El
martes por la tarde llegamos a las playas de Almería, a Puerto Rey, todo en
venta, en alquiler o, simplemente, abandonado. Los arranques de temporada son
de suyo duros, con la crisis a cuestas son sencillamente aterradores. Llegamos
a unos apartamentos casi a pie de playa con capacidad para más de mil personas,
apenas ocupado en un 10% ó 15%, no hay más servicio que una recepcionista casi
congelada y una limpiadora errante que se comunican por un teléfono móvil.
Llueve
a cántaros en casi toda España, nosotros de hecho hemos ido huyendo de la
lluvia atravesando tres o cuatro chubascos. En Puerto Rey hay un cálido sol de
abril sobre un playón abierto, casi desierto.
Los
niños quieren ir rápido a la playa, nos dan el margen justo para dejar las
maletas en el apartamento – un ático y sobreático muy espaciosos – y exigen que
vayamos a la playa antes de que anochezca. Los chiringuitos de playa en Almería
los llevan habitualmente los gitanos; después de un invierno no muy riguroso, empiezan
a desempolvar perezosos las sillas y las mesas, las cocinas todavía están
apagadas.
No
hay un solo hotel abierto en la urbanización, dudan que puedan abrir para el
verano, los cristales cubiertos con papeles de periódicos y las cristaleras
pintadas de blanco, para que el sol rabioso del mediterráneo no se coma el
color de la pintura y no abrase los muebles. Todo en venta o en alquiler,
incluso los carteles tienen pinta de estar semiabandonados.
La
urbanización es nuestra casi por completo, los pocos camareros que nos atienden
aseguran con la boca pequeña que a partir del jueves – jueves santo – esperan que
se anime un poco, pero se anuncia mal tiempo en casi toda España y el pronóstico
es un deseo no refrendado por verdaderas reservas, de hecho la nuestra no
llegó. Sonrojaría dar el precio que pagamos por estos días de descanso, seis o
siete veces menos de lo que cualquiera hubiera pagado unos años atrás.
Los
críos están encantados, para ellos salir es una fiesta, una fiesta a base de
espaguetis con tomate y calamares a la romana.
Cualquier
ejercicio de diletancia es un ejercicio de abstracción ya que la oferta
gastronómica es casi tan desoladora como la ocupación, puede que no tenga
sentido preparar comida para una ocupación casi fantasma que medirá al céntimo
el gasto. En los menús patatas congeladas – afrenta insípida para el paladar -,
bolsas de ensalada sin personalidad, vinos olvidados en la bodega y servicios
ajustados, nadie se atreve a contratar. Hoy nos hemos pedido un rioja que en su
etiqueta era crianza y que sin embargo había cumplido ya los años de un
reserva, incluso de un gran reserva, supongo que ha pasado casi un lustro
almacenado.
Pese
a todo el sol, el calor, el buen tiempo es nuestro aliado, el sol y la alegría
de los niños, que no paran de correr de un lado para otro, incluso se atreven a
meter los pies en el agua del mar. Recogemos piedras y conchas, jugamos al
balón, enterramos coches y muñecos bajo la arena limpia, no hay una sola
colilla, ni un solo papel, no hay latas ni bolsas de plástico. Otra de las
ventajas de este mes de abril en el que casi es mejor no comprar el periódico
para no deprimirse.
Salí
buscando un supermercado, todos cerrados excepto el Mercadona, un totémico. La
carne y la verdura fresca del Mercadona suelen ser de una insipidez insultante,
el pescado siempre de orígenes exóticos; cuando compro cerca de casa por lo
menos tengo la esperanza de que como todo el mundo termina por comprar aquí,
por lo menos la rotación está garantizada, sin embargo este Mercadona de
Garrucha está, a las 10 de la mañana, despoblado.
Pocos
resquicios pues para la inspiración, de ahí que recurra a algunos trucos
aprendidos durante estos meses, como el de añadir una cucharadita de bicarbonato
a los sofritos para que la verdura caramelice mejor, o añadir una ligera capa
de leche en polvo al pollo que se ha de asar para que quede más tostado –
trucos aprendidos en Umami-Madrid -; el bicarbonato también es bueno para
esponjar un poco las legumbres en remojo antes de guisarlas, recuerdo también
que una amiga me aconsejó hacer una crema de zanahoria utilizando agua mineral
con gas (agua de Vichy).
En
esta tesitura, cuando ya estaba a punto de tirar la toalla y dejar al diletante
abandonado hasta regresar a casa, he reconsiderado mis planteamientos y he
visto que olvidado en la desértica costa de Almería podría ser buena ocasión
para recuperar el fondo oscuro y la salsa española. Reflejo de otros tiempos, de
otras densidades.
El
fondo oscuro es un caldo de color intenso que se consigue tostando los huesos y
la carne que ha de servir para prepararlo, el fondo oscuro está en las bases de
las cocinas tradicionales, cualquier libro de cocina añejo incluye la receta
para prepararlo.
El
fondo oscuro está muy alejado de los minimalismos de la cocina actual, es necesario
disponer de un instrumental propio de un restaurante o, cuando menos, de una
familia numerosa. Exige 10 horas de preparación y cierta fortaleza física
puesto que hay que manejar fuentes y sartenes que acumulan varios kilos de
huesos y de verduras.
Para
empezar hay que disponer de una fuente alta que se pueda llevar al horno, una
fuente en la que hay que depositar un kilo cumplido de huesos de ternera – rodilla,
fémur, alguno de caña; si hay una punta de jamón o un trozo de carne de ternera
de las de deshecho (cuello, pecho) tampoco va mal -, una rama tersa de apio
verde, un par de puerros bien limpios (sin arenilla), 3 zanahorias, un par de
tomates, una cebolleta, laurel, perejil, tomillo y unos granos de pimienta. Se
coloca todo sobre la fuente, se sala con moderación y se riega con un poco de
aceite. El horno ha de estar vivo aunque no conviene que la verdura o los
huesos se arrebaten porque pueden amargar la salsa.
Hay
que vigilar un poco el asado para darle la vuelta a los huesos y que se tuesten
por completo, cuanto más dorados queden más oscuro será el caldo.
Cuando
estén bien tostados la receta tradicional recomienda sacar la fuente del horno
y regarla con medio litro de vino tinto, de manera que los huesos y la verdura
terminen de destilar todos sus sabores. Yo como quiero que mi fondo oscuro será
de un oscuro intenso y avérnico creo que antes de añadir el vino voy a flamblear
el asado con un ron añejo, un ron de caña de la zona de Motril, los azúcares del
ron le irán bien al caldo e intensificarán los sabores a maderas nobles, estoy
dispuesto a convertir mi salsa española en una salsa casi pirata.
Tras
el flambeo irá el vino, me decido por un rioja de los que tengo olvidados en la
bodega. No hemos de conformarnos con añadir el ron y el vino y esperar, se
trata de que el contacto del asado con los líquidos vaya acompañado de un meneo
a base de cucharón de madera que hurgue en las entrañas de los ingredientes,
que rasque la superficie y las paredes de la fuente para que rezumen las
últimas gotas de líquido, un líquido parduzco.
Todo
ese compango hay que colocarlo en una gran olla metálica con capacidad para 8 ó
10 litros de agua, tiene que ser agua fresca, sin muchas cales – parecerá una
frivolidad pero el caldo gana mucho si se hace con agua mineral, sobre todo
porque las aguas del grifo de la costa suelen ser muy calizas -. Por lo menos
harán falta seis o siete litros de agua fresca en la que deberemos depositar
los huesos, la verdura y la salsa del asado una vez hayan templado.
Arrancamos
con el fuego fuerte hasta que rompa a hervir y luego se baja; la cocción exige
un poco de paciencia ya que ha de reducir bastante, los recetarios indican que
ha de estar 7 u 8 horas hirviendo. Hay que atender el guiso con una espumadera
para retirar las impurezas del caldo. En el tramo final, cuando quede poco
menos de una hora de cocción – ha de reducirse 2/3 el caldo – se añade verdura
fresca – una cebolla, una rama de apio verde, dos zanahorias, una cebolleta, un
puerro, un par de tomates – para que el caldo conjugue el sabor intenso de una
cocción extenuante con el gusto de la verdura que rejuvenezca el caldo.
Terminada
la cocción se deja reposar un par de horas y luego se cuela con un paño para
que se eliminen las últimas impurezas.
Ya
está hecho el fondo oscuro, oscuro como el alma de un pecador. Para la salsa
española hay que dar algunos pasos más.
En
una sartén amplia se deja deshacer a fuego lento 300 gramos de manteca de cerdo
– mantequilla con un chorrito de aceite de oliva tampoco va mal -, se añade una
cebolla hermosa bien picada y una zanahoria también picada, cuando esté
rehogada se añade una cucharada de harina que se ha de tostar bastante; se
salpimenta y se añade un poquito de clavo. Para hacer la salsa española la roux
oscura ha de ir engordándose con el fondo oscuro, con el caldo de carne, hasta
que quede una salsa negra, densa, una salsa propia de piratas en el infierno.
Esta base es ideal para cualquier carne asada.
Para
acompañar esta salsa casi medieval un cuadro de un pintor flamenco no muy
conocido, de nombre impronunciable Wtewael, conocido también como Uytewael; un
pintor del Siglo XVII oscurecido por pintores holandeses de aquel siglo mucho
más brillantes. En el fondo de su cocina seguro que encontramos todos y cada
uno de los ingredientes y utensilios necesarios para la salsa española y puede
que algo de la negrura de alma indispensable para afrontar este preparado.
Dear Dil, tal vez tengan que ir a ver la playa en la que rodaron las escenas de Lawrence de Arabia, no debe estar lejos de donde andas. Almeria es una zona de contrastes, no recuerdo haber comido bien por allí, aunque la luz era maravillosa.
ResponderEliminarCuriosa esa salsa saturada, no sabia que se llamara española, es una base fuerte para utilizar incluso como complemento en muchos guisos.
Las salsas oscuras me ponen un poco nervioso, aquí son sinónimo de mucha química.
El cuadro creo que está en Berlín, seria conveniente que pusiera el origen de los cuadros.
Dexter Gordon.
Las mejores gambas que he comido en mi vida han sido en Almeria, era una fuente inmensa con una gamba de tamaño mediano hecha a la sal, el gusto era impresionante. Siento no poderte dar la direccion para que diletees un poco.
ResponderEliminarDado que empiezan ha haber muchas sugerencias para nuevas entradas, una mas: una de quesos.
Vuelve morenito pero no quemado que aqui seguimos con lluvia.
Chupipandi
Casi has conseguido deprimirme.Y eso que es difícil por mi carácter optimista y alegre, pero tus descripciones son tan reales.......
ResponderEliminarTienes razón. Esta crisis tan devastadora es mortal con según que sectores.
No conozco Almería aunque he estado cerquita.
Voy a probar el bicarbonato para la receta que dices.
Yo voy a ver si estoy unos dias a verduritas porque llevo 3 kgs mas desde Navidades y ya no me sientan bien los tejanos....
Besos y buenas vacaciones familiares
LSC
Desde el año "63" que conocí Almería, no he vuelto por esas tierras, soy totalmente "del norte" y tiene que dar una tremenda sensación ver esos sitios tan vacíos. La salsa que propones no la conocía y lleva su tiempo, me la imagino sabrosa, yo ahora me estoy acostumbrando a todo sin sal y claro, cuando como fuera de mis costumbres no paro de beber agua, así que tranquilos no se lo que es colesterol ni tensión. El cuadro muy bonito, siempre me descubres algún pintor y luego me entretengo en Google en ilustrarme sobre su obra, así que te agradezco el trabajo que me das que me entretiene un montón. Jubi
ResponderEliminarComparto la opinion de chupipandi, las mejores gambas las de garrucha. Recuerdo un verano que le dije mi marido k no trajera mas porque no keria aburrirme de comerlas. Si todo va bien este verano repetiremos gambada asi que si chupipandi se anima le enseñaremos de donde las sacamos, sin polvos por supuesto!
ResponderEliminarPor supuesto, sin polvos!
EliminarIsabel
Me gusta mucho la descripcion que haces del sitio donde esatis, he podido verlo. Esta salsa la hacia mi abuela en Navidad para acompanyar jamoncillos con piñones. Era delicioso, no los he comido nunca mas. Puede que un dia los haga. Buenas vacaciones, descansad mucho.
ResponderEliminarIsabel
Vaya con la salsa, casi un dia entero sin salir de casa, claro que diletante en la cocina eres feliz,jajaa
ResponderEliminarYo también pongo bicabornato cuando remojo las alubias
Cualquiera come algo de esa cocina que tiene todo en el suelo, a pesar de ello el cuadro tiene algo, no me entusiasma en conjunto pero me gusta el arco con la luz que hay tras él