Su vida se estaba
convirtiendo en un circo y todavía no tenía claro el papel que le tocaba
desempeñar, puede que la de un oso melancólico dispuesto a danzar bajo el son
de un violín tocado por su domador.
Gladys no tardó en mandarle
un mensaje – un whatsApp, como se había
empeñado en enseñarle aquella tarde, asegurándole que esa mensajería no llevaba
coste adicional -; fue un escueto: “han sido unas horas divertidas que espero
podamos repetir pronto”. Más complejo e inesperado fue el mensaje de su exmujer:
“Vas en serio con esa caribeña. Los niños van a alucinar”.
No contestó a ninguno de los
dos, además de la casa le tocaba poner orden a alguna cosa más. El frío se
había instalado en la ciudad y le tocaba afrontar una semana complicada, la
última semana de noviembre, previa a los puentes y, tras ellos, a la navidad.
El mes de diciembre era devastador para los separados, mucho tiempo libre,
muchas horas muertas y pocas posibilidades de escapar. Tenía conocidos también
separados que aprovechaban los puentes de diciembre para viajar, Germán no
había conseguido hacerlo nunca y ese invierno no iba a ser una excepción.
Gracias a las ganancias del póquer estaba a punto de superar el mes sin números
rojos, pero de inmediato llegarían las facturas de los grandes almacenes, los
pagos aplazados de las compras del menaje de cocina necesario para ejecutar con
precisión las recetas de Luz, los ingredientes más caros – como el dichoso rape
que había pagado a 22 euros kilo en el mercado.
Para esas navidades además
habían anunciado además la eliminación de la paga extraordinaria, por lo que
los reyes de los chicos los tendría que hacer a golpe de tarjeta de crédito.
Olga y Ricard ya le habían anunciado que marcharían a esquiar con los niños en
fin de año, a La Molina, como siempre.
Germán había conseguido
desarrollar cierta destreza emocional e invernaba sus sentimientos durante todo
el mes de diciembre hasta después de reyes, de modo que se conformaba con que
en la televisión programaran películas que no fueran muy lacrimógenas; esperaba
que Gonzalo hubiera superado su cabreo monumental y organizara alguna partida
de cartas en el que seguramente sería su primera navidad separado.
La semana, por lo demás, se
presentaba sin grandes sobresaltos aunque la clase de cocina del jueves 29 de
noviembre le generaba bastante inquietud ya que sería la primera ocasión en la
que volvería a ver a Gladys, también a Luz.
El jueves fue un día lluvioso
y frio, absolutamente hostil; Germán llegó al aula el primero y, como de
costumbre, se acomodó en la última fila, junto a la puerta. Una a una fue
recibiendo a sus compañeras de clase esbozando un saludo desganado que la
mayoría de las ocasiones se contentaba con un susurro y un leve arqueo de
cejas. Gladys entró junto a otra señora, charlaban animosamente, ella aprovechó
un descuido para guiñarle un ojo, fue el único signo de complicidad.
Luz llegó tarde, como de
costumbre, revolviendo en el bolso hasta dar con la carpeta de Chagall en la
que llevaba los apuntes y recetas.
- Hoy seguiremos con los platos de pescado – hizo un gesto hacia Gladys,
a la que invitó a que se acercara a la cocina del aula -. Hoy le toca a usted
Gladys.
Germán
se ruborizó ya que las miradas tanto de Luz como de Gladys se dirigieron hacia
él; todo parecía indicar que ambas cocinarían ese día en su honor.
- Espero que en el centro hayan tomado buena nota de los
ingredientes que necesito para el plato de hoy, no me ha dado tiempo a
confirmar que estaba todo.- Sacó del bolso un frasco de mostaza cremosa.
- Prepararemos un salmón con salsa de mostaza, es muy sencillo y
queda lo suficientemente vistoso y original como para que os podáis plantear
hacer el plato para estas navidades, seguro que más de uno se queda sorprendido
de lo sabroso que resulta… Gladys, por favor, búsqueme en el armario una paella
amplia, vamos a preparar seis raciones y necesitamos un cacharro amplio para cocinar,
lo haremos todo en la misma paella para no manchar muchos cacharros.
Germán
se fue abstrayendo poco a poco hasta convencerse de que era el único asistente
a la clase. Gladys y Luz terminaban cocinando sólo para él, sin dejar de mirarle
fijamente y de deslizar mínimas sonrisas de complacencia.
- Como sé que se quejan en ocasiones de que los productos que
utilizamos son un poco caros para este guiso de salmón no será necesario que
utilicen salmón fresco, aunque no está mal de precio en el mercado. Yo compro
unos lomos de salmón desespinado congelado que además lo venden en paquetes
individuales. Una nota curiosa para que vayan ampliando su vocabulario
culinario, cuando se compra una pieza de lomo de cualquier pescado desespinado
se le suele llamar suprema, es la parte más selecta del pescado, de hecho para
sacar unas supremas correctas es necesario desechar una parte importante del
pescado.
Luz se
dio media vuelta y abrió la nevera.
- Ayer compré estos dos lomos de salmón, son muy hermosos y
frescos. El pescado si no se va a utilizar al momento conviene secarlo bien con
papel de cocina para retirarle toda la humedad, se conserva mejor en un tupper
que envuelto en papel de plata. Pensad que el pescado absorbe rápidamente los
sabores del resto de alimentos que hay en la nevera y, a la vez, suele dejar
también su impronta en cualquier otro producto fresco que se conserve junto a
él. Lo que hace que el pescado tome ese olor tan peculiar, sobre todo si pasa
más de 12 horas en la nevera, es la humedad, que es un agente desestabilizador
muy potente de casi cualquier alimento fresco… Por favor, Gladys, no te importa
eliminar con el papel secante los restos de humedad.
Sobre
la mesa quedaron dos grandes piezas de salmón, abiertas en forma de libro. Eran
de un intenso color rosado. Antes de empezar a manipular el pescado puso en
marcha la cocina, unas placas de inducción que se manejaban por medio de sensores
digitales, no parecía que Luz fuera a cocinar, más bien daba la impresión de
estar a los mandos de una nave espacial.
- Una vez están bien secas las piezas de salmón pasamos a
salpimentarlas y a espolvorear un poco de eneldo sobre la carne. El eneldo es
una especia anisada de sabor intenso y muy peculiar, le va muy bien al salmón
ya que elimina la sensación grasa de este pescado.- Luz abrió un bote
trasparente con unas briznas de hierba en verde oscuro, tras poner un poco de
eneldo sobre el pescado continuó – Si queréis podemos pasar el bote para que lo
oláis, en cuanto lo acerquéis a la nariz seguro que enseguida os viene a la
memoria alguna otra receta en la que se utiliza este condimento; es muy
habitual en las recetas caseras de salmón marinado, las que se preparan a base
de azúcar y a eneldo. Es importante esta especia y, por desgracia, no tiene
sustitutivo para esta receta, la ventaja es que no es muy cara, se encuentra
con facilidad y se conserva muy bien, no es necesario comprar la hierba fresca
ya que las desecadas industriales tienen una calidad más que aceptable. Es un
ingrediente habitual en las receta de cocina escandinava, allí sí que es
habitual utilizar la hierba fresca, que es mucho más anisada y dulzona, en el
proceso de secado se pierden parte de los azúcares.
De
momento Luz no había entrado en contacto directo con el pescado, era Gladys la
que manipulaba las piezas con cuidado. Germán recordó el sms de Olga y vio que
eran evidentes sus rasgos caribeños, toda ella era caribe descompensado,
embutida en unos legins imposibles que se le adherían como una segunda piel.
- No es necesario – continuó Luz – añadir aceite a la paella ya que
el salmón es muy graso y al pasarlo por la plancha enseguida empieza a rezumar
grasa suficiente como para que el recipiente quede bien engrasado, sin riesgo
de que se pegue… Por favor Gladys, si eres tan amable de localizar en el cajón
tres cebollas grandes y las vas picando … La paella ha de estar bien caliente,
se colocan las piezas enteras empezando por la parte de la piel, veréis que el
calor y la grasa hacen que enseguida chisporrotee la plancha. Este plato sólo tiene
el problema de que el olor del salmón es tan potente que la ropa que utilicéis para
cocinar ha de ir a la lavadora o al tinte de inmediato, so pena de que echéis
un pestazo a salmón durante días que termine por revolveros el estómago. Es
curioso comprobar como la gente que cocina salmón suele perder el apetito, no
le apetece normalmente probar sus platos ya que los efluvios del guiso son tan
fuertes que uno tiene la impresión de haberse comido un salmón entero.
Gladys
quedó oculta tras una humareda asalmonada, entre el humo y las cebollas los
ojos se le enrojecieron de inmediato, empezando a abrirlos y a cerrarlos compulsivamente.
Luz, que sin duda había pasado por situaciones similares en muchas ocasiones,
había dado un par de pasos hacia atrás, que la alejaban instintivamente del
foco molesto. Tomó un trozo de papel de cocina y se lo acercó a Gladys para que
mitigara el picor en los ojos.
- Tengo un amigo – bromeó Luz -, que prepara este plazo con unas
gafas de buceo. No se trata de hacer el pescado del todo en la plancha, basta
con tenerlo tres minutos por el lado de la piel y dos por el de la carne;
aunque quede crudito por dentro no os agobiéis porque ha de cocinarse del todo
con la salsa… Gladys, hay que utilizar unas palas grandes de madera para
retirar el pescado; tener cuidado porque se desmonta con facilidad, pensad que
al utilizar piezas hermosas la parte más fina, la que está más cerca del
estómago, se hace prácticamente del todo, pero la más cercana a la espina
dorsal al ser más gruesa prácticamente no hace sino quedarse ligeramente dorada
en la superficie… Si examináis la grasa que suelta el pescado veréis que es un
parecida a la mantequilla, es un pescado muy graso.
Gladys
consiguió rescatar las dos pieza de salmón sin que se desmoronara ninguna de
las lascas. Luz bajó la intensidad del calor y añadió un poco de aceite en la grasa
que quedaba en la paella.
- Gladys, toca ahora poner la cebolla; habéis comprobado que he
bajado el fuego al mínimo y que he añadido un poco de aceite para completar la
grasa necesaria para rehogar la cebolla, no os paséis de calor ya que uno de
los trucos para que el plato quede agradable al paladar es que la cebolla no se
tueste, ha de quedar transparente, por eso es preferible picarla en juliana,
tiras alargadas – aclaró -, en vez de picada en trozos pequeñitos. Hay que
armarse de paciencia ya que para que la cebolla se haga de modo homogéneo, casi
como si fuera una mermelada, hay que ir removiéndola con mucha paciencia usando
un cucharón de madera… Gladys, hay en los cajones instrumental de madera.
Germán
no recordaba que en las clases anteriores Luz se hubiera apoyado tanto en el
pinche ocasionalmente elegido; normalmente la persona que le acompañaba durante
la clase iba haciendo algunas tareas puntuales pero Luz llevaba el peso del
guiso. EN esta ocasión, sin embargo, la práctica totalidad de la receta la
estaba haciendo Gladys, que era la que había sufrido la irritación de los ojos,
la que se debatía entre la humareda del salmón y la que trajinaba de un lado a
otro cada vez que se escuchaba la frase: “Gladys, por favor”. Germán pensó que
podía ser porque la receta de aquella noche era, con mucho, la más pesada de
realizar, la que generaba mayores tareas desagradables ya que prácticamente
toda la sala apestaba a salmón a la plancha, seguramente porque el aula no
disponía de un aspirahumos en condiciones y nadie se atrevía a abrir los
ventanales ya que en el exterior diluviaba y se levantaban ráfagas esporádicas
de viento. Otra posibilidad es que Luz estuviera utilizando ese suave
despotismo para trasladarle a ella y, seguramente a Germán, su descontento por
haberlos sorprendido cenando juntos. En los momentos más comprometidos de la
receta ambas dirigían su mirada a Germán para comprobar que estaba atento a
cada uno de los pasos del plato.
La
tarea de confitado de la cebolla era necesariamente lenta y durante ese tiempo
muerto – cercano a los 15 minutos – Luz fue haciendo preguntas a los alumnos
para comprobar que habían seguido con interés la clase.
- A ver, Germán, por cual de los lados hay que colocar al
principio el salmón en la plancha.
- Da lo mismo – contestó instintivamente.
- Andas hoy un poco despistado, si hubieras puesto interés a lo
que ocurría en la paella hubieras visto que se colocaban sobre el lado de la
piel … Pero claro, como no le quitas el ojo de encima a Gladys, se te escapan
los detalles.
Germán
y Gladys se ruborizaron, en la clase se generalizaron los murmullos ya que no
era habitual que Luz en sus comentarios hiciera referencia alguna a sus
alumnos.
- Da lo mismo, luego, cuando os pase las fotocopias con la recetas
podréis revisar cada uno de los pasos; son importantes, llevamos ya nueve
clases y va siendo hora de que vayamos siendo precisos… Hay que añadir un poco
de sal a la cebolla para que termine de sudar, comprobaréis que la salsa va
tomando cuerpo, conviene mantener el fuego muy suave para que haya poca
evaporación y los líquidos tanto del salmón como de la cebolla se conserven al
máximo.
Luz
buscó con la mirada el bote de mostaza que había sacado al principio de la
clase, un vaso de cristal en el que aparecía la referencia de mostaza cremosa
de Dijón.
- Es importante que la mostaza que elijáis sea cremosa, no vale
esa mostaza que venden en grano, tampoco la mostaza industrial que sirve para
los perritos calientes y las hamburguesas. La que he traído hoy creo que es la
mejor. Hay que añadir tres o cuatro cucharadas de postre al guiso, no os dé
miedo ser generosos. Hay que diluir la mostaza poco a poco en el guiso, que irá
espesando. Removemos lentamente, veréis que el guiso ya no huele tan
intensamente al salmón y que las especias de la mostaza se van adueñando del
plato. Cuando la mostaza se haya deshecho del todo es el momento de añadir un
par de vasos de vino blanco un poco afrutado… Gladys, por favor, hay en la nevera
una botella abierta de vino.
Gladys
incorporó el vino, era del Penedés, viña esmeralda, un vino barato y de fácil
paladar, muy agradable. Mientras iba añadiendo el vino, Luz subió un poco la
intensidad del calor de la cocina.
- Cuando pongáis el vino subid un poco el fuego para facilitar la
evaporación, removerlo todo para que se integre el vino en el caldo. Por los
vapores del vino mezclados con la mostaza podréis imaginaros casi todos los matices
del plato. Como os digo aunque es muy vistoso y sorprendente, eso que todavía
queda algún paso más. Conviene ahora poner un poquito más de eneldo en la salsa,
ya le pusimos en su momento al salmón pero conviene potenciar un poco más el
sabor de esta especia ya que sino la mostaza solapara el sabor casi por
completo, además el eneldo también es muy aromático y conseguiréis que la
cocina os envuelva a todos con los sabores del guiso.
Gladys
estaba sudando, pese a las incidencias de su intervención había ido cumpliendo
las instrucciones con precisión y tenía un dominio casi absoluto de la cocina,
hasta el punto de anticipar algunas maniobras antes de que Luz hiciera ningún
requerimiento.
- Muchas gracias Gladys, sin duda todo el éxito de la receta de
hoy va a ser tuyo, no sé si quieres llevarte el plato a casa, seguro que por
aquí hay algún tupper que podamos utilizar, incluso el mismo en el que
conservamos el pescado… Toda ahora devolver el pescado a la paella, con cuidado
para que no se rompa; hay que depositarlo con suavidad sobre la cebolla, dejar
que se hunda un poquito en la salsa, si veis que el caldo ha quedado corto
añadid un poco de agua, pero con cuidado de que no queden cubiertas del todo
las piezas de pescado. Si añadís agua conviene darle un meneo para que ligue la
salsa. En nuestro caso como hemos puesto un poco más de vino del que tocaba no
hará falta mucha agua. Pensad que el agua va también bien para que la salsa
quede a vuestro gusto, sobre todo las primeras veces que se prepara esta receta
la salsa suele quedar un poco fuerte, de ahí que el agua permita suavizarla.
Si, por el contrario, la salsa se os queda sin mucho sabor ponedle sin miedo
otra cucharada de mostaza y un poco más de pimienta y de eneldo. Como es un
plato con sabores muy potentes y muy definidos la combinación final queda un
poco al criterio del cocinero.
Las
cristaleras del aula se había empañado con los vapores de la cocción; los
olores, intensos en el arranque del plato, iban poco a poco armonizándose,
dejaban de ser violentos. Luz por primera vez en la sesión se arremangó y tomó
un paño húmedo para limpiar un poco los restos de grasa que habían quedado
sobre la encimera.
- Antes de tapar la paella podéis añadir unas uvas moscatel al
guiso, no muchas, docena y media serán suficientes para 6 comensales. Las uvas
le dan un contrapunto dulce a la mostaza y combinan bien con el vino, con el
eneldo también… Gladys, abajo en el último cajón de la nevera debe haber unos
racimos de uva, da lo mismo si están un poco pochas, con el hervor quedarán en
todo caso como si fuera pasas. Al guiso le quedan diez o doce minutos a fuego
de nuevo suave, con la paella tapada, ya hemos perdido bastantes vapores. Diez minutillos
es tiempo suficiente como para que el salmón termine de hacerse e incorpore los
sabores de todos los ingredientes. Para servir el plato podéis partir los
grandes trozos de salmón, si habéis utilizado las supremas congeladas que os
comenté al principio de la clase el tiempo de cocción del guiso será menor,
calculad dos porciones por comensal. Si queréis que sirva como plato único
podéis acompañarlo con una guarnición de arroz blanco.
Mientras
la receta terminaba de hacerse Luz repartió las fotocopias entre los alumnos,
el último fue Germán, que no se atrevió a mirarle a los ojos para evitar un nuevo
rubor. Luz miró la hora y se dio cuenta de que había superado con creces la
duración normal de las sesiones, cifrada en tres cuartos de hora.
- Hayve, hoy nos hemos despistado; podéis marcharos.
Gladys,
hacendosa, empezó a recoger los cacharros empleados, dejó depositados en la pila
aquellos que debían fregarse, normalmente quedaban allí para que se ocuparan de
ellos las señoras de la limpieza. Germán con la excusa de terminar de tomar
apuntes demoró su salida hasta que todos los alumnos excepto Gladys habían
abandonado la sala, se acercó a la cocina para ayudarla a pasar un paño húmedo
sobre la encimera; Luz recomponía su bolso y guardaba los ingredientes que
había sacado al inicio.
- La verdad es que primero me sorprendió y luego me hizo ilusión
encontraros en la Balsa; si he de ser sincero lo último que hubiera pensado es
que surgiría una pareja de estas clases y menos contigo, Germán, que pareces
tan tímido y escondido emboscado en la última fila. Siento si no he podido
quitarte la vista de encima en todo el rato, no podía sacármelo de la cabeza …
de verdad que me hace mucha ilusión.
Gladys,
que escuchaba la conversación unos pasos retirada de la escena sonrió
abiertamente. Germán no acertó a articular una sola palabra. En el momento de
la despedida Gladys le plantó dos sonoros besos en la mejilla a la profesora,
que se quedó sorprendida.
- Germán, si te apetece podemos comernos el salmón en mi casa.
- Si lo prefieres – contestó Germán – podemos cenarlo en la mía,
estaremos más tranquilos, podremos comprar una botella de vino blanco al pasar
por el opencor y así redondeamos la receta, vino y un poco de pan porque la
salsa tiene una pinta estupenda.
Luz
había abandonado casi del todo la sala, aunque se quedó unos instantes
contemplando a la pareja desde la salida, no podía escuchar lo que hablaban,
pero sí escrutar sus caras y movimientos. Gladys tardó unos instantes en
contestar a la propuesta de Germán.
- Acepto la invitación mi viejo, siempre y cuando no me eches a
media noche y me tenga que volver solita a casa – estalló en una carcajada -;
si solo me ofreces la cena pendejo me voy para mi casa, así que ya puedes
ofrecerme alguna cosilla más, incluido el vino.
- Qué cosas me dices chica, conseguirás que siga poniéndome
colorado. Ya has visto la caña que nos ha dado la profesora durante toda la
clase.
- Está bien, ha habido un momento en el que viendo como te miraba pensé
que también le gustabas a Luz y me he puesto celosa como una mona.
- Qué me dices, ella es una chica más joven, ella nunca se fijaría
en un tipo como yo …
- Y yo ? – Gladys no le dejó terminar la frase -, que pasa que yo
si que puedo fijarme en un tipo como tú.
- La verdad es que yo tampoco me lo explico, a mujeres como tu
seguro que os sobran pretendientes.
- Sí, pero no cocinan ni ayudan a limpiar. Como comprenderás no he
venido desde tan lejos para terminar liada con un tipo de mi país, los
españoles sois más corteses.
Gladys
colocó los trozos de salmón en el tupper y luego lo cubrió con salsa; rebuscó
en su bolso hasta dar con una bolsa de plástico mientras Germán terminaba de
dejar los cacharros en la pila. En el centro empezaban a apagar las luces,
ellos salieron con prisa.
En la
calle el frio era muy intenso y enseguida Gladys buscó arrebujarse bajo el
brazo de Germán.
- Ten en cuenta mi viejo que mañana he de levantarme prontito para
llegar a la hora al trabajo, a ver si me voy a dormir en los laureles y voy a
perder el laburo, que dicen los argentinos.
Pasaron
por el supermercado para comprar la botella de vino, Viña Esmeralda, igual que
el empleado en la receta, compraron también unas barquitas de arroz blanco precocinado.
Germán se acercó a la zona de aseo para buscar un cepillo de dientes para
Gladys.
- No hace falta, llevo uno en el bolso – al abrir el bolso Germán
comprobó que llevaba también una muda de ropa interior -. Sólo necesitaré que
me dejes una camiseta vieja para no coger frio por la noche.
Ya en
la casa abrieron la botella de vino antes de ponerse a cenar, Gladys buscó
entre las cadenas de la televisión hasta dar con una emisora musical;
revolviendo en los cajones dieron con unas velas olvidadas que colocaron en
varios vasos, improvisando una cena romántica.
Apuraron
la última copa de vino besándose sobre el sofá, toqueteándose como
adolescentes. La música les acompañó hasta la habitación de los niños, juntando
como pudieron las dos camas e hicieron el amor sin el estrépito de la primera
noche.
A las
seis y media de la mañana sonó el despertador, Germán se levantó a preparar café
mientras Gladys se duchaba, la música había quedado sonando toda la noche. Pasadas
las siete de la mañana Gladys marchó con prisas, Germán se quedó revisando su
correo electrónico y dispuesto a picotear algunas páginas web hasta dar con un
nuevo cuadro de Chagall, en esta ocasión un hombre gallo que sobrevolaba los
tejados de Vitebsk, puede que Germán no fuera el oso melancólico que bailaba
sonámbulo al son de un violín, sino un gallo disfrazado de arlequín.
El
viernes vendrían los niños a pasar el puente porque Olga marchaba de fin de
semana con Gerard. Germán no sabía qué planes podría tener Gladys, solo sabía que
había de retirar cualquier vestigio del paso de ella por el piso y, en
concreto, por la habitación de los chicos, cambiaría la funda de los edredones
y volvería a colocar la mesilla separando ambas camas.
Muy rico plato de salmón, el Chagall de hoy no es de los que más me gustan. Gladys es una buena "quita-penas", pero no me termina de gustar para Germán, sigo con interés los capítulos.Jubi
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