Encabezar
a las tres de la madrugada la entrada de un blog con el título de: ”Problemas
existenciales” puede llevarme a una deriva un tanto peligrosa, estar despierto
a estas horas es signo inequívoco de que algún factor interno o externo no
funciona como es debido. Aunque en mi caso la causa no suele ser una disfunción
sino normalmente lo contrario, por distintos factores casi todos ellos gratos
el único momento del día en el que encuentro un poco de paz para “pensar”, para
leer o, sencillamente, para ordenarme es el de la madrugada.
En
mayor o menor medida todos duermen: Uno de los pequeños se ha levantado hace un
rato a hacer pis, el otro se agita inquieto en la cama enganchado por alguna
pesadilla, mi hija mayor ha llegado hace un rato de la calle, había quedado a
tomar algo con los amigos, una parte del sistema eléctrico de la casa ha
fallado y algunos interruptores han dejado de funcionar, queda trabajo a medias
que urge terminar antes de que concluya la semana, hay que preparar la lista de
tareas para el sábado y domingo … Nada especialmente grave ni especialmente
urgente, excusas perfectas para poder tomar un primer café y empezar por la tarea
menos urgente, la más grata de cuantas habré de completar hoy viernes trece de
abril.
Puede
ser complicado a estas horas resolver algunas dudas existenciales, el domingo
he de dar de comer a diez personas y todavía no tengo claro lo que terminaré
cocinando; es un problema existencial ya que a estas horas todavía no cuento con
todas las existencias necesarias para completar las recetas y corro el riesgo
de que el sábado, cuando vaya al mercado, me encuentre con que no encuentro
aquello que había previsto encontrar.
Por
lo tanto mis problemas y dudas existenciales en esta madrugada del jueves al
viernes son dudas de aprovisionamiento de ahí que haya acudido a un cuadro del académico
Jean-Baptiste-Simeón Chardín, académico por cuanto tiene de pintor clásico
aunque con rasgos joviales en sus personajes, para trasladar a imágenes mi
inquietud matinal. El cuadro en cuestión se titula Sirviente volviendo del mercado
y, entre paréntesis se subtitula la aprovisionadora, el cuadro está expuesto en
la pinacoteca de Charlottenburg, en Berlín.
Como
digo estoy organizando las comidas del fin de semana, en especial la del
domingo, me gustaría ser capaz de preparar un menú equilibrado, sorprendente,
no ostentoso, un menú previsto para un encuentro peculiar, marcado por la
impronta de los niños. El domingo nos reunimos un grupo de amigos creado entorno
a las esperas en el patio del colegio, nos hemos animado a vernos fuera del
entorno escolar. A lo largo de un año largo, el que llevamos de escolarización,
hemos comprobado cómo compartimos algunas afinidades más allá de las
estrictamente filiales, nuestros hijos son amigos, amigos con la intensidad desbocada
que se genera en niños de cinco años que, de repente, se van dando cuenta de
que no hay nada mejor que los amigos, a los que ya empiezan a llamar “colegas”
no sé si con la golfería de un chico de la calle o con la camaradería de una
amistad embrionaria, llamada a forjarse a lo largo de muchos años de escolaridad.
Los
niños nos han lanzado un reto, el de que los padres seamos capaces de
establecer unos lazos de amistad y de confianza seguramente no tan frescos como
los de nuestros hijos, pero sí lo suficientemente sólidos como para que más allá
del placer de ir a llevar o a recoger a nuestros hijos al colegio, surja el
placer de una tertulia, de una charla más o menos ocasional en el que el día a
día de los críos en el cole con sus grandes logros o sus pequeñas
frustraciones, pueda dirigirse a aficiones y preocupaciones comunes.
A
lo largo de estos meses he comprobado que con algunos de esos padres sufridos y
apresurados que hacemos tiempo en el patio pendientes de que los niños terminen
de merendar, que no se comporten de modo excesivamente brusco, pendientes de la
llamada del móvil por cuestiones de trabajo, de que no venga la policía
municipal y multe a la hilera de coches aparcada sobre la acera; con todos ellos
terminas compartiendo tiempos, preocupaciones y aficiones, las más evidentes
las vinculadas al día a día del colegio, luego van las aficiones deportivas –
un lugar muy común sobre todo entre los hombres -, también las referidas al
trabajo o a la falta de él. No es difícil comprobar que se va configurando una
comunidad de valores y el reto implícito de poder configurar una relación de
amistad tan sólida como la que están aprendiendo a conformar los niños, en este
caso somos los mayores los que tenemos que aprender de esos códigos de conducta
más frescos, quizás también más salvajes, de los críos.
El
reto es divertido ya que nos juntamos cinco familias y la comida es una excusa
lo que no supone que haya de ser una cuestión menor ya que un elemento común
que hemos comprobado es nuestro gusto por la buena mesa, puede que seamos
mayores gourmands que gourmets.
A
partir de estas premisas los problemas existenciales pasan por saber si el
sábado en el mercado encontraré aquello que busco, si será fresco y de la
suficiente calidad como para no desmerecer la propuesta gastronómica.
Me
gustaría abrir la mesa con aperitivos que no fueran muy complicados, siento debilidad
por las patatas fritas para acomodar unos boquerones en vinagre, también de las
almendras recién fritas acompañando quien sabe si jamón o mojama.
Abriré
fuego con un ajoblanco que espero poder acompañar con algún fruto rojo, el
ajoblanco es un plato muy vistoso sobre todo si amanece un día soleado, las cremas
frías son un tanto más lánguidas si se sirven en días nublados.
Tras
el ajoblanco espero poder completar un platillo contundente, unos judiones de
la granja cocinados con gambón rojo o con vieiras – estoy en manos de mi
pescatera -. Los judiones los preparé ayer y he de completarlos el sábado con
un sofrito escueto a base de cebolla, ajos fileteados y los frutos de mar. Se
trata de un platillo casi de prueba, no pretendo abotargar a los comensales con
un marmitón de judiones, aunque me consta que todos somos de cuchara.
Tras
los judiones tocará un intermezzo de refresco, he comprado ya unos lomos de
salmón ahumado que aliñaré con naranjas y oliverada, será inevitable presentar
alguna ensalada verde no muy complicada y, si encuentro buenos tomates, no
descarto hacer algún carpaccio con burrata, aun a riesgo de que uno de los
padres – italiano – me pueda dar un tirón de orejas.
Terminaremos
la comida con un pollo de corral en pepitoria, la pepitoria es una salsa maravillosa,
casi desterrada de la cocina diaria.
Para
finalizar espero poder seleccionar tres o cuatro quesos que nos ayuden a
terminar el vino y transitar hacia el postre mientras los niños juegan por el
jardín.
Si
el sol acompaña y los niños no se revolucionan en exceso puede ser una jornada
divertida.
Acompaño
la receta de pollo en pepitoria con todo el ritual de la marquesa de Parabere.
Un
pollo gordito, una copa de vino e jerez, un cucharón de aceite fino, 2 yemas de
huevo cocido, 12 almendras crudas, una cebolla regular, un diente de ajo, unas
hebras de azafrán, harina, caldo de ave, una hojita de laurel, perejil, sal y
pimienta.
Se
corta el pollo en 1/8, se salpimenta y se pasa por harina. Se fríe en aceite
caliente hasta dejar los trozos bien dorados, sin quemarlos; se escurren y se
reservan en un plato. En ese mismo aceite, si no se ha requemado, se fríe la
cebolla picada y el diente de ajo sin pelar, que servirá para el majado,y
cuando se haya dorado se reintegran los trozos de pollo rehogándose doto bien.
Se
añade el vino de jerez y cuando rompa a hervir de nuevo se añade el caldo, que
ha de cubrir el pollo. Se tapa y se deja cocer con calma hasta que el pollo
quede bien tierno removiendo de vez en cuando con una cuchara de madera para
que no se agarre.
En
un mortero se machaca un diente de ajo previamente frito, las almendras peladas
y crudas, las yemas de huevo duras, un poco de sal y un poquito de azafrán y de
perejil fresco.
Cuando
esté bien machacado se disuelve la pasta en un poco de caldo templado y se
agrega al guiso, que ha de cocer durante quince minutos más.
Se
retira el pollo del guiso y se termina de reducir la salsa, trabajando con el
grosor de la misma añadiendo un poco e caldo si queda muy gorda.
Se
coloca el pollo en una bandeja un poco profunda y se baña con la salsa.
Como
guarnición pueden ir bien patatas fritas en taquitos o arroz blanco.
No me explico como puedes estar inspirado a las 3 de la madrugada y encima hablar de judiones o pollo en pepitoria, ahora, 9 de la mañana, me siento incapaz de pensar en nada que no sea café. Seguro que conociéndote, la comida será además de "rica" entrañable. El cuadro precioso. Jubi
ResponderEliminarCaramba creo que tus invitados como es habitual en vuestra casa disfrutarán mucho no sólo de la cómida sino también de vuestra calidez
ResponderEliminarVeo que has seguido el consejo de algún comentario que sugería indicaras donde están los cuadros con los que ilustras tus recetas aunque seguro que ello no siempre es posible
Es imposible leer tu blog y no emocionarse al comprobar la pasión con la que preparas tus menús. Estoy convencido que tus inocentes invitados están a punto de tener una experiencia gsstronómica que nunca olvidarán. Me siento inmensamente afortunado por ser uno de ellos.
ResponderEliminarSi no es mucho pedir, me gustaría poder disfrutar de la compra y posterior elaboración en otra ocasión; esta vez ya me propuse sesión martoniana de bicicleta para poder disfrutar aún más si cabe de tanto manjar y agradable tertúlia.
Aviso: el postre intentará estar a la altura... Pastel de Ocho texturas de chocolte de Oriol Balaguer, todo un buque insignia de un maestro pasatelero.
Hasta el domingo!!!
Me encanta el pollo del corral y en tu pepitoria debe estar para chuparse los dedos pero recién llegada de una semana en Madrid mañana he de empezar sin falta con lechuga sin aliñar para bajar estos kilitos que ya están demasiado asentados.
ResponderEliminarBonito el cuadro.
Lamento que mi hijo ya esté un poquito crecido porque seria una excusa estupenda para disfrutar de tus manjares y de vuestra compañía.
Cuando mi hijo era pequeño también intentamos algo parecido pero los niños hoy son amigos y mañana ya no lo son. La cuestión se complicó cuando los padres éramos amigos e intentábamos que también lo fuesen nuestros hijos.
:-)
LSC
Ha sido muy bonito compartir ésta sorprendente comida, una mezcla de platos tradicionales con toques creativos, con los padres de los mejores amigos de mi hijo, y comprobar nuevamente que tenemos unos niños muy moviditos pero con un espíritu muy noble, que comparten con gran generosidad , no tan obvia a los 5 años, las monedas de chocolate y huevos de pascua que han buscado con gran interés alrededor de la piscina.
ResponderEliminarEs emocionante ver como crecen, como se abrazan, se quieren y se organizan en sus juegos de “chicos”.
Gracias por vuestra hospitalidad y rica comida que nos habéis preparado con tanta pasión.