Me he levantado – mejor dicho, mis hijos me
han levantado – a las siete y media de la mañana; en domingo estos madrugones
deben ser pecado. Mientras los niños se tomaban una leche con cola-cao yo me he
encontrado en la cocina restos de la cena de ayer, en concreto una rebanada de
pan de pasas con nueces con un poco de aceite y tomate; me lo he tomado con
unas sardinillas en conserva de la marca Vigilante. No sé si es un desayuno
gourmet, pero me han sabido a gloria.
Quedan sobre la mesa los últimos regalos de
mi cumpleaños, está claro que finalmente El Diletante ha colonizado parte
importante de mi vida y los regalos de cumpleaños son referencia inequívoca de
esta colonización: El último libro de Anthony Bourdain – el cocinero de Les
Halles en Nueva York -; un espectacular catálogo de fotografías, recetas y
referencias de El Bulli titulado “Como Funciona El Bulli”; un corta fiambres
industrial que llegó casualmente cuando acababa de cocinar un rostbeef que
presenté en láminas casi transparentes a la hora de comer, un éxito, una
máquina que espero dé grandes tardes de gloria en mi cocina. Yo mismo había
encontrado el jueves una oferta en la casa del libro, un recetario de cocina de
las islas del mediterráneo por cinco euros – con fotografías incluidas, un
chollo.
Libros y aparatos de cocina van acumulando
en casa y terminarán convirtiéndose en una especie de museo de la diletancia
que espero que conserven mis hijos, que ahora juegan con cochecillos en su
cuarto.
Uno de los libros más particulares que me
han regalado estos días es un recetario de bruja titulado “Cocina para
Enamorarse”, escrito por Brigitte Bulard-Cordeau, una periodista francesa que
tiene su propio blog y que hace girar toda su obra alrededor de las brujas - http://www.brigittebulardcordeau.com
-. La edición española, Editorial Océano 2011, reproduce al detalle la edición
francesa, con fotografías, dibujos y con el papel que evoca los libros de
coleccionista del siglo XIX, páginas ribeteadas en oro, letra art Decó; incluso
toquetear el libro es una delicia.
No es la primera vez que escribo sobre
brujería al referirme a la cocina, hay que reivindicar ciertos elementos de
brujería en los fogones. Lo primero que debería hacerse es romper el mito de la
bruja fea y retorcida, hay que reivindicar las brujas hermosas, como las que
pintó Durero a mediados del siglo XV, documentándome sobre esta entrada he
encontrado una página web dedicada a las brujas sexys: http://sexywitch.wordpress.com ; un
divertimento agradable incluso para los no aficionados a la cocina.
La segunda de las reivindicaciones tiene
que ver con la propia palabra: bruja, witch en inglés. Puestos a buscar nombres
más sensuales la palabra francesa Sorcière es mucho más amable que la
castellana bruja. Sorciere viene del latín Sorts – suerte o destino -, de modo
que una Sortiere sería una persona que habla o trata de la suerte o el destino.
De sortiere a sorcière no hay sino un pequeño pulido en la pronunciación. No sé
si sería posible castellanizar esta palabra y convertir a las brujas “suertudas”,
aunque definitivamente me gusta más la palabra francesa.
La bruja Bulard-Cordeau no prepara fórmulas
o filtros, sino recetas sorprendentes que podrían seducir al comensal más descreído.
De entre los distintos platos que propone me ha llamado la atención un guiso de
conejo al cacao, un plato enmarcado con una advertencia divertida: “El conejo
evoca la fecundidad y el chocolate está relacionado con la felicidad: Una
receta de seducción infalible”.
Para este guiso se necesita un conejo de
poco más o menos quilo y medio, troceado. 140 gramos de cacao amargo en polvo,
3 zanahorias, un apio, 2 cebollas, 1 litro de vino blanco, 120 gramos de
mantequilla, 60 gramos de harina, 2 cucharadas de aceite, 4 clavos de olor
(especia), un ramillete de hierbas (bouquet Garní que tiene perejil, tomillo y
laurel), sal y pimienta. Para adornar el plato en el momento de ser servido la
autora recomienda presentarlo con 50 gramos de grosellas, supongo que hará el
mismo servicio cualquier otro fruto rojo.
La receta se presenta de un modo un tanto
esquemático, voy a intentar completarla paso por paso.
Se limpian y pelan las zanahorias y el
apio, se cortan finas. Se pelan también las dos cebollas, se cortan por la
mitad y se pincha un clavo en cada una de las mitades.
Se pone en un plato sopero el polvo de
cacao – 100 gramos – y se pasan los trozos de conejo por el cacao, previamente
se tendrá que haber salpimentado el conejo (si asusta un poco tanto cacao se
puede rebajar un poco el reboce mezclando el cacao con harina).
Se ponen todos los ingredientes en una
recipiente de plástico – en un tupper – con el ramillete de hierbas, el
chorrito de aceite y un litro de vino blanco – aunque el libro nada dice yo
creo que un vino griego con un punto resinoso puede dar buen resultado -. La
mezcla ha de marinar en la nevera por lo menos 12 horas.
Pasado ese tiempo se retiran los trozos de
conejo y se pasa el vino con las verduras a una cazuela, poniéndolo a fuego suave
durante 30 minutos, para que reduzca. Pasada la media hora se retira el
ramillete de hierbas.
Los trozos de conejo se rehogan en la mantequilla
lo justo para que se hagan por fuera. Rehogados se colocan en una bandeja para
el horno y se cubren con la salsa ya reducida – la receta nada dice pero yo
creo que convendría pasar por la batidora las verduras, para que quede como una
crema ligera -. El conejo ha de estar en el horno, precalentado a 200º, poco
más o menos una hora.
Cuando esté a punto de terminar la cocción
se retiran los trozos de conejo nuevamente – el conejo sale y entra del guiso –
y a la salsa que queda se le incorpora el resto de mantequilla, una cucharada
de harina y el cacao. Con una cuchara de madera se remueve la salsa al calor
hasta que quede bien ligada la salsa – oscura y no muy espesa.
Para llevarlo a la mesa se ponen dos o tres
trozos de conejo por comensal, se cubre la carne con la salsa y de guarnición
unas grosellas. Vista la evolución del plato tal vez las grosellas podrían
sustituirse por unas zanahorias pequeñitas, torneadas, un toque naranja puede
aliviar un plato un tanto oscuro.
Sólo un deseo final. Cada una de las
recetas de Brigitte Bulard-Cordeau hace referencia al efecto que puede producir
en el ánimo o sentimiento del comensal; esperemos que no todas ellas se
cumplan.
Tu biblioteca de "cocina" va engordando por momentos lo mismo que los diversos artilugios que vas almacenando, te propongo que cierres una terraza y la dediques al "arte culinaario". El conejo al cacao abre cualquier apetito. Jubi
ResponderEliminarOtra vez felicidades diletante.
ResponderEliminarLástima de receta, porque a mí los conejitos me encantan, vivos.
Los he tenido de mascota durante muchos años y son ¡tan monos!. Tan suavecitos y cariñosones.
De todas formas creo que tu receta es estupenda.
Por cierto, hoy me han dicho que nos están buscando un finde "charro" con excursiones con 4x4 entre toros. A ver si cuaja porque puede estar muy bien y seguro que inventas una receta de rabos, orejas, morros y esas cosas que les gustan a los de esas tierras.
LSC
El chocolate da a los platos de caza un color y un sabor especial, casa bien con las perdices y todo tipo de estofados.
ResponderEliminarEsta receta es muy apetecible, hay alguna de tus seguidoras que sabe de hadas.