Germán se acostumbró a vivir
sin noticias de las que habían sido sus mujeres, primero pasaron horas, después
días, semanas y, finalmente, meses. Germán se fue instalando en sus rutinas,
descartando finalmente afrontar nuevos cursos de cocina, los recortes le
obligaban a ajustar al céntimo y cualquier gasto superfluo terminó siendo
eliminado. A medida que los días se alargaron y el tiempo fue templándose hasta
llegar a la primavera él fue atemperando su humor, resignado a ver pasar los
días sin sobresaltos, vivir sin sustos terminó siendo una bendición. En la
oficina terminaron de echar a los últimos contratados y se anunciaba un recorte
de sueldo adicional de sueldo para el verano que podría llegar al 3%.
Entrados ya en el mes de mayo, cuando Luz, Gladdys y las
clases de cocina eran casi una nebulosa en la que se mezclaban sueños y
pesadillas, cuando ya había terminado de pagar todos los excesos y las tarjetas
de crédito respiraban; hecho ya un cocinero de pro gracias a las rectas de
internet y las notas compiladas por Luz; Germán recibió un largo correo, no
sabía si por sorpresa o a traición.
“Querido Germán, siento haberme demorado tanto en ponerme en
contacto contigo. Me costó un poco dar con el libro, eres un puñetero y la
verdad es que lo escondiste estupendamente, tanto que tardé casi media hora en
localizarlo en el Turó Park. El libro y, sobre todo, el dibujo original, son
deliciosos. Sabías que lo primero que vio Chagall fue un abrevadero, nosotros
no tenemos tanta suerte y todos nosotros lo primero que vemos son las batas
verdes de los médicos y lo primero que oímos son las voces de mando de las
comadronas; nacer es hoy más seguro, también más aburrido.
Pero no he querido ponerme en contacto contigo para compartir
reflexiones sobre los nuevos partos, tampoco sobre Marc Chagall, al que espero
sigas aficionado, te escribo para hacerte una proposición hasta cierto punto
indecente … bueno, todo lo indecente que pueden ser las cosas entre profesora y
alumno, una vez superado el síndrome inverso de Miss Robinson.
No sé si te acuerdas de mi hermano Daniel, el que trabajaba de
cocinero en La Balsa, al pobre le despidieron después de navidades; a mí
tampoco me fueron bien las cosas, no me han vuelto a llamar para dar clases de
cocina, puede que fuerais muy severos con las valoraciones, o puede que el
ayuntamiento ya no pueda hacer cursos de cocina en una temporada. La cuestión
fue que él capitalizó su paro y yo puse los cuatro euros que tenía ahorrados,
entre los dos arrendamos un restaurante del viejo barrio de Sarriá, llevaba
cerrado un par de años, nuestra intención no era ni mucho menos reabrirlo, sino
organizar una empresa de catering un tanto especial, mi hermano es un freaki de
los fogones y se planteó lo de organizar cenas privadas, cocinar para otros sin
riesgos, un showcooking para gente con pasta, yo le hecho una mano y, de paso,
me saco unos eurillos, que no viene mal.
El sábado que viene tenemos un grupo grande, de esos con los que
hemos de quedar bien; el chico que normalmente nos ayuda tiene no sé qué follón
este fin de semana y he pensado que a lo mejor a ti te podría hacer gracia
hacernos de pinche, según como vaya la cosa puede que te saques hasta 300 euros
limpios, además de la comida y la cena gratis y la oportunidad de volvernos a
ver.
Sinceramente nos vendría muy bien que aceptaras la propuesta
porque tenemos la agenda muy esquilmada y para este tipo de trabajos es
preferible contar con gente de confianza, los que nos mandan de la ETTS o son
unos ineptos o unos mangantes, incluso alguno cuenta con las dos virtudes.
El trabajo es duro ya que necesitamos que estés a las 9 menos
cuatro de la mañana en la puerta del mercado de La Libertad, el que hay detrás
de la plaza de Gala Placidia, has de vestir un tejano y camisa blanca, allí te
esperará mi hermano con un grupo de comensales. Lo especial del negocio es que
mi hermano queda con los comensales ya por la mañana para hacer la compra. Por
la mañana lo único que tienes que hacer es acompañarle por los puestos del
mercado, ir cargando con el carrito y las bolsas. A la fase de compra yo no
puedo ir, es solo para hombres, yo me incorporo a la comida. Tu trabajo es de
pinche, te lo iremos indicando todo, no necesitamos camareros ya que el local
es muy pequeño y los mismos comensales en la medida en la que pululan por la
cocina hacen las veces de servicio. Tampoco hay que recoger ya que a la mañana
siguiente pasa una señora que en tres horas deja el sitio como los chorros del
oro.
Necesito respuesta rápida, de modo que si en seis horas no
recibo contestación entenderé que, por la razón que sea, declinas mi
invitación; tendremos entonces que tirar de ETTS y dejar nuestro reencuentro
para mejor ocasión.
Gracias de antemano. Por si quieres informarte del negocio, se
llama El rebost del Zascandil, la web es www.zascandilrebost.cat; a mi hermano le
llamaban Zascandil de pequeño y siempre le hizo gracia ese calificativo.
Me olvidaba, mi hermano no tiene mucha pérdida, irá con camisa
blanca, no es muy alto, completamente rapado al cero y con un penacho de pelo
bajo el labio inferior, está claro que los nuevos restauradores terminan
pareciéndose a los mosqueteros.
No tengo ni idea de con cuantos ha quedado, sólo sé que la cena
es importante y, como te decía, si sale bien, puedes llevarte 300 euros por la
patilla, sin otra complicación que la de seguir mis indicaciones en las
recetas, vamos, lo que estuviste haciendo pagando durante unos meses. Espero
que no se te haya olvidado”.
Germán tardó un minuto en
contestar con un escueto: Allí estaré.
Ese fin de semana no le tocaban niños, si ha caso llevar a Gerard al partido
del domingo. Ver a Luz y ganar 300 inesperados euros era la mejor de las
propuestas del mundo. Ni siquiera tuvo que consultar la web del zascandil para convencerse.
El 8 de mayo de 2013 no tenía nada mejor que hacer.
A los 8 y media ya estaba
merodeando la puerta del mercado, viendo como descargaban las últimas cajas de
pescado y despachar en los puestos de fruta del exterior.
Daniel el zascandil entraba en
un bar de la zona y al descubrirle con la camisa blanca y actitud de vigía le
hizo un gesto uniendo el índice y el pulgar de la mano derecha y llevándoselo a
la boca como si fuera una taza de café.
- Germán, no? – le dijo aliviado Daniel -, no sabes el marrón que
nos has solucionado; hoy tenemos la cena más importante desde que abrimos y yo
ya no me puedo permitir el privilegio de palmar más pasta. He de terminar de
hacer cuentas, pero creo que hoy seremos 22 ó 24, ahora nos lo concretarán,
contactó conmigo un tal José Mª, lleva un blog de gastrónomos aficionados que
se llama Un Diletante en la Cocina, una página bastante amateur, destinada a
los amigos; este tío forma parte de una especie de choco que se llama Can Cufa,
no de digas de donde viene el nombre, no tengo ni idea; la cuestión es que le
expliqué cómo funcionamos, le mandé un correo con las tarifas, él pago la señal
de 600 euros – que es el coste de poder contar con el local durante toda la
tarde y la noche de hoy -; pactamos un menú clásico y hemos quedado ahora para
almorzar y hacer la compra, es parte de las especialidades del Zascandil, los
comensales si quieren pueden venir a comprar con el chef.
Daniel
era una metralleta que no dejaba ni un resquicio de silencio entre palabra y
palabra, lo de zascandil le venía al pelo. Era bastante más joven que Luz,
puede que no hubiera cumplido todavía los 30 años.
- Germán Utiel, encantado. Te habrá dicho tu hermana que yo vengo
de pinche de batalla, mi única experiencia es el curso que me dio tú hermana en
la junta del barrio, una cosa muy básica.
- No te preocupes, no necesitamos mucho más; ahora reunimos al
grupo, sólo chicos, almorzamos de forquilla y compramos los ingredientes para
la noche. Tu has de arrastrar el carrito de la compra e ir colocando lo que compremos.
Si encarta entras en la conversación pero en el precio que te pagaré no está
incluido lo de darle cháchara a los clientes, eso me toca a mí. El mínimo para
ti 200 euros, pero si sale bien la cosa puedes llegar a trecientos si al final
hay propina.
La
camisa blanca que llevaba Daniel tenía bordadas en letra minúscula de color
azul la leyenda “El Zascandil”. Se les acercó a la barra un tipo de unos
cuarenta años, con el pelo alborotado y gafas.
- Daniel ? Soy José Mª … El Diletante.
- Encantado – saltó Daniel -, este es …
- Germán.
- Gracias. Será muestro ayudante esta mañana.
- Este es Enric – continuó el diletante – es el único puntual del
grupo, ha sido el quien se ha fijado en vosotros. Tomamos si queréis otro café
y esperamos al resto del grupo.
El
diletante tecleteó un rápido mensaje en el móvil convocando al resto del grupo
en aquel barillo.
- No comáis nada – advirtió Daniel – dentro tenemos reservada una
mesa para almorzar, me he asegurado de que hoy hubieran preparado unos callos y
unas patitas de cordero a la riojana. Cuando abrí el negocio los clientes me
pedían que fuéramos de compras a la Boquería pero aquello era un carajal lleno
de guiris en el que perdíamos toda la mañana y nos la terminaban colando. Aquí
me conocen desde niño y el mercado encaja perfectamente en lo que necesitamos,
bien de precio y amable.
Enseguida
llegó Rafa, con gesto serio y concentrado.
- Es el Jefe de Can Cufa – le presentó el Diletante – en el fondo
el culpable de todos estos líos.
- ¿Can Cufa? – preguntó Daniel.
- Es la primera sílaba del apellido de mi mujer y el mío, el
nombre de nuestra casa en Valldoreix; es importante ponerle nombre a las cosas
nuevas. Como la primera cena de este grupo de amigos fue en nuestra casa le
pusimos este nombre, a nadie se le ha ocurrido ninguno mejor; de hecho los 12
miembros hemos pasado a ser los cufos.
- Muy cachondo – respondió Daniel -, así que sois en principio 12,
pero aquí el Diletante me dijo que se apuntaba alguno más.
- Sí – apuntó el diletante -, el primero que ha venido es Enric,
por la noche vendrá Isabel, también vendrá Jordi, que tiene una fábrica de
patés en Girona, un crack en esto de la restauración; a media mañana llegan un
par de amigos directamente desde Alemania, que vienen ex profeso a la cena, él
me ha dicho que si puede se apunta a la compra y a la cena vendrán un par de
amigas más de mi mujer que también tienen curiosidad por la experiencia del
ShowCooking. 20 en total.
Mientras
conversaban llegó Felipe, elegante como un gentleman de la city londinense,
entró fumándose un purito al que todavía pudo darle un par de caladas. Salvi
vino poco después y se quedó mirando fijamente a Germán, puede que le conociera
de antes, quien sabe si no había sido paciente en su consulta. Ferrán llegó
echando pestes por las dificultades que había tenido para aparcar y
disculpándose porque no le gustaba ser puntual. Un Jordi más se incorporó medio
asfixiado porque había tenido que dejar previamente a su hija en casa de su ex.
No
todos se conocían entre sí, así que entre presentaciones y saludos se
consumieron varios minutos para desesperación del encargado del bar que veía
que apenas se consumieron un par de cafés ya que con cada llegada Daniel
anunciaba que dentro esperaba el almuerzo.
Entraron
al mercado como quien entra en una discoteca, ruidosos y dicharacheros. Al
fondo del mercado les aguardaba una mesa en una esquina estrecha, junta a una
barra en la que humeaban varias sartenes y se cantaban las primeras comandas:
Tortillas combinando todo tipo de verduras, judías del gantxet, butifarras de
distintos colores, callos, patitas de cordero con salsa gruesa de tomate, todo
acompañado de pan con tomate y de unas cañas frescas, con los dos dedos de
espuma de rigor.
Germán
se desayunó en silencio un plato de callos ayudado por un cuarto de barra de
pan y un par de cervezas. Salvi no dejaba de interrogarle para descubrir la
conexión que hacía que su cara le resultara tan familiar, Germán fue
contestando cuanto pudo sin dar muchos detalles de su vida ni de su papel en
aquella función. De repente llegó un profundo vahído a magnolias, una de las
camareras era una exuberante latina que dejó sin palabras a Salvi y a Germán.
Rafa
interrumpió el cruce de las conversaciones.
- A ver, un poco de orden; gracias a José Mª hemos conectado con
Daniel, que nos dedica todo el día y nos va a preparar un menú especial que
arranca justo aquí, frente a estas morcillas y estos callos que, por sí solos,
merecen el esfuerzo de madrugar. Bueno,
Daniel, cuéntanos.
- Si no hay novedades en el menú, que no puede haberlas, nos toca
comprar ahora los principales ingredientes, como éramos un montón he tenido que
hacer alguna gestión previa para que no nos fallen los productos. Este mercado
es de absoluta confianza. Empezamos por la parada de pescado.
Como
si se tratara de una representación fueron superando cada una de las
estaciones, recibiendo las indicaciones tanto de las encargadas de las paradas
como la del propio Daniel, que fue haciendo aclaraciones. En la parada del
pescado compraron casi un quilo de camarones frescos, dos langostas de poco
menos de dos kilos cada una.
- Seguro que son menorquinas ? – inquirió Felipe mientras las
sopesaba y comprobaba su intenso color rojo -, como sean canadienses el lunes
por la mañana nos tienes aquí reclamando.
La
estrella de esa primera estación fue una lubina salvaje de varios kilos que la
pescadera presentó entera y tuvo que dedicar casi 20 minutos en preparar
sacándole las supremas y guardando ordenadamente los despojos en varias
bandejas. También les sirvieron un par de kilos de almejas hermosas y
langostinos, que no eran de Benicarló sino de un pueblo cercano.
El
carnicero les invitó a que le acompañaran a una cámara que había en los sótanos
del mercado, allí les aguardaban varias reses abiertas en canal, colgadas como
piezas de un imposible museo. El encargado les aseguró:
- Son vacas viejas de Girona, las tenemos que vender diciendo que
se trata de buey porque es lo que está de moda pero son vacas de toca la vida,
tienen una carne exquisita, beteadita de grasa, vuestra vaca lleva ya 10 días
al relente, esta noche estará en su punto, os saco ahora una docena de
entrecots que no se los va a saltar un gitano. Si tenéis más cosas que comprar
os los subo en un rato.
La
tercera de las paradas fue en la de la fruta, en la que ya le tenían preparadas
varias bolsas de plástico con todo tipo de verduras y con melocotones de
Calanda y los primeros fresones de hueva. La primavera rompía espectacular en
el mercado, Germán cargaba con un carro de ruedas, aunque alguno de los
acompañantes le ayudaba con las bolsas con los productos más delicados.
- Señores – anunció el diletante -
Her Hugo está ya en el aeropuerto y me pide la dirección exacta para
incorporarse a la partida matutina.
- Qué nivel – bromeó Ferrán – nos hemos internacionalizado, un
alemán se apunta a Can Cufa, incluso un madrileño – le guiñó un ojo al
Diletante.
Rafa
mientras tanto disparaba fotografías a diestro y siniestro con el fin de
documental hasta el mínimo detalle aquella jornada.
Aguardaron
un momento a la puerta del mercado a que
llegara el taxi con Hugo; mientras esperaban Daniel y Germán llevaban la compra
a la furgoneta con la leyenda “EL Zascandil. Catering”. Eran las once y media
de la mañana y todavía quedaba elegir los vinos en una tienda cercana al
mercado, en una de las bocacalles de Mayor de Gracia, el barrio en el que
todavía vivía Olga, la ex de Germán y toda su familia. Era curioso que durante
los años de matrimonio no hubiera reparado nunca en aquel mercado.
A la
puerta de la tienda de vino Daniel les advirtió:
- Caballeros, como comprenderán son libres ustedes de elegir los
vinos que más les plazcan, sin embargo les recomiendo, porque es más divertido,
que elijan para la cena los mismos vinos que habremos de emplear para cocinar.
Creo que al nivel culinario en el que ustedes se mueven puede ser interesante
ver como se comportan los vinos en el plato y en boca.
Pese
a su juventud Daniel mantenía un riguroso usted aprendido de sus años de
estudio en escuelas de hostelería suizas y francesas, las que ahora le
permitían moverse como un gran chef entre aprendices, nadie diría que apenas
llegaba a medir 170 centímetros y que pesaba 65 kilos, un alfeñique con la
maneras de un príncipe de los fogones.
- Necesitaremos – continuó – un poco de champagne, siento ser un
poco estirado pero si hemos de ser fieles a la receta original es champagne y
no cava el ingrediente empleado, también un blanco que no sea muy ácido y para
los tintos yo necesitaré un burdeos. Con estas consideraciones conviene buscar
vinos con algo de recorrido, de verdad que merece la pena. Para los postres un
Lustau puede completar bien el plato previsto.
El
Champagne fue un Taittinger Brut Reserve, cogieron 6 botellas; para los blancos
un albariño – El Jardín de Lucía, les encantó la etiqueta -, se animaron con
una caja más de seis botellas. Para los burdeos fue Daniel quien tomó la
batuta, aunque Felipe realizó un par de apuntes para centrar el tiro, cogieron
3 botellas de Domain de Chavalier 2000 y, a propuesta de Enric, otras 3
botellas de un priorato, Dofí, que podía competir sin problemas con los
franceses. Para el postre un palo cortado de Lustau.
Daniel
fue guardando ordenadamente todos y cada uno de los resguardos de compra tanto
del mercado como de la bodega ya que aunque tenía que ir adelantando él los
pagos al final debería cargar las facturas a los comensales. El compromiso era
que en la compra de productos y materias primas no se aplicaba recargo directo
a los comensales, sin perjuicio de que Daniel tuviera pactadas pequeñas comisiones
con sus suministradores.
A la
salida de la bodega, con Germán cargado de nuevo como un mulo, Daniel se
despidió:
- Caballeros, empezaremos a cocinar hacia las cinco y media, si
todo va bien creo que podrían convocar a las señoras para empezar los aperitivos
a las 21’30 horas. Recuerden no conviene comer mucho y ruego que aquellos que
quieran cocinar conmigo se abstengan de bebidas alcohólicas ahora al mediodía.
Hay que preparar cena para 20 personas, empezamos prácticamente desde cero, no
nos conocemos de nada y cualquier despiste puede frustrar la experiencia.
Tras
una despedida efusiva se fueron dispersando, anhelando que llegara la hora en
la que se verían de nuevo, a las cinco y media en los fogones del Zascandil, un
viejo restaurante de Sarriá reconvertido ahora en taller gastronómico
consistente en un gran salón con una cocina de isla en el centro, rodeada por
un mostrador redondo, abierto por un lado para salir hacia las cámaras. El
mostrador redondo tenía capacidad para hasta 25 comensales que, sentados sobre
los taburetes, podían ver moverse al cocinero y sus pinches por el círculo
interior, alrededor de una gran isla con fogones, una torre que integraba dos
hornos – uno de ellos para cocinar al vacío – un microondas, una gran pila de
agua con dos senos y los grifos articulados como si fueran duchas extensibles;
la mitad de la isla central la conformaban electrodomésticos, la otra mitad una
gran losa de mármol blanco en la que podían verse las evoluciones de los
marmitones. Por fuera dos hornos más, de gran capacidad (el local en tiempo fue
una pizzería), una nevera de dos puertas, una fresquera, un gran congelador
horizontal. La mayoría era aparatos de segunda mano comprados en subastas
judiciales de restaurantes y hoteles que habían caído en quiebra. Daniel, un
obseso de la limpieza, había conseguido que todo aquel local luciera como
recién estrenado. Cubertería, cristalería y mantelería los había adquirido de
ocasión a un viejo chef catalán que acababa de perder sus estrellas estrella
Michelin y buscaba acomodo como gurú mediático de la cocina, un viejo maestro
con el que Daniel había realizado un largo Stage.
Daniel y German con la furgoneta hasta los
topes se dirigieron al Rebost del Zascandil, dejaron la furgoneta estacionada
en una calle peatonal, frente a la puerta trasera del antiguo restaurante, allí
les esperaba Luz, que dio dos besos en las mejillas primero a Germán y después
a su hermano, parecía que acabaran de verse horas antes, ventilaron el
rencuentro con un “que tal?” que no esperó respuesta. Daniel daba
instrucciones precisas sobre dónde debía guardarse cada uno de los paquetes y
bolsas. En 20 minutos toda la compra estaba en orden, Luz, Germán y Daniel se
dirigía a comer a un restaurante cercano para no desordenar nada en el Zascandil.
La comida ligera, una ensalada Cesar y una pechuga de pollo a la plancha. Tras
los saludos de rigor la comida la dedicó por completo Daniel a dar indicaciones
sobre el modo en el que discurriría la tarde.
- Conviene Germán que vayas tomando algunas notas de lo que te
digo, no creo que tengamos tiempo para recrearnos, los comensales de hoy no
tienen ninguna experiencia como cocineros profesionales y eso nos obliga a
funcionar como un ballet: precisos, serenos, delicados pero perfectos.
Sólo durante los minutos en los que Daniel fue al baño Luz y
Germán pudieron intercambiar alguna frase más, apenas dos o tres informaciones
sobre trabajo, niños y Gladdys. Luz preguntaba, Germán respondía a trancas y
barrancas, agobiado al ver las responsabilidades que debería asumir aquella
tarde. De momento como mulo de carga había cumplido con sus funciones de modo
discreto y eficaz.
-
El café lo tomaremos ya en el
Zascandil, hemos de adelantar algunas cosas. Germán, se te dan bien los
números, no?
-
Bueno, si es sencillo puedo
ayudaros.
-
Necesito que me vayas
metiendo en una hoja exel todas las facturas y pagos que he hecho esta mañana,
no se nos puede despistar ni un euro ya que por la noche cuando toda esta gente
termine de cenar y anden ya medio azufrados conviene que vean clara la nota
final.
Ya dentro del local Daniel les dio una bolsa de plástico con los
delantales del Rebost del Zascandil, se lavaron minuciosamente las manos, como
si fueran a entrar en un quirófano y Luz preparó tres cafés expresos de sabor
intenso que se tomaron de pie. Cuando Daniel empezó a trajinar en la cocina
Germán dio un paso hacia atrás y quedó a la espera de instrucciones; en una
esquina había un ordenador apel de última generación esperando a que Germán se
animara a cuadrar los primeros gastos.
-
Luz, por favor, imprime
primero la minuta de la cena. Verás que hay dos archivos con el mismo nombre:
Can Cufa Mayo/2013, minuta para la cena; y Can Cufa Mayo/2013, indicaciones de
cocina. Imprime 25 ejemplares del primero, a color, pon en el último apartado
el nombre de los vinos que hemos comprado, Germán tiene la factura con los
nombre. Del segundo archivo haz diez copias en blanco y negro. Mira antes que
haya papel en la impresora.
El menú preparado no era muy largo, se había confeccionado a
partir de la elección de platos que el Diletante había hecho por internet, de
entrantes habría foie de oca y jamón de pato, cortesía de uno de los comensales
que había hecho llegar unas cajas de polispán con lo productos. Marta, la mujer
del diletante, se había empeñado en que durante el aperitivo hubiera jamón, una
paletilla de Joselito que también estaba ya dispuesta sobre el correspondiente
jamonero. Daniel miró de reojo a Germán para ver si podía confiarle lo de
cortar el jamón pero sólo viéndole la cara de estrés comprendió que debería
sacar a la luz sus habilidades como cortador de jamón gracias a los primeros
trabajos remunerados.
-
Me cago en la leche vendita –
blasfemó Daniel -, nos hemos olvidado por completo del pan. Vaya cagada.
-
No te preocupes Daniel voy
zumbando al obrador de aquí al lado, no lo hacen mal y nos sacarán del apuro –
se ofreció Luz -, déjame algo de dinero para comprar por lo menos 60 panecillos
individuales, que me preparen un variado, y cuatro panes de payés para untar
con tomate para el jamón. Seguro que estos vienen caninos y se lanzan al jamón
como desesperados.
-
No te olvides de traerme la
nota, no podemos palmar ni un euro de más.
Tras los aperitivos iría una ensalada Yum-Yum, seguidas de unas
supremas de Lubina a la Nautica y un entrecots a la bordalesa. Después los
quesos que tenía ya reservados en la cámara, los había traído otro de los
comensales, Enric, que los había hecho llegar el día antes al restaurante
directamente desde camarasa: Un brie trufado, reblonchón, un inglés muy intenso
y unas lascas de parmesano auténtico, cristalino y picante – Daniel no había podido
superar la tentación y la tarde antes había probado los quesos a hurtadillas -.
De postre unos melocotones flambeados a la cardenal.
Daniel se encajó sobre la cabeza una especie de pañoleta que le quedaba
como el casquete de un médico moderno ya que era de un estampado de colores;
Luz cuando regresó de la panadería se colocó también un gorro, el tradicional
de chef parecido a un gran champiñón, Germán hubo de contentarse con una gorra
de tela con la leyenda de El Zascandil.
Daniel se colocó frente a la isla de la cocina, en el punto
exacto que marcaría las doce si aquel espacio circular fuera un gran reloj
pintado en el suelo.
-
A ver chicos – llamó la
atención de Luz y de Germán -, recordad que mi sitio es en este punto, a las
doce; tu Luz te colocarás a mi izquierda, como si fueran y cuarto, junto a la
salida para poderme traer los ingredientes y trastos que quedan fuera. Tú
Germán te colocas a mi derecha, a las menos cuarto. Cuando vengan el resto de
ayudantes les iré colocando conforme a las agujas del reloj, como no me
acordaré de los nombres habré de llamarles por la hora en la que se encuentren
situado. Empezaremos sacando unos tuppers que tengo con las bases del caldo que
preparé ayer por la tarde y con dos garrafas grandes de agua mineral, cocinamos
con agua mineral.
A las cinco y media en punto entraban por la puerta principal de
El Zascandil la brigada de pinches, 10 en total, debían de haber comido juntos.
Seis de ellos llevaban sobre el antebrazo un mandil negro en el que aparecía el
nombre Can Cufa, los otros cuatro hubieron de contentarse con los mandiles
blancos que llevaban bordado el nombre del Rebost del Zascandil bordado en
azul. Cada uno de los ayudantes recibió una gorra que debían colocarse con la visera
del revés y un gran paño blanco de algodón que anudaron al costado en la cinta
que les anudaba el mandil.
-
Caballeros – inició el ritual
Daniel -, empezamos a cocinar. Recuerden yo normalmente estaré en este punto,
que coincide con las 12 de un reloj, mi hermana Luz está a mi izquierda, a las
y cuarto, ella será la encargada de traerles todos los ingredientes o
instrumental que necesiten. Germán, a mi derecha, está en las menoscuarto. Como
no conozco su nombre me dirigiré a ustedes identificándoles con las horas que
representa este reloj que rodea la mesa en la que comeremos. Este no es un
restaurante convencional, es una experiencia culinaria compleja que, para que
termine con éxito necesita máxima concentración. Durante la primera media hora
de trabajo sería conveniente que no se escuchara otra voz que la mía o la de
Luz dando instrucciones, luego, poco a poco, podrán ir encajando sus respuestas
y sus comentarios, pero al principio es imprescindible el silencio para coger
ritmo.
Todos escuchaban como si se tratara de una arenga militar. Entre
ilusionados y tensos. Durante unos segundos se mantuvo el silencio.
-
Caballeros, mi hermana les
entregará ahora unas indicaciones con los platos que vamos a preparar entre
todos, disponen de media hora para leer las indicaciones con tranquilidad y
hacer las preguntas que estimen oportunas. El menú ha sido elaborado con ayuda
de uno de ustedes – miró al su alrededor – concretamente el caballero que está
ahora a las seis, frente a mí, no son platos complicados, son sorprendentes y
buscan su deleite. Mientras leen esta receta Germán les preparará, si lo
desean, un café; aprovechen la ocasión ya que será el único momento de la tarde
en el que serán servidos, terminado el café son uno más en la cocina y no nos
podemos permitir el lujo de servirles, para eso tienen ustedes en este barrio
restaurantes convencionales estupendos en los que, por desgracia, no suelen
dejarles husmear en la cocina. El Zascandil no es un restaurante, es una cocina
en la que tal vez lo menos importante sea comer.
Tomó aire.
-
Nos organizaremos en dos partidas,
la de frio que dirigirá Luz, hará la ensalada Yum-Yum y el postre; la de
caliente, que dirijo yo, preparará el pescado a la náutica y la salsa
bordalesa. A las ocho y media Jordi y Enric se ocuparán de emplatar los
aperitivos que, de momento, están en la cámara esperando a que arranquemos.
Nadie quiso café. Luz repartió las minutas con las recetas, se
produjeron algunas sonrisas y cuchicheos. Daniel empezó a trajinar mientras los
pinches leían atentamente las reseñas.
ENSALADA YUM-YUM.-
Para 16 personas.- dos langostas de kilo largo cada una – se aprovecha
la cola -, 24 ostras, 24 mejillones, 350 gramos de camarones, 350 gramos de
guisantes finos desgranados, ½ kilo de judías verdes, dos manojos de puntas de
espárragos verdes, 24 fondos de alcachofa, 24 rodajas de remolacha, ½ kilos de
patatas, 250 gramos de apio, un par de trufas.
Para la salsa.- 4 yemas de huevo, 6 decilitros cumplidos de aceite,
2 decilitros de champagne – un pelín más tampoco va mal -, sal, pimienta y
pimienta cayena.
Se abren las ostras sobre un bol grande para que recojan el agüilla
que sueltan. Con ayuda de un cuchillo se separa la carne en una cacerolilla. Se
pone el agua de las ostras en la cacerola, se cubre de agua mineral y se llevan
a ebullición, dejándolas en hervor dos minutos de reloj.
Se empieza hirviendo en una olla grande las langostas vivas – se
aprovecha sólo la cola – En abundante agua con sal. Se aprovechan las colas,
calculando ¼ de kilo por cola.
Con ayuda de una espumadera se apartan las ostras y se dejan sobre
una bandeja para que se enfríen; en ese mismo agua se añade un puñado de sal y
se hierven los camarones – lo justo para que tomen un color rojo intenso.
En otra cazuela se hierven – se escaldan en realidad – los guisantes
desenvanidados, las judías verdes y los fondos de alcachofa – con un chorrito
de limón para que no se oxiden.
Se cuecen las patatas y las remolachas.
Apio crudo en tiritas, trufas en lamas.
Se ponen todos los ingredientes excepto la remolacha – se dejan
reposar con la mayonesa durante media hora.
La remolacha va cuando se sirven para que no se tiña la ensalada.-
La remolacha puede servirse en daditos como las patatas.
SUPREMAS DE LUBINA A LA NAUTICA.-
½ de langostinos crudos, 1 kilo de almeja fina, 1 kilo y medio de
patatas bufet, 3 trufas, 300 gramos de mantequilla, dos cucharadas de salsa de
tomate, dos cucharadas de harina, 3 huevos, ¼ de litro de vino blanco, ¼ de
litros de nata cruda, perejil, tomillo, laurel, nuez moscada y pimienta blanca
molida.
EN una bandeja alta se colocan las supremas de lubina limpias y sin
espinas, se acompañan de los langostinos, la mitad de la mantequilla cortada a
cuadritos, se remoja con el vino blanco y se pone agua casi hasta cubrir el
pescado. Sal, pimienta, unas hojas de perejil, un par de hojas de laurel y unas
ramas de tomillo. Se pone al horno a 200 grados 20 minutos. Pasados los 20
minutos se reservan las supremas de pescado y los langostinos. El agua que
sobra de la cocción se pasa a un cazo y se pone a fuego muy suave para que vaya
reduciendo.
Se pelan y se parten en trozos, se ponen a hervir. Una vez hervidas
se pasan por un tamiz y se mezclan con dos huevos batidos como para tortilla y
50 gramos de mantequilla. Cuando se haya hecho el puré se rectifica de sal,
pimienta y se le pone un poquito de nuez moscada. Se pasa el puré a una manga
pastelera.
Para la salsa náutica.- Se derrite el resto de la mantequilla, un
chorro de aceite y la harina, que se ha de tostar un poco. Cuando la harina ha
tomado un poco de color se va añadiendo el caldo reducido del hervor del
pescado y las dos cucharadas de tomate. Con ayuda de unas varillas de va
removiendo a fuego suave durante 20 minutos. Cuando llevemos 10 minutos se
añade la nata, sin dejar de remover y con el fuego al mínimo. Se sazona con sal
y pimienta, una pizca más de nuez moscada.
Se retira del fuego y todavía caliente se añaden dos yemas más de
huevo y se termina de remover con las varillas.
Se pelan los langostinos y se parten horizontalmente en dos mitades.
Se pican dos chalotas y se sofríen en una bandeja grande, se les
añade un vaso de vino blanco y otro de
agua, cuando rompan a hervir se añaden las almejas. Cuando estén abiertas se
escurren y se reservan.
Se elige una fuente grande de horno en la que quepan todas las
supremas de merluza. Se adorna alrededor de la bandeja con las almejas abiertas
y se coloca una flor de puré de patata hechas con ayuda de la manga pastelera
en cada una de las conchas sin carne, los langostinos abiertos y se cubre todo
ligeramente con la salsa cremosa, un poco de perejil picado y un poco de trufa
rallada antes de darle un golpe de horno para que se presenten calientes a la
mesa (1 minuto).
QUENELLES DE PESCADO.- Se trata de aprovechar los restos del
pescado, las supremas son muy vistosas pero dejan desaprovechadas partes
importantes del pescado que no nos podemos permitir tirar a la basura.
100 gramos de mantequilla, 300 de harina, ½ litro de leche. Se pone
a hervir la leche con la mantequilla, un poco de sal y un poco de pimienta
blanca. Cuando rompa a hervir se le añade de golpe la harina tamizada y se
mezcla bien, se lleva de nuevo al fuego sin dejar de remover hasta que se haga
una bola. Se deja enfriar.
Se pone en un mortero el pescado crudo sin pellejos ni espinas. Se
pone un poco de sal gorda y pimienta y se le da con el mortero hasta que quede
hecho una pasta fina. Se añade la papilla de leche, un huevo entero, dos yemas
y 100 gramos de mantequilla.
Cuando haya formado una pasta uniforme se pasa por un colador de
malla fina y se le adiciona la nata – 3 cucharadas o 4 – mezclándolo todo bien
para que quede una masa muy fina que se ha de dejar reposar.
Sobre una superficie de mármol se hacen unos churros con la masa,
como si fueran unas salchichas, espolvoreando un poco de harina para que no se
peguen, se cortan en pequeñas porciones – como
croquetas – y se colocan sobre una superficie plana, previamente
espolvoreada de harina.
Se escalfan en abundante agua con sal hirviendo – hay que dejarlas
tres ó 4 minutos -, se sacan con una espumadera y sirven como acompañamiento al
plato de pescado.
ENTRECOTS BORDALESA.-
En una cazuela se pone a hervir medio litro de vino tinto de
burdeos,1/4 de litro de caldo de carne, una cucharadita de azúcar, 2 dientes de
ajo laminados y laurel. Se deja hirviendo hasta que reduzca a la mitad. Se
cuela y cuando esté colado se vuelve a poner en una cazuela limpia a la que se
añaden 4 chalotas bien picadas. Se deja hirviendo 5 minutos y luego se conserva
al calor.
Para terminar de ligar la salsa se corta con un chorro de limón, una
cucharada de mostaza de dijón, dos anchoas, perejil picado sal pimienta y una
pizca de cayena, más 60 gramos de mantequilla en daditos, se liga bien con una
cuchara y se coloca sobre los trozos de carne.
MELOCOTONES FLAMBEADOS A LO CARDENAL.-
En una cacerola grande se pone medio litro de agua fría, una vaina
de vainilla y 200 gramos de azúcar; se lleva a hervir y se remueve hasta que
forme un jarabe. Se añaden los melocotones – 1 por comensal – y se dejan hervir
en el jarabe 4 minutos; se cortan por la mitad y se les retira el hueso. Pasado
ese tiempo se retiran y se pelan, volviendo a meter los melocotones pelados 3
minutos más a fuego muy suave para que
no se deshagan.
Se limpia bien medio kilo de fresas, se pasa por un tamiz y a jalea
formada se le añaden 150 gramos de azúcar glass.
Para servir
se ponen en una taza 2 trozos de melocotón, se les añade el puré de fresas, es
espolvorea un poco de azúcar glas y kirsch templado, se flambea al llevarlo a
la mesa-Para servir se pone.
Luz empezó con los primeros pasos que debían culminar con el
postre. En su partida de postre y ensalada se apuntaron el Diletante, Enric,
Hugo y Ferrán. El resto, junto a Germán, se pusieron a pelar y tornear patatas
nuevas.
La primera media hora discurrió entre las voces de Daniel y las
de Luz, que fueron indicando los pasos a dar, a veces sin conexión. Germán
tardó poco tiempo en coger el ritmo y enseguida sustituyo a Luz en la tarea de
ir y venir a las cámaras y a la nevera para traer ingredientes y aperos. Cuando
dio la primera hora de reloj, a las seis en punto, los pinches empezaron a dar
órdenes y pedir instrumental de cocina.
A eso de las ocho, fuera del horario previsto, asomó la cabeza
Maribel, en principio convocada a las 9’30 para la cena.
-
No lo he podido evitar, me
moría de curiosidad por ver cocinar al Diletante y a los Cufos – llevaba un
vestido de noche rojo, largo hasta los tobillos -. Nadie me va a ofrecer una
copa.
-
Solo si se pone el mandil y
arrima el hombro, hasta las 21’30 en este local se viene a currar – advirtió Daniel
-, no hacemos excepciones, en la nevera verá que tenemos abierta una botella de
champagne, Germán le acercará un vaso, las copas no se sirven hasta las 21’30.
Maribel refunfuñó, pero enseguida recibió el vaso, vio el
Taittinger y se le encomendó pelar y abrir en dos los langostinos que Felipe
sintió que no fueran de Benicarló.
Pasadas las ocho y media reinaba el caos en la cocina y parecía
imposible que de aquel desorden surgiera nada que pudiera tener el más mínimo
sentido. Daniel sudaba ya que se había visto obligado a abandonar su posición
cenital para dar alguna asistencia sobre todo en la preparación de las
quenelles que debían acompañar al pescado.
Germán se ocupó básicamente de picar chalotas y pelar patatas.
A las ocho y media Daniel golpeó un una cuchara una de las
cacerolas y rogó silencio.
-
Caballeros. Las ocho y media,
Enric y Jordi – en realidad 4 y 8 respectivamente – les toca emplatar los
aperitivos que están en la cámara, convendría también dejar tomando temperatura
el queso. Por favor Señorita, si vd., la que se ha colocado a las seis, puede
ayudar al emplataje. Germán, en la alacena que hay a mi espalda encontrará los
manteles individuales y los servicios para la comida. Le toca poner la mesa.
Luz, por favor, que ya podemos poner la música, de momento Jamie Cullum,
empezaremos por Wheels, del disco The Pursuit, a medida que terminen las tareas
encomendadas podrán servirse un vaso con lo que resta del champagne con el que
hemos preparado la mayonesa de la salsa Yum-Yum. Creo que conseguiremos que a
las nueve y media este lugar sea un
sitio elegante.
Y así fue, a las 21’20 todo estaba a punto, la cocina prácticamente
recogida. Con la misma puntualidad y precisión llegaron las mujeres, que, por
lo animado de su entrada, debían de haber quedado un poco antes a tomar una
copa. Abrieron la comitiva Marta y Maite, que entraron bromeando y afirmando
que olía a quemado ya desde la calle. Todas ellas llevaban elegantes trajes de
noche que contrastaban con los mandiles de los cocineros.
Luz había preparado copas de champagne utilizando la fórmula de
un combinado que tenía el dorado del champagne con unas gotas de marraskino.
El Diletante, en un instante solemne, rogó a todos los presentes
que brindaran por Jubi, una seguidora de las andanzas gastronómicas de aquel
grupo. Nuria fue la primera en levantar la copa y pedir que apuraran hasta la
última gota de champagne porque, por suerte, había reservas de sobra para
nuevos brindis.
La noche discurrió entre risotadas y anécdotas de todo tipo
referidas tanto a la compra como al duro proceso de cocina. Incluso Daniel se
apeó de su usted distante para incorporarse al jolgorio indagando a cerca de
los orígenes de Can Cufa y los relatos del Diletante. Se comprometió a ir a
cocinar a Munich, ante la insistencia de Mónica, que quería epatar a sus amigas
alemanas con una experiencia que sólo era posible en la depauperada España.
German se mantuvo en silencio pese a la insistencia de Salvi,
que había acotado ya entre cerca de 300 referencias los puntos de coincidencia
de sus biografías. Había una posibilidad entre 100 de que Salvi hubiera sido el
médico de urgencias que atendió a su hija Olga cuando se partió el peroné 5
años atrás.
A eso de las dos de la mañana abandonaron los comensales en
tropel el rebost del Zascandil. Quedaron Daniel, Luz y Germán, que apuraron la
última copa de champagne, brindaron por las incertidumbres del futuro.
-
Yo me quedo con Daniel para
poner un poco de orden – ordenó Luz -. Tú Germán ya te has ganado de sobras los
300 euros.
Germán por desear hubiera deseado miles de cosas en aquel
momento, pero se contentó con todo lo vivido. Aprovechando que la noche había
quedado con una temperatura suave empezó a subir la vieja calle Mayor de Sarriá
buscando el Paseo de la Bonanova, desde allí habría por lo menos media hora
hasta su casa, tiempo más que suficiente para pensar en todo lo vivido y
recontar los 300 euros que, por sorpresa, habían acabado en su bolsillo. Sólo
quedaba rogar en que el Zascandil le incorporara como fijo a sus veladas.
Me he quedado en blanco y hasta se me han saltado las lágrimas, me ha enternecido el brindis. Eres único en todo, gracias por ser así. Jubi
ResponderEliminarHoy, ya más "entonada" paso a comentar la estupenda cena, ese entrecot debía estar de cine y la lubina impresionante, no os cuidais nada mal, todo ello bien regado quedaríais "como nuevos". El Chagall sintoniza con la reunión y Germán por fín tuvo un buen día, también se lo tenía merecido. Jubi.
ResponderEliminarYo ya no se qué es real o imaginado.
ResponderEliminarDa igual.
Coincido con amiga Jubi en que eres único. Ni mejor (no te vaya a subir el pavo) ni peor que nadie, pero si único.
Felices Fiestas de corazón para ti y para tu preciosa familia que tanto quiero.
LSC
Como parte de esta familia, yo también deseo para todos los seguidores y para tí "LSC" lo mejor en estos días y que sigamos leyendo al diletante ya que nos hace pasar unos ratos deliciosos. Jubi
EliminarGracias Jubi-guapa.
EliminarQue pases felices fiestas y que se cumplan todos tus deseos en 2013.
Seguiremos con diletante hasta que él quiera.
Vamos a ir buscando editorrrrr.......
Besos
LSC