Hoy
la entrada la hago en sentido inverso, normalmente el proceso lógico exige
probar primero las recetas en la cocina de casa y, una vez testada, volcarla en
el blog, de modo que tanto los ingredientes, las medidas, el resultado y
presentación hayan sido debidamente comprobados.
Sin
embargo en esta ocasión el proceso es inverso, es decir, hoy propongo una
receta que todavía no he hecho, un plato que espero probar en breve.
La
culpa de todo la tienen las modas ya que llevo días oyendo hablar de un
restaurante nuevo de Barcelona – Chez Cocó -, una brasería especializado en
aves. Distintas personas de distinta procedencia me han hablado de las delicias
de esta rostisería en la que aves de todo plumaje son asadas a la vista del
respetable.
Estos
sitios a la moda suelen ser volátiles, si no se anda con cierto cuidado se
corre el riesgo de salir desplumado o de verse encerrado en un gallinero en el
que la gente está más pendientes de ver/ser visto de lo que ponen en el plato.
Yo, gallina vieja para estas lides, prefiero dejar que se enfríen un poco estas
tendencias y que la volatería no se volatilice.
Los
conocidos, desconocidos entre sí y seguramente sin intereses en la empresa, han
hablado maravillas tanto de los pollitos de Bresse como de otros alados
desplumados y asados en este local de
nuevo cuño, por lo visto decorado al gusto francés de las grandes braserías. No
descarto que Barcelona se emperifolle más a la francesa que el propio Paris.
A
la espera de que llegue el momento de probar los alados de este corral –
supongo que será complicado conseguir una reserva en estos días -, la
referencia a los plumíferos (pollitos de
Bresse, pichones, picantones, pollos del Prat o de Villalba) me anima a
escribir sobre la banalización del pollo.
Suele
ser un lugar común el que afirma el pollo en los años 40 y 50 del siglo pasado
era un plato de fiesta que sólo se tomaba los días señalados. El avance de los
medios industriales de la crianza del pollo han terminado por conseguir que el
pollo sea un plato habitual, barato, de batalla. Atrás quedaban las historias
oscuras que afirmaban que los niños que abusaban del pollo veían aumentar sus
pechos debido al régimen hormonado de engorde de los pollos, la conveniencia de
no probar la piel para evitar efectos cancerígenos, huir de los higadillos y
del resto de despojos por su alto contenido en metales nocivos. El pollo, plato
banal y popular podía ser una bomba tóxica si nos dejábamos llevar por los
hipocondriacos.
La
visita a las pollerías habituales suele ser anodina, sólo en navidades aparecen
tímidamente los capones, los pollos camperos, los azulones, pulardas y capones
de precios imposibles y carnes prietas.
Me
atrae la idea, pues, de un restaurante situado en una de las zonas más pijas de
Barcelona dedicado al noble arte de asar aves, me atrae también imaginarme a
tipos encorbatados, con tendencia a que la barbilla apunte al infinito,
pringarse los dedos con la grasilla del pollo y enfrascarse en discusiones
bizantinas sobre los matices de los pollos según sean de la ribera del
Llobregat o de la Galicia profunda, según se alimenten de grano de trigo o de
maíz; puede que alguno de ellos se anime a poblar las terrazas de sus céntricos
pisos con gallinas y gallos en estado semilibre para luego sacrificarlos según
los cánones con un giro seco de cuello o con un tajo en la yugular que los
descabece mientras corretea desorientado el cuerpo dándose golpes absurdos
contra los muros de la pared.
De
entre todas las referencias de Chez Cocó parece que el pollito de Bresse es la
más renombrada, una referencia un tanto frívola si se tiene en cuenta que a
poco menos de 10 minutos de Chez Cocó se encuentra la patria del pollo del
Prat, justo en los terrenos en los que parece que un ricacho norteamericano
está dispuesto a montar un gran casino. Si consiguiéramos que el pollo del Prat
gozara de tanto prestigio como su homólogo de Bresse tal vez evitaríamos que la
ribera del Llobregat fuera brutalmente urbanizada.
A
la espera del probar el pollito de Bresse me conformaré con escribir sobre el
pollito de Bresse. Primero y principal: El pollo de Bresse ha de ser de Bresse,
es decir, ha de haber nacido en Bresse, una comarca situada en el noreste de
Francia, en el departamento de Aín. El pollo de Bresse es un pollo de pluma
completamente blanca, cresta roja y patas azules que se cría al aire libre, que
sólo come productos naturales, que se engorda con lácteos. El pollo de Bresse
ha de tener cumplidas al menos 16 semanas antes de ser sacrificado y un peso
mínimo de 1’2 kilos. Su carne es blanca y fina. Ojo con el culto francés al
pollo, no debe olvidarse que el gallo es uno de sus símbolos nacionales.
El
pollo de Bresse debe su fama sobre todo a la familia Blanc, una familia de
mesoneros que desde el siglo XIX se instalaron en la ciudad de Vonnas, cerca del
mercado. En los años 30 del siglo pasado la Mère Blanc consiguió ser designada
la mejor cocinera de Francia gracias a su receta de pollito de Bresse con nata.
La Mère Blanc es un ejemplo claro de la influencia de las mujeres – de las
grandes meres francesas – que marcaron su estilo desde Perpignán a Lyón, y de
ahí a los alpes; la cocina de las mères sería la equivalente a la tradición
española de las matronas vascas.
La
Mère Blanc preparaba un pollito para chuparse los dedos guisado de modo muy
sencillo con una espesa salsa hecha a base de nata cortada con unas gotitas de
limón.
Para
el pollito de Bresse de la Mère Blanc era necesario, en primer lugar, disponer
de un pollito de Bresse eviscerado y flambeado – para que no haya restos del
plumaje -; hay que separar las pechugas, las alas, los muslos y contramuslos.
En
una sartén grande se calientan a fuego vivo 150 gramos de mantequilla y un
chorrito de aceite; cuando empiecen a chisporrotear se ponen los trozos de
pollo, con la piel boca a bajo para que se dore, ya en la sartén se
salpimentan. Cuando la piel esté tostada y el pollo haya tomado color (unos
seis minutos por cada lado) se añade una cebolla pelada y cortada en cuatro trozos,
10 champiñones también en cuartos y dos dientes de ajo aplastados con un
cuchillo; también un remillete de especias (el bouquet garni francés).
Cuando
se haya rehogado todo bien se incorpora 20 cl de vino blanco seco (un vaso
completo). Cuando reduzca el vino se añade un litro de nata, se baja el fuego
al mínimo y se deja cocer entre 25/30 minutos.
Se
reservan los trozos de pollo y la salsa se pasa por un colador – un chino – y se
devuelve a una cazuela con el fuego al mínimo, se le rocía la salsa con un
chorrito de limón para que se corte la nata, se remueve con un cucharón de
madera y se deja cociendo hasta que la salsa tome una textura uniforme.
Se
sirven los trozos de pollo en un plato, se cubren con la salsa blanquecina y se
acompaña el plato con arroz blanco hervido.
Partiendo
de esta sencilla receta se puede hacer el mismo pollo sustituyendo el vino por
champagne, poniendo alguna verdura más – zanahoria, puerro, col, apio -. Si a
alguno le da reparo lo de cortar la salsa con el limón puede sustituir el
cítrico por una yema de huevo, para
incorporarla se pone la yema en una taza y se le añade un poco de la salsa
caliente, se remueve con vigor y se añade a la cazuela removiendo hasta que se
los hilos de la yema sean imperceptibles.
A
la espera de probar este pollito de Bresse a la Mère Blanc – creo que el de
Chez Cocó es simplemente asado – dejo un cuadro de Rene Magritte con un pollito
de Bresse encorbatado.
Tu receta de hoy me ha traído a la memoria que siempre que cocinaba pollo nunca sabía a lo mismo y es que es un plato muy recurrente para familia numerosa y siempre le echaba lo que tenía a mano, con vino en sus muchas variedades, como en verduras. El cuadro muy adecuado y divertido. Jubi
ResponderEliminarEl pollo en su día era comida de navidad y de grandes de festejos ayer comentaba una compañera de trabajo que las paradas de pollo del mercado son las que más venden, el precio del pollo hoy es barato y la crisis hace que en muchas casas se coma pollo y no carne ni pescado
ResponderEliminarEn fin que es muy socorrido, a la cerveza, al cava, con verduras, en pepitoria, en escabeche....