A eso de las tres y media de la mañana me
he despertado con cierta inquietud, tenía la sensación de haber dormido
profundamente y de que estuviera a punto de sonar el despertador, esperanza
frustrada. Lo malo de despertarse tan de improviso es que se agolpan un montón
de tareas pendientes, de correos sin contestar, de preocupaciones más o menos
mundanas que vas apartando por culpa de la rutina diaria.
La verdad es que me he levantado como una
flecha y he encendido el ordenador para saber cómo habían terminado las
elecciones americanas, es curioso pero me sentía más ilusionado/preocupado por
lo que sucediera en Norteamérica que no por lo que hemos votado o tenemos que
votar aquí. Nada más colocarme enfrente del ordenador me he llevado dos
sorpresas francamente desagradables, la primera, que la página de inicio de mi
navegador anunciaba a bombo y platillo que la Pantoja había roto a llorar
durante su juicio al enterarse por SMS de que había sido abuela; la segunda,
que Obama iba por detrás en el recuento de votos, es decir, que cabía la
posibilidad de que el próximo presidente de USA fuera un republicano en vez de
Obama.
Seguramente será una tontería pensar que
nuestra vida cotidiana va a cambiar en función de quien gobierne al otro lado
del atlántico; yo prefiero pensar que no es así, que pese a que las políticas
están más o menos prediseñadas por factores económicos o industriales de difícil
control, al final el talante y los valores de quienes nos gobiernen terminan
siendo importantes. A mi Obama me cae bien, me parece un hombre honesto,
seguramente no ha podido cumplir con ninguno de sus grandes objetivos sociales,
pero creo que sigue mirando de frente a la gente. Creo además que un tipo como
Bruce Springsteen no puede equivocarse apoyando a Obama.
Leyendo la prensa digital, actualizándola
casi al minuto, me he dado cuenta de que a lo mejor tengo el mismo problema que
el dinosaurio de Monterrosso, a lo mejor es un error pensar que mis prioridades
y valores son extrapolables al resto de la gente, pensar que yo hago o estoy en
lo correcto y que igual que yo hay cientos de personas no en Estados Unidos,
sino en España que se han levantado de madrugada preocupados por las elecciones
de USA y que se han cabreado cuando han visto que la imagen del día era la de
la Pantoja.
Cuando tenía trece o catorce años pensaba
que cuando un chico conseguía ahorrar doscientas o trescientas pesetas se
bajaba a la librería para comprarse una novela, lo pensaba porque era lo que yo
solía hacer, comprarme aunque fuera un libro de bolsillo; por descontado que
había que guardar algo de dinero pasa salir por la noche, pero siempre y cuando
uno pudiera tener tiempo para comprar una novela de Flaubert, un poemario de
Gil de Biedma o una decisión comentada del Libro del Buen Amor.
Con el paso del tiempo me sorprendió que
cuando visitaba las casas de algunos amigos no había un solo libro, incluso que
alguno ufanamente asegurara no haber leído una sola novela en su vida, ni tan
siquiera los best seller del verano. Me parecía inconcebible que hubiera un ser
sobre la faz de este país que no hubiera leído por lo menos el Código Da Vinci.
Lo curioso del caso es que al final ha
resultado que el raro era yo, que lo raro era comprar las novelas de Flaubert
en la edición de bolsillo de Alianza Editorial, o estar preocupado por contar con
la última novela de Guelbenzu; por lo tanto que muchos de los valores que yo
pensaba extrapolables no lo son tanto.
Dan las cuatro y media de la mañana y Obama
recorta un poco la desventaja, 148 a 160 votos electorales, quedan 230 por
asignar.
Con la que está cayendo si además pierde
Obama no va quedar otro remedio que exiliarse.
El martes a mediodía en una comida sorprendentemente
grata nos sorprendíamos todos, un grupo heterogéneo que por razón de mi proverbial
discreción no puedo desvelar, de ir con Obama pese a ser cada uno de un confín
de la galaxia. Nos sorprendíamos además de que Rommey, habiendo declarado unos
beneficios personales el año pasado de más de 15 millones de dólares hubiera
pagado un 14% de impuestos y, sin embargo, su secretaria – que supongo que no
habría ganado ni tan siquiera una 10 parte de lo que ganaba su jefe – hubiera tenido
que soportar unos impuestos superiores al 30%. Me digan lo que me digan eso no
debe ser correcto, por lo menos desde mi perspectiva de valores.
Como veo que Obama no termina de remontar
en los resultados veo que lo del exilio va a terminar siendo inevitable, el
problemas pasa por decidir donde se exilia uno, sobre todo en mi caso, en el
que no hay posibilidades de exilios dorados, más bien los exilios terminarán
siendo de hojalata.
Recuerdo que de niño contaban que a pocas
manzanas de mi barrio vivía un poeta exiliado, era un poeta hermético y
sensible, pero como tenía muy mala salud el hombre, a diferencia de otros
poetas de su generación que habían puesto tierra y mar de por medio, había optado
por el exilio interior, vivía semirrecluido en una casita ajardinada en la zona
universitaria, en la calle Wellintonia. Cuando a aquel poeta le dieron el
premio nobel aparecieron los periodistas para quebrar aquel exilio interior y hacerle
fotografías en el jardín, entre buganvillas. Recuerdo que cuando le dieron el
nobel a Vicente Alexandre me molestó que los suecos con sus manías no hubieran
tenido el valor de habérselo dado antes de morir a Luis Cernuda o a Salinas, o
A Gerardo Diego, incluso a Rafael Alberti… Con el tiempo he valorado la
trascendencia del nobel de Aleixandre, con su mala salud de hierro y con ese
exilio de barrio de Moncloa quebrantado sólo para comprar el pan.
Otras formas de exilio son posibles, como
la de Juan Carlos Onetti, que mezcló exilio con depresión y se pasó en pijama
los últimos 10 años de su existencia, o el exilio sin exiliarse de Gil de
Biedma, yendo y viniendo de Filipinas para terminar viviendo entre las ruinas
de su inteligencia.
No remonta Obama y yo he de terminar de
organizar mi exilio de allí, pero también de mis aquíes, que son complejos.
Como no quiero cambiar a los niños de colegio, ni parece que mis expectativas laborales
vayan a sufrir un vuelvo en los próximos meses habré de contentarme con ese
exilio interior. En el patio de mi casa podré plantar buganvillas la próxima
primavera y a lo mejor en casa me dejan estar en pijama los fines de semana,
incluso puede que a tiempo parcial, desde las cinco de la tarde y siempre y
cuando no haya que bajar al super a comprar algo de carne picada.
Me preocupa mucho, de cara a mi exilio, lo
del aprovisionamiento, más que nada porque al leer La Carretera de McCarthy me
desmoralizó que el máximo festín no caníbal se lo dieran el padre y el hijo al
encontrar unas latas de conserva. Un exilio entre latas de conserva podría ser
tanto o más tremendo que la derrota de Obama.
Con todos estos condicionantes la opción
más realista de cara a mi exilio debería ser la de asumirlo desde la
perspectiva de los Rolling Stones, que en el año 1972 publicaron el disco Exile
on Main Street, exilio en la calle principal. Puede que haya de contentarme con
escuchar este disco, sobre todo si como consecuencia de la derrota electoral al
bueno de Springsteen los prohíben en las cadenas de radio y retiran los discos
del mercado – ojo porque durante el reinado de Bush ocurrió una cosa parecida
con las Dixie Chicks, que atrevieron a criticar a Bush y dejaron de vender
discos.
Para llevar con decoro mis primera horas de
exile on mail st. he decidido cocinar un fiambre de jamón y de foie gras, una vieja
receta que se presenta con el regusto afrancesado de los buenos exiliados:
Mousse de jamón y foie gras a la Jouvencelle.
Seguramente para mitigar mi melancólico
exilio haya de viajar con frecuencia a Girona y visitar a mi amigo Jordi,
visitar su granja para hacer acopio de foie, un alimento impropio de un
exiliado, que le vamos a hacer.
Como el exilio se prevé largo – el disco de
los rolling ya era doble en su tiempo, además con el spotify tengo la
posibilidad de escucharlo varias veces seguidas – voy cocinar la receta para 10
comensales.
Para hacer la mousse necesito cuatrocientos
gramos de jamón cocido, que sea muy magro y otros cuatrocientos gramos de foie
gras. Un decilitro y medio de salsa besamel tirando a espesa, medio litro de
gelatina de carne, conseguida a partir de un caldo hecho con pata de ternera,
dos decilitros y medio de nata sin montar, 2 decilitros de vino de jerez, un
pollo no muy grande, 3 trufas, sal, pimienta y un ramillete de bouquet garní –
quien haya leído otras entradas habrá descubierto que la receta está copiada de
la marquesa de Parabere.
Colocamos la gelatina en una olla y
añadimos el vino de jerez – si es de Madeira tampoco pasa nada -, se pone el
fuego muy suave y en el caldo que sale al deshacerse la gelatina podemos cocer
el pollo, con cuidado de que no quede muy seco – para saber si está hecho el
pollo hay que pincharle las pechugas con la punta de un cuchillo y comprobar
que el agüilla que supura no es rosada, no hay restos de sangre -. Una vez
cocido el pollo se deja enfriar y se desprenden las pechugas, que será lo único
que usemos. Cuando las pechugas estén frías se cortan en filetes tranversales,
tantos como luego haremos con el foie.
Hervido el pollo toca ahora trabajar el
foie, que debe estar bien frio ya que se trata de cortarlo en rodajas – 10 – de
medio centímetro de grueso, rodajas rectangulares que han de colocarse sobre
una bandeja y conservarlas en lugar frio para que sigan estando duras.
En una cacerola se ponen tres decilitros de
la gelatina y el jerez – ojo, hay que reservar un poco de gelatina para poder
darle lustre a la presentación al final - que hemos usado para hervir el pollo,
se prueban y si el caldo está soso se le
pega otro lingotazo de jerez – lo del lingotazo por favor que no se lo
atribuyan a la marquesa. Se deja hirviendo hasta que el caldo se reduzca a la
mitad y se conserva en un lugar no muy cálido, tampoco frio ya que hay que
evitar que la gelatina vuelva a cuajar.
Se pica el jamón en trocitos muy pequeños,
luego se machaca en el mortero hasta que quede como una pasta fina. A esa pasta
se le añaden las sobras o recortes del foie, se bate todo bien hasta que se
amalgame correctamente, luego se pasa por un colador y se guarda en la nevera,
tapado con papel film para que no coja olores.
Se saca la nata de la nevera y se bate para
que coja cuerpo, sin llegar a montarse. Cuando esté bien batida se añade al bol
donde tenemos la pasta de jamón, cuando esté todo bien mezclado se le añade el
caldo gelatinoso poco a poco, sin dejar de remover o con una espátula o con una
cuchara de madera. Se le añade un poco de sal y algo de pimienta blanca.
Toca ahora montar el plato, para montarlo
se necesita un recipiente grande de cristas, un frutero que sea bien vistoso, o
puede que una cubitera de las de cristal
para el champagne francés. Se traslada el pasta que hemos preparado – que ha de
tener la consistencia de una mousse – a la cubitera y se van dejando sumergir con
delicadeza las rodajas de foie que hemos reservado en la nevera. Se coloca una
capa de foie, sobre ellas unas lascas de trufa y sobre la trufa un filete de
pechuga de pollo. Con esa cadencia se van haciendo capas, todo con suavidad
para que las partes sólidas vayan hundiéndose en la mousse, que termine por
empaparlo todo.
Tras la última de las capas ha de quedar en
la parte superior un dedillo de mousse, sobre la mousse se añade un poco más de
gelatina hasta que quede una capa como de un dedillo de gelatina para darle
lustre al plato (la gelatina ha de ponerse con mucho cuidado para que no se
mezcle con el mousse, porque sino en la presentación en vez de un plato
afrancesado podemos encontrarnos con un
composto de color bastante desagradable).
Se cubre la cubitera con papel film y se
deja en la nevera durante un par de horas para que termine de cuajar. Una vez
cuajado se puede llevar a la mesa y servirse como un fiambre bien frio.
Ponemos el disco de los rolling, el primer
corte de la cara dos: Sweet Virginia; sacamos del congelador una botella de
Champagne francés, Taittinger puede servir, como homenaje a James Bond; sobre
una tostada de pan inglés todavía caliente ponemos una cucharada cumplida de
nuestro mousse, con cuidado, asegurándonos de haber pescado una porción de foie
y otra de la pechuga de pollo. En la pantalla del ordenador localizamos cuadros
de Eduardo Arroyo, un pintor del exilio que seguro no le haría ascos a esta
comida. Son las cinco y veinte de la mañana Obama consigue adelantar a Rommey
219 a 174, todavía quedan 145 votos por asignar. Todavía no está todo perdido,
cuando termine de escuchar a los Rolling me animaré con el ultimo disco de
Springsteen, primera canción: We take care of my own, algo así como que
nosotros nos cuidamos a nosotros mismos.
Brujuleando por la red descubrí a Eduardo Arroyo y su particular guía de El Prado y me hizo gracia su particular maja desnuda, muy adecuado fondo para el día de hoy. Yo también he seguido las elecciones americanas pero en un horario más cómodo y me ha alegrado "Obama for President". Ese mousse de jamón y foie muy apetecible. Hoy aquí el día es muy particular, frío y gris, muy acorde con los ánimos que "en la casa" se respiran, han caído dos y al "personal" lo han dejado muy tocado y ya llevo 8 (menuda media) eso merece salir a tomar un copazo para sobrellevar el día, cosa que haré en una hora. Jubi
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