Sin
que sirva de precedente esta tarde/noche se ha producido en casa un cambio
inusual de tendencia. Normalmente mis hijos se levantan al amanecer y me
desvelan, aprovechando el momento dulce del amanecer para escribir alguna entrada.
Hoy
domingo sin embargo han cambiado las tornas después de un fin de semana de duro
desgaste físico a base de mucha piscina y algunas patadas a un balón de cuero.
A las siete de la tarde los niños estaban cenando y no habían dado las ocho
cuando estaban dormidos. Lo sorprendente ha sido que el resto de la familia se
ha visto invadida por un extraño sopor y ahora, al filo de las 10 de la noche
la casa permanece en el más absoluto, atrás queda un fin de semana extraño en
el que no sabemos muy bien si nos ha tocado la lotería o si la decisión del
gobierno de pedir prestados cien mil millones de euros nos va a llevar a la
ruina. Personalmente preferiría que me entregaran en mano los 2.200 euros que
corresponden a cada españolito de a pie por el préstamo y que lo gestionara
cada familia con sentido común y prudencia, no dejando a estos ineptos que se
lo patearan de mala manera.
Como
no es este un blog de macroeconomía ni de política, sino una válvula de escape
a través de los fogones, dejemos al margen lo sucedido durante los últimos días
y demos rienda suelta a la imaginación.
Si
la cocina por regla general es un ámbito de libertad sujeto a pocas reglas,
seguramente el campo de las ensaladas sea aquél en el que esa libertad puede
llegar a sus límites más absolutos ya que prácticamente cualquier ingrediente o
preparado puede ser objeto de algún tipo de ensalada.
Es
divertido pensar que la palabra ensalada tiene su raíz no en los productos que
se emplean sino en sus condimentos, parece como si los aderezos o aliños fueran
casi más importantes que los productos que se combinan. Los ingleses, que
tienen un lenguaje mucho más visual que el nuestro, no en vano suelen llamar al
aliño vestimenta (dress, dressing). No deja de ser original que podamos “vestir”
las lechugas y los tomates con elegantes vinagretas que emulsionan aceites,
mieles, especias, mostazas, frutos secos, hierbas aromáticas.
Sin
embargo la entrada de hoy no va vinculada a la vestimenta de las ensaladas sino
a una combinación sorprendente de productos que he descubierto este fin de
semana gracias a mi mujer, normalmente ajena a la cocina aunque sea una
comensal exigente y agradecida.
El
viernes vinieron unos amigos a cenar a casa, yo había tenido una semana un
tanto caótica – como tantas – y no terminaba de dar con la combinación de
platos adecuada. Apretando como apretaba el calor la ensalada era inevitable y
fue mi mujer la que me indicó que la ensalada tenía que ser de berros, sandía y
queso feta. Quedé sorprendido ya que era una combinación extraña que no había
leído hasta la fecha en ninguna parte; me aseguró que venía en no sé qué régimen
que había consultado y que además los berros, igual que lo canónigos, son de
las verduras frescas que facilitan mejor la eliminación de líquidos.
La
receta es muy sencilla ya que se trata de poner en una fuente una cama
abundante de berros – esas hojitas de color verde intenso y con un punto
picante no muy ajeno a la mostaza -, partir 300 gramos de sandía en dados
despepitados y mezclarla con queso griego también a daditos.
La
mezcla del sabor dulce y refrescante de la sandía, el golpe picante de los
berros y el gusto salobre del queso feta hacen innecesaria casi cualquier vestimenta.
Así que una pizca de sal, un buen chorro de aceite de oliva intenso y
directamente a la mesa, con los dedos cruzados para que los comensales se sientan
tan sorprendidos/atraídos como quedé yo con la mezcla. Hubo un instante de duda
justo al montar el plato ya que calibramos si podría encajar bien algún fruto
seco – yo optaba por las nueces o puede que unas picas de calabaza peladas -,
la duda se despejó rápido porque en la alacena no había fruto seco de ningún
tipo.
El
menú del viernes, para quien tenga curiosidad, lo componían:
Unas
almejas en salsa verde trabada con un poquito de muscato de Asti, intenté hacer
la salsa con sake japonés pero no lo encontré en el supermercado.
Unos
vasitos de salmorejo de melocotón con huevo duro y de ajoblanco con melón.
La
ensalada de berros, sandía de pepita blanca y queso feta.
Un
milhojas de calabacines y brandada de bacalao.
Unas
palometas hechas en papillote con humus y cebolla confitada con salsa de soja.
De
postre quesos (pecorino, ronkari y gouda con cominos) y unos pastelillos
portugueses con hojaldre, crema inglesa tostada, azúcar glass y canela
(pastelillos de belén), así como unos bombones.
Había
conseguido un cuadro de Picasso en el que aparecía una naturaleza muerta
compuesta por un cuarto de melón y unas cerezas, sin embargo en mi indagación
por la red creo haber descubierto un cuadro más sorprendente, de una pintora
egipcia llamada Margó Veillón, que nació en el Cairo en 1903. El cuadro se
titula Sandía con cuchillo.
Hoy he probado la ensalada de sandia y estaba riquísima, incluso mis hijos la han encontrado fantástica.
ResponderEliminarchupipandi
Tiene muy buena pinta la ensalada de sandía que hoy nos presentas y para este tiempo muy refrescante. Tampoco está nada mal la cena, esas almejas me hace recordar viejos tiempos. El bodegón muy aparente, no conocía a esa pintora egipcia. Jubi
ResponderEliminarDios mío que cena más estupenda !!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMe encantan todos los platos que describes y voy a hacer hoy mismo la ensalada. Además seguro que tu esposa sabe muy bien de que habla con las retenciones de líquidos, berros y esas cosas.
Al pie de la letra.
LSC
Que atractiva la ensalada y el cuadro, me ha sorprendido también el salmorejo de melocotón, se hace igual que el de tomate?
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