El pasado domingo en El País Semanal
entrevistaban a Dustin Hoffman, un tipo en apariencia normal que, sin embargo,
ha hecho alguna de las mejores películas del último tercio del siglo del siglo
pasado. Qué adolescente no ha soñado con ser El Graduado, o no se ha
identificado con el miope que salvaba la vida en Pequeño Gran Hombre, o la
capacidad para merendarse a Robert Redford en Todos los Hombres del Presidente.
Hoffman pasados los setenta años se ha
atrevido a dirigir su primera película, una historia a cerca de cantantes de
ópera jubilados. EN la gira promocional Hoffman se somete a centenares de
entrevistas en cada ciudad y en cada una de ellas tiene la obligación de ser un
tipo cordial y cercano y, a la vez, único.
Hoffman ha reivindicado durante las últimas
décadas que el mundo también puede ser patrimonio de los tipos feos.
En su entrevista para EPS hablaba de la
importancia del arte efímero, explicando que los actores antes de inventarse el
cine y la televisión se debían contentar con plasmar su talento en obras de
teatro que de las que no quedaba otra huella que el recuerdo de los
espectadores y la referencia de la crítica. Para intentar encontrar un ejemplo
similar en nuestro tiempo Hoffman se refirió sorprendido a su experiencia en
Arzak, el restaurante al que le había llevado en su periplo por España. Hoffman
hablaba maravillas de Arzak y de su hija y consideraba que durante la cena
había asistido a la ejecución de una obra de arte efímera, que tenía todo su
sentido para las comensales que tenían la suerte de comer o cenar en el
restaurante.
La referencia a Arzak me dejó sorprendido
de descubrir ese punto de conexión entre Hoffman, Arzak y el arte. La excusa
perfecta para escribir sobre cine, cocina y arte.
He tenido la oportunidad de cenar varias
veces en Arzak en los últimos 15 años, bastantes, en alguna ocasión he cenado
solo, en otras en compañía de mi mujer, de amigos o en cenas más o menos
profesionales. En todas y cada una de las ocasiones en las que he visitado a
Arzak ha sucedido algo especial, empezando por la calidez de las señoras que se
ocupan del servicio, unas mujeres que conectan con las mêres lionesas que son
uno de los pilares de la cocina universal. Arzak zascandilea por las mesas como
un niño grande, sin sombra de petulancia, con la cordialidad de quien te hubiera
tratado toda la vida, casi en todas las ocasiones pregunta por el modo en el que
había conseguido la reserva.
Creo que es el único sitio del mundo en el
que pueden coincidir en la misma sala un premio nobel de literatura y un padre
con un hijo adolescente que come por primera vez en un restaurante.
Tanto o más importantes que las veces que
he tenido la suerte de cenar en Arzak serán las que sin duda me quedan por
disfrutar, sin las estridencias que exigen otros restaurantes con tres
estrellas Michelin.
Hay un millón de razones para que un blog de
cocina haga referencia a Arzak y cientos de recetas merecería la pena reseñar.
Por aquello de justificar esta entrada, que cruza a Hoffman con el arte y la
cocina, me va de maravilla un postre de chocolate hecho a partir de la
evocación del peine del viento de Chillida. Chillida también merecería una
entrada en un blog de cocina, aunque sólo fuera por su sobriedad y por el hecho
de haber sido portero de la Real Sociedad, no es mala combinación la del futbol
y el arte, un combinación extraña pero sorprendente.
Me consta que además Arzak se vuelva en la
cocina durante el mes de septiembre para agasajar a las estrellas que acuden al
festival de cine de San Sebastián, por su mesa han pasado Bette Davis o Howard
Hawks, De Niro, Hitchock, Coppola cuando no era todavía Coppola … De todos y
cada uno de ellos quedan anécdotas en los restaurantes de San Sebastián.
Sin embargo creo que no sería justo con
Arzak y cuando me animo a tunear una de sus recetas eligiera una de las
menores. Creo que a los grandes cocineros hay que copiarles a lo grande y qué
mejor que su receta del pastel de cabracho a la plancha, una receta que tiene
más de 40 años, que ya no aparece en la carta de casi ningún restaurante y que,
sin embargo, Arzak mantiene entre sus platos de referencia y de uno u otro
modo, con una u otra modalidad, termina por encontrarse en aquella casa.
PASTEL DE KABRARROKA A LA PLANCHA.
Ingredientes (6 personas).
Para el pastel de kabrarroka:
1/2 kilo de kabrarroka cruda y sin cabeza.-
Una kabrarroka o cabracho no es sino una escórpora o un caproig. Arzak juega
con la ventaja de los pescados del cantábrico, los del mediterráneo tienen una
textura distinta, más sabrosa pero con la carne menos consistente. Es fundamental
que el pescado sea muy fresco.
8 huevos
1/4 de l de nata
1/4 de l de salsa de tomate
1 zanahoria.
Unas hojitas de perejil.
1 puerro una pizca de mantequilla
una cucharadita de pan rallado
agua para la cocción
pimienta blanca
sal
Elaboración.
Se cuece la kabrarroka con el puerro y la
zanahoria en agua con sal. Cuando esté suficientemente cocida, se desmenuza y
se desmiga, quitándole las espinas y la piel. Hay que cocerlo con piel y
espinas, sin cabeza, el tiempo de cocción dependerá de la firmeza de la carne
del pescado, con los del mediterráneo 15/18 minutos es más que suficiente.
Aparte, se montan los huevos como si fuera
para una tortilla, e inmediatamente se le añade la nata, el perejil, la salsa
de tomate y el pescado reservado. Dar punto de sal y pimienta. Se vierte el
preparado en un molde rectangular de litro y medio previamente untado con
mantequilla y pan rallado. Se cuece al baño maría en el horno a 225 grados
durante 1 hora y 15 minutos. Una vez frío, se desmolda. En algunos recetarios
se aconseja pasar la mezcla por un batidor durante unos segundos para que la
pasta quede más homogénea. A mí me gusta más no pasarlo por la batidora porque
me gusta encontrarme trozos irregulares de pescado.
Con la escórpora mediterránea se puede
introducir alguna variante como la de incluir en la mezcla una docena de gambas
rojas a la plancha peladas y picadas. También se encuentran en internet recetas
en las que el puding se cuaja en el microondas.
Puede que una vez arrancado el siglo XXI esta
receta pueda parecer una solemne tontería pero en su momento fue una pequeña
revolución, hasta el punto de que durante años no había pesa que se preciara
que no incluyera un pastel de mercado en cualquiera de sus modalidades.
El pastel cuajado y frio se cortaba en rebanadas
de un centímetro y medio de ancho, se pasaban por una plancha engrasada y se
servían con una salsa roja o con una salsa holandesa en muselina. Se puede
tomar frio o templado.
Cierro la entrada con un dibujo del Peine
del Viento de San Sebastián.
La primera vez que vi un cap roig (en Mallorca recibía ese nombre), lo comí allí, lo conocí recién pescado y se guisó a la plancha, era precioso su color y riquísimo a la plancha pero en pastel nunca lo comí y tu receta me ha causado una impresión buenísima. Tanto la foto del dulce de chocolate, como el dibujo con que nos deleitas, son preciosos. Jubi
ResponderEliminarDiletante,me encanta tu blog.
ResponderEliminarY me encanta Jubi.
Una madre es siempre una madre.
:-)
LSC
Espero conocerte en una de mis escapadas. Gracias. Julbi
EliminarJubi, nos conocimos en "la boda" pero como había tanta gente estupenda y yo estuve llorando miles de horas pues no pudimos hablar.
ResponderEliminarCuando vengas por aquí nos vamos de copas y charlamos.
De copas;garitos y fiestas, se bastante más que de comiditas.
LSC
Solo pude estar ese día 7 horas y quería ver a todos en tan poco tiempo. Me gusta comer pero NO guisar,así que ahora estoy en mi salsa. Lo que tiene que hacer "el diletante" es prepararnos alguna cosita apetecible que ya le haremos nosotras los honores y eso sí, con una copita de buen vino tinto. Jubi
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