Me
quedan unas horas para marcar hacia Girona, a comer en el Celler; ésta ha sido
una semana calurosa, de madrugadas pesadas en las que no ha sido sencillo
conciliar el sueño, en las que los amaneceres iban acompañados de una absurda
resaca consecuencia de las deshidratación. No hay nada más triste que
levantarse entumecido, con la boca pastosa y un persistente dolor de cabeza sin
haber bebido nada de alcohol.
Con
la finalidad de ir atemperando el espíritu de cara a la comida de mañana nada
mejor que algunas lecturas – El catalán muy fino no sólo me solucionó mis dudas
existenciales sobre el aperitivo, sino que también me facilitó una receta que
espero copiar y tunear los próximos días; José Carlos Capel en su blog
comentaba que había visitado el Celler el fin de semana de San Juan y
acompañaba una serie de fotos absolutamente lujuriosas - http://blogs.elpais.com/gastronotas-de-capel/2012/06/24/
Este
ejercicio de atemperamiento espiritual me ha llevado a un viejo recuerdo sobre
las razones que me llevaron en su día a iniciar esta bitácora, la necesidad de
conectar la cocina, la gastronomía, en el ámbito o expresión de la cultura, del
modo de ser de la gente. Hace muchos meses un bloguero argentino me propuso que
le mandara una fotografía de mi biblioteca de cocina; hace otras semanas en otro
blog se pedía una fotografía de un instrumento de cocina con especial
significado o cariño, yo mandé la fotografía de una pequeña mandolina.
Puede
que al final la necesidad de hablar o de escribir sobre cocina sea tanto o más
apetecible que el placer de comer o de probar nuevos platos; no en vano la
cocina puede terminar de convertirse en un genero literario no sólo por la
influencia de escritores como Vázquez Montalbán o Josep Pla, sino por la tradición
de Dumas o de la Pardo Bazán. Es divertido descubrir en una novela la importancia
que para la narración o el narrador pueda tener un plato o un sabor. De ahí que
la imagen de hoy no se destine a destacar el reflejo de la comida en el arte, sino
que se trate de un bodegón, una naturaleza muerta compuesta por libros, un
cuadro de Botero, pintor de las redondeces.
El
placer de hablar, de escribir, de ver las cocinas y sus manejos, conecta con
cierto gusto por la estética de los platos de muchos cocineros; atrás queda el feísmo
de los platos llenos hasta los bordes, los caldos pardos y las piezas o
porciones irregulares; atrás queda la opulencia naturalista de los asados que
parecían ejercicios de taxidermia; atrás también algunas combinaciones rococós
en las que el plato se adornaba con perifollos y guirnaldas que no eran comestibles.
La
cocina moderna se ha apuntado fundamentalmente al minimalismo, algunos
cocineros se animan a presentaciones influidas por el arte pop; hay cierto
gusto estético no sólo en las presentaciones, sino también en las cocciones y
guisos.
Algún
día tendré que recuperar una vieja receta de Adriá que convertía en una
vidriera modernista un plato de verdura escalibada.
Hoy
será un día de lecturas y de lechugas, con el fin de terminar de afinar el
ánimo y los adentros; una opción para la receta de hoy podría ser un vaso de
agua fría y unas hojas de lechuga romana aderezadas con un chorrito de aceite y
un poco de comino en polvo, pero la revisión de los recetarios de Joan Roca me
ha llevado a una parmentier de calamares, un trampojo que puede presentarse
como si fuera una pieza de bisutería.
Es
necesario un calamar de potera que se limpia reservando las aletas y las patas
para trabar la salsa.
Se
abre el calamar como si fuera una hoja de papel y se corta en tira de 0’5
centímetros de ancho, se espolvorea un poco de pimentón rojo y se colocan como
si fuera un hatillo, un cilindro que se compacta envolviéndolo en papel film,
dejándolo en el congelador para que coja cuerpo. En el momento de servir se
corta en lonchas finas produciendo la sensación de que se trata de un fiambre.
Para
la parmentier de patatas se necesitan 750 gramos de patatas nuevas que se
cuecen al horno con la piel, cuando estén tiernas se les retira la piel en
caliente y se pasan por un pasapuré – la razón de asarlas en vez de hervirlas
es evitar agua adicional que le reste cremosidad al puré.
Con
la pasta de la patata ya pasada se colocan en un vaso de batidora y se
emulsiona añadiendo 10 cl de nata líquida y después otros 10 cl de aceite de oliva,
un poco de sal y de pimienta blanca. La nata y el aceite se añaden como si
fuera para hacer una mayonesa, con la batidora a velocidad media/alta y un
hilillo de líquido cayendo sobre la masa de la patata.
Para
la espuma de calamares hay que cortar dos cebollas y dos zanahorias en juliana,
se rehoga la verdura a fuego suave con un poco de aceite de oliva. Cuando la
verdura esté “atontada” añadir las patas y las aletas del calamar que hemos
limpiado antes; se cubre la mezcla con agua
mineral – poco menos de un litro – y se deja hervir durante al menos media
hora. En el tramo final de la cocción se añaden 100 gramos de mantequilla en
pomada – se pone el trocito de mantequilla en un cuenco y se le aplican 20
segundo de microondas para que quede licuada -; con unas varillas se bate la
mezcla para que quede espumosa.
A
la hora de presentar el plato se da forma de semiesfera al puré cremoso de
patata, sobre esa semiesfera se coloca una loncha fina del “fiambre de calamar”
y se salsea con la espuma de calamares. Se plato puede terminarse pasando por
una plancha unos chipirones pequeñitos.
No
me resisto a espolvorear una pizca de perejil fresco, unos cristalillos de sal
y un hilo de aceite de oliva para darle lustre al plato.
Después de una noche "tranquila" y fresquita, un sueño reparador y un paseo mañanero, he ido leyendo los blogs que llevaba retrasados. Pienso en vuestra comida de hoy que nada tiene que ver con la que me espera, gazpacho y chuletas a la plancha. Visto así suena bien, pero la realidad es muy distinta, pero hay que poner buena voluntad. El cuadro de libros de Botero me ha encantado, y recuerdo ese estupendo chalet del que he podido disfrutar. Jubi
ResponderEliminarQue apetecible la receta de calamares. Como hoy me he ido poniendo al dia del blog, con calma pues lo había seguido por mail en diagonal, enlazo una receta anterior. Otra forma de hacer los calamares en cazuela con una base de cebolla bien pochada, se ponen los calamares, un poquito de salsa de tomate casera y rociado con anís, acompañados con arroz blanco en mi casa es plato único
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el cuadro