zascandil.- 1. m. coloquial. Hombre
despreciable, ligero y enredador.
2. m. desuso. Hombre astuto, engañador, por
lo común estafador.
3. m. desuso. Golpe repentino o acción
pronta e impensada que sobreviene, comparable a un candilazo.
La definición que de la palabra “Zascandil”
da el diccionario de la Real Academia de la Lengua resulta excesivamente severa
para una palabra tan bonita. Hurgando en la etimología resulta relativamente
sencillo descubrir que la palabra tiene su origen en una onomatopeya para describir
el sonido que producía el repentino apagado de las luces de queroseno en la
calle, normalmente los ladrones o maleantes aprovechaban esta circunstancia
para cometer sus fechorías, apagado repentinamente el alumbrado público
resultaba más sencillo delinquir.
No es que haya decidido reconvertir este
blog en un bitácora sobre la lengua y las palabras aunque la verdad es que al
cabo de estos meses he recopilado una buena colección de palabras que, por una
u otra razón, me han seducido.
El zascandileo seguramente sea una forma de
diletancia, un modo de perder el tiempo con más o menos mala intención. La
palabra zascandil me viene al pelo para adelantar mi intención de iniciar un
nuevo relato novelado entre fogones: “Las estaciones del Zascandil”, ya sé que
un título un poco rimbombante para quien llegue de nuevas a estas páginas
virtuales, pero pretende entroncar con el relato anterior. Terminadas las
aventuras y desventuras de Germán Utiel, en el último suspiro asomó la cabeza
Daniel, el hermano de Luz, un cocinero joven que gestionaba un peculiar
restaurante que se llamaba el Rebost del Zascandil.
El relato del Zascandil arranca poco más o
menos cuando concluye el ciclo de Utiel, es decir, los días cercanos a la cena
de los parroquianos de can Cufa. Las estaciones del Zascandil no tienen por
objeto continuar hurgando en la vida de Germán sino de indagar sobre las
tribulaciones de Daniel, que había sido despedido de un importante restaurant
de Barcelona a finales del año 2012 y se había embarcado en su primer negocio
propio. No sé todavía muy bien hacia donde se dirigirán las naves del
zascandil, claro es que su relato girará en torno a la cocina, pretende ser una
novela de cocina, si es que existe este género.
Cuando me animé a escribir Introducción a
la Cocina lo hice con la idea de recopilar 15 recetas básicas, de las que
habitualmente manejo en mi casa, con el fin de que le pudieran servir de
recetario de supervivencia a mi hija mayor. Se trataba de construir una pequeña
trama novelada alrededor de recetas relativamente sencillas que pudieran servir
a quien no está habituado a cocinar a disponer de algunos trucos más o menos
vistosos para salir de la rutina en los fogones. Por lo que sé al final a mi
hija le ha dado cierta pereza seguir las entradas, la pobre anda todo el día
pegada a la pantalla de ordenador ya que en las carreras modernas todo aparece
o se baja de la red, así que su tiempo de ocio no lo dedica a seguir leyendo en
la pantalla.
Aunque en principio la excusa era “externa”
lo cierto es que desde el arranque quedé enganchado por las luces y las sombras
de escribir una novelilla por entregas, verme obligado a terminar el trabajo
anunciado y, además, someterme a la disciplina de seguir una trama que iba
dibujando semana a semana. Al final resultó ser que las aventuras de Germán
Utiel terminó siendo un ejercicio para mi propio deleite.
Acabé cansado, sin embargo al empezar a
escribir el epílogo vi que había dejado muchas historias sin cerrar,
seguramente porque la historia no era sino una excusa para la receta, y que
algunos personajes habían visto truncado su recorrido. Varias semanas después
de cerrar el ciclo de Utiel, más relajado, he ido madurando la idea de abril un
ramal, como si fuera un spin off de las comedias de la televisión, y habilitar una
nueva ruta para desarrollar las andanzas de Daniel Sanchez Cotán, Daniel el
Zascandil, cocinero en ciernes, inquieto y ambicioso, desordenado. De nuevo
serán 15 capítulos – es importante programar el relato y establecer un inicio y
un final -, con ello vendrán otras tantas recetas, más complicadas que las que
hubo de practicar el desdichado Germán; si se porta bien puede que Germán asome
la cabeza en alguno de los capítulos aunque en principio el nuevo relato poco
tiene que ver con él, esperemos que siga espiándonos desde las pantallas de su
departamento en el ayuntamiento de Barcelona.
Abierto pues el ciclo del Zascandil me
dispongo a arrancar un nuevo relato por entregas, un nuevo recetario que espero
que sea útil para los que buscan nuevas/viejas recetas y que entretenga a
quienes me leen aunque no les seduzca nada lo de cocinar.
LAS ESTACIONES DEL
ZASCANDIL.1ª ESTACIÓN: EMPEZAMOS POR EL POSTRE.
Domingo, nueve de mayo.-
Daniel madrugó, no le quedaba más remedio, sabía que en los buenos restaurantes
la cocina debía quedar impecable tras el servicio, que no podían quedar tareas
pendientes para la mañana siguiente, sin embargo la cena de la noche anterior
les había dejado agotados, con pocas ganas y pocos argumentos para recoger. A
Daniel le quedaba el consuelo de que en pocos días podría contratar a un
ayudante permanente, de hecho el lunes había programado tres o cuatro
entrevistas a partir de los curricula que le había facilitado un conocido. Se
trataba de encontrar un chico/chica para todo que pudiera ocuparse de las
tareas más desagradables y rutinarias del local, las referidas a la limpieza,
al orden y a los procesos de cocinado más sencillos. Pagaría poco, exigiría
mucho y sometería a los candidatos a la presión de un negocio que debía
arrancar de una vez.
El domingo a última hora de
la mañana pasaría la mujer de Daniel con la niña, a Daniel le relajaba después
de una paliza como la del día anterior cocinar para Mariela, aprovechar el
espacio y las instalaciones para una comida íntima, colocar el carrito de la
pequeña en una esquina resguardada y en penumbra de la sala, poner la música
tenue y preparar un pescado al horno, un poco de ensalada, quesos, un mango
maduro laminado como si fuera un carpaccio y una copa de vino. Para conseguir
esa breve isla de calma en su vida era imprescindible que desaparecieran del
local los vestigios de la última de las cenas, que todo quedara limpio,
recogido, impecable; que se ventilaran la sala y la cocina, en definitiva que
pareciera que él y Mariela fueran a estrenar la sala.
Mientras fregoteaba intentaba
visualizar la programación de la semana o, por ser más exactos, la falta de
programación de la semana ya que no tenía ninguna reserva a la vista, tampoco
había conseguido que el encargaran ningún catering pese a que el mes de mayo
era un mes tradicionalmente bueno para la hostelería ya que era plena temporada
de comuniones y de bodas, seguramente la crisis había arrasado con ese tipo de
celebraciones.
El rebost del Zascandil
llevaba dos meses en funcionamiento, allí habían invertido tanto él como su
hermana los pocos ahorros que tenían, ambos habían capitalizado el paro para
poder alquilar el viejo restaurante, adecentar el local y prepararlo para su
reapertura como una peculiar casa taller de comidas que sólo abría a requerimiento
de los clientes. Entre Daniel y Luz habían organizado el espacio y el concepto
del negocio como un taller de restauración de cocina por encargo. Luz se había
empeñado en decorar el local a base de grandes paneles que reproducían cuadros
de Matisse, un baño de color con el que conseguía endulzar la fría
funcionalidad del mobiliario de cocina.
Si en unas semanas el rebost
no conseguía nuevos clientes antes de que llegara el verano tendrían que
liquidar el negocio y buscar algún modo para pagar las deudas. Daniel incluso
había mandado su currículo a una cadena de hoteles de lujo y a una naviera que
explotaba una red internacional de cruceros, si recibía alguna oferta se
enrolaría como cocinero mercenario y renunciaría al sueño de gestionar su propio
local.
Por suerte Mariela disponía
de un sueldo estable ya que se había
colocado poco antes de la crisis en un banco, de momento estaba tras el cristal
blindado del mostrador pero confiaba en que unas pruebas de promoción interna
le permitieran aspirar a ser subdirectora de una sucursal. Era un trabajo
bastante monótono en el que el único objetivo tangible era que la caja cuadrara
al final de la jornada; el horario era cómodo y le permitía ocuparse de la
niña, de apenas 6 meses, y tener asegurada la vida. Tras el despido de Daniel
se habían acostumbrado a vivir sólo del sueldo de Mariela, de modo que todo lo
que pudiera venir del Rebost del Zascandil se convertía en un ingreso
extraordinario que normalmente se destinaba a ahorro. Mariela, todo dulzura, se
había convertido en una gestora implacable hasta el punto de que no sólo no
había invertido, firmado o comprometido un solo euro en la empresa de Daniel,
sino que incluso se había negado a casarse con el padre de su hija hasta que no
hubiera enderezado el negocio, no quería en modo alguno que le salpicaran los
posibles quebrantos de la actividad del Zascandil.
El domingo quedó recogida la
cocina, comieron bajo el manto protector de unas sonatas de Chopin que terminó
de adormecer a la pequeña Marielita, pasearon por las calles peatonales de
Sarriá dejando que cayera la tarde.
El lunes, a primera hora de
la mañana Daniel recibió un correo electrónico de uno de los comensales que
había acudido el fin de semana, junto a los consabidos agradecimientos y
parabienes le hacía una propuesta peculiar, pondría en contacto a Daniel con la
productora de un programa de televisión que desde hacía 25 años se dedicaba a
filmar un breve espacio diario que se emitía tras las noticias del mediodía; el
esquema era sencillo se trataba de que un cocinero preparara una receta
original y no muy complicada, normalmente solía aprovecharse la ocasión para
hacer algo de publicidad de un restaurante así como de los productos que
patrocinaban el espacio televisivo. Si a Daniel le apetecía la propuesta en unos días podrían grabar el programa,
obligatoriamente en las cocina improvisada en un estudio de televisión, sólo
había que mandar una breve biografía a la productora y proponer una receta que
pudiera cocinarse en 20 minutos.
En cuanto recibió el correo
electrónico mandó el mensaje con los datos requeridos así como una propuesta de
receta, unas crepes Suzette, un plato clásico, un tanto en desuso, se podía
realizar en el tiempo marcado y resultaba muy vistoso. Al pie del correo dejó
el teléfono móvil y, a partir de ese momento no se despegó de él, ni si quiera
se atrevió a llamar a Mariela para darle la noticia por miedo a que la línea
quedara ocupada.
A media mañana del lunes
empezó el proceso de selección, de entre las peticiones recibidas seleccionó
seis de ellas casi al azar, apenas podría pagar el salario mínimo
interprofesional, exigía una jornada dura en la que algunos fines de semana podían
quedar comprometidos, trabajo para unos pocos meses. Para las entrevistas
prefirió colocar la amplia barra del salón como barrera de separación, se
colocó la chaquetilla de chef con su nombre grabado en rojo y un mandil negro
impecable, debía parecer como si la cocina estuviera a punto de verse invadida
por una actividad frenética. La sala la presidía una grandísima pantalla a la
que Daniel había conectado su mac, de modo que sobre la cabeza del cocinero
iban pasando una tras otra la minuta de los menús, fotografías del proceso de elaboración
de recetas, la colocación de los cubiertos y los adornos de la mesa.
Daniel mantuvo un tono
displicente y mientras realizaba preguntas con desgana miraba sin disimulo si el
aspirante llevaba las uñas limpias, la camisa planchada, el pelo recogido, si
controlaba los gestos de las manos o si bajaba la mirada al responder. Era
difícil encontrar un candidato óptimo, así que debía contentarse con uno que
fuera pulcro.
Casi al filo del mediodía,
cuando había descartado a los cinco primeros candidatos, apareció Petra, de 25
años, pelo castaño, cortado casi a tazón; padres alemanes y un intenso acento
germano remarcando cada erre en su castellano preciso. Petra no era
especialmente hermosa, más bien cultivaba un aspecto desaliñado. No sólo no era
capaz de sostenerle la mirada a quien debía ser su jefe, sino que perdía la
vista observando la pantalla del ordenador, como si inspeccionara la
instalación del local; se mordía las uñas y jugueteaba con unos pen drive que
llevaba colgados del cuello, como si fuera un collar. Sin embargo dos factores
del currículo de Petra fijaron la atención de Daniel, ella hablaba 5 idiomas, incluido
el catalán, así como estudios superiores en ingeniería informática y varios
cursos de fotografía. Daniel estaba dispuesto a tenerla a prueba unas semanas,
pensando en aprovechar las habilidades como fotógrafa, sin embargo Petra se
adelantó a la respuesta de Daniel.
-
Señorrr Zaskandil, le
advierto que sólo aceptaré el puesto si me asegura que podré utilizarrr el
ordenadorrrrr de la empresa una vez finalice mis tareas. Solo así me será
posible aceptar sus miserables condiciones económicas y las incertidumbrrres de
su oferrrta.
Daniel
le estrechó la mano y le dijo:
-
Probaremos durante unas
semanas; por cierto no me gusta que me llamen señorrrrr Zaskandil, bastará con
que me llames Daniel. ¿Para qué quieres usar el mac?
-
Estoy en España haciendo un
libro sobre las estatuas callejeras, los Don Tankrrrredos que llaman las
personas mayores. Mi novio, Oriol, prepara su tesis doctoral sobre las rrrraices
drrramatikas de estos actores ambulantes. En los pen drives llevo algunas
fotografías que corrrroboran que lo que le digo no es mentira.
Y sin
mediar una nueva autorización Petra se deslizó hacia la cocina buscando la disquetera
y el teclado del ordenador. En unos segundos apareció la primera de una serie
de fotos increíbles tomadas en la Rambla de Barcelona.
-
Es una pena que tengan un
alcalde tan kastradorrr que haya prohibido este tipo de expresiones culturales
en las calles. No saben ustedes lo que pierrrrde la ciudad con estas políticas tan reaccionarias.
-
¿tendrás los pens vacunados?
-
Espero que sea usted el que
haya actualizado los antivirus, le aseguro que mis archivos no están en
absoluto contaminados.
- Es preferible que no dudemos el uno del otro. Esta es la tarjeta
de mi gestoría, si llamas esta tarde mañana te preparan los papeles y puedes
venir por aquí a partir de las once de la mañana.
- Si me lo permite llegaré a las nueve y así podré probar con un
poco más de tiempo sus aparatos. Por cierto, no tengo ni idea de cocina – le quitó
la tarjeta de la mano sin darle tiempo a reaccionar y marchó hacia la puerta
con su collar de pen drives tintineando.
Daniel había conseguido tener una socia, su hermana, a con
camarero a tiempo parcial que cobraba en negro, Germán, y ahora una empleada con
pinta de ocupa de la extinta Alemania del Este, sólo le quedaba conseguir algún
cliente estable que le sacara de la ruina.
El lunes terminó sin que sonara el teléfono y sin nuevos correos
electrónicos de interés. Daniel fue a recoger a la pequeña a casa de su suegra,
Mariela iniciaba esa tarde un cursillo de gestión del stress en la oficina que
complementaría los puntos necesarios para poder aspirar a la promoción interna,
si conseguía pasar las pruebas entrarían cuatrocientos euros netos más al mes
en la casa.
El martes Daniel quedó dormido con la niña tras el biberón del
amanecer, Mariela les dejó enroscados en la cama, ajenos al trasiego de duchas
y cafeteras que necesitaba para poder arrancar, ni tan siquiera les había molestado
que encendiera la radio.
A eso de las diez de la mañana sonó el móvil de Daniel, la
productora del programa de cocina le proponía grabar a la mañana siguiente, a
las siete y media de la mañana, único momento en el que podían disponer de un
plató en condiciones para cocinar, se les había anulado un rodaje programado y
necesitaban urgentemente un cocinero profesional dispuesto a preparar una
receta de confianza, les había gustado la propuesta de las crepes, no había
previsión de pagar su intervención en el programa pero sí publicitar el
restaurante y dejar sobreimpresa la dirección de la web del zascandil durante
unos instantes al final. Daniel tenía hasta el mediodía para mandarles una
relación de ingredientes más precisa que la que ya les había facilitado en su
propuesta, así como cuatro pasos claros en los que debía estructurarse la
receta. El esquema era sencillo: Minuto y medio para la presentación del
cocinero y unos breves antecedentes del plato, tres minutos y medio para cada
una de las fases de la preparación y medio minuto final para la despedida, momento
en el que insertarían la publicidad del local de Daniel.
Nada más colgar se dio cuenta de que había dejado colgado a
Petra en su primer día de trabajo, media docena de mensajes certificaban la desesperación
de su trabajadora. El dueño de la panadería que había frente al local del
Zascandil disponía de llaves pero Daniel no se fiaba de que Petra no le
desvalijara el negocio.
Mandó un escueto mensaje: “Petra, te dije a las once”. Recibió
de inmediato una rápida respuesta: “Poco serio, como casi todos los españoles.
Menos mal que la puerta es sencilla de abrir, llevo media hora trabajando. No
te asustes”.
Para darse importancia Daniel le sugirió a Petra que le
acompañara a la televisión.
Daniel dejó a Marielita en casa de sus suegros, revisó las posibles
versiones de la receta elegida en varios libros y dejó que Petra se
familiarizara con los armarios y cajones del local; le pidió que organizara una
lista de correo electrónico con clientes, proveedores y amigos a los que
comunicar que en breve el Zascandil prepararía una receta para el programa de
cocina de la tele catalana.
Daniel revisó cerca de cien recetas distintas de crepes,
consultó varias páginas web, e incluso llamó a algunos colegas que ya habían
salido en el programa, todos coincidieron en que la grabación era muy poco
glamurosa, excesivamente fría, sin embargo era un trampolín formidable durante
unos días, sobre todo si se conseguía encender la chispa de conectar con el
espectador, aunque había de actuar con cuidado porque los productores no
toleraban un solo chiste, no se trataba de imitar a Arguiñano.
La noche antes del rodaje Marielita quedó a dormir en casa de
sus abuelos, era imprescindible que Daniel pudiera dormir de tirón, les costó un
poco conciliar el sueño. Daniel había quedado con Petra a las siete y cuarto de
la mañana en la puerta del principal de la televisión, ella llevaría el mandil
blanco del Rebost del Zascandil, era imprescindible que estuviera recién planchado
y oliera a limpio; Daniel sabía que aunque todavía no se ha inventado la
televisión que transmita olores muchos espectadores eran capaces de percibir
olores frente a la pantalla, para un cocinero con ganas de triunfar era
imprescindible oler a limpio, un mandil de algodón impoluto en el que se pudieran
ver con nitidez las letras bordadas. Daniel confiaba en que la llamarada final
del licor de naranja al ser flambeado encandilara a los espectadores.
Finalizado el rodaje, ejecutado en seis tomas impecables, se le
acercó uno de los productores para decirle escuetamente:
- Muy bien. El programa saldrá el martes que viene a las tres y
media. Hasta otra. Por cierto si quieres repetir la receta en la radio llámame
esta tarde a partir de las cinco.
Daniel encargó a Petra que remitiera un nuevo correo electrónico
anunciando el día y hora de la emisión. Daniel no disimulaba los nervios,
tecleaba constantemente sobre la pantalla táctil del teléfono. A las cinco
menos un minuto estaba marcando el teléfono del productor, la oferta que recibió
era sencilla, se trataba de intervenir durante 20 minutos en un programa de radio,
recibiría 150 euros brutos por la receta, tenía que estar el viernes a las 11
de la mañana en una conocida cadena de la ciudad, si la receta despertaba
interés podría intervenir en el programa cada quince día.
- Te advierto Daniel – le dijo el productor – 20 minutos en televisión
pasan volando, en la radio es otra historia, se hacen eternos. El primer día
tendrás al presentador y a parte del equipo apoyándote pero si te ven con
tablas puede que la próxima vez que intervengas aprovechen para ir a fumar a la
calle. Es poco dinero pero la emisora se compromete a darte un 15% de cada
nuevo anunciante que en tu franja se incorpore a la publicidad del programa.
Mándame un guion para tu receta y prepararemos la escaleta. Recuerda el viernes
a las 11 de la mañana. Por cierto la
intervención en castellano, el programa se escucha en toda España.
Petra, que había estado escuchando la conversación atentamente,
no le permitió articular palabra:
- Ya lo sé jefe, el viernes me toca acompañarle a la radio. Creo
que me podrrré acostumbrarrr a este trrrabajo, aunque de momento no hemos frito
un huevo en nuestrrrras sartenes.
Lo que no imaginaba Petra es que estando Mariela muy ocupada con
los cursillos del banco le tocaría a ella hacer de sparring y escuchar hasta en
cinco ocasiones el ensayo de la intervención, la primera vez Daniel se empeñó
en ir preparando la receta mientras hablaba, hasta que se dio cuenta de que en
la radio aquello carecía de sentido,
salvo que quisiera dar de desayunar a los técnicos y periodistas. En la radio
no podría jugar con el efecto del fogonazo, por lo tanto debía pulir todas y
cada una de sus palabras mientras le resonaba en la cabeza la frase: aquí no
queremos arguiñanos.
El día de la grabación le sorprendió la presentación con la que
le lanzaron a las ondas: “Hoy inaugura sección Daniel Sánchez Cotán, sin duda
uno de los cocineros más prometedores del cosmopolita panorama gastronómico
catalán. Daniel regenta en Sarriá el restaurante El Rebost del Zascandil. Tomen
nota y vayan haciendo la reserva”; el presentador le guiño un ojo mientras
improvisaba unas frases sobre una servilleta de papel: “esta propaganda te va a
costar invitarme a una cena a tutti plain en tu local, chaval”. Y Daniel
arrancó con un entrecortado:
- Muchas gracias y buenos días. Gracias por la presentación,
todavía me queda mucho que aprender, también que enseñar. De momento, por si
estos señores deciden no llamarme nunca más a su programa, arranco mi sección,
las estaciones del Zascandil, con un postre, una receta de las de toda la vida,
crepes flambeadas con licor, crepes Suzette. Es una receta de origen francés que
dicen que se inventó por casualidad cuando un joven cocinero se puso nervioso
en el momento de preparar unas crepes al príncipe de Gales, quien luego sería
Eduardo VII. El príncipe de Gales estaba de vacaciones en la costa azul a
finales del siglo XIX, el cocinero pretendía preparar ante los ojos del
príncipe unas crepes rellenas de confitura de naranja con la intención de
añadirle unas gotas de licor antes de servirlas. Trataba de cuajar la masa en
una sartén sobre un fogón transportable para que el príncipe se entretuviera
con sus malabarismos; en el momento de añadir el licor, en principio coñac, se
olvidó de apagar el infernillo y por el contacto con el calor la sartén dio un
intenso fogonazo al arder el alcohol; el príncipe de Gales tras un tenso silencio
inicial rompió a reír y con él sus acompañantes, uno de ellos tenía una hija
pequeña que se llamaba Susane, así que la pequeña Suzette quedó inmortalizada
aquel verano. Como en casi todas las recetas históricas verán ustedes que no
todos los autores coinciden con el origen y en otros recetarios aparece la
referencia a su creación en Paris, como una receta hecha en honor de una
afamada actriz de la Comedie Francaise.
Petra quedó momentáneamente absorta por la labia de su jefe,
tanto que se olvidó de hacerle las fotos prometidas durante la intervención.
Desde la cabina uno de los técnicos alzó un pulgar para darle confianza al
Zascandil, que tomó aire durante una décima de segundo antes de continuar.
- Seguramente muchos de ustedes considerarán que esta receta está
pasada de moda y que es muy sencillo preparar unas crepes, incluso comprarlas
precocinadas, puede ser, pero si deciden utilizar esos preparados que venden en
botellas piensen que se están perdiendo el placer de dedicar unos minutos a cascar
y batir huevos, a dejar perdida de harina la encimera de la cocina, a dudar con
la temperatura de la sartén para que no se arrebate la mantequilla. Es libre de
perderse esos momentos, pero les aconsejo, sobre todo si tienen niños, que se
den un homenaje y preparen unas crepes de verdad, aunque luego en las de los
pequeñajos eliminen el licor.
- Ya ven – intervino el locutor para que Daniel pudiera dar un
sorbo de agua y recuperar el aliento ya que se quedaba sin fuelle por segundos
-; les aseguraba que Daniel el Zascandil era todo un crack de la comunicación.
- Menos crack, que todavía no hemos empezado a mancharnos las
manos – continuó Daniel -. Para la masa de las crepes necesitaremos media
pastilla de mantequilla, 125 gramos, no hay que olvidarse de que la mantequilla
tiene que estar blandita, conviene dejarla fuera de la nevera una hora antes de
empezar a trajinar, incluso dejarla cerca de alguna fuente de calor. También
necesitaremos 4 yemas de huevo, preferible de corral que no hayan comido
compuestos, una clara de leche, dos decilitros de leche, lo que viene siendo un
cuartillo de leche, vamos un vaso. una cucharada de azúcar, cuando me refiero a
cucharadas han de entender que son soperas, una pizca de sal, ingrediente
importante ojo. También dos cucharadas de licor de naranja, triple seco, si no
se tiene a mano este licor puede servir el coñac, incluso un ron moreno que sea
decente. Algunas abuelas añaden a escondidas dos cucharadas de almendras crudas
y molidas, la almendra en polvo sustituyen a la harina. Con todos estos
ingredientes se prepara la masa que ha de servir como base para esta crepe,
para esta receta o para cualquier otra.
- Para la salsa se necesita una copa de licor, el mismo que ha
servido para la masa, 60 gramos de harina que esperará la salsa para
convertirla en una crema, una naranja, un chorrito de limón, dos terrones de azúcar
y 40 gramos de mantequilla para engrasar la sartén en la que deberán prepararse
las crepes. Importante tener la habilidad de cuajar la masa como el relleno en
el acto, delante de los comensales. Recordad las viejas películas francesas en
las que el maitre del restaurante preparaba la receta delante de una pareja de
enamorados que esperaba a que terminara el flambeado para descorchar una botella
de champagne.
- La base para la masa conviene tenerla preparada horas antes, ha
de reposar un poco, la sal sirve para acelerar el proceso de fermentación
aunque debemos tener claro que las crepes no llevan nada de levadura, de ningún
tipo y que la fermentación es levísima, para que quede esponjosa la masa lo
importante es batir con vigor las yemas, poner la clara al punto de nueve antes
de mezclarla con las yemas que han de quedar muy espumadas. Cuando quedan
mezclados los huevos procede añadir la leche templada y después el resto de
ingredientes con la paciencia suficiente como para que no quede ningún grumo.
La pasta debe reposar en un lugar fresco durante cuatro o cinco horas, pero no
pasa nada si se deja de un día para otro.
- Para la salsa hay que colocar en un puchero metálico el licor,
la mantequilla, el zumo de naranja, el chorrito de limón y los dos terrones de azúcar.
Se calienta ligeramente sobre un infernillo de gas removiendo con unas varillas,
a medida que se va removiendo la cucharada de harina hasta que trabe una salsa
de color naranja espesa. Se reserva la salsa caliente y se coloca una sartén
redonda y amplia sobre el infernillo, con la ayuda de un cazo una porción de la
masa preparada que se extiende sobre la sartén previamente engrasada con
mantequilla; la primera de las crepes que se hace en la sartén suele
malograrse, normalmente por exceso de mantequilla, no hay que desesperarse,
pasa a los mejores cocineros. Hay que tener cierta habilidad para darle la
vuelta a la crepe sin que se quiebre o se arrugue, suele ser útil utilizar una
espátula de madera que ayude a la maniobra, tampoco pasa nada si hay que echar
mano de los dedos para evitar el desastre. Cuando se consigue dar la vuelta a
la crepe sobre la cara ligeramente tostada se vierte con cuidado un poco de la
salsa, lo justo para que quede impregnada la crepe, se dobla rápidamente por la
mitad y luego otra vez por la mitad, como si fuera un pañuelo. Sin retirar la
sartén del fuego se añade una cucharada colmada del licor utilizado que se
enciende previamente aprovechando el calor de la llama. La maniobra de preparación
de la crepe, el relleno y el flambeado han de realizarse con mucha precisión y
evitando en la medida de lo posible que se queden secas o se requemen. Es
cuestión de ensayar en la cocina hasta dar con el ritmo preciso.
Daniel se había precipitado al final de la receta pero eso no
pareció importar ni al productor, que había seguido el programa desde el otro
lado del cristal, ni al presentador, que mientras daba paso a unos anuncios le
recordó a Daniel.
- Zascandil, ya sabes que si quieres tener futuro en esta cadena tendrás
que invitarnos a todos un día a cenar en tus dominios. No es lo mismo predicar
que dar trigo.
Daniel y el presentador se dieron un fuerte apretón de manos,
fuera el productor le dijo:
- Pasa ahora por gerencia para dar tus datos, ya sabes salvo orden
en contrario en quince días te toca estar de nuevo aquí. Te llamaré unos días
antes para pedirte el guion, que nos sirva de escaleta. La receta la colgarán
dentro de una hora como un postcat del programa.
- Ya sé – se adelantó Petra – me toca preparar un link con en
enlace para la lista de correo. A ver si además de recibir mensajes de apoyo y
enhorabuenas nos llega alguna reserva porque en la semana que llevo trabajando
contigo todavía no he visto encender los fogones para el público. Temo por mi
sueldo.
Daniel marchó caminando hacia la oficina en la que trabajaba
Mariela, habían quedado para comer juntos y celebrar el arranque del Zascandil
en las ondas. A media tarde recogerían a la niña, de momento no había reservas
para el fin de semana, por lo que podrían pasar sábado y domingo los tres
juntos, ir al mercado y preparar sobre todo purés de verduras y pescado,
Marielita estaba un poco estreñida.
Daniel escuchó en un par de ocasiones su intervención en la
radio, no reconocía la voz, consideraba que le había quedado un tanto
impostada, hablaba muy rápido y en ocasiones no se le entendía. Mandó un
mensaje al productor sugiriéndole que colgara el texto con la receta.
Aquella noche Daniel cayó rendido en el sofá y se durmió sin
terminar de ver la película, Mariela hubo de zarandearle varias veces para conseguirle
despertar y que, a duras penas, llegara a la cama.
A la mañana siguiente junto a los consabidos mensajes de los
amigos y de algunos proveedores que, por compromiso, aseguraban que había
estado brillante y le auguraban un futuro esplendoroso en los medios de
comunicación, le llevó un mensaje un tanto enigmático:
“Admirado Daniel, sin duda me conoces aunque no te acuerdes de
mí. He tenido la oportunidad de probar tu comida y esta mañana te he escuchado
en la radio. Me encantaría que nos conociéramos con mayor profundidad, sé que
no será fácil, eres un hombre ocupado, lleno de compromisos, no quisiera
alterar tu orden de vida; solo decirte que te admiro sinceramente, recuerdo la
amplia sala del Rebost, marcada por los cuadros de Matisse … oh, los intensos
rojos de Matisse, he tenido que bucear en los archivos de internet hasta dar
con la reproducción del poster que adorna la estancia principal del rebost, el
cuadro que hay junto a la puerta de la cocina.
(Nota.- La fotografía esta tomada del blog http://ibytes.es/blog_Estatuas_vivientes.html; la receta del vientre de venus aparece en el libro La Cocina Impúdica, Recetas secretas de una mujer de mundo reveladas a quien pretenda ser, autor anónimo, editado del italiano en España por Editorial TREA).
Intenso blog para empezar la mañana pero me ha encantado ver que empiezas novelilla y promete ser entretenida, espero que Daniel pueda triunfar, siempre me gustan los finales felices. El vientre de Venus tiene que estar buenísimo y de postre unas creps sellan el menú. Matisse me gusta "un monton". Jubi
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