la vez –; engrasó la paella con el aceite de oliva y cuando empezó a
chisporrotear echó las cigalas, que removió con mimo durante un par de minutos,
al final había decidido comprar unas cigalas de 15 centímetros, dos por
comensal. Retiró casi crudas las cigalas a un plato para que se enfriaran un
poco. Completó la paella con un poco más de aceite y añadió los dientes de ajo
picados muy finos y las cebollas también picadas. El fuego muy suave.
Cuando
la cebolla quedó transparente incorporó las anillas limpias de los calamares rehogándolas
durante 3 minutos, tuvo de subir un poco el fuego sin dejar de remover con una
gran cuchara de madera. El calamar blanqueó enseguida y soltó un poco más de
líquido del que esperaba, lo dejo reducir antes de rayar los tomates; bajó el
fuego de nuevo puso un poco de sal y durante unos minutos, casi diez, fue
removiendo con cuidado. Mientras tanto peló las cigalas y añadió las cabezas y
las cáscaras al caldo de pescado que tenía ya hirviendo.
Era
importante que la paella evaporara la mayor parte del líquido posible, que quedara
el sofrito con el calamar, la cebolla, el ajo y el tomate lo más seco posible,
casi como una confitura; subió un poco el fuego y echó el arroz, removiendo con
vigor durante 2 minutos, luego distribuyó de modo uniforme arroz y sofrito por
la superficie de toda la paella antes de cubrirla con el caldo – 2 tazas de
caldo por cada taza de arroz -; en cuanto hirvió de nuevo el caldo en la paella
bajó el fuego y se ocupó de majar en un mortero las hebras de azafrán, un
pellizco de sal y varias hojas de perejil, pensó que al majado no le vendría
mal un diente de ajo pelado. Lo majó todo hasta que quedó una pasta entre verde
y naranjosa y lo añadió al guiso.
Pasados
diez minutos desde que incorporó el caldo colocó las tajadas crudas del rape
cortado en trozos no muy grandes, colocó también las cigalas peladas como si
fueran los rayos del sol; dudó si darle la cocción final en el horno, al final
prefirió que el hervor siguiera su curso cinco minutos más antes de apagar el
fuego, tapar el arroz y llamar a los comensales a la mesa. En lo que comían el
carpacció el arroz terminaría de reposar. Para beber se decidió por un cava
poco conocido, un Abet i Noia brut nature, había leído que era el cava con el
que el Celler de Can Roca recibía a sus comensales, no podía estar malo.
La
comida discurrió distendida, Didí y Clocló hicieron todo tipo de bromas sobre el
nuevo nombre y el nuevo dueño del local, agradecieron que Pangloss hubiera forzado
a Cándido a mantener los contratos y brindaron por el viejo patrón.
A los
postres Cándido anunció alguno de los cambios que tenía pensados, el primero de
todos asegurar a Clocló, a Didí y a Mustha, con eso se evitaban todo tipo de
riesgos. Los comensales brindaron fervorosamente por la salud del nuevo patrón.
La segunda
medida también dio lugar a todo tipo de brindis y parabienes dado que Cándido
les propuso ser accionistas de la sociedad que constituiría para el nuevo
restaurante, se llamaría Pangloss S.L., Didier tendría un 15% de las
participaciones, Cloude tendría otro 15%, Mustha declinó participar en la
sociedad, no quería líos, los hijos de Cándido tendrían cada uno de ellos un 5%
de las acciones y Carmen otro 5%, de modo que Cándido dispondría de un 55% de
las participaciones de la compañía y, con ello la mayoría. En un documento privado
que Cándido pretendía anexar a la constitución de la sociedad se comprometía a
entregar un 10% de las participaciones a su mujer y a sus hijos en el momento
en el que se decidieran a vivir de modo estable en Formentera.
La
idea de Cándido era que Pangloss S.L. fuera la titular de los derechos de
explotación del restaurante, derechos de explotación que cedería a otra
sociedad – Es CalHot S.L. – que sería la que se ocuparía de la gestión efectiva
del negocio a cambio de una renta anual de 175.000 euros, cantidad que Pangloss
S.L. destinaría al pago de los compromisos con el viejo Pangloss, al pago de
impuestos y a reparto de beneficios entre los socios, Cándido calculaba unos
100.000 euros para distribuir como beneficios cada año.
La
sociedad Es CalHot S.L. soportaría todos los gastos, incluidos los salarios de
los trabajadores; Cándido sería el accionista único de Es CalHot S.L., no le
venía mal que la sociedad diera pérdidas durante algunos años, Cándido sabía que
estaba en el punto de mira de la administración tributaria y disponer de una
sociedad con pérdidas le daba cierto oxígeno a sus finanzas e inversiones
reales.
Recibidas
las noticias favorables por los trabajadores, las desfavorables no generaron
mucha protesta, la primera una bajada de sueldos del 12% para Didi y Clocló,
compensada con el seguro y con las participaciones, ellos cobrarían 1.300 euros
limpios cada mes más las propinas, más el alojamiento y la comida. A Mustha, sin
embargo, le incrementarían algo el sueldo, hasta llegar a los 1.200 euros –
antes cobraba 900 euros al mes -, su hermano seguiría cobrando por horas.
Tampoco les pareció mal que en unos días hubiera un nuevo trabajador en la
empresa, un adjunto a Cándido que pudiera hacer las veces de comodín en el
negocio.
Hasta aquí me están llegando los olores de esa rica paella y cierro los ojos y hasta veo su presentación. También me has descubierto al pintor y como siempre me he puesto a indagar su biografía y su obra, lo que me sobra es tiempo y procuro tener todos los minutos ocupados. Hoy trataré de comer bien, lo hago fuera y en buena compañía. Te dedicaremos alguna parrafada. Jubi
ResponderEliminarGenial!!!
ResponderEliminarMayo de 2014 santo de mi hija Claudia, como aun recuerdo la saga de PANGLOSS, SL y el bueno de Cándido cuando mi mujer me dijo de un arroz no dudé (bueno, sí, entre esta y la del señoret). Hemos triunfado con la receta y eso que la clientela iba de los 6 a los 79 que no es fácil.Ahora toca esperar a que continúe la saga del California.
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