Las expectativas de pasar el
largo fin de semana sólo con los niños habían terminado siendo mucho más
agobiosas de lo que hubiera pensado al principio. Cuando llegó el domingo, tras
los primeros puentes de diciembre, y devolvió a Gerard y a Olga con su madre le
entró una flojera que le impidió arrancar el coche, quedó dentro el coche,
viendo caer la lluvia sobre los cristales empeñados, notando cómo todos y cada
uno de los músculos se destensaba hasta quedar reducidos a chicle mascado.
Ya era, de suyo, recoger a
los niños el jueves por la mañana, cargar el coche con bolsas y mochilas, oír
refunfuñar a Olga por el madrugón y por tener que acompañar a su hermano al
partido de futbol. Las perspectivas de encerrar a los chicos en un piso triste,
mal guarnecido, sin un euro en el bolsillo y la única perspectiva de ver caer
la lluvia y permitirles saltar de un canal a otro, de un videojuego a otro, de
una a otra discusión, eran tan demoledoras como en su día había sido la
decisión de separarse.
Si la perspectiva era
normalmente complicada, mayores complicaciones surgieron cuando nada más entrar
en el coche su hija comentó, como quien no quiere la cosa:
- Mamá nos ha contado que tienes novia. ¿Qué callado te lo tenías?
¿Cuándo ibas a presentárnosla?
Germán
tomó una larga bocanada de aire con la esperanza de que se le ocurriera alguna
frase ingeniosa, pero sólo tuvo el recurso de asegurar:
- Qué tonterías dice vuestra madre. De momento la única que tiene
pareja oficial en este baile es ella. ¿Qué os ha contado?
- Nada. Que hace unos días coincidisteis en un restaurante y que
ibas acompañado por una señora extranjera; qué estabais celebrando algo.
- Es una compañera del curso de cocina, una cena de compromiso.
- Pues mamá estaba convencida de que era tu novia, dice que la
llevaste al mismo restaurante al que solías llevarla cuando vivíais juntos.
- Cuando tenga novia de verdad seréis los primeros en enteraros.
De momento no hay mucho que contar, además llegamos tarde al futbol.
Gerard,
ajeno a la conversación, encendió la radio y con la música el silencio se hizo
un poco más llevadero.
El
comentario de Olga por sí solo le habría complicado el fin de semana,
complicación aún mayor cuando empezó a recibir mensajes de Gladys preguntándole
si podrían verse el fin de semana, que no podía pasar sin él. Leves zumbidos
anunciaban la llegada de los distintos mensajes.
- Papi – le dijo Olga -, quieres que mire quien te manda
whatsappes.
- Seguro que son propaganda, no te preocupes, ya los borraré
cuando pare.- Lo que le faltaba al pobre Germán era engancharse como un
adolescente a las cadenas de mensajes sincopados.
Terriblemente
incómodo, porque ya le había advertido a Gladys que ese fin de semana le
tocaban niños, Germán hubo de esperar a llegar a un baño público para leer y
contestar los mensajes: “Hola Gladys. Tengo ya a los niños, hasta el lunes no
nos podremos ver”. Casi de inmediato recibió una nueva batería de frases
plagadas de abreviaturas en las que le pedía conocer a los niños o, por lo
menos, que pudiera sacar unas horas para “hacer el amor”.
El
frio, la lluvia, la cartera vacía, los whatsapp, el mosqueo de la niña, el
nerviosismo de Gladys, los comentarios malignos de su ex, la nevera casi vacía…
Germán se veía abocado a un fin de semana tenso, complejo y sin habilidades
para gestionarlo.
Por
suerte el equipo de Gerard ganó el partido, Germán permitió a Olga todos los
caprichos que se le antojaron mientras hacían la compra, incluso le aseguró que
la dejaría ir aquella tarde al cine con unas amigas y que no la recogería hasta
las nueve de la noche.
Las
clases de cocina le permitieron romper con las pequeñas miserias del congelado,
nada más llegar a la casa puso a sus hijos primero a vaciar las bolsas con
comida, después empezó a darles instrucciones para preparar el almuerzo, una
pasta con forma de pajaritas a la que le añadió una salsa de carne picada, una
bolognesa, que había descubierto en internet. A las cuatro y media acercaría a
Olga al cine y dejaría que Gerard agotara todas las pantallas del último juego
de la play. Si sus cálculos no fallaban incluso podría descabezar un sueño a
media tarde y reordenar la cabeza.
A
última hora de la tarde, animado tras la siesta, se atrevió a enviar un correo
electrónico a Luz, tenía la excusa perfecta, había comprado un pollo troceado
que tenían de oferta y necesitaba una receta que fuera del agrado de los niños.
Tecleó con facilidad: “Hola Luz, como la
receta del mousse de chocolate fue un éxito, me he animado a asaltarte de
nuevo, esta vez para pedirte consejo sobre qué hacer con un pollo de corral que
he comprado troceado. Los niños están encantados con esta nueva faceta de papá
cocinero y no quisiera desilusionarles. He visto que te gusta Marc Chagall,
tengo en casa un libro que creo que te podrá gustar, estaría encantado de
podértelo prestar en agradecimiento por todo lo enseñado durante estas semanas.
Un saludo. Germán”.
Casi
sin quererlo Germán se encontró coqueteando con su profesora a base de mail,
una faceta desconocida. Si se sintió extraño redactando el correo, más extraño
se notó cuando no dudó en enviarlo, sólo le quedaba esperar que Luz abriera el
correo durante el fin de semana y, por lo menos, le solucionara la papeleta de
dar de preparar un guiso sabroso para los niños, si además aceptaba el préstamo
mejor que mejor.
De
modo casi simultáneo le llegó un nuevo mensaje de Gladys, amenazándole con ir a
verle al piso esa misma noche si no daba señales de vida. Germán hubo de
refugiarse en el cuarto de baño para poderla contestar, con una llamada
directa, y quedar con ella a eso de las ocho y cuarto, un poco antes de recoger
a Olga, no había problema en que Gerard se quedara unos minutos solo en casa,
sólo necesitaba tener el ordenador y la televisión encendidas a la vez, para
simultanear los vídeos musicales y alguna partida de juego de rol.
- Gerard, salgo a buscar a tu hermana; no te preocupes si tardamos
un poco, aprovecharé para coger unas pizzas. ¿Te sigue gustando la de piña y
trozos de salsicha no? Mira a ver si ponen alguna película decente que podamos
ver esta noche y acuérdate de llamar a tu madre, o por lo menos de mandarle un
mensaje.
Había
citado a Gladys en una cafetería a mitad de camino del cine. De camino a la
cita pensó si realmente tenía sentido tener que soportar esa tensión inesperada
y, sobre todo, si en algún momento reuniría el valor suficiente como para
presentar a Gladys a sus hijos y explicarles que aquella venezolana frondosa
era su novia. También pensó si le apetecía ir a bailar salsa los viernes y si
más allá del exuberante gozo de sus encuentros y la sonora alegría de sus
risotadas estaba dispuesto a emparejarse con Gladys y, sobre todo, con sus
inesperadas urgencias.
Gladys
le aguardaba a la puerta de la cafetería, llovía, ella llevaba un amplio
paraguas amarillo que la destacaba como un letrero luminoso en medio de la
noche. Germán estiró el brazo para abrirle la puerta, puede que tener la
conversación dentro del coche, a resguardo de la lluvia y de terceros pudiera
facilitar la conversación. Al verle ella dibujó una sonrisa amplia que se
transformó en un beso en cuanto le tuvo a su alcance:
- Mi niño, tenía muchas ganas de verte.
- Ya lo he notado por los mensajes. Has de ser consciente de que
cuando esté con los niños me resultará difícil verte, ellos son lo primero.-
Germán circulaba despacio, buscando, un sitio tranquilo en el que aparcar.
- ¿Acaso te da vergüenza que sepan lo nuestro? – ella puso de
inmediato la directa.
Germán
llevaba incómodo todo el día y no le costó mucho responder.
- Gladys, esta todavía por hacerse. Nos hemos visto dos veces y
estamos empezando… No puedo presentarme ante los niños para contarle una
historia que todavía no sé hacia donde va a parar.
- ¿No vas en serio?
- Gladys, no tenemos quince años; no se trata de ir o no ir en
serio, sino de respetar ciertos territorios, ciertas reglas y una de ellas, la
principal, es la de no interferir en los chicos hasta que yo no lo tenga claro.
Ella
transformó toda su alegría en llanto y quedó en silencio. Germán encontró un
hueco entre dos contenedores, había una larga línea amarilla sobre la acera,
pero pensaba que podría detener unos minutos el coche para aclarar la
situación. Continuó.
- Gladys, sin duda tendremos tiempo de vernos y de charlar pero no
me agobies. No sabes nada de mi vida, ni yo de la tuya. Me gustas pero no sé si
será bueno mezclarte por el momento con los niños.
Ella
mantuvo el silencio, grandes lágrimas desfiguraron su rostro, grandes
churretones de rímel y de maquillaje dañado por la humedad. Parecía el rostro de
una actriz dramática en plena actuación. Germán se desencajaba por minutos, más
preocupado por dar plantón a su hija que por la escena que planteaba Gladys.
- Si quieres te acerco a una boca del metro. He dejado al niño en
casa jugando a la maquinita y en unos minutos he de recoger a la niña del cine,
ha quedado con unas amigas. Te prometo que la semana que viene, con un poco de
calma, hablamos y aclaramos las cosas… Entiéndeme, no es por ti, es por mí.
Inevitablemente
cada una de las frases sonaba como a cartón piedra, como sacadas de un culebrón
mediocre. Sin esperar respuesta arrancó la marcha y se detuvo pocos metros después
frente a una entrada de metro. Ocupaba el carril bus y de inmediato recibió un
destello agresivo por estar interrumpiendo el tráfico. Mientras Gladys abría la
puerta él la acarició con levedad el envés de la mano, sin palabras. Sin
esperar a que entrara en la estación reanudó la marcha ante las iras del resto
de conductores. Sintió cierta sensación de alivio, puede que el alivio del
canalla.
Olga
le esperaba a resguardo en los soportales del cine, nada más ver acercarse el
coche se adelantó unos pasos y se despidió con la mano de un grupo más o menos indeterminado
de chicas, algún chico también, aunque ellos estaban un poco más retirados.
- Llevabas mucho tiempo esperando.
- No, acabábamos de salir.
- Y esos chicos que te miraban.
- Son del cole, hemos coincidido con ellos en el cine. Mamá les
conoce.
- Hemos de parar un segundo en la pizzería para coger algo de
cena. Tu hermano quiere que elijamos una piña y salsichas; dime cual te apetece
a ti.
- Champis y jamón, cogemos también unos nuggets de pollo, que
tengo hambre.- Distraídamente ella empezó a teclear mensajes en su móvil. Germán
también recibió un mensaje, que imaginaba de Gladys y que tendría que abrir de
nuevo a hurtadillas en el baño, no recordaba que la adolescencia fuera tan
embarazosa.
Cuando
llegaron a casa Gerard había cambiado los juegos por la televisión, había
colocado unos cubiertos y una servilleta sobre la mesa, abrió su pizza y empezó
a comer sin aguardar ni a su padre ni a su hermana, que colgaban el abrigo e
intentaban ponerse cómodos.
El mensaje
recibido no era de Gladys sino de la madre de los niños, que le indicaba que
estaba en un hotel con poca cobertura, que diera un beso a los chicos. Él
contestó con un escueto: Niños Ok.
Cuando
cenaban pizzas Germán reproducía un curioso ritual, esperaba a que sus hijos
quedaran ahítos; cuando ellos terminaban él se comía los bordes y los restos
fríos. Mientras ellos devoraban las porciones Germán acudió al ordenador en
busca de correos.
- Papi para no tener novia haces todas las tonterías de los que
tienen novia, recibes mensajes, estas pendiente del correo y te escondes en el
baño a contestar los mensajes. Al final va a tener razón mamá.
Germán
se ruborizó, pero no levantó la vista del teclado. Luz le había contestado:
“Hola Germán, me alegra ver que te ha enganchado esto de la cocina,
que le pones interés a esto de los fogones, espero que mis clases te hayan sido
útiles.
Todavía me queda una receta de pescado, la de la semana que viene,
pero te puedo adelantar una de las de carne para que le puedas preparar un buen
guiso de pollo a tus hijos, seguro que tu hija se habrá repuesto del todo de la
operación, este plato es de los que suele gustar a los niños y es muy
nutritivo.
El pollo tiene la ventaja, como casi todas las carnes blancas,
de combinar muy bien casi con cualquier sabor, por eso cualquier guiso especiado
resulta muy sabroso.
Tenía pensado daros una receta de pollo al curry, es una buena
base para otros guisos de pollo en los que basta cambiar el curry por cualquier
otra especia más común, como la pimienta.
Si te han vendido de verdad un pollo de corral seguro que te han
apartado el cuello y los recortes de los alones y las patas, pásalos por una sartén
con un chorro de aceite; rebusca en el paquete porque si te lo han cortado en
trozos muy pequeños habrá alguno que tenga tantos huesecillos que sea
incomestible. Con todos esos pedazos puedes ir preparando un caldo como el que
hemos hecho ya en otras ocasiones. A los retales del pollo le añadimos un par
de zanahorias, un puerro, una hoja de laurel, un tomate partido; le pones litro
y medio de agua y que se quede hirviendo mientras preparas el plato.
Salpimenta con generosidad los trozos de pollo que te vas a
comer, imagino que cada muslo lo habrán cortado en tres trozos – si el pollo es
grande – del contramuslo habrán hecho también dos o tres porciones, las alas
otras dos y cada pechuga por lo menos en cuatro pedazos, al final te saldrá una
olla muy completa, casi plato único.
Pasa el pollo por aceite, sin pasarte; si realmente el pollo es
de corral la piel es un poco más grasa de lo normal y soltará también
sustancia. Aprovecha ese aceite para rehogar dos dientes de aceite.
El pollo no lo pongas hasta que el aceite empiece a
chisporrotear, se trata de que quede la piel doradita. Mantén el pollo dos o
tres minutos en una olla grande, removiendo con una cuchara de palo.
Cuando los trozos estén tostados retíralos, baja el fuego. Has
de tener preparada una cebolla picada, un par de puerros y cuatro o cinco zanahorias
peladas y cortadas en trozos. No te preocupes si te quedan pedazos grandes o
irregulares, luego hay que pasar el guiso por la batidora o por un chino para
que quede cremoso.
Remueve la verdura de vez en cuando con la cuchara de palo, es
importante que el fuego esté muy suave para que no se tuesten las verduras. Si
le pones un poquito más de sal ayudarás a que elimine bien el agua.
Cuando la verdura haya quedado blandita, prueba a presionar un
poco con la cuchara en la zanahoria que ha de deshacerse, añade dos cucharadas soperas
de almendras picadas, sin tostar, servirán para engordar la salsa y le dan un
sabor muy especial. Remueve bien las almendras picadas en el sofrito, verás que
se forma una especie de masilla.
Pela dos o tres manzanas starky – las amarillas – en trozos
grandes y añádelos al guiso, remueve con cuidado con la cuchara para que se
impregne bien del sabor y el olor de las verduras, el aceite y las almendras.
Si quieres que el guiso vaya sin tropezones es el momento de
pasarlo por la batidora para que la verdura quede como una crema; si decides
hacerlo así añade ahora el caldo y altera el orden de la receta en este punto.
Acto seguido añade los trozos de pollo que habías reservado,
remueve un poco más y cúbrelo con el caldo de ave que hemos preparado. Sube un
poco el fuego para que rompa a hervir rápido.
Añade al guiso dos puñados de nueces de california pelados.
Cuando se inicie el hervor reduce de nuevo el fuego, calcula que ha de hervir
unos 40 minutos – el pollo de corral suele quedar un poco tieso y requiere una
cocción larga, si no es de corral bastarán 20/25 minutos.
Cuando queden diez minutos pon en una taza de desayuno un par de
cazos del caldo del guiso, déjalo enfriar un par de minutos y añádele a la taza
una yema de huevo cruda y dos cucharaditas de las de moka con curry, no te
rompas la cabeza con el curry, cualquiera de los que venden en los
supermercados te permitirá hacer un curry sabroso. Remueve un poco el contenido
de la taza y vacíalo en el guiso, removiendo bien. La yema de huevo con el
curry permitirá que las especias traben bien, queden cremosas.
Normalmente este tipo de guisos gustan más por la salsa que por
la carne. La combinación del curry con la manzana y los frutos secos va de perlas,
puedes cambiar las nueces por unos anacardos y la manzana por unas pasas,
incluso por unos trozos de melocotón.
Suele salir una salsa espesa y blanca, ideal para mezclar bien
con arroz blanco, bien con un poco de cus cus; es un plato único ideal y los críos
a partir de los 7/8 años suelen comérselo con mucha gana.
Por cierto me he quedado un poco intrigada con tu ofrecimiento
de Chagall, me encanta que te hayas fijado en mi carpeta. Estuve un par de años
estudiando arte en París y me hubiera gustado mucho dedicarme a explicar
historia del arte en la universidad, pero la vida nos lleva a los sitios más
insospechados, ya vez, yo que iba para historiadora del arte me he tenido que
conformar con enseñar cocina en un aula municipal, espero que cuando termine
esta crisis pueda retomar mis afición a la pintura. En París quedé enamorada de
Chagall, la aparente sencillez de sus pinturas, parecen dibujadas para niños,
todos sus personajes surgen de los cuentos; sin embargo tienen un punto melancólico.
Creo que Chagall es el eterno enamorado. Cuando recibí tu correo estaba buscando
en internet la serie de dibujos que preparó para una edición del Sueño de Una
Noche de Verano.
Hemos de buscar el modo de poder conocer esa sorpresa.
Un abrazo.
Luz Sánchez Cotán”.
Respondía
Luz a sus coqueteos o era curiosidad por el libro. Los niños habían terminado
de cenar y seguían embobados en el sofá una comedia sin mucha sustancia. Germán
se acercó los restos de la pizza y revisó la receta pensando en los
ingredientes que habría de comprar para preparar el pollo al curry al día
siguiente. Enfrascado en estas tareas le sobresaltó una llamada de teléfono, la
irrupción nuevamente de Gladys le generó un terror instantáneo pero la
aparición en el visor del nombre de su amigo Gonzalo le dio cierta
tranquilidad:
- Germancillo, qué tal? Perdona que me enfadara el otro día, no
estoy acostumbrado a perder.
- No te preocupes – Germán buscó de reojo el libro que había
ganado.
- Me tienes que hacer un favor.
- Dime.
- Sari y yo nos hemos separado definitivamente, este es el primer
fin de semana que tengo a los niños y no sé que hacer con ellos. Tu ya tienes
experiencia en estas situaciones. Los niños llevan encerrados en casa todo el
día y estoy desesperado, además no tengo un euro, he de pasar de alimentos casi
3.000 euros y no me queda ni para picas.
- No te agobies, yo también estoy con los niños este fin de semana.
Veniros mañana a comer y buscamos un cine o alguna otra actividad.
- Germancillo, no tengo ni un euro, sino me los hubiera llevado a
esquiar, este fin de semana abren las primeras estaciones; pero ya ves anclado
en Barcelona a base de pizzas y de congelados… Si te he de ser sincero hasta
que no me he visto en esta situación no he valorado el mérito que tienes.
- Tampoco es para tanto, hoy por hoy esto de separarse está al
cabo de la calle y como encima nos pongamos estupendos encima nos van a dar la
custodia compartida.
- Mañana a las diez de la mañana me presento en tu casa con mis
fieras, a ver si entre los dos se nos ocurre algo con lo que entretenerlas,
piensa que juntamos a cinco niños, como llueva estamos jodidos.
- Prepararé un pollo al curry, si lo ponemos con un poco de arroz
blanco puede valer de plato único, ocúpate del postre. Te mando un sms con la
dirección exacta.
- Gracias.
Cuando
colgó descubrió en la pantalla un mensaje de Gladys: “Perdona que te haya
agobiado. Seguramente tendrás razón. XOXO”. Le asustó la firma, pensando que
era una palabra de contenido sexual, de inmediato recordó que aquellos símbolos
eran los que empleaban los adolescentes americanos para firmar las carta de
amor. Germán devolvió un escueto: “No te preocupes. Hablamos”.
No le
costó mucho convencer a sus hijos de que se acostaran, estaban fundidos. Les
anunció que al día siguiente vendría a comer a casa un amigo con sus hijos:
- ¿Tu novia? – Reiteró con sorna Olga.
- He dicho amigo, no querrás que ahora, a la vejez, además salga
del armario.
Marcharon
a la cama con una sonrisa. Germán decidió avanzar la comida del día siguiente
para evitar que se le acumulara al trabajo, avisó a sus hijos de que bajaría de
una carrera a una de las tiendas de cortesía del barrio para terminar de
comprar los ingredientes, esperaba que la receta fuera del agrado de todos. Lo
que tenía claro es que habría de preparar una buena guarnición de arroz,
incluso comprar alguna bandeja adicional de pollo para evitar hacer corto.
Tuvo
tiempo para dejar avanzado el sofrito y el caldo; al día siguiente mientras
desayunaban terminaría de cocinarlo todo.
Recordó
que casi extramuros de la ciudad, en la zona del fórum de las culturas, habían
abierto un museo municipal de ciencias naturales, era muy barato, normalmente
estaba vacío, había un taller de actividades para niños que tendría
entretenidos a los chicos durante 40/50 minutos; además raro sería que no
tuvieran pendiente alguna tarea del cole que no pudieran hacer o complementar
en el museo. Si dejaba de llover podrían tomar el aperitivo en la plaza frente
al museo, los chicos podrían incluso llevarse el skate. Si los hijos de Gonzalo
congeniaban bien con los suyos el día podría superarse sin grandes tensiones,
alejado de Gladys.
El
sábado Gerard volvía a tener partido de futbol, Olga se podría quedar en casa
haciendo deberes. Si los chicos no tenían compromisos con amigos podrían
alquilar alguna película para ver en casa.
Los
largos fines de semana con niños en invierno eran casi tan agobiosos como los
fines de semana sin ellos. En estas situaciones era importante poner la mente
en standby, intentar no pensar mucho, eludir cualquier enfrentamiento. Ya llegarían
tiempos mejores o, si no llegaban, por lo menos pasarían los días inciertos y
tristes del invierno.
Despejado
en parte el fin de semana a German le resultaba más sencillo conciliar el
sueño. Antes de acostarse decidió guardar el libro de March Chagall en uno de
los altillos del armario de su dormitorio.
El
sábado amaneció despejado, Gonzalo llegó con los niños pasadas las once; la
comida estaba ya enjaretada; aunque los niños se saludaron con desgana la
verdad es que los dos chicos congeniaron bien con Gerard, no era difícil
habiendo videojuegos por medio; en cuanto a las chicas, Olga no tardó en darle
algunos consejos de hija separada a la pequeña Sari. German hubo de apuntalar
en varias ocasiones a su amigo, ahogado en un mar de dudas, de reproches y de
insatisfacciones. Rendido y arruinado Gonzalo, Germán recuperó parte de su autoestima,
hasta el punto de fascinar con la posibilidad de llevar a Gonzalo a alguna de
las sesiones de salsa con los amigos de Gladys.
Dado
que los chicos parecían entenderse bien Gonzalo propuso que la sesión de cine
del sábado se hiciera en el “home cinema” de su casa, las pizzas serían nuevamente
inevitables.
Lo
importante era que ninguno de los reproches fuera lo suficientemente intensos
como para terminar de enfangar el fin de semana.
Gladys
eludió cualquier nuevo contacto durante el puente, parecía claro que habría de
ser Germán el que moviera ficha a partir del lunes, una eternidad vista desde
un viernes festivo.
Gonzalo,
viendo que la independencia de Cataluña no terminaba de cristalizar tras las
elecciones, planteó a Germán la opción de marchar al extranjero, a Brasil
concretamente; a la vez le aseguraba que había empezado a jugar al póker por
internet, pequeñas cantidades – 100 ó 150 euros – y que había empezado a ganar
algún dinerillo – 20 ó 30 euros en la mejor de las sesiones.
Viernes
y sábado terminaron siendo días de bonanza, fríos y lluviosos, pero la novedad
de los hijos de Gonzalo terminó por generar en Gerard y en Olga el
entretenimiento de lo nuevo; intercambiaron teléfonos, perfiles de Facebook.
Germán
pudo mandar un correo a su profesora de cocina agradeciéndole la receta y
modulando la ceremonia de coqueteo:” No tengo la edición del sueño de una noche
de verano pero creo que no habrás tenido oportunidad en tu vida de disfrutar el
un libro como el que ha llegado a mis manos”.
Cuando
llegó el domingo por la tarde y Germán hubo de dejar a sus hijos de nuevo con
su madre la flojera muscular le dejó postrado durante media hora larga sobre el
volante del coche; moderadamente satisfecho, intentó visualizar el encuentro
pendiente con Gladys pero cada vez que se decidía entre llamarla el lunes o
aguardar a la clase de cocina del jueves interfería Luz con sus cuadros de
Chagall.
De
nuevo en su casa dejó para el lunes las tareas de limpieza y fue directamente
al ordenador para rastrear nuevos cuadros de Chagall. El salón y la cocina
conservaban un intenso olor a curry y al cartón de las cajas de pizza, mezclado
con el rastro de las zapatillas de deporte de Gerard y la colonia ligera que
empezaba a ponerse Olga. Poco a poco el piso iba perdiendo el olor entre
impersonal y rancio de las casas alquiladas e iba adquiriendo los vestigios
olfativos de la nueva vida de German, una nueva vida por la que se había
infiltrado casi sin quererlo el rastro del perfume de magnolias de Gladys,
arraigado en la almohada y en el colchón de los niños. Puede que Olga y Gerard
percibieran de modo inconsciente la presencia de Gladys en la casa y su deseo
de hacerse un espacio entre aquellas paredes. Germán, que inicialmente había
valorado la posibilidad de cambiar su cama individual por otra de matrimonio,
finalmente consideró que hacer cambios en la casa además de alimentar las
sospechas de su hija, agravaría su precaria situación económica.
El cuadro de Chagall, precioso, la receta del pollo al curri estoy por pasársela al cocinero para que amplíe su repertorio, cosa que le agradeceríamos mucho y Germán Utiel un "pringadillo de la vida", a mí Gladys no me gusta y la ex, una infumable. Jubi
ResponderEliminarLas ex son "infumables". Jeje.
ResponderEliminarBien por Jubi
LSC