Esta
tarde he recibido el mensaje de una amiga que me planteaba un reto a partir de
una reproducción de un cuadro que le regalé hace muchos años – The Gipsy de
Kees Van Dongen – y de varios links de recetas gitanas.
Es
curioso ver como van ligándose las casualidades puesto que hace unas semanas
compré otra reproducción de Van Dongen cuando fue a visitar en Madrid la
exposición de L’Hermitage, vendían unas
carpetas de plástico para guardar documentos con una imagen de Van Dongen por una
cara y por otra de Caravaggio – extraña combinación.
Van
Dongen es un pintor extraño, un cruce entre Chagal y Matisse; un pintor en
cierto modo maldito ya que durante algún tiempo fue protegido por el nazismo.
Por
lo que puedes comprobar, querida miss M., sigo comprando postales de Van Dongen
veinte años después.
Justamente
mañana viajo a Granada con toda la familia, vamos de boda; el viernes a la
noche cenaremos en una cueva del Sacromonte donde espero poder probar la
tortilla con sesos, la tortilla sacromonte, y el domingo a la mañana
visitaremos la Alhambra, siempre que he visitado la aquellos palacios he
guardados las manos a buen recaudo para que las gitanas no me lean el futuro,
me da mucho gato. Avisaré a los niños para que no se dejen engatusar.
Circunstancias
de la vida hicieron que hace algunos años por culpa de un amigo terminaran
haciéndome embajador de la Alhambra, un título supongo que honorífico que
espero que me dé algún tipo de privilegio el domingo cuando me acerque con los
niños, uno de sus abuelos pasó parte de su vida descubriendo y contando
historias de la Alhambra.
Dongen
y los gitanos, son referencias pretéritas y actuales, casualidades derivadas de
una provocación.
Ya,
con estos elementos, podría intentar hilvanar una entrada que tuviera que ver
con los viejos cuadros de Van Dongen y las recetas gitanas.
Hasta
hoy no me había parado a analizar el influjo gitano en mi vida, he revisado las
recetas que me ha mandado mi amiga, me cuesta encontrar la razón de ser de todas
estas recetas, la mayoría de ella guisotes que terminan amalgamando todo lo que
guarda la nevera o la alhacena.
Mis
referentes gitanos, si es que existen, son mucho más canallas, si tuviera que
elegir una canción con la que celebraran mi funeral puede que eligiera la
versión freak que los gipsy kings hicieron del Hotel California de los Eagles -
http://www.youtube.com/watch?v=uRoR0-y9D64&feature=related
– cuando la escuché por primera vez, en la banda sonora del Gran Lebowski, me
quedé alucinado. Cuando conseguí la versión completa comprobé que con la
primera impresión me había quedado corto y que no sólo la música, sino incluso
la traducción de la letra había sido un ejercicio de surrealismo, un conjunto
de frases inconexas y extrañamente armoniosas – sirva como referencia una
estrofa: El espejo en el techo,// Champaña en el hielo;// Y ella dijo: somos
todos prisioneros//
De
propia voluntad// Y en los cuartos principales// Hacen sucias esta//Hasta aca a
la bestia//Pero no la logra a matar -. Tras muchos años escuchando sin criterio
todo tipo de música puedo afirmar que Hotel California es la mejor canción de
la historia y que la versión de los Gipsy Kings alcanza cotas sublimes,
imposibles de alcanzar por ningún otro grupo de música moderna.
Con
la banda sonora de los gipsy kings y los cuadros de Van Dongen creo que resultaba
necesario encontrar un nexo cercano a la excusa gastronómica de este blog,
aunque he hecho un esfuerzo lo cierto es que no me encontraría cómodo reproduciendo
una receta de las denominadas gitanas, de ahí que rebuscando en la obra de Van
Dongen haya encontrado un cuadro que me permita salvar y saldar este reto con
cierta dignidad, Kees Van Dongen pintó una escena cotidiana, probablemente sacada
de un cabaret o de un teatro de variedades, la imagen de una vendedora de
naranjas que se acerca a una mujer; no sé si estaba de moda en los locos años
veinte que las mujeres comieran naranjas a bocados mientras disfrutaban de espectáculos
burlescos, solo la imagen de unas uñas pintadas de rojo intentando rasgar la
piel de la naranja, el zumo cayendo con descuido de la comisura de los labios,
los bocados desordenados de la pulpa carnosa de la naranja, el olor a cítricos
en los dedos pegajosos, la ausencia de platos y cuchillos reflejan un morboso
desorden que genera todo tipo de fantasías.
Naranjas,
gitanos, Van Dongen, París, música de los Gipsy Kings, películas de los
hermanos Cohen. Es complicado encontrar una receta a la altura de una
combinación tan sugerente, de ahí que opte por una vía simple y puede que
sorprendente a partir de unas sardinas en papillote.
Vamos
a por la receta. Lo primero que tenemos que hacer es encontrar unas sardinas ni
grandes ni pequeñas, tersas y brillantes, que no sean más grandes que una palma
de la mano extendida – si no hay sardinas los boquerones también pueden servir,
aunque en este caso habrán de ser necesariamente más chicos. Enredado en esta digresión
entre guiones puede que terminen por gustarme más los boquerones que las
sardinas -. Volviendo a las sardinas, habrá que eviscerarlas y desescamarlas,
tampoco iría mal que le quitaran las cabezas y las dejaran abiertas en libro,
preparadas para marinar, sé que hay que seducir al pescatero para que se digne
a limpiar de un modo tan pulcro las sardinas, pero es cuestión de hablarle de
Van Dongen, de las naranjas, de las personas de vida alegre y de la necesidad
de que el desorden de vez en cuando reine en nuestras vidas.
Tenemos,
por lo tanto, abiertas las sardinas, limpias casi por completo sobre una fuente
de metal. Añadimos un poco de pimienta molida, unos cristales de sal y el zumo
de un par de naranjas carnosas; con estos ingredientes sería suficiente pero si
alguien quiere un plato un punto más sofisticado puede picar un poco de
cebolleta y de cilantro, o simplemente un par de dientes de ajo y perejil
fresco.
Hay
que dejar que el pescado macere con el zumo un rato largo, 45 minutos, incluso
una hora; cuando la naranja haya empapado bien la carne de las sardinas toca
preparar el papillote, es decir, cortar un rectángulo no muy grande de papel de
plata, dejar una sardina abierta en el centro, aderezarla con una juliana muy
fina de la piel de la naranja, una pizca más de sal y un chorro de aceite de
oliva, cerrar la hoja de papel de aluminio herméticamente, como si se tratara
de un sobre, y meterlo en el horno a 220º 6/8 minutos. Si las sardinas son
buena cuando salgan del horno habrán conservado toda la grasa un punto amarga
de la sardina con el frescor acido de las naranjas y sus pieles. El papillote
tiene la ventaja de que si se maneja con destreza permite ir haciendo las
sardinas en vez de una en una de seis en seis.
Un
plato sencillo, no muy caro, que puede hacerse tanto al horno como al rescoldo
de una hoguera; un plato que no desentonaría en la ruta lisérgica de los Gipsy
Kings, en el que el toque cítrico aplacaría el intenso olor a sardinas
guisadas. Es importante no olvidar la fase previa de maceración y no descartar
que con boquerones el plato podría quedar más fino, hasta el punto de poder
prescindir del horno si la maceración se prolonga durante un par de horas.
Dear Mr. Dil, le veo yo un tanto melancólico y disperso; no hacían falta tantos circunloquios para preparar unas sardinas marinadas. Buena idea la de recuperar a Van Dongen, en Chicago no hay prácticamente ningún cuadro suyo, creo que vds. en la Thyssen tienen algún cuadro interesante de este pintor. ¿Para cuando un recetario de cocina fauvista ?
ResponderEliminarGreatings for Chicago.
Dexter Gordon.
Justo este fin de semana en Mercadona tenían bandejas de sardinas abiertas, el sábado por la mañana quería mejillones y no hacer cola, así que me llevé las sardinas abiertas, las rebocé y freí buenísimas, lo malo es el olor que queda en la cocina, por eso tu propuesta me gusta porque debes obviar ese olor que cuesta tanto que desaparezca
ResponderEliminarMe ha encantado la receta y la voy a probar hoy mismo, ya que... Qué otro día, sino hoy me va a "desplumar" las sardinas un pescadero del Bayern? He de saber canalizar esa euforia para que la cena esta noche me reanime. Espero no cargarme la receta si sustituyo el papel de aluminio (ya sabes, supersticiones) Preciosa entrada, danke... El "circunloquio" era un regalo, Sr. Dextie. Háganos otro por su parte y cuéntenos de Alinea.
ResponderEliminarHace 49 años estuve en Granada y recorrí todos los sitios que mencionas en tu blog, el Albaicín, el Sacromonte, la Alhambra y los jardines del Generalife me cautivaron, en aquella época eran muy auténticos y no estaba el turismo tan masificado, lo recuerdo con gran nostalgia y seguro que si ahora volviese lo vería bajo otro prisma, pero aquellas puestas de sol no habrán cambiado para nada y con unas sardinitas y una copa de vino, cerrando los ojos me trasladarían a aquél año. El Van Dongen muy sugerente. Dedicarme un recuerdo cuando estéis por esos lugares. Jubi
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