Mi
relación con México no es, ni mucho menos, lineal; en su día me encantaron Bajo
el Volcán, de Lowry, y el 2666, de Bolaño. Ninguno de estos autores era
mexicano, sin embargo en sus novelas el peso de México mediatiza el relato y
convierte lo mexicano – con los elementos fascinadores y depresores – en un
personaje más de la novela.
No
conozco en España buenos restaurantes Mexicanos, en Barcelona he ido a un par
de ellos graciosos pero muy marcados por los abusos con el picante.
Hubo
un tiempo en mi época de estudiante en el que ir a un restaurante mexicano
solía ser una buena opción, cuanto menos económica. Los restaurantes mexicanos
de Madrid no ponían obstáculos a la hora de ir reponiendo tortillas calientes y
nachos siempre y cuando hubiera salsas o
quesos fundidos sobre la mesa. La generosidad de esos restaurantes mitigaba el
hambre adolescente, las cervezas suaves y los tequilas chingones terminaban de
animar las noches por poco dinero. Años después llegaron las margaritas y los
tequilas reposados, otra dimensión.
De
aquellos tiempos viene mi fascinación por un nombre: Cochinita Pibil; un nombre
cargado de picardía ya que uno imaginaba una cerdita coqueta, de carnes melosas,
para la que lo de menos era saber la razón u origen de la palabra Pibil.
Poco
a poco he ido recopilando información sobre este guiso, una información llena
de claroscuros que ha ido disipando esa idea vagamente erótica que me sugería
el nombre de cochinita pibil.
Los
recetarios que he consultado no tienen a bien ni de indicar qué raza de
cochinita es la adecuada para este plato, imagino que tendrá que ser un cochinillo
terciado ya que las recetas más auténticas indican que el guiso ha de trajinarse
con más de tres horas de cocción.
Pibil
no es un es una localidad del Yucatán, sino una técnica precolombina de cocción
que se consigue haciendo un hoyo poco profundo en el suelo, rodearlo de
piedras, el Pib es un técnica de asado en el suelo en el que la carne se
protege utilizando grandes hojas de platanero para que hagan recipiente.
Aquí
empiezan mis problemas ya que cuando me encuentro con este tipo de recetas me
desespera no poder contar con los ingredientes o elementos originales. Ya me
veo haciendo un agujero en el jardín y diseñando un sistema para mantener
caliente el receptáculo en el que hay que cocinar la cochinita.
Tampoco
es fácil encontrar hojas de platanero aptas para la cocción y creo que me vería
en un aprieto para garantizar que el guiso no va a ser atacado por las
hormigas, o que se malogre si no consigo aislarlo de la tierra.
Como
decía el pib es una técnica de cocción arcaica que consiste en enterrar los
alimentos bajo tierra y aplicarles calor.
La
carne de cerdo que se utiliza es magro – kilo y medio -, oreja – un cuarto de
kilo – y carrilleras – otro cuarto de kilo. Hay que cortar todas la carne en
trozos no muy grandes – 5 centímetros -. Se reserva la carne en una fuente. Ni
qué decir tiene que en el recetario moderno la cochinita pibil se hace al horno
a baja temperatura (165º) de dos a tres horas.
La
carne de cerdo antes de cocinarla hay que macerarla en zumo de naranja y zumo
de limón – en algunos recetarios indican que la naranja apta para el guiso es
la ligeramente amarga, yo me atrevería con la naranja sanguina. En otros
recetarios utilizan naranjas y limones normales pero añaden un chorrito de
vinagre.
Vuelven
los problemas con las exigencias del achiote, una planta colorante propia de Centroamérica.
He
de reconocer que me cabrean mucho las recetas en las cuales aparece un ingrediente
exótico que te obliga a remover Roma con Santiago para dar con él. El achiote
es un arbusto de las regiones intertropicales de América específicamente en
México, Colombia, Perú desde la época precolombina. Se conoce como fuente de un
colorante natural rojizo amarillento derivado de sus semillas, conocido como
annatto, urucú u onoto (Bixa Orellana) el cual es usado como colorante
alimenticio.
El
achiote le da al guiso un intenso color anaranjado que no sé hasta que punto
podría ser sustituido por nuestro delicado azafrán.
En
situaciones como la que describo lo normal es que consiga finalmente un paquete
de pasta de achiote y después de haber utilizado los 90 gramos que necesita
esta receta guarde el kilo restante en un armario sin saber qué hacer con él
durante siete u ocho meses, hasta conseguir que la alacena huela intensamente a
una especia que no domino. La otra opción puede ser hacer una mezcla de
especias a base de pimentón dulce, laurel molido, pimienta y comino, pero
estaría traicionando a mi cochinita pibil.
Retomando
la receta se deben diluir 90 gramos de pasta de achiote en los zumos de limón y
de naranja, deshacer bien la pasta. Salpimentar la carne y empaparla en el
líquido, cubriéndola con un paño y dejándola marinar durante 3 horas en un
lugar fresco.
Cuando
la carne esté bien macerada – teñida de naranja intenso -, se forra un
recipiente de pirex con las hojas de platano, se extiende la carne, se engrasa
bien con manteca de cerdo fundida – 125 gramos
-, se tapa el recipiente con hojas de platanero y sobre las hojas papel de
plata para sellar bien el cacharro.
Se
deja el guiso en el horno entre 2 y 3 horas, en función de la calidad de la
carne, ha de quedar en hebras. Se destapa y se acompaña el guiso con una
ensalada de cebolla.
Para
la ensalada de cebolla es necesario picar medio kilo de cebollas moradas, un
vaso de zumo de naranja, otro de zumo de limón verde, 6 chiles habaneros (otro
ingrediente exóticos de los que mosquean al diletante más equilibrado) y sal.
La ensalada ha de macerar en un recipiente cerrado durante 4 horas.
Me
hubiera encantado encontrar un cuadro mexicano de cerdos, no he sabido
localizarlo, he de conformarme con los de Gauguín en Provenza, luego pintó
otros cerdos en Tahití, éstos negros.
Me encanta Méjico. Ha sido uno de los países que más me ha impresionado por paisajes, comida, historia, anécdotas, colorido.....
ResponderEliminarVolvería de nuevo sin dudarlo.
Diletante, veo que has satisfecho las peticiones de un comentarista. Bien. Eres como aquellos buenos cantantes a los que se les pide que canten una determinada canción. Se que tiene un nombre pero ahora no lo recuerdo.
Has elegido una receta de una comida que me intrigaba, por el nombre, y que probé varias veces en la frontera con Guatemala,aunque me daba un poco de repelús porque lo de cochinita me recordaba al insecto ese con muchas patas: Puaf.
Aunque nada parecido a los chapulines fritos: agggg
Muy chulo el cuadro.
LSC
Gracias por su atención, es una pena que no encontrara un cuadro mexicano, otra vez pruebe en www.artedemexico.com
ResponderEliminarTelmo Gurrea.
Sabía con certeza que darías gusto al comentarista de tu blog y que en cualquier momento nos sorprenderías con una receta mejicana, a mí el cochinillo me encanta pero símplemente bien asado sin más aderezos. El cuadro precioso, a mí Gauguin me priva. Jubi.
ResponderEliminarEfectivamente Méjico en un país fantástico, en los años que viví en Ecuador fui varias veces, recorrimos aparte de DF, Guanajuato, Zacatecas, Costa Carelles, en fin una maravilla. La comida Méjicana me encanta, la sangrita previa a la margarita, los ajís picantes, el picante a mí especialmente me encanta, las tortitas, el Mezzanote restaurante en el que acabas bailando encima de las meses, la proximidad y afabilidad de los mejicanos, las rancheras, en fin que me sale mi sangre cuarterona, mi bisabuela era india mejicana guapísima venida de las montañas, en España sufrió mucho no se adaptaba a las costumbres, mi abuelo también era mejicano
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