El lunes regresamos de Oporto; experiencia
fabulosa, los niños aguantaron como campeones los paseos por la ciudad, han
comido bien y han sido razonablemente obedientes. Mientras que España estaba en
alerta roja por agua, frio y nieve allí tuvimos mucho sol y temperaturas
agradables, sobre todo teniendo en cuenta que estábamos bastante al norte.
No soy persona dotada para las crónicas de
viaje, para eso hay guías completas y ordenadas, seguro que nosotros nos hemos
dejado mucho por ver.
En cuanto a lo gastronómico viajando un
paquete de ocho, con dos pequeños, y que hay que ir mirando el bolsillo, no podemos
dar referencias gastronómicas punteras, pero hemos comido de maravilla. Pescados
de mucha calidad – lo de la cornisa atlántica es un lujo para todo lo que venga
del mar-, aunque tras visitar varios restaurantes puede que el punto de cocción
del pescado sea un poco mayor que el que acostumbra por España, donde cada vez
es más habitual que el pescado se consuma ligeramente cocinado, en el límite de
lo crudo. Los portugueses siguen pasando mucho el pescado.
Hemos probado sardinas – fuera de temporada
y un pelo más grandes que las que suelen consumirse por la costa mediterránea
-, pulpo – sorprendentes los filetes de pulpo rebozados -, lenguado, rodaballo,
lubina – róbalo en portugués -, rape, almejas, mejillones y centollas – las zapateiras.
Mención especial merece el precio de la
hostelería, un 30% más barato que en España con una calidad muy alta. Los
precios allí son mucho más baratos en lo que concierne a comida – una tortilla
de jamón de york para cenar costaba 1’9 euros -; el vino también más asequible
que por nuestras tierras, los vinos del Duero pueden competir con los riberas
de cientos de kilómetros tierra a dentro con la diferencia de que el precio
medio por botella estaba sobre los 15 euros, la bodega que comercializa el Papa
Figo ofrece un tinto muy elegante y que no cruje la cartera. Por lo tanto no
todo es viño verde u oporto, aunque ambos saben especialmente buenos cuando se
prueban en su salsa.
Los efectos de la crisis se notan bastante –
tienen un IVA del 23% y prácticamente en ningún establecimiento abierto al
público permiten pagar con tarjeta -, sobre todo en la mesa, no muy dada a sofisticaciones.
Los acompañamientos de los platos, las guarniciones, dicen mucho de la
situación del país ya que con un solo plato de pescado se hace una comida
copiosa ya que se acompañan o bien por abundante verdura hervida – soberbias
las patatas y potentes las berzas -, o arroz blanco en plato a parte a poquita
salsa que tenga el guiso; también era habitual ver acompañamientos a base de un
puré de legumbres intensamente verde. El plato sirve de primero y de segundo;
además ensaladas de lechuga y tomates sabrosos.
Capítulo aparte merece un restaurante frente
a la Iglesia do Carmo, en pleno centro, se llama La tasquinha, donde fuimos a
parar por recomendación de un amigo; allí cada pescado va acompañado de un
arroz hecho con la salsa y trocitos del pescado pedido. Espectaculares los
acompañamientos del pulpo y del rape, donde la guarnición era por sí sola una
ración cumplida.
También merece mención especial un asador
de pescado en la playa de Apulia, cerca de Braga, donde nos comimos unas
lubinas salvajes y unos rodaballos abrumadores, de hecho yo me comí la piel de
todos ellos. Nos recordó las viejas sensaciones del Tira Do Cordel de
Finisterre.
Los portugueses le dan más salida al
cilantro de lo que hacemos nosotros. En los dulces, un poco empalagosos, no se
andan con complicaciones.
Llegados a este punto y con el fin de no
parecer unos panceros, conviene hacer alguna digresión cultural, complicado con
niños aunque al final pudimos ver alguna cosa interesante: Fue una gozada
descubrir en un parque céntrico de Oporto unas esculturas de Juan Muñoz, los
famosos chinos partidos de risa, expuestos frente al rectorado de la
universidad - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:ThirteenLaughing.JPG
-; una maravilla también los jardines de la Fundación de Serralves, un banquero
portugués que, para purgar sus pecados se dedicó al patrocinio cultural de arte
posterior a los años sesenta del siglo pasado. Vimos una exposición de arte
orgánico a base de plantas y ramas de árboles de Carneiro, en el parque una
escultura divertida de Claes Odemburg. Al final me he decidido por la obra de
un español, Manolo Hernández Mompó, que se titula Mercado al Amanecer, siempre
me gustó Mompó y tengo la sensación de que a veces se le olvida.
Las recetas portuguesas suelen ser
contundentes y en nuestra experiencia hemos ido directamente a la cocina de
producto. De regreso en casa revisando libros de cocina he encontrado un
librito dedicado a la cocina portuguesa, editado por MFG & Schmidt S.L., en
el año 2005, he elegido una receta que sintetiza el espíritu que hemos visto en
Oporto, la mezcla de producto de máxima calidad y la necesidad de saciar el
hambre de modo contundente. El plato es el de Amêijoas na cataplana – un puchero
de almejas rotundo.
Se necesitan los siguientes ingredientes:
1’5 kilos de almejas.
150 gramos de jamón curado.
100 gramos de chorizo – el de oporto es muy
parecido al asturiano.
2 cebollas medianas.
1 guindilla verde, muy picante.
70 gramos de manteca de cerdo.
15 cl. De vino blanco – yo optaría por un
oporto blanco.
1 cucharada sopera de harina, 1 cucharada
sopera de pimentón dulce. Sal y pimienta negra.
El guiso es sencillo, se inicia fundiendo la
manteca de cerdo en una cataplana – una cazuela metálica, ancha y no muy alta
-. Se saltea cebolla picada fina y la guindillaa sin semillas. Para evitar que
se arrebate la grasa de cerdo conviene poner el fuego suave y añadir un
chorrito de aceite de oliva.
Cuando la cebolla esté transparente
incorporan picados finos el jamón y el chorizo se saltean en la misma cazuela.
Se remueve bien el guiso durante dos o tres
minutos y luego se añade el vino, que se lleva a ebullición para que reduzca un
poco, se baja el fuego al mínimo y se deja durante 10/12 minutos. Si queremos
que quede un poco más ligera la salsa puede echarse un vasito de agua.
Se disuelve la harina, el pimentón, la sal
y la pimienta en la salsa. Se añaden las almejas y se tapa la cataplana para
que las almejas abran rápidamente y suelten todo su jugo. En cuanto se abran se
lleva la cazuela a la mesa.
Ni qué decir tiene que es un plato de los
que obligan a mojar mucho pan – el que ponían en los restaurantes era un pan de
maíz muy sabroso -.
Me olvidaba de comentar que, por
descontado, probamos bacalao en todas sus texturas y cocciones. Muy ricas las
pataniscas – los buñuelos.
Que bien os habeis montado la escapada a Oporto y con excelentes acompañantes. Rica degustación de pescados y ese guiso de almejas me hace la boca agua, mientras aquí disfrutando de frío, viento y lluvia. Yo disfruté ayer con un entrecot de cuarto kilo y ensaimada de crema quemada, tampoco estuvo mal. Jubi
ResponderEliminarHola Dile!,tras tus últimas aventuras madrileñas, creí que los fogones quedaban aparcados.Veo que la vuelta de Oporto está siendo esperanzadora. Esas almejas seguro que están muy buenas aunque yo no sea capaz de comérmelas con tanta guindilla. Los Pastelitos de Belén son una delicia, danos la receta cuando puedas, ¡cuídate Super Dile!
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