FENOMENOLOGÍA DE
LOS PIES DE CERDO.
La escuela
fenomenológica es la escuela filosófica que, partiendo de los fenómenos
observables, pretende dar una explicación del ser y de la consciencia.
Igual que hay una
fenomenología del espíritu, tendría que haber una fenomenología de los pies de
cerdo, construida a partir de las distintas combinaciones o recetas que ligan
con los pies de cerdo.
Cuando pienso en
pies de cerdo recuerdo a Josep Pla, que cuando escribía sobre esta pieza del
puerco hablaba de las “menudències”. Rondan varias fotografías de Josep Pla en
el Motel Ampordá, seguramente tomándose un platillo de peus de porc amb naps.
Aunque en la carta actual presentan también unos pies de cerdo con piñones.
En las Recetas de
Pepe Carvalho, publicadas por Planeta en 1989, hay una receta de crepes de
crepes de pies de cerdo con alioli que evidencia la versatilidad de este
cartílago delicioso que liga con casi cualquier ingrediente.
En las Fórmules
Magistrals del poeta Narcís Comadira hay hasta cinco referencias de guisos
tradicionales maravillosamente descritos.
En Cataluña, por lo
visto, los pies de cerdo hacen las delicias de poetas y escritores, también de
grandes cocineros y de marmitones de batalla. A partir de las múltiples recetas
posibles con pies de cerdo se podría escribir un tratado completo de
fenomenología del espíritu que podría iniciarse con la escudella melosa, con
unos garbanzos ligados con un caldo espeso de pies de cerdo, laurel, zanahoria,
cebolleta y tomate rallado. Los pies de cerdo deshuesados y gratinados con
alioli de la vieja carta de Els Tinars, o el platillo de gratapallers con pies
de cerdo, cigalas y chocolate sobre el que escribí hace más de cuatro años en
el blog (https://undiletanteenlacocina.blogspot.com/2015/02/capccclxii-pequena-muerte-por-chocolate.html).
Hace unas semanas,
en casa de un amigo cocinero, nos prepararon unos sencillos pies de cerdo a la
brasa, con una pizca de pimentón. Había hervido durante casi dos horas unos
pies con verduras, los escurrió y deshuesó, dejándolos sobre una plancha muy
caliente durante un par de minutos, el tiempo justo para que quedara una costra
crujiente. Un golpe de pimentón rojo de la vera dulce y directo a la mesa.
Picoteamos el plato con unas pinzas, a modo de aperitivo.
Hacía años solía
preparar para los amigos un carpaccio de pies de cerdo, cigalas, jamón serrano
y pistachos con una pizca de pimienta de Jamaica molida.
Los pies de cerdo
tiene la gran virtud de combinar perfectamente con contundentes guisos
tradicionales, de aquellos que obligan a largas sobremesas, también a
experimentos de mar y montaña que pueden ser ligeros y pizpiretos.
Sería una broma
fácil, impropia del diletante, escribir sobre los pies de cerdo y hablar de
política, aunque una parte importante del escándalo Watergate se fraguó en la
sucursal de la brasería Pied de Cochon en Washington.
Sería fantástico
que los políticos españoles fueran buenos cocineros. Sanchez, Casado,
Arrimadas, Iglesias, Rufián, Abascal, Puigdemont, Torra… ganarían mucho si
tuvieran la paciencia de ponerse a guisar un domingo por la mañana, preparar un
platillo que tuviera como base los pies de cerdo, dejar volar la imaginación,
tirar de recetas tradicionales o de la sofisticación de la nouvelle cousine o
la cocina molecular. Buscar en el teléfono móvil el número del rival más
complicado para llamarle e invitarle a comer.
Si los pies de
cerdo son capaces de combinar perfectamente unas veces con gambones rojos,
otras con tripa de ternera y garbanzos, no cabe ninguna duda de que los
políticos sentados tranquilamente entorno a un buen guiso, con la paz que da
una botella de vino que no sea muy cara y todo el tiempo por delante, serían
capaces de tejer puntos de encuentro, complicidades y estrategias comunes para
salir del callejón sin salida en la que parece que están.
Solo se necesita
eso, un poco de imaginación, paciencia y el deseo de hacer felices al resto de
comensales. Es solo una idea loca que podría ser un buen colofón para una
fenomenología de los pies de cerdo.
Para mis pies de
cerdo, los que preparé a la plancha, con un poco de pimentón dulce de la vera,
no es necesario complicarse mucho la vida. Basta poner los pies partidos por la
mitad, eliminados todos los pelillos molestos bien con un soplete o al amor de
la llama.
Se sumergen en agua
fría con un puerro, un par de zanahorias, unas hojas de apio, otra de laurel,
unas bolillas de pimienta negra, un clavo, una semilla de cardamomo y un puñado
no muy exagerado de semillas de comino. Un puñado generoso de sal y, por lo
menos, una hora y media de hervor, puede que dos, en función del tamaño de los
pies de cerdo.
Y nada mejor que un
dibujillo procaz de un ilustrador francés relacionado con el Simbolismo,
Felicien Ros, para ayudar a comprender la fenomenología de los pies de cerdo.
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