Terminé hace unos días el ciclo veraniego
de Cati “Tafal”, después de pasar varias semanas enfrascado en esa pequeña
ficción cuesta un poco tomar de nuevo el pulso a las tareas del diletante.
Revisando alguno de los capítulos he
confirmado la peor de mis sospechas, el relato al final tiene muy poco que ver
con lo que había programado en un principio. En realidad Cati Alomar era un “no
personaje”, una excusa narrativa para contar cómo era el verano de dos familias
que tenían poco que ver, sin embargo desde la primera de las jornadas Cati fue
canibalizando la historia hasta el punto de convertir a los llamados a ser
protagonistas en personajes secundarios.
Cuando digo que Cati era un “no personaje”
lo digo con conocimiento de causa, apenas tenía perfiles propios, se trata de
que funcionara como un contrapunto narrativo, un narrador un tanto cínico que
fuera capaz de relatar las pequeñas miserias del veraneo; de hecho el referente
de Cati era el Falstaff de Shakespeare, cada uno de los capítulos se inician
con una cita de Falstaff sacada de la obra Eduardo IV.
Cati fue vampirizando a cada uno de los
personajes y se hizo la dueña y señora de la pequeña novelilla gastronómica,
puede que tenga que realizar algún conjuro para sacármela de encima.
A modo de exorcismo y con el fin de
recuperar al diletante me propongo cocinar una pasta sarda, porque Cerdeña ha
sido mi verdadero destino estas vacaciones – Cerdeña, la costa granadina y una
escapada a Formentera, donde recuperé 10 años después las sensaciones que me
sirvieron el año pasado para escribir sobre el California (pero esa es otra
historia que está en proceso de maduración).
La pasta sarda la probamos el último día –
el 30 de agosto – en un restaurante destartalado de Valledoria, unos penne
cotto con calamares y gambas. Sobre la receta que probé en Italia he
introducido algunos ajustes.
La receta arranca poniendo al horno dos
berenjenas, horno suave, se abren por la mitad, se salpimentan y marcan con un
cuchillo, se les pone un chorrito de aceite y para dentro.
Mientras se asan las berenjenas se coge una
olla grande, fuego suave, otro chorrito de aceite y dos dientes de ajo pelados.
Se pelan y pican tres cebollas medianas y
dos zanahorias, se añaden al sofrito. Un poco de sal para que la verdura sude
bien. Cuando la cebolla esté atontada se incorporan al guiso tres tomates
pelados y despepitados, cortados en daditos; se pueden utilizar tomates de
ensalada ya que una de las gracias del guiso es que se noten los trocitos de
tomate. En ese momento yo le eché abundante orégano.
Compré los calamares de potera, son un poco
más caro pero por lo menos saben a algo. Limpios y cortados en rodajas fueron
directamente a la cazuela. Tras los calamares fueron al guiso 350 gramos de
gambas rojas, en Cerdeña el plato lo sirvieron con las gambas sin pelar, lo que
es un poco incordioso ya que el plato se sirve lleno de los molestos bigotes y
los restos de cáscaras de las gambas, yo he preferido pasar primero las gambas
por una sartén con un chorro de aceite, hechas ligeramente las gambas (conviene
que queden un pelín crudas para luego terminarse de hacer en el guiso), las
pelé con cuidado y aproveché los jugos de la cabeza y las peladuras pasándolas
por un colador chino, así soltaron todo el sabor, que se incorporó a la
cocción.
Durante todo el proceso del sofrito se
habían asado las berenjenas, escaldándome los dedos vacié la carne de las
berenjenas sobre el sofrito, las berenjenas habían quedado muy melosas y
enseguida se disolvieron entre la cebolla, el tomate y la zanahoria.
Tenía ya en la cazuela todas las verduras,
los calamares y las gambas; como se estaban cociendo a fuego muy suave habían
sudado mucho, tenía salsa suficiente, aún y así le eché una copa colmada de
vino blanco – tenía a mano una manzanilla de jerez pero cualquier blanco seco
le va bien -, también un vaso de agua, subí un poco el fuego para que rompiera a
hervir, cuando estaba hirviendo todo eché un paquete de medio quilo de pasta,
penne, unos macarrones un poco más pequeños de los que consumimos en España habitualmente.
Removí un poco el guiso con una cuchara de
palo para que la pasta se integrara bien en aquella melange. Calculé 9 minutos,
lo que tardaba en hacerse la pasta, removiendo de vez en cuando.
Cuando la pasta estaba al dente rectifiqué
de sal y de pimienta, añadí un poco más de orégano y volqué en un gran bol el
contenido de la cazuela. Humeando llegó a la mesa.
Respecto de la receta originaria tres
alteraciones: las gambas las puse peladas en vez de enteras, además compré unas
gambas un pelín más grandes que las que nos sirvieron en la isla; sustituí el
vino blanco por manzanilla y no le puse cayena, el plato original tenía un
punto picante.
De primer plato una ensalada y de postre
una panacotta.
El cuadro un bodegón de Cezanne – hay que
volver a los orígenes -, una naturaleza muerta gobernada por tres berenjenas.
Si que han sido buenas vacaciones y además haber sacado un rato para entretenernos con "Cati Alomar", Esa pasta con gambas y calamar tiene que estar riquísima y el bodegón de Cezanne maravilloso, los impresionistas me encantan. Jubi
ResponderEliminarMaravillosa receta. Sencilla y contundente. Habrá que probarla. La historia de Cati canibalizada o no es genial. Este verano pasé por Manacor y junto a la carrera encontré un restaurante llamado Can Tafal. No puedo dar opinión pues estaba cerrado. Gracias por tus relatos. RM
ResponderEliminar