Casi sin pensarlo
Germán se encontró conviviendo con Gladys, no fue una decisión muy
meditada y sin quererlo la casa se vio invadida por un intenso olor a
magnolias, las magnolias fueron el único rastro de pasión durante esos días ya
que Gladys vagó como un alma en pena por la casa intentando organizar en bolsas
los restos de varios años en Barcelona, bolsas comprimidas, llenas de ropa
apretada sin ton, ni son.
La primera mañana Germán tuvo que entrar furtivamente en
el piso de Gladys, primero hubo de esperar unos minutos hasta que se cercioró
de que estuviera vacío. Las indicaciones de ella fueron precisas, había un
armario empotrado en la primera de las habitaciones y varios fardos bajo una
cama, con la advertencia de que no debía equivocarse de cama ya que todas ellas
eran improvisados almacenes. No contaba con que al abrir el armario se le
vendrían abajo varios hatillos de sábanas, toallas y albornoces. Tuvo que hacer
varios viajes hasta completar todos los bultos identificados por Gladys, Germán
pudo comprobar que Gladys había planificado al milímetro su huida.
Ella le esperaba a la puerta de la casa, le ayudó primero
a cargar, después a descargar y cuando Germán regresó a media tarde de trabajar
se encontró con su dormitorio tomado por montañas de prendas de vestir y ropa
de la casa. Ella le prometió que en unos días conseguiría reducir aquel
maremágnum a los paquetes que pudiera embarcar en el avión, tenía claro que
pagaría sobrepeso.
Germán dispuesto a cocinar cada una de las noches para
Gladys pero descubrió con sorpresa de que a eso de las nueve de la noche ella
desaparecía para despedirse de amigos y conocidos; él intentó esperarla
despierto pero terminaba dando cabezadas en el sofá del salón hasta retirarse a
la cama de los niños. Eso sí el roce, entre sueños, de las pantorrillas
desnudas de Gladys era lo suficientemente grato como para que mereciera la pena
el trance de intentar esperarla. Como venganza Germán, que tenía que madrugar
para llegar al trabajo, no evitaba ni un solo ruido cuando se levantaba,
incluso se animaba a hacerle algún arrumaco para espabilarla.
Germán se había hecho la ilusión de una semana apasionada
y se encontró con el piso quedó como el de un buhonero, con la presencia
fantasmagórica de Gladys vaciando la nevera antes de acostarse. En esas
circunstancias era imposible ningún encuentro amoroso, atrás quedaban las
insinuaciones y encontronazos que habían encendido a Germán durante semanas.
Aquella no era sino una presencia incómoda con fecha de caducidad, el 21 de diciembre,
en el amanecer de ese viernes por la mañana Germán dejaría a Gladys en la
terminar del aeropuerto, la ayudaría a apilar los maletones que iba conformando
en equilibrio imposible sobre un carrito de ruedas y olvidaría seguramente para
siempre su experiencia caribeña.
Ella apenas hablaba, los ratos que pasaba en casa los
ocupaba hacendosa a comprimir pantalones y camisetas formando el equipaje;
recopiló algunas bolsas de deportes de los niños olvidadas en los altillos de
los armarios, incluso se atrevió a pedirle a German las cajas y valijas que
empleó para el traslado.
Llegó el jueves y Germán aquella mañana le anunció que no
renunciaría a la clase de cocina, Luz había prometido una receta navideña.
Gladys le dijo que quedaban paquetes por cerrar y que además le daba mucha pena
despedirse de Luz, se había encariñado con la profesora.
Germán llegó inusualmente temprano a la clase, Luz, a
diferencia de otras ocasiones, había llegado también con bastante margen de
tiempo, casi en penumbra ordenaba sobre la mesa los ingredientes de la receta.
- Hola – le saludó Germán extrañado.
- He venido con tiempo para poder organizar el plato; hoy
necesitaré un poco más de tiempo para cocinar este pavo de navidad… Por cierto
pensaba proponerte como pinche, seguro que así aprendes bien los pasos y puedes
sorprender a tus hijos en las fiestas.
- Lo que mandes, eres la jefa … Si quieres te ayudo ya a vaciar
las bolsas.
- Lo primeros que tienes que hacer Germán es abrir ese paquete de
allí, está el pavo, conviene que se oree un poco .. Vete encendiendo el horno a
tope para no perder mucho tiempo esperando a que se caliente. Necesitamos 35
minutos por kilo que pese el pavo, el que traigo hoy pesa casi tres quilos por
lo que necesitaremos una hora larga, casi una hora y media. Hay un truco para
saber si está hecho, cuando lleve unos cuarenta minutos en el horno le pinchas
con la punta de un cuchillo en las articulaciones de los alones y en la zona de
pechuga, verás que enseguida supura una agüilla, si sale teñida de rosa es que
todavía no está hecho, cuando el líquido supure claro querrá decir que está en
su punto; piensa que la pieza conserva el calor unos minutos más lo que
asegurará que se termine de hacer … Me parece que el horno del centro tiene el
ventilador adicional que acelera la cocción, no incrementa la temperatura pero
la corriente de aire que se forma en el interior del horno hace que el tiempo
que hemos de invertir sea más reducido.
- Espero que no me falle la memoria, Luz, son muchos datos en poco
tiempo.
Mientras escuchaba a la profesora
Germán extendió sobre la mesa de la cocina un kilo de carne picada (3 partes de
magro de cerdo, 2 de babilla de ternera; Luz enriquecía la carne picada con 100
gramos adicionales de jamón serrano).
- Germán, el relleno tampoco queda mal si en vez de la mezcla de
carnes picadas utilizas una butifarras frescas, de las de carnicería, y las
vacías en un bol. Eso sí en ese caso ten claro que la carne del relleno será
exclusivamente de cerdo, lo que te obligará a especiar un poco más el adobo para
que el plato quede más de fiesta, no conviene que sepa mucho a cerdo.
Germán ordenó las especias: Un bote
con clavos de sabor (usarían dos), nuez moscada, pimienta blanca, negra y roja,
cominos, canela, una pizca de perejil fresco y un bote con una trufa negra que
después picarían.
Como vio Luz que Germán se quedó
contemplando la trufa le dijo:
- Si resulta muy cara puedes sustituir la trufa por una lata de
foie que no sea de batalla. Ni se te ocurra utilizar el aceite con esencia de
trufa, es una engañifla que hará que el relleno resulte incomestible.
Colocó en platillos un puñadito de
almendras crudas picadas, unos piñones tostados, ciruelas y orejones de
melocotón, ambos desecados. Luz sacó de su bolsa de Mary Poppins una botella de
jerez – sustituible por coñac, incluso por oporto.
El relleno se completaba con cuatro
rebanadas de pan de molde, tres huevos crudos, sal y un paquete de lonchas de
bacon.
Cuando llegaran todos los alumnos
Luz se ocuparía de enumerar los ingredientes y de preparar a la vista de todos
el relleno que introduciría en el interior del pavo. Poco a poco fue llenándose
el aula, todo eran saludos, sonrisas, deseos de felicidad y de riqueza ya que
al día siguiente sería el sorteo de navidad. Habían comprado todos
participaciones de un numero que aseguraba haber comprado Luz en una estafeta
de la plaza Urquinaona en la que había tocado el primer premio hacía pocos
años. A medida que se fueron completando los pupitres Germán se vio en la
obligación de advertir a Luz:
- Hoy no vendrá Gladys, mañana parte de regreso a Colombia.
- ¿ A ver a la familia ? – preguntó Luz.
- No. Ella es de Venezuela. Regresa definitivamente a América, ha
perdido el trabajo y no tenía grandes perspectivas de volverse a colocar aquí.
- Ya lo siento; era una mujer muy alegre. Hacíais muy buena pareja
– sonrió.
Germán se puso colorado como un
tomate y no pudo articular respuesta. Luz empezó la clase.
- Buenas noches, hoy, como os había prometido, cocinaremos un
plato típico de las fiestas, un pavo relleno. Le he pedido a Germán que me
ayude a prepararlo, creo que le puede venir muy bien a “nuestro chico” manejar
de primera mano los ingredientes de este guiso que, pese a lo que podáis creer,
es muy sencillo de preparar, sólo es necesario disponer de tiempo suficiente y poner
un poco de cuidado para que no se queme ni se reseque el pavo. Seguramente
pensaréis que la receta que os voy a dar es típica de Cataluña, no es del todo
correcto. El pollo o el capón relleno tradicional de Cataluña se rellenaba con carne de cerdo picada, judías secas cocidas,
canela y orejones de melocotón, aderezado todo con moscatel o vino rancio. El
que vamos a hacer hoy parte de la tradición andaluza, con unos toques
afrancesados, el mestizaje merece la pena ya que al final el relleno resulta más
sabroso.
El horno a máxima temperatura
proyectaba un calor tremendo, que se sumaba a la calefacción del aula, por lo
que Germán tardó poco en romper a sudar apelmazándosele el pelo; le picaba todo
pero no se atrevía a rascarse ya que resultaba muy desagradable que le vieran
enjugarse el sudor con la palma o el dorso de la mano y acto seguido empezar a
manipular los alimentos. Se mantuvo firme aunque inquieto, escuchando las
indicaciones de la profesora.
- No os dé miedo comprar un pavo o un capón hermoso, es un plato
de fiesta y se tiene que notar; además queda mucho más jugoso y lo que sobre
queda estupendo al día siguiente. Yo he comprado un pavo que pesa casi tres
quilos, pensad que en función de la potencia del horno deberéis tenerlo una
media de 35/40 minutos por quilo con el horno vivo, a temperatura máxima o
casi. El relleno lo preparo a ojo, no hay medidas predeterminadas, va en
función de los gustos de cada cocinero o de lo que tengáis a mano en la casa,
el pavo de hoy va con trufa, carne picada y ciruelas. Si no tenéis un bol
grande coged un barreño de los de la colada, cuidad que esté limpio y pringaros
bien las manos mezclando los ingredientes.
Poco a poco fue pasándole cada uno
de los ingredientes a Germán empezando por la carne picada, obligándole a
desmenuzarla con los dedos; cascaron sobre la carne hasta tres huevos,
añadieron un chorrito de leche y desmigaron las rebanadas de pan. Después
vinieron los frutos secos, un chorro generoso de jerez, las ciruelas y los
melocotones cortados en juliana y las especias, con la trufa muy picada al
final. Al quedar un tanto líquido y viscoso el relleno Luz animó a Germán a
añadir un par de rebanadas más de pan.
- Tened en cuenta que hace muchos años los pavos y los pollos que
se cocinaban en navidad se compraban vivos y en cada casa se ocupaban de
matarlos, desangrarlos, desplumarlos y eviscerarlos para la ceremonia del
asado. Eso ha pasado a la historia y es una pena porque ese ritual era tanto o
más importante que el propio asado; además con los menudillos se hacía una
parte del relleno, sobre todo con el hígado, el corazón y las mollejas. Todo
eso se ha perdido, ahora os venden el pavo casi de primera comunión, preparado
para el relleno, perfectamente limpio y desplumado.
Como era German quien tenía pringosas
las manos, fue el encargado de rellenar el pavo primero ayudado por un
cucharón, finalmente apretando con los dedos y embutiendo porciones del
relleno. Luz sacó de su bolsón una aguja exagerada e hilo de bramante.
- Germán – dijo sonriendo – hoy no sólo te toca cocinar, también
te toca un poco de costura. La aguja es lo suficientemente grande para que no
tengas muchos problemas para enhebrar, hay que cerrar muy bien tanto el hueco
del cuello como el pescuezo, ten en cuenta que si se sale el relleno quedará fea
la presentación, además todo el “mondongo” que has preparado se contraerá y
destilará algo de salsa, por lo que conviene que quede bien sellado.
Germán dio como pudo las puntadas
hasta conseguir que el pavo pareciera un monstruo grotesco de dibujos animados.
El horno echaba chispas y Luz advirtió:
- Cuidad mucho sobre todo la primera media hora de asado, como el
horno está muy fuerte puede pasar que se os churrasque la piel, tenemos tres
soluciones: Primera, darle la vuelta cada veinte minutos al “animal”, para esa
maniobra hay que ser muy mañoso ya que pesa mucho y no es fácil manejarse con
dos cucharones para ir volteándolo, sobre todo al final se corre el riesgo de
que se desmembren las patas o los alones y desmerezca un poco la presentación.
La segunda opción, que será la que empleemos, es la de cubrir por completo la
piel del pavo con lonchas de bacon, de ese modo evitamos que el calor se
proyecte directamente sobre la piel, que es muy frágil, además le da un toque
ahumado tanto a la salsa como a la propia carne; si soy maniáticos y no o gusta
el bacon podéis utilizar carnsalada o directamente lonchas de tocino frescas;
para que quede crujiente la piel del pavo los 20 últimos minutos desprended las
lonchas de bacon, retirarlas y dejar que se termine de hacer el pavo. La
tercera de las opciones es también con las lonchas de bacon pero en vez de
ponerlas al principio hacerlo la media hora final, así no se requeman tanto y
se presenta el pavo envuelto en tocino; si utilizáis esta última solución
comprar un tocino que sea bueno, que os lo corten en lonchas finas.
Como Germán estaba todavía con las
manos pringosas, sudoroso de quedar tanto tiempo sometido a los rigores del
horno, fue Luz la que cubrió con delicadeza el pavo hasta que quedó
completamente escondido bajo varias capas de bacon.
- Sólo me queda desearos felices fiestas a todos. Espero que nos
toque la lotería porque si no me vais a matar después de aseguraros que el
sitio en el que compré los décimos es de los que toca casi siempre. Nos vemos
el primer jueves después de reyes, queda una receta más de carne y los tres
postres.
Una tras otra se acercaron las
alumnas a despedirse cariñosamente, mientras tanto Germán se desprendió como
pudo de los restos de carne lavándose las manos en la pila y secándoselas
cuidadosamente con papel de cocina.
- Germán – dijo Luz -, márchate cuando quieras, yo esperaré a que
se termine de cocinar el pavo, es una pena dejarlo a medias; calculo que le
quedan bien bien cuarenta minutos más.
- No te preocupes, ya te ayudo a recoger y me espero a ver como
queda. Después de todo lo que he sudado no descarto prepararles esta receta a
los niños para el día de San Esteban, navidad la pasan con su madre y el 26
vienen para casa; yo no tengo casi familia a la que juntar, al final comemos
los tres solos.
- En casa, sin embargo – repicó Luz – nos juntamos casi cuarenta,
la verdad es que mis abuelos tienen mérito, todavía se lían a preparar mesas
para hijos, nietos y biznietos; es verdad que cada vez somos más los que
ayudamos, pero no deja de ser un follón… ¿Verás a Gladys? – cambió de tercio.
- Sí, la he prometido acercarla al aeropuerto – por coquetería
ocultó Germán que ella hubiera recalado en su casa.
- Dale un beso de mi parte, ha sido una alumna especial… Todos
habéis sido muy especiales, es mi primer curso de cocina básica como profesora,
espero haberlo hecho bien.
- Estupendamente, por lo menos a mi me ha resultado útil y muy
entretenido…
- Además has ligado, bribón.
- No te creas, Gladys no es una mujer fácil.
- Ninguna lo somos, y menos a partir de ciertas edades; todos nos
llenamos de manías – miró a los ojos a Germán -. ¿Triste?
- ¿ Por…?
- Porque se vaya Gladys.
- No especialmente; la vida se ha complicado mucho en Barcelona,
en España, y es lógico que la gente se marche; tampoco yo podía ofrecerle lo
que ella necesita.
- Cómo sois los hombres, de verdad… Anda dale un vistazo al pavo
para ver si podemos quitarle ya la cobertura de bacon y darle el último toque
de horno. Como has sido buen pinche nos partimos la pieza, media para ti, media
para mi; esto aguanta tres o cuatro días sin problemas y como fiambre está
exquisito.
- Gracias …
- Por cierto, me tienes intrigada con ese libro que me dijiste que
tenías sobre Marc Chagall, cuéntame.
- Una tontería, por casualidad ha llegado a mis manos una
autobiografía que escribió Chagall, con la particularidad de que el ejemplar
que he conseguido está dedicado por el propio Chagall a un marinero de Tossa,
por lo visto pasó allí algún tiempo y trabó amistad con la gente del pueblo; la
verdad es que le gané el libro al poker a un amigo muy pijo que colecciona
libros de arte.
- Cómo que una tontería, mataría por ver el libro.
- No sólo lo verás, pensaba regalártelo, seguro que en tus manos
está mejor que en las mías, seguro que tú lo apreciarás de verdad.
- ¿No estarás ligando conmigo?
Germán, que todavía no se había
deshecho de los calores del horno, volvió a ponerse como un pimiento rojo.
- Piensa que podrías ser casi mi padre.
En un instante se le agolparon sobre
el alma los cincuenta años casi cumplidos, la falta de una actividad física que
le tonificara, los descuidos, la grasa del abdomen, la papada, la flaccidez de
los brazos, las ojeras, las entradas incipientes, el pelillo que se le asomaba
de las orejas, la nariz que no dejaba de crecer, las manchitas en el dorso de
la mano, las tetillas como pingajos, los hombros caídos, el mal aliento
matutino, los reflujos de madrugada… Todo se le atenazó en la garganta
dejándole un leve hilo de voz.
- Cómo se te ocurre eso, si realmente podría ser tu padre.
Luz dio una fuerte risotada y le
besó en ambas mejillas.
- No me hagas mucho caso, mis padres desde siempre me han
asegurado que era muy brusca en mi relación con los hombres, que por eso sería
imposible que se me acercara ningún chico; fíjate, en un par de años cumpliré
los cuarenta años y todavía no he conseguido que una pareja me dure más de unos
meses.
Terminaron
de recoger ya en el límite del tiempo de cocinado del pavo, Luz pinchó la
pechuga con la punta de un cuchillo fino – el “cuchillo del chef” lo llamaba
ella – y, tras comprobar que el agua que supuraba era prácticamente
transparente, apagó la fuente de calor y depositó la bandeja sacada del horno
sobre la encimera. Buscó un cuchillo más grande y un tenedor, con decisión clavó
el cuchillo sobre la parte superior del esternón del ave, el tenedor fijaba la
pieza para que no se moviera, y con una maniobra firme y rápida abrió el pavo
en canal, quedando el relleno como un bloque sólido y redondeado en el que los
frutos secos, las ciruelas y el melocotón le daba la apariencia de un rústico
cofre. Partió el relleno en dos, sustituyó el cuchillo por un cucharón para
distribuir en dos tuppers las mitades simétricas del pavo. Le dio a Germán la porción
que le correspondía y besándole nuevamente la mejilla se despidió:
- Bueno, feliz navidad; cuando regresemos de fiestas espero que
tener la ocasión de ver ese libro tan misterioso. Dale un beso a Gladys de mi parte.
Se marchó sin esperar a que él
hubiera articulado la respuesta. Eran las diez de la noche pasada, Germán
marchó también con prisa y con cierta preocupación por comprobar como andaban
los preparativos de partida de Gladys.
Al llegar al piso encontró la
entrada en semipenumbra, en la televisión sonaba una melodía muy tenue que
recordaba al bolero de Ravel. Ya en el salón se encontró alineadas en el suelo
una línea de pequeñas velas separada por dos palmos de distancia, una hilera de
luces tintineantes que le conducían al baño. Gladys estaba en la bañera con los
ojos cerrados, canturreando sin tener conciencia de ser observada; había velitas
sobre la práctica totalidad de las superficies elevadas del baño, incluida la
taza del váter y el bidet.
- Hola mi amor – ella le saludó -, qué suerte que hayas venido un
poco más tarde, así he podido preparar todo esto para ti – se incorporó y abrió
los ojos mostrándole los pechos desnudos y cubiertos en parte de espuma, como
un postre de melocotones melva sobre nubes de Chantilly.
- ¿No me vas a dar un beso? Espero que los dos quepamos en la
bañera, es una pena que hayan dejado de poner bañeras grandes en las casas
modernas. Nos pobres hemos perdido incluso el derecho a estos pequeños lujos.
Aquí apretaditos podremos hacer muchas cositas – sonrió.
Germán hizo un hueco como pudo entre
las velas, apartando algunas de ellas, sobre la superficie liberada dejó el tupper,
colgó el abrigo en el gancho de los albornoces y empezó a desnudarse.
- Había traído la cena, pavo relleno. Luz me ha pedido que me
despida de ti, te desea la mejor de las fortunas para el futuro.
- Tiempo tendremos de cenar, vente para el agua que se está
enfriando.
Al entrar en la bañera Germán,
caprichos de Arquímedes, hizo que se desbordara una parte importante del agua,
alguna de las velas se apagó, otras salieron flotando por el suelo del baño
haciendo que el juego de luces y, sobre todo, de sombras convirtiera la
estancia en el escenario de un sueño fantasmagórico. En el salón seguía sonando
el bolero de Ravel ganando intensidad, Germán sospechó que Gladys había
conectado la música y se había metido en la bañera cuando escuchó que se abría
el portal, sólo así era posible una sincronización tan perfecta y, sobre todo,
que el agua siguiera a una temperatura aceptable.
La más leve de las maniobras
amatorias producía un oleaje incontrolable, en pocos minutos la práctica
totalidad del agua y de la espuma se terminó de desparramar por el suelo
primero del baño y poco a poco del pasillo, arrastrando suavemente las velas.
Poco les importó, estaban enfrascados en el último de los encontronazos.
Hicieron como pudieron el amor
dentro de la bañera, salieron y continuaron amándose contra la pila del lavabo,
después sobre el sofá del salón y finalmente en la cama de los niños. La casa
era un gran charco en el que iban apagando las velas fundiendo en negro la
velada. A eso de las cinco de la mañana tenían que salir hacia el aeropuerto,
previamente habrían de cargar el coche con los fardos apilados en el dormitorio
de Germán, convertido en un desordenado almacén. Obsesionados por no dormirse a
eso de las cuatro de la mañana consiguieron despegar sus cuerpos, ambos tenían
un hambre atroz; mientras Germán preparaba un café Gladys regresó al baño para
recuperar el tupper con el pavo; Gladys había dejado fuera de sus valijas un
par de albornoces blancos que parecían robados de un hotel, con un logo
señorial a modo de escudo bordado. Despedazaron con los dedos la pata y el alón
del pavo, comieron glotonamente el relleno y juguetearon con los dedos
grasientos acariciándose todo el cuerpo, volviéndose a enzarzar y a encajarlos
cuerpos en una última ráfaga de pasión. A eso de las cinco menos veinte Gladys
paró en seco y ordenó:
- Germansito, ahora a la ducha que todavía veo que pierdo el
vuelo.
El piso había quedado asolado, como
si hubiera pasado una tormenta tropical. Acercó Germán el coche al portal de la
casa y fueron cargando los bultos primero en el maletero, después en el suelo y
en los asientos traseros, finalmente Gladys hubo de colocarse un par de
bolsones sobre las piernas y quedar comprimida, con el coche a punto de
estallar.
Por suerte no había prácticamente
tráfico a aquellas horas, sólo se cruzaron con algún taxista despistado
buscando una carrera al filo de una noche helada. Ya en el aeropuerto Germán
salió solícito para localizar un carro y abrir la puerta a Gladys, que escapó
como pudo de aquél marasmo de bultos. El carro apenas podía soportar el peso y
equilibrio. Antes de adentrarse en la gran sala del aeropuerto Gladys le colocó
la palma de la mano sobre el pecho.
- German, no es necesario que me acompañes al embarque, será todo
más difícil – le selló la boca con un beso largo y sabroso durante el cual él
pensó en pedirle que se olvidara del avión, que volvieran a la casa para
recoger el agua del suelo, las velas y los restos del pavo relleno. Sin embargo
cuando terminó el beso no le salieron otras palabras que un escueto “buen
viaje, te echaré de menos”.
Ella pasó al interior del recinto
empujando a trancas y barrancas el carro, recomponiendo el peinado y meneando
por última vez en España sus posaderas rotundas, embutidas en unos imposibles
pantalones de color naranja, ceñidos hasta convertirse casi en su propia piel.
No tornó la vista en ningún momento, dudó un instante hasta localizar el
mostrador en el que tendría que embarcar. Cuando Germán perdió su rastro se dio
cuenta de que un par de policías municipales fotografiaban la matrícula de su
coche y colocaban sobre el parabrisas el comprobante de una multa de
aparcamiento. Fue corriendo hacia el coche y protestó con cierta amargura.
- De gracias de que todavía no ha llegado la grúa.
Fue la única respuesta que recibió mientras los agentes
se marchaban hacia otro coche. Estaba claro que los pobres disponían de poco
tiempo para la melancolía y el romanticismo, eso sí, si pagaba la multa
voluntariamente en menos de 24 horas conseguiría una rebaja del 40% de la
sanción.
Precioso el cuadro. Espero que Gladys haya volado sin novedad y llegue a su tierra. El pavo relleno no es que me vuelva loca, es muy laborioso y nunca lo hice, requiere la paciencia que yo nunca tuve. Jubi
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