El
próximo fin de semana me escapo a Roma con mi mujer. A la gente de mi generación
y, sin duda, a la de generaciones anteriores lo de salir fuera de España sigue
produciendo mucha emoción; no era tarea fácil. Excepto Portugal, el resto de
Europa tenía precios prohibitivos, el transporte tampoco era barato y la mía es
una generación que – en términos generales – sigue siendo bastante torpona en
esto de los idiomas.
Salir
al extranjero por placer era una experiencia por sí misma emocionante, al
margen de la ciudad que fueras a visitar. Luego vinieron los inter-railes, los
Erasmus, el Euro, los vuelos baratos … Mi hija mayor no tiene ya ese concepto
de frontera que teníamos nosotros, que todavía necesitábamos pasaporte en regla
y haber cambiado pesetas; los pequeños en apenas tres años han visto ciudades
que yo tarde 18/20 años en conocer.
El
arranque de esta entrada es ya una clara evidencia de lo chocho que puedo
llegar a ponerme cuando estoy a punto de viajar.
A
mi juicio Roma es una ciudad menos “sobrecogedora” de lo que pueda ser París,
una ciudad más “humana” en la que a mí, por lo menos, no me entra el complejo
de inferioridad que siento cuando paseo por otras capitales europeas y eso que
Roma probablemente sea una ciudad inmensamente rica en historia, en arte y en
encanto.
Por
diversas casualidades esta escapada va a tener el añadido especial de que podremos
visitar los jardines del Vaticano, un lugar no abierto al público, así que
cruzo los dedos para que el sábado por la mañana amanezca un día soleado, a la
altura del paseo que nos espera. El domingo si todo va bien podremos colarnos
en la embajada española en la Santa Sede.
A
lo largo de las ciento y pico entradas que lleva ya este blog he tenido la
oportunidad de referirme a distintos platos de la cocina italiana, por lo tanto
sería poco original que me conformara para esta ocasión con otra receta más.
Puesto que el viaje quedará marcado por el influjo vaticano creo que es buena
ocasión para referirme al libro “los secretos de la cocina del Vaticano”, de
Eva Celada, editado por la Editorial Planeta en el año 2006; ya he hecho alguna
referencia a este libro.
Revisando
alguna de las recetas que, en su día, me llamaron la atención releo la referencia
de un restaurante romano: La Cappellette, una sala frecuentada por diversos
cardenales, seguro que no se come mal. De entre ellos destaca el primado de
Chicago, el Cardenal Low, que pierde el sentido por una cotrada de lubina con patatas.
Imagino
que cuando uno llega a determinados niveles de poder o de influencia en el
Vaticano lo de la fe debe quedar en segundo plano y habrán de primar otras
cualidades.
El
branzino que coloca al cardenal Low a la altura de cualquier mísero mortal es
una lubina gratinada entre dos capas de patatas.
Se
necesitan las supremas – los lomos sin espinas – de una lubina salvaje.
Arranca
la receta pelando medio kilo cumplido de patatas que hay que pelar y cortar en
rodajas de un centímetro de ancho. Se pasan las patatas por aceite de oliva, lo
justo para que se doren aunque no se hagan del todo por dentro. Hay que retirar
y escurrir bien las patatas.
En
una fuente de horno se coloca de fondo una capa de las patatas fritas, se salpimentan
ligeramente y sobre las patatas se extienden los lomos de lubina con la piel
bocabajo, se salan los lomos y se le añade un poco de perejil picado.
Cada
uno de los lomos de lubina queda después cubierto por un langostino fresco
pelado y abierto en canal, los langostinos han de cubrir el pescado a modo de
láminas translucidas, conviene por lo tanto que el langostino esté fresco. La
receta no lo especifica pero habrá de quitarse el intestino que recorre toda la
columna del langostino.
Hay
que cubrir la bandeja con una capa final de patatas que debe comprimirse un
poco, apretando las rodajas de patata con un tenedor, quebrando un poco las
patatas hasta que la apariencia del plato sea la de un pastel.
Se
cubre la bandeja con una bechamel no muy espesa y un poco de queso emmental
rallado. Se pone el horno a 180º grados y se coloca la bandeja sobre los 20
minutos – un poco más si las supremas son gruesas. El toque del cardenal es que
en el momento de servir las porciones del pastel de lubina se espolvorea
caviar.
Siendo
el Cardenal Low primado de Chicago tenía la excusa estupenda para bucear en The
Art Institute of Chicago, en el que había un cuadro de Manet que me venía como
anillo cardenalicio al dedo, la pena es que ese cuadro lo había utilizado ya
para una de las primeras entradas.
Con
el fin de no perder la originalidad rescato de aquella pinacoteca de Chicago un
maravilloso cuadro de Gauguín de título también sacro: el día de los dioses.
Dear mr. Dil.
ResponderEliminarBuena elección la del Art Institute of Chicago, lo conozco bien. Sin desdeñar la parte de los impresionistas, allí descansan los cuadros más emblemáticos de la pintura norteamericana - www.artic.edu -; allí podrán disfrutar de los granjeros de Grant Wood, de alguna estampa nocturna de Hopper y de casi todo lo potable de Mary Cassat.
Por cierto Dil. supongo que en tu branzino habrá que gratinar la bechamel los tres últimos minutos.
Una recomendación: Suprime la bechamel, el plato queda muy pesado. Hornea el pescado a una temperatura más baja, alarga un poco la cocción (30 minutos) y los tres ultimos minutos cubre con una muselina de ajos las patatas, aguantalas en el horno hasta que se dore ligeramente la muselina.
Supongo que un cardenal no puede ir por la calle oliendo a ajo, pero el resto de los mortales sí.
Dexter Gordon.
Buen menú para celebrar el día de hoy, esa lubina va muy bien al dicho "bocati di cardinali", seguro que vuestro viaje a Roma será estupendo pudiendo disfrutar de los jardines del Vaticano. Yo hoy disfrutaré de un "tipical" paseo desde mi "Vaticano particular" Plaza de Oriente y terminar en "Casa Lucio", tampoco es mal sitio para celebrar este día. Los cuadros con que nos obsequias son una delicia para la vista, sobre todo el Gaugain, sabes que soy adicta a él. Buen día. Jubi.
ResponderEliminarSuertudos diletante y esposa por el viaje a Roma.
ResponderEliminarMe gusta mucho viajar y me gusta Roma. Ya he ido varias veces y no me importaría repetir.
Me encanta la pasta,la pizza, el chianti y los helados, o sea que Italia es un paraíso para mí.
Una receta de pasta echo de menos en el blog, unos ravioli caseros, o una pizza estrambótica.
Cuento anécdota: en Venecia mi acompañante, un arriesgado en todo (por eso iba conmigo), pidió una pizza que en la carta rezaba"pizza con sopresa". Y dice el pobre: pediré esta pizza que seguro será la especialidad del chef con muchos ingredientes.
Pues bien,la "sopresa" era un embutido enorme cual mortadela gigante puesto en una rodaja encima de la masa y sin nada más.
Aún me estoy riendo de su cara cuando lo vió..... jajajaja.
Aunque no puede igualarse con vuestro viaje yo también viajaré a la "Conca". Ya sabéis como os digo....Viaje duro donde los haya, por "tot plegat", necesitaré varios días para recomponerme de miles de calçots,llonganissas,vins, tortells y copas varias.
Me gusta la lubina, como la hace diletante y también como la hace el Sr, Gordon y los cuadros son muy chulos.
Pasarlo muy bien el finde y hacer muchas fotos.
LSC (me olvidé de firmar) :-)
EliminarViajar es uno de los grandes placeres de la vida, la cultura y conocer gentes es uno de los grandes tesoros de la humanidad; los conquistadores en lo más profundo lo hacían por la emoción que esto suponía, aunque las costumbres de la época mandasen otras prioridades.
ResponderEliminarLo bueno de nuestros tiempos, que podemos conquistar a la inversa, llevando divisas al país o la ciudad de destino, conocer sus gentes pacíficamente, dormir en sus 'casas' y comer de lo mejor de su gastronomía.
¿Habrá mayor placer para un conquistador del Siglo XXI?
Al igual que antes, nuestro viajes, nuestras conquistas actuales, también las contamos y quedarán para la eternidad. La cultura y la gastronomía, nuestra debilidad, por eso hoy más que nunca hay que conocer 'gentes nuevas'.
Un saludo,
Luis Antonio
Dos veces he estado en Roma, la primera hace muchísimos años bodas de plata de mis padres, hoy ya fallecidos los dos, imagínate los 14 hermanos, más abuelas, visita al Vaticano, entrevista con el Papa y también recepción en la embajad en su residencia espectacular a las afueras de Roma. Me has hecho recordar, resultó que mi madre había sido novia del que entonces era embajador en Roma, ya te puedes imaginar el cachondeo de todos los hermanos, en fin, recuerdos de antaño.
ResponderEliminarMagnífica ciudad, disfrutad mucho, bueno seguro que disfrutareis es imposible ir a Roma y no volver embelesado
Me ha encantado la receta, me gustan mucho las patatas y todas las recetas con patatas me atraen
BUEN VIAJE,