Hay ocasiones en las que la tarea en
apariencia más simple puede convertirse en un desastre, eso me pasó con una mayonesa
el primer día del 2013, vaya tontería ya que el día antes, escuchando a Otis
Redding, había trabado casi por casualidad un alioli verde.
El día uno pensé que seguía en racha, en
esta ocasión con los Rolling Stones, y me puse a montar una mayonesa que debía
acompañar a un tronco de merluza gallega que quería preparar para tomar cocinada
al vapor. Uno tras otro fueron cayendo primero un huevo, después otro y,
finalmente, hasta cinco huevos que al filo del mediodía determinaron en primer
lugar que dispusiera de reservas de mayonesa prácticamente para todo el trimestre.
El consumo extra de yema de huevo permitió que para el día siguiente preparara
un esponjoso bizcocho de claras con ralladura de limón cubierto de colacao en
polvo.
Corren muchas leyenda sobre las razones por
las que cuaja o no cuaja la mayonesa desde las que vinculan la suerte de esta
salsa a las ovulaciones femeninas – puedo asegurar que en mi caso no existe
ovulación posible -. Hice pruebas con la batidora, con la termomix, con la mano
del mortero, poniendo primero el huevo con la sal y el limón; poniendo huevos
enteros o solo las yemas; buscando huevos de payes en vez de los industriales;
mezclando una yema con la mayonesa ya cortada. Hubo un momento en el que pensé
que la mayonesa me derrotaría ese primero de enero y que aquel fracaso marcaría
mi trayectoria como diletante durante todo el 2013, un año que ya pintaba
oscuro según los peores agoreros de la economía.
Celebré cuando por fin se cuajó la salsa
con la alegría de un gol en la final de un mundial. La merluza al vapor quedó
de muerte y la mayonesa blanca, espesa, cremosa y con un punto ácido del limón
elevó las lascas de merluza a dimensiones cuasi celestiales, hacía mucho tiempo
que no compraba y cocinaba una merluza tan redonda.
Con el paso de las horas y la paz del éxito
me puse a darle vueltas a las razones de mi fracaso inicial. Descartados los
Rolling Stones creo que la razón fundamental para que trabe o no trabe la salsa
dependen de la temperatura de los ingredientes, el frio es mal aliado de este
tipo de salsas.
Consultando en internet he comprobado que
un acto tan automatizado como el de la elaboración de la mayonesa hay factores
que un cocinilla cuidadoso no debe olvidar. De todas las páginas dedicadas a la
mayonesa la más completa es seguramente la de J.I.A. Soler Díaz - http://www.gastrosoler.com/pagina_nueva_110.htm
-; esta es la receta que propone: “Escaldamos un recipiente con agua hirviendo,
hasta que se caliente; lo secamos bien, y en el ponemos a entibiar el aceite
(sólo en caso de que haga frío, porque en climas cálidos todo esto es
innecesario). Cascamos los 3 huevos y utilizamos sólo sus yemas (quitándoles
sus galladuras o pintas de sangre y posos), que depositamos en un recipiente,
junto con la sal, la pimienta y unas gotas de vinagre. Con un batidor adecuado
comenzamos a batir las yemas añadiendo muy despacito el aceite a hilillos;
apenas las yemas hayan absorbido 4 ó 5 cucharadas soperas (4 x 15 mL) de
aceite, la salsa se presentará compacta y tomará cuerpo. Unas gotas de limón o
de vinagre detendrán el espesamiento. Y, ahora, podrá añadirse más aceite sin
temor a que se corte. Si la salsa pareciera volverse espesa añadir más gotas de
vinagre o limón.
La Marquesa de Paradere abunda en la
necesidad de templar el aceite, utiliza menos huevos – dos yemas y 3 decílitros
de aceite -. Primero las yemas, luego el vinagre o limón, después la sal y
finalmente el aceite. He visto algunas revistas que mezclan las yemas de huevo
con una cucharada de agua tibia en el arranque.
Conseguida la salsa mayonesa el paso
siguiente que me marco es el de preparar una de las salsas clásicas francesas
hechas a partir de la mayonesa, concretamente la llamada Remoulade, una salsa
mayonesa mezclada con mostaza. La palabra remoulade viene del nombre en francés
de un rábano picante.
Paul Bocuse en su cocina de mercdo hace la
remoulade sin mostaza ni rábano, sólo con un litro de mayonesa convencional,
dos cucharadas de alcaparras, 6 de pepinillos de tamaño mediano picado,
perejil, perifollo, estragón, cebolleta y un par de anchoas en salazón. Esta
salsa es mejor hacerla con los ingredientes picados a cuchillo en vez de
mezclarlos con la batidora.
La divina marquesa – no confundir con el
divino marqués – añade al final una cucharada de mostaza de dijon diluida con
unas gotas de aceite – yo tengo una mostaza en polvo que puede servir.
Hay una ensalada muy francesa hecha a base
de apio rallado y la salsa remoulade que aparece en casi todos los recetarios,
no tiene mayor complicación que la de buscar un bulbo de apio -no muy fibrosos –,
rallarlo con ayuda de un rallador metálico, cuanto más finas las tiras mejor, y
cubrirlas con la salsa. Tampoco le va mal al salmón ahumado – linko una receta
de la web petitchef en la que cocinan un pastel de salmón con esta salsa: http://www.petitchef.es/recetas/pastel-de-salmon-noruego-con-remoulade-fid-1132404.
De no ser porque me empeñé en hacer la
mayonesa – no me gustan las industriales y menos para una merluza de bandera –
no me habría enredado con esta salsa.
Cierro la entrada con un recurso grafico de
Rene Magritte que se titula afinidades electivas, huevos enjaulados, toda una
metáfora.
Admiro tu paciencia, si eso me pasa a mí, enseguida hubiese cogido el frasco de la industrial y no le hubiese dado más vueltas, pero claro esa merluza requería un final feliz pues la pieza era importante, tenías que haber hecho una foto del plato y solo con la mirada nos habríamos alimentado. Jubi
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