LAS ESTACIONES DEL
ZASCANDIL.2ª ESTACIÓN:LOS PLACERES DE UN TRAMPOJO.
Sábado, 25 de mayo.- Daniel leyó en varias ocasiones el correo
intentando adivinar quién sería su remitente.
“Admirado Daniel … Con todo el cariño Mdme. Rênal”. En el
mensaje aparecían datos suficientes como para considerar que era cierto que le
conocían bien, no sólo por los datos actuales del restaurante y su decoración,
sino también por esa enigmática referencia a Mdme. Rênal, la ingenua e
inexperta heroína de Stendhal a la que había dedicado un trabajo de literatura
en el último curso de bachillerato. Daniel pensó que tal vez alguna de las
comensales de la última cena en el Rebost hubiera podido ser la profesora de
literatura que le animó a escribir sobre esa novela, le daba rabia no haber
sido capaz de reconocerla. Fue recordando a todas y cada una de las comensales
intentando encajarla en sus viejos recuerdos de alumno del Liceo Francés.
Recordar a madame Rênal era rememorar una frase que retumbaba desde su
adolescencia:” Como la señora de Renâl
nunca leía novelas románticas todos los matices de su felicidad eran algo nuevo
para ella”. Sonrió pensando que mensajes como aquél podrían ser uno de los
peajes de la fama.
La semana se presentaba con algunas incertidumbres, tenía
encargado preparar un catering para la comunión del nieto de unos amigos de sus
padres, un catering para merienda/cena en el que le habían pedido que hubiera
bandejas especiales para niños a base de mediasnoches con nocilla, sándwiches
de jamón de york y croissants de chocolate. Los cursos en la escuela de
hostelería quedaban en ocasiones reducidos a poco más que una merendola
familiar. El lunes, salvo imprevistos, aparecería en el programa de televisión;
a partir del lunes podría calibrar si el impulso mediático ayudaría a la
supervivencia del restaurante, si no llegaban cambios sustanciales debería
cerrar.
El fin de semana discurrió tranquilo, pudieron dejar a la
pequeña con los abuelos y se fue con Mariela al cine, la primera película juntos
en muchos meses; Daniel se hubiera ido a tomar una copa, ella prefirió que
marcharan a dormir para intentar recuperar parte del sueño perdido durante la
semana.
Cuando el lunes Daniel volvió al Rebost se encontró con que
Petra ya había llegado, había empezado a ordenar los suministros para el
catering que empezaban a llegar mientras que en la pantalla del ordenador iban
apareciendo imágenes de estatutas vivientes. Tras el cristal de la cocina,
tecleando con descuido, había un chico delgado, de perfil afilado y rastas.
-
Es Oriol, mi novio – se
adelantó Petra a los posibles requerimientos de Daniel -, tiene que entregar
uno de los capítulos de su tesis esta semana y se ha roto el ordenadorrrr de
nuestro apartamento.
Daniel le saludó levantando levemente la mano y dejó que
continuara saltando de una a otra imagen. No había mucho trabajo pendiente y
consideraba razonable que Petra no quisiera estar sola.
-
Por cierto Daniel, tienes un
ipad ?
-
No me digas que me lo vas a
expropiar también para tus investigaciones.
-
No lo descarto, me vendría
muy bien; pero de momento sólo pienso que a lo mejorrrrr podrías sincronizar el
ordenador del restaurant con la tableta y utilizarlo como si fuera una carta.
Así los clientes verían simultáneamente los platos en el Ipad y en la grrrannnn
pantalla.
-
Es buena idea, no sé cuanta
batería le quedará, mira en el último cajón del armario de la derecha de la
cocina, allí debe estar. Por cierto Petra, hoy a mediodía pondrán el programa
de recetas …
-
Ya sé – no le dejó terminar
la frase -, hay que preparar un envío de correo electrónico a los habituales
anunciándole el evento … Cuando leí el anuncio en el que ofregcian este
tragbajo no pensé que se refeguian a una secretaria, yo me veía corrrrtando
cebollas toda la mañana.
-
Alguna queja…
-
No, es mejorrrr así.
Oriol salió de repente de su burbuja y requirió la atención de
Petra.
-
Petra, Petra. Mira qué
fotografía he encontrado en la red, no sé muy bien si la habrán tomado en
Barcelona. Parece una tontería, pero seguro que este tío ha tenido que estudiar
arte y quien sabe si literatura, hay referencias a Magritte y a Ionesco,
seguramente también a Buñuel; es alucinante la imagen queda de un burguesote
cagando como si tal cosa en mitad de la calle, completamente de blanco. El
detalle del bombín, la escobilla a su derecha, el rollo de papel a la izquierda
y el desafío de permanecer con los pantalones bajados a la intemperie durante
horas… Daría una mano por saber qué libro está leyendo, creo que descubrir el
libro desentrañaría parte del misterio del personaje… La cantidad de horas que
habrá invertido hasta terminar de construir el personaje y la trama… Marcho
corriendo a la facultad, seguro que allí lo tienen ya inventariado. Tipos como
este confirman la íntima conexión entre el teatro callejero y la influencia del
anarquismo en el teatro europeo del siglo XX; es un personaje sacado de una
comedia de Dario Fo, seguro que este tío se conoce de pe a pa las obras de Fo
Salió corriendo, sin despedirse, con collar lleno de pendrives
parecido al que llevaba Petra, dejó congelada en la pantalla la imagen del
deponiente.
-
Oriol es así, no descansará
hasta dar con el personaje, puede que le obligue a cambiar por completo el
contenido de su tesis. Yo cuando hago las fotografías no me paro a pensar
mucho, me basta echarrrrles una moneda y pedirles que se queden quietos, no me
interesa en absoluto el ritual del saludo sino el éxtasis de la quietuddddd
prolongada durante horas.
Daniel no pudo articular palabra alguna para salir de su asombro.
Petra había tomado posesión del Rebost y lo manejaba como si hubiera trabajado
allí toda la vida, lo sorprendente es que el local estaba impecable y con
detalles de orden que a Daniel no se le habían ocurrido en la vida. Petra entró
a la cocina, tomó posesión del teclado, rebuscó en los cajones hasta dar con el
Ipad y en pocos segundos había sincronizado las pantallas de los dos aparatos.
-
Daniel. Si quieres invitarrrr
a algún amigo a ver el programa de televisión, ya tengo localizada la web para
que se vea en directo. Te dejaré en favoritos en enlace para que no te
pierrrdas.
Daniel no estaba para muchos eventos, hasta que no cobrara lo
del catering de la comunión la caja estaba vacía y no quería pedirle dinero
prestado a Mariela para organizar nada. Los proveedores se había acostumbrado a
suministrarle productos que normalmente se pagaban a una semana vista, las
cantidades debidas no eran muy elevadas y Daniel solía compensar la
incertidumbre facilitando alguna receta, incluso preparando algún plato especial,
esa mañana, por ejemplo, tenía que preparar un brazo de gitano relleno de trufa
para la hija de Mariloli, su pescadera de cabecera. Empezó a sacar de la nevera
los huevos, la mantequilla y la leche.
-
Petra, hoy haré un brazo de
gitano – ante la mirada extraña de su ayudante, tuvo que explicarle -; llamamos
así a un bizcocho de masa fina relleno de nata o de trufa, que se enrolla hasta
tomar la forma de un tronco, de un brazo. En repostería es importante dejar que
los ingredientes tomen un poco de temperatura para que las masas tengan un poco
más de elasticidad. Mientras se atemperan podemos ir a tomar un café.
Petra se quitó el mandil y de un salto llegó a la puerta de la
calle, que mantuvo abierta hasta que salió su jefe.
-
Daniel – le preguntó -, no te
imporgtará si te hago fotos mientras cocinas ?
-
Tu especialidad no son las
estatuas vivientes.
-
Sí. Pero creo que puede ser
muy interesante organizarte un book cocinando.
-
Muy amable.
-
No te creas, si lo termino y
es de tu agrado pienso cobrártelo a parte.
Daniel quedó con Mariela para ver el programa de cocina, le
resultaba extraño escucharse en catalán, se vio un tanto rígido e inexpresivo;
sin embargo en pocos segundos empezó a recibir mensajes por el móvil, el
primero el de su hermana Luz, que se burlaba de su barbita de chivo y sus
ademanes de cocinero postmoderno, echaba de menos algún lamparón de grasa en la
casaca, como los de los cocineros de verdad.
-
Verás cómo es un éxito, de
esta relanzamos el rebost. Ahora a disfrutar de tu minuto de fama. Pero antes hay
que recoger a la niña, que mis padres tienen que estar ya hasta el gorro de
ella.
En aquel momento Daniel se hubiera encerrado en la cocina y se
hubiera puesto a repetir la receta hasta conseguir que le saliera perfecta, sin
embargo las rutinas de casa le obligaban a dedicar los lunes por la tarde a la
familia de Mariela.
El productor del programa le mandó a última hora de la tarde un
mensaje en el que le facilitó los datos provisionales de audiencia tanto de la
intervención en la radio como la de la televisión; valoraban su presencia como
un pequeño éxito ya que habían recibido un 10% más de mensajes y comunicaciones
que en espacios similares. Tomás, el productor, le proponía que comieran al día
siguiente, puede que hubiera alguna novedad. Petra, que se había brindado a
gestionar la cuenta de correo del restaurante, le anunció que habían recibido
esa tarde 100 mensajes, todo gracias al detalle de haberle dejado colocar
durante unos seguros el mail del restaurante, en cinco de los mensajes le
pendían información complementaria sobre menús y precios de eventos. Daniel le
dijo que él mismo los contestaría a la mañana siguiente, pero que les remitiera
un link con la web del restaurante.
La tarde fue una sucesión de llamadas y de mensajes, por primera
vez en meses tenía la sensación de haber dado con el camino correcto, aunque
Mariela le fue recordando durante el día que mantuviera los pies en el suelo y
que intentara distribuir las reservas a lo largo de tres o cuatro meses, el
modelo de negocio basado en que los comensales se implicaran en la compra de
los productos y en la cocina, no se trataba de precipitar las cosas y
convertirse en un restaurante más.
Pese al ajetreo Daniel tuvo el tiempo, o puede que la obsesión,
de intentar descifrar quien podía esconderse tras el seudónimo de Mdme Rênal;
estuvo tentado de comentarle el mensaje a Mariela, hacerla cómplice y pedirle
ayuda para desentrañar el misterio, aunque en el último instante una sensación
extraña le fue reteniendo. Sabía además que una de las reglas fundamentales de
la red, sobre todo cuando se podía tener cierto nivel de popularidad, era la de
no entrar en el juego de responder a los mensajes de ningún extraño. Al final
pensó que el mensaje quedaría como un referente aislado, que no se repetiría.
La mañana del martes la dedicó a contestar correos electrónicos
y a intentar explicar cuál era el concepto de su local, no se trataba de
reservar una mesa para cenar, sino de implicar a 10 ó 12 personas dispuestas a
implicarse en una experiencia integral en la cocina.
Al día siguiente durante la comida le tocó poner al día a Tomás
de su trayectoria profesional y del proyecto, a lo largo de los últimos 10 años
el productor había tenido la oportunidad de relacionarse con cientos de
cocineros, de todo pelaje y color, la mayor parte de ellos prescindibles.
Quedaron en Casa Paloma, un local especializado en carne, un poco ruidoso e
incómodo para charlar, sin embargo los platos no estaban mal, sobre todos los
segundos.
Tuvo que empezar por aclararle el origen de su alias como el
Zascandil, Daniel se remontó a la infancia, a sus padres salmantinos recién
destinados en Barcelona, en principio por un par de años. Daniel era un niño
inquieto y su madre en la primera reunión que tuvo en el colegio, cuando la
profesora le advertía que el chico no atendía en clase, a doña Luz le salió del
alma advertirle a la profesora: “Es que el niño es un zascandil”, a la
profesora le hizo gracia y cada vez que tenía que llamarle la atención le
regañaba llamándole zascandil, y así fue arrastrando el mote de un curso a
otro.
Al final de la comida Tomás le comentó que se había dirigido al
programa de radio una cadena local de supermercados dispuesta a invertir 6000
euros al mes en publicidad, supeditado a que se dedicaran 5 minutos adicionales
en cada programa dedicados a un consultorio de cocina en el que el cocinero
tenía que terminar recomendando los productos de la línea blanca del super, una
línea que se llamaba “de confianza”, previamente durante el programa el
cocinero tenía que decir en dos o tres ocasiones la palabra “de confianza” a la
hora de referirse a alguno de los ingredientes de la receta. Si Daniel aceptaba
la propuesta le ofrecían llevarse un 15% de la inversión en publicidad de aquel
nuevo sponsor, que parecía muy interesado en arriesgar su dinero a la
proyección de aquel cocinero tan joven y desenvuelto. Daniel tendría que firmar
un nuevo contrato en el que se especificaban las condiciones de la campaña de
publicidad, su papel en ella y el compromiso de “guionizar” las recetas de la
semana, es decir, de necesidad de que el director de publicidad del
supermercado diera el visto bueno a las recetas que habría de presentar quincenalmente
con el fin de que fuera dando a conocer las distintas gamas de productos que
comercializaban como línea blanca.
-
Pero tendré que utilizar los
productos de esa marca en mi restaurante? – Consultó un tanto espantado el
Zascandil.
-
En principio no, por lo menos
en los borradores de contrato que nos hemos cruzado no se contempla ese
compromiso, cuestión distinta es que lo quieras negociar a parte… Por cierto
Daniel, que habrá que ir pensando en que invites al equipo del programa a cenar
en el rebost, no sería la primera vez que en la radio contratamos como experto
en cocina a un tipo que no ha frito un huevo en su vida.
Cerraron el acuerdo con un apretón de manos, Daniel hubiera
preferido disponer de algo de tiempo para comentarle la propuesta a Luz, a
Mariela e incluso a Petra, pero lo cierto es que novecientos euros extra al mes
le venía de maravilla para ir cubriendo los gastos fijos del local, sólo con
aquel asunto tenía más que cubierto el sueldo de Petra. Tenía una semana larga
para encontrar una receta en la que poder encajar aquellos mensajes
subliminares con la palabra confianza y luego pactar unas preguntas de
consultorio que no quedaran muy casposas, corría el riesgo de que su propuesta
del rebost del Zascandil perdiera en una semanas el toque cool que pretendía
darle al local, su intención de convertirlo en uno de los locales clandestinos
de moda en la ciudad, una propuesta que podía frustrarse si se veía obligado a
recomendar latas de atún en conserva ricos en omega 3.
Aunque disponía de cierto
margen, más de una semana, aprovechó aquella tarde para planificar la receta
que quería ofrecer; pensó que sería mejor si se ponía delante de la grabadora
del ordenador que lo de ponerse a redactar; pasaría a Petra la grabación para
que la transcribiera y, una vez corregida, se la haría llegar a Tomás.
-
Para mi segunda receta he
decido arriesgar un poco más, hacer algo un poco más moderno, la receta de hoy
está inspirada en una receta legendaria del Bulli. Desde hace algunos años
cualquier receta de la cocina española tiene más o menos algo que ver con las
genialidades de Ferrán Adriá, aunque sólo sea para criticarle. En el Bulli eran
unos maestros de la trampa … espero que se me entienda bien … hacían de la
trampa una forma de expresión, un juego. Mentiría si dijera que yo hice un
stage en el Bulli, ni siquiera tuve la oportunidad de cenar allí antes de que
lo cerraran, sin embargo mis maestros en esto de los fogones sí que pasaron por
allí y me descubrieron algunos trucos, algunos juegos que poco a poco hemos ido
incorporando a nuestra cocina cotidiana. Hay una receta impactante en la que te
presentan un plato que, a primera vista, parece un plato con tierra del jardín,
al probarlo tiene textura y sabor de cus cus pero cuando te paras a comprobar
los granos de sémola descubres que en realidad no es sino coliflor picada y
cocida al dente. Presentan el plato como un trampojo, como un truco visual, la
primera cucharada la tomas con cierto recelo, pensando que realmente te llevas
a la boca un poco de tierra, piensas que, en el mejor de los casos, se tratará
de chocolate, sin embargo con el primer bocado te sonríes y compruebas que la
apariencia te ha engañado, como los falsos paisajes pintados en las fachadas de
algunos edificios. Cuando uno está dispuesto a dejarse engañar conviene disfrutar
del engaño, dejarse llevar por los placeres del trampojo.
Había consumido los primeros minutos sin haber encontrado el
hueco para las palabras convenidas. Tomó aire y reanudó su exposición.
-
El guiso se hoy pretende ser
un trampojo, un engaño al que podríamos llamar “cus-cusliflor”. Lo primero que
necesitamos es comprar una coliflor de tamaño medio, hay que buscar un frutero
de confianza ya que la coliflor ha de ser muy fresca y tersa, de esa que crujen
cuando se les arranca una ramita. La preparación es un poco trabajosa ya que
hay que ir cortando todos y cada uno de los ramilletes, desechando los troncos.
Se van apartando los ramilletes sobre una tabla de madera que sea grande, no
importa si se desprenden algunos de los gránulos, de hecho el falso cus cus se
forma a partir de los gránulos que conforman cada ramillete. Podéis ir “desmigándolos”
con los dedos, ayudaros por un cuchillo o utilizar un picador eléctrico, lo importante
es que la coliflor termine descompuesta en unos granos blancos similares a los
del cus cus. Cuando se han picado bien todos los ramilletes se pasan por agua
hirviendo con sal, se escaldan, durante 30/45 segundos, de ese modo la textura
de la verdura queda parecida a la de la pasta al dente. Se pasa por agua fría y
se deja escurriendo. Ya tenemos la base del cus cus. Una posible salida para
este plato sería el de preparar una ajada de las de toda la vida con tres
dientes de ajo, aceite y pimentón rojo, pimentón de Vera, ha de ser un pimentón
de confianza que se tueste un poco en el contacto con el aceite, de ese modo
tomará color a tierra, se incorpora la ajada a la coliflor que se irá tiñendo
de color tierra roja, luego dependiendo de la habilidad de cada uno en la
presentación el plato puede terminar pareciendo un paisaje lunar. Pero con los
calores en puertas parece que apetece más preparar una ensalada, un plato más
fresco, menos contundente, de ahí que vamos a intentar construir una ensalada de
falsa sémola, un taboulé que preparamos picando muy fino un pepino, un pimiento
rojo no muy grande, dos tomates de pera pelados y despepitados, un ramillete de
hojas de menta y dos cebolletas que previamente habremos dejado reposar durante
una hora en un bol con agua fría y un chorrito de limón, para que no quede tan
picante. Ni qué decir tiene que hay que acudir a una tienda de confianza para
que todos estos productos sean muy frescos ya que el éxito de la receta pasa
por mantener el sabor de las verduras. Se mezclan bien los ingredientes picados
en un bol, los más osados podéis añadir algo de cilantro fresco, los más
tradicionales aliñad la ensalada con aceite de oliva y sal. La ventaja de hacer
falsas recetas es que disponéis de una libertad muy amplia en la elección de los
ingredientes y en la combinación. Todo pasa porque no se os pase el punto de
cocción de la coliflor, ha de quedar al dente, y que al mezclar los gránulos
con las verduras la ensalada no os quede muy apelmazada.
Cerró el archivo de voz y se lo adjuntó en un correo a su hermana.
Dudó unos segundos y, finalmente, le mandó el correo también a Petra con
instrucciones para que lo fuera transcribiendo. En unos minutos recibió la
contestación de Luz, la receta le parecía original, la propuesta de publicidad
generaba sus riesgos, entre ellos el de que Daniel no terminara de encontrar su
estilo ni en los fogones ni en las ondas.
Petra, mucho más pragmática, le comentó que había dado dos recetas
en una, que tendría que pulir algunos detalles; adjuntaba además un mensaje de
un grupo de 20 personas que solicitaban del zascandil la preparación de una
posible cena japonesa. Aunque en los menús colgados en internet aparecían
algunos platos con influencia oriental, pero nada estrictamente japonés; sin
embargo contestó al mensaje dándole algunas indicaciones sobre un posible
presupuestos – 100 euros por comensal, bebidas a parte y la advertencia de que
la cena sería japonesa fusión -. Consideró la posibilidad de que en la
biografía que tenía colgada en la web apareciera la referencia de “cocinero versátil”.
En apenas una semana Daniel había pasado de gestionar un
restaurante que renqueaba a aparecer en la televisión, arrancar con un programa
de radio, contratar a una ayudante germana que no tenía ni idea de cocina,
tenía en la agenda la preparación de un catering para una primera comunión y la
posibilidad inaugurarse como sushiman. Demasiados frentes abiertos en pocos
días.
Petra transcribió la receta y Daniel se la rebotó a la
productora con el ruego de que pudieran pactar las preguntas de la primera
jornada del consultorio.
Si le inquietaba la inactividad, mayores agobios le generaba la
avalancha de compromisos que no terminaban de cuajar. Mariela estaba
acostumbrada a esos picos de ansiedad en los que Daniel se comportaba como un
zascandil que se movía nervioso de un lado para el otro mientras extendía por
el salón libros y revistas de cocina, anotando recetas en la tableta, mandando
y recibiendo correos electrónicos.
El viernes por la mañana al abrir su correo electrónico personal
apareció un nuevo mensaje de la misteriosa Mdme. Rênal.
“Esquivo Daniel:
Pensé que en mi correo anterior habría abierto suficientes incógnitas
como para excitar tu curiosidad, quedé un tanto frustrada cuando he visto que
pasaban las horas y tu contestación no llegaba. Puede que haya sido una osadía
contactar contigo por este medio tan equívoco, no quisiera que soy la típica
acosadora.
Me encantó verte en televisión aunque tu catalán sigue siendo
limitado, me gustas más en la radio; ardo en deseos de volverte a escuchar la
semana que viene, anuncia ya que vas a abrir un consultorio de cocina al que me
estoy planteándome ya llamar.
Ya sabes que madame Rênal era una mujer inexperta pero impulsiva
aunque no hubiera leído novelas de amor.
En mi primer correo elegí un cuadro de Matisse que te permitiera
comprobar que conozco tu local, sin embargo hubiera preferido enviarte otro
cuadro, puede que más a tono con mis deseos e intenciones. Pocos como Matisse
han conseguido desnudos tan sensuales.
Puede que no tenga mucho sentido buscar parecidos – no los hay –
aunque sí actitudes, no cabe duda que la queda paciencia de las modelos de
Matissie, su abierta desinhibición al posar y, sin embargo, sus ojos vacíos,
dejan cierta sensación inquietante entre piernas y brazos forzosamente cruzados
en posiciones de aparente relajación.
Te dejo este Matisse y una nueva receta que espero haga más mella
en tus menús de la que en el primer correo hizo la receta de callos.
En el correo de hoy te acompaño uno de los platos de referencia
de la vieja taberna Pascal, frente a la calle de la Escuela de Medicina en la
Cité de París; se trata de un mousse primavera hecho mezclando 30 gramos de
mantequilla con 150 gramos de requesón, de mató o de queso mascarpone – ves que
te pongo fáciles los ingredientes -. Se cortan a pedacitos pequeños 300 gramos
de salmón ahumado de la mejor calidad y se pican algunas ramitas de cebollino;
mezclarlo todo hasta que forme una masa homogénea.
Se montan aparte 200 gramos de nata líquida, Montada la nata se
incorpora con cuidado la mezcla de queso, salmón y mantequilla, con cuidado
para que la nata no pierda volumen. Se coloca la mezcla en un recipiente grande
de cristal, a poder ser cristal tallado, conviene que el bol sea un poco
profundo y que se haya guardado durante unas horas en el congelador para que se
mantenga bien frio. Se adorna la superficie de la mousse con unas huevas de
salmón, de las de intenso color naranja.
La mousse se sirve sobre rebanadas de pan negro, si fuera
posible se acompaña el plato con una crema agria hecha con nata líquida, el
zumo de un limón, sal y una pizca de nuez moscada.
Esquivo Daniel, espero que este mensaje avive tu curiosidad y quiebre
la distancia que, en apariencia, abrió la primera de mis misivas.
Anhelante se despide Mdme. Rênal.”
Entretenido capítulo de la novelilla. Apetecible el falso cus cus y riquísimo mousse de salmón. Las estatuas vivientes siempre me han producido tristeza, aquí por zonas como Plaza de Oriente, Neptuno y Preciados, suele haber, pero me producen melancolía. El desnudo de Matisse, muy bonito. Jubi
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