Después
de unos días desconectado – un congreso en Valencia – regreso a la diletancia.
En los congresos no es sencillo comer bien, las comidas y cenas terminan agrupando
a muchos amigos y compañeros lo que hace que siempre primen las soluciones
prácticas, fáciles de compartir y que no escuezan mucho al bolsillo.
Pese
a esos condicionantes anteriores lo cierto es que el balance gastronómico ha
sido razonable, además de que rencontrarse con buenos amigos hace que los
platos y los vinos sepan más más ricos. El jueves por la noche caímos en un
restaurante con toques orientales en el que nos sirvieron un humus sensacional
que llevaba trocitos de carne picada rehogada.
Uno
de los comensales a la vista de los platos que nos iban sirviendo – al centro
de la mesa y para compartir entre cuatro en una mesa de vientitantos – recordó una
cena reciente en Ceuta, en la que le habían sorprendido con una cena de toques
marroquís que le había encantado.
A
partir de esa referencia me di cuenta de que pese a que había escrito sobre
algunas recetas más o menos exóticas lo cierto es que no me había atrevido a una
receta marroquí, de ahí que cuando escuché a mi amigo hablar de las maravillas
de la cocina del Magreb tomara nota para recuperar alguno de esos platos.
De
entre las propuestas me llamó la atención la pastela o pastila al hamam (paloma), una receta que reúne todos los elementos
de la cocina de corte árabe, la mezcla de dulces y salados, las especias.
La
pastela de paloma, claro está, necesita palomas torcaces, su peso es cercano al
medio quilo, con por aquí lo de la carne de paloma no es sencillo de encontrar
creo que podría hacerse un remedo de este guiso con unas codornices, calculamos
una por cabeza. Se han de dorar en aceite.
En
ese mismo aceite se retiran las aves y se inicia un sofrito con abundante
cebolla picada muy fina – tres cebollas hermosas que tanta gracia le hacen a algún
lector -. Se añaden un par de cucharillas de postre de canela, unas hebras de
azafrán, sal y pimienta. Cuando la cebolla esté transparente se añade medio
litro cumplido de caldo de ave y se reintegran las palomas que han de cocer
suavemente durante 35/40 minutos.
Cuando
la carne de las palomas se desprenda del hueso se retiran las aves, se dejan
templar unos minutos y con las manos se desmigan con cuidado de que no queden
huesecillos, que son muy desagradables de encontrar cuando se come.
Se
devuelve la carne de las palomas a la cazuela – ya deshuesadas – y se añade un
manojo de perejil y otro de cilantro picado, una cucharada sopera de agua de
azahar – algún día contaré mis aventuras con el agua de azahar – y 200 gramos
de azúcar. Se deja cocer esa mezcla un cuarto de hora más, que reduzca bien la
salsa.
Cuando
haya reducido un tercio el volumen se cuaja el guiso con media docena de
huevos bien batidos – en función del
tamaño de las aves a lo mejor hay que poner algún huevo más -. Los huevos hay
que batirlos con vigor, que hagan mucha espuma, eso hará que la pastela quede
más esponjosa.
Cuando
haya cuajado esa masa se apaga el fuego y se deja reposar en la sartén.
Se
enciende el horno a unos 180º y se prepara un molde redondo sin fondo. En la
parte inferior se coloca una hoja de pasta brisa, se engrasa la pasta y se
cubre con una capa de la pasta de paloma y cebolla. Sobre esa primera capa se
pone una hoja esta vez de hojaldre y se vuelve a cubrir con otra capa de la
carne. Puede que el compango permita una capa más de hojaldre y de guiso. Es
importante que en la parte superior quede la capa de la carne, no de pasta.
Sobre
la última capa es añaden los restos finales de la salsa, 300 gramos de
almendras crudas laminadas (si están picadas no pasa nada), una pizca de azúcar
y una hoja final de hojaldre que se pinta con dos yemas de huevo batidas – para
que el pastel brille.
Hay
que hornear la pastela a 180º unos 1º minutos y al sacarla adornar la masa con azúcar
glas y canela en polvo.
Cierro
la propuesta con un cuadro de Miquel Barceló, un enamorado de áfrica y de la
buena mesa, hacía varias semanas que no le robaba un cuadro.
Tu elaborado plato estará muy bueno, no lo dudo, pero nunca he comido paloma ni tampoco comida marroquí, siempre me he resistido porque los platos muy especiados y ese tipo de cocina nunca me han atraído, alguna vez tendré que probarlos, lo que sí me ha gustado mucho es el cuadro de Barceló, de los que más me gustan es el de la plaza de toros. Jubi
ResponderEliminarDe tu entrada de hoy me quedo con el cuadro, lo de la paloma no me atrae en absoluto
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