Junio, con sus
intermitencias, transcurrió plácidamente. Cándido tuvo que pasar varios días en
Barcelona, coincidiendo con los exámenes de los chicos. El 24 de junio los
chicos marcharon a Estados Unidos y esa misma tarde Cándido y Carmen regresaron
al California.
Clocló consiguió vender tres
o cuatro marinas a razón de doscientos cincuenta euros el cuadro, Mustha
refunfuñaba cada vez que le obligaban a sacar brillo a los fogones, Muriel se guía
bañándose desnuda frente al California todas las mañanas, estuviera o no
Cándido; Cándido se levantaba todas las mañanas a las siete, estuviera o no
cerca de Muriel.
El 24 de junio, con la resaca
de la noche de San Juan, la terraza del California Hotel mantenía, por la
tarde, cierto aire festivo, como de verbena, en la playa dormitaban los
supervivientes de la noche anterior, la música sonaba a un volumen poco
razonable para las seis de la tarde, viejos éxitos de Rafaella Carrá, tres o
cuatro zombies solitarios bailaban desacompasadamente. Muriel intentaba preparar
los servicios de la noche, Didí y Clocló bailaban amartelados y ajenos al
mundo.
Cándido, como de costumbre,
pasó directamente tras la barra a prepararse un café, era su pasaporte de
entrada al California, un café muy corto, con bastante espuma que tomaba
parsimoniosamente contemplando la playa. Había varias bañistas desnudas,
ninguna tan gloriosa como Muriel, en silencio pensó en las razones que llevaban
a Muriel a no bañarse al atardecer.
Sonó el teléfono sin que
nadie se inmutara, volvió a sonar repetidamente hasta que Mustha, desde la
cocina dio una voz.
- Didí, mom amí, creo que es para ti. Parece que mister Arkadin
anuncia su llegada.
Didí
se despegó de su pareja, para regresar al mundo de los mortales se atusó
ligeramente el pelo con los dedos y se rascó el cuello. Pasaron unos minutos y
era todo un manojo de nervios junto a la mesa en la que Carmen y Cándido
apuraban el café.
- Patrón, patrón… Una catástrofe, Mister Arkadin quiere cenar en
el California esta noche.
- ¿Mister Arkadín? – preguntó extrañado Cándido.
- Un conocido del viejo Pangloss, en realidad se llama don Jordi,
es un fabricante de patés catalán que suele pasar por aquí tres o cuatro veces
al año. Pangloss intentaba en vano conseguir que nos sirviera patés y foie
fresco pero Mister Arkadin, entre sonrisas, siempre se negó, decía que el viejo
pescador no tenía categoría suficiente para sus productos.
- Qué le vamos a hacer – contestó resignado Cándido.
- El viejo patrón intentaba esmerarse, creo que el año pasado
estuvo a punto de conseguirlo, puede que este año tengamos más suerte. Mister
Arkadín era un forofo de la cocina francesa y le prometió a Pangloss que le
serviría productos si conseguía incluir en la carta una receta de arroz que le
evocara a Michel Bras. Pangloss aseguraba haber estado seis meses trabajando en
las cocinas de Laguiole con Bras, a lo que Mister Arkadin contestaba con una
gran carcajada: “Bras te hubiera echado a patadas nada más verte entrar en la
cocina”.
Clocló
expulsaba a los últimos bailarines de la terraza, había apagado la música y les
retiró abruptamente los restos de las copas que quedaban en las mesas. Muriel
seguía preparando los servicios. Cándido convocó con la premura que le
trasladaba Didier a todo el equipo para organizar el turno de noche. Quedaban gambas,
algunas langostas, tres pargos servidos por Canito; Mustha se comprometió a
traer en media hora lo que encontrara fresco en la huerta de sus padres,
siempre y cuando Cándido le retribuyera con generosidad y le asegurara que la
mañana siguiente la tendría libre.
- Algunos necesitaríamos veinte minutos para despejarnos, no hemos
dormido en toda la noche – el plural mayestático de Muriel delataba que ella
también había sido cómplice de la fiesta de la noche anterior.
- A las siete todos el mundo en perfecto estado de revista –
autorizó Cándido.
Carmen
iba camino del bungalow para descargar las maletas. Muriel atravesó la terraza
y nada más pisar la arena de la playa se quitó los pantalones y la camiseta,
quedando completamente desnuda, correteó hasta la orilla y se lanzó de cabeza
al mar. Cándido agradeció la propina que le estaban concediendo los dioses, con
la plena luz del día el cuerpo y la frescura de Muriel lucían con esplendor.
Cándido había tenido la oportunidad de
visitar el restaurante de Bras en tres ocasiones, todas ellas hacía más de seis
años, recordaba platos de verdura con aspecto floral, un bloque de foie
formidable, pescados manipulados con extrema delicadeza… era casi imposible
trasladar ninguno de aquellos platos a la naturaleza y entorno del California
Hotel, ni siquiera la ensalada que con pepinos, tomates de la huerta y lechuga
romana pudiera organizar. Tecleó en la tableta las referencias de recetas de
Bras. Miró hacia la orilla buscando a Muriel, buscando inspiración y viendo su
cuerpo moreno saliendo de entre las olas cayó en la cuenta de que el coulant de
chocolate de Bras se hacía con harina de arroz, era una posibilidad de convencer
al enigmático Mister Arkadin de que el California Hotel podía robar recetas de
Bras.
Clocló
zascandileaba por la cocina. Cándido le dio una voz:
- Cló, pon un cuarto de kilo de arroz en la termomix, comprueba
primero que está bien seca, necesitamos harina de arroz.
- ¿Harina de arroz? – se escuchó desde la cocina.
- Le prepararemos a Mister Arkadin una muerte por chocolate.
- ¿Muerte por chocolate?
- En algunos restaurantes llaman así al coulant de chocolate, una
receta que surge directamente de las cocinas de Michel Bras, en internet
aseguran que patentó esta receta en 1981.
- Además tienes que sacar media docena de huevos de la nevera.
Cándido
marchó para la cocina y revolvió en los armarios hasta dar con varias flaneras
de ración, se colocó el mandil y empezó a trajinar.
- Me necesitas – se asomó Carmen.
- De momento no.
- Pues me marcho un rato a la playa.
De la
cámara de frio sacó una tableta de chocolate amargo, pesaba 250 gramos, chocolate
valor con una pureza del 52%.
Puso
al fuego una cacerola grande mediada de agua, sobre la cacerola colocó un bol de
cristal, para calentar al baño maría la tableta de chocolate hasta que se
deshiciera. En el bol además del chocolate troceado puso un par de cucharadas
de mantequilla – 50 gramos -, una pizca de sal, una pizca de canela y otra de
pimienta negra en polvo. Le pidió a Clocló que se ocupara de remover el
chocolate con cuidado.
Aproximó
un poco al fuego los huevos. Cló le miró extrañado.
- Si se calientan un poco los huevos aumentan el volumen, de hecho
si estuvieran a 40º de temperatura su volumen sería prácticamente el doble que
cuando los sacamos de la nevera.
Separó
clara y yemas. Puso las claras en otro bol con una pizca de sal y con una
batidora de varillas en pocos minutos consiguió que quedaran a punto de nueve.
El
chocolate estaba ya deshecho. Añadió dos cucharadas más de mantequilla, 100 gramos
de la harina de arroz conseguida con la termomix, 100 gramos más de almendra en
polvo, más las yemas.
Con
ayuda de dos tenedores fue mezclando los ingredientes, dándole con cierto brío
hasta conseguir que apareciera una espuma permanente que garantizaba que el bizcocho
fuera esponjoso.
En un
bote tenía azúcar glas, calculó a ojo 150 gramos – 4/5 cucharadas soperas – de azúcar
y las fue añadiendo a las claras a punto de nieve, batiéndolas de arriba abajo con
los tenedores hasta conseguir un merengue muy denso.
Mezcló
las claras con la masa de chocolate ayudado por los tenedores, para que la masa
consiguiera seguir teniendo el aire suficiente.
Puso
un poco de mantequilla en cada uno de las flaneras que había colocado sobre la
encimera – poco más de una docena de raciones le saldrían -, engrasó con
cuidado cada flanera y espolvoreó cacao en polvo sobre todas ellas. Le pidió a
Cló que sacara del congelador una gran tarrina con helado de chocolate negro.
En
cada flanera puso un poco de masas – dos o tres centímetros -, sobre la masa
puso una bola de helado, no muy grande, la bola no tenía que quedar muy justa
en la flanera. Colocadas todas las bolas rellenó con el resto de la masa cada
flanera, cuidando que la masa no sobrepasara las 2/3 del tamaño del molde ya
que la masa cuando se pusiera en el horno casi doblaría su volumen.
- Clocló, mete las flaneras rápido en el congelador. Si todo va
bien cuando llegue el misterioso Mister Arkadín la masa se habrá terminado de
congelar. Cuando veamos que están terminando el segundo plato metemos las
flaneras en el horno, 12 minutos, y quedará una muerte por chocolate que les
dejará alucinados, esperemos que le recuerde a las que prepara Bras y, a partir
de esta cena nos sirva los afamados patés.
A las
nueve y media de la noche mister Arkadin llegó al California, acompañado por
una mujer morena, de pelo corto, muy elegante. Estaba preparada la mesa en el
rincón de Pangloss. Clocló había puesto un cd con grandes éxitos de Tom Jones,
el tigre de gales, cantante preferido de mister Arkadin.
Cándido
dejó que fuera Didí quien recibiera a la pareja, besos y abrazos alegres. Luego
envió a Muriel con la carta y con las sugerencias del día. Fue Carmen la que
presentó los vinos. Cándido observaba desde la barra, en el interior del salón.
Mister Arkadín derrochaba bonhomía en cada uno de sus gestos, con una sonrisa
permanente recibió a cada uno de los miembros del servicio, siempre con un
toque amable y cordial. Su acompañante, también habitual del California por lo
que podía ver, aguardaba pacientemente, miraba a la playa, todavía iluminada
por los últimos rayos de sol. Ella pidió un Kir Royale.
- ¿Kir Royale… Kir Royale? Patrón creo que la hemos cagado desde
el minuto uno, no tengo ni idea de qué será el Kir Royale.
- Champagne y licor de Cassis, Cló. No pensé que serías tan paleto
– se rio Muriel.
Cándido
pensó que había llegado su momento, le pidió a Didier que le presentara al
invitado y caminó pausadamente atravesando el salón y la terraza, dejándose
ver.
- Don Jordi – dijo Didí -, le presento a Cándido, el nuevo patrón
del txiringuito. Ahora se llama California Hotel, Pangloss se llevó con él al
viejo pescador.
- Espero estar a la altura del anterior dueño, tanto en la cocina
como en la cordialidad en el trato.
Mister
Arkadin extendió los brazos con la intención de darle un abrazo, abarcó con toda
su humanidad al escuálido Cándido y le dijo:
- Yo sigo siendo un enamorado de esta terraza, y Nuria mucho más
que yo, en realidad es a Nuria a la que ha de seducir.
Muriel
había acercado un carrito con una cubitera con hielo picado, unas copas de
champgane, una botella de viuda de Clicot, la botella bermellona de licor de
cassis y un pequeño bol con unas picotas.
Cándido
llenó dos copas con hielo picado, dejó que el hielo impregnara bien las paredes
del cristal y luego las vació tirando hielo y agua sobre la arena de la playa.
Puso una picota en el fondo de cada copa y las rellenó con licor de cassis
hasta que la picota quedó completamente cubierta. Muriel había descorchado la
botella de champagne y Cándido rellenó las copas hasta casi el límite. El dorado
del champagne fue tiñéndose del bermellón del licor hasta conseguir un
brillante color rojizo.
- Perfecto – exclamó la acompañante de Mister Arkadín tras dar un
primer sorbo al combinado.
- Nos encantaría que nos acompañaran en el aperitivo su esposa y
usted.- Buscó con la mirada la complicidad de Muriel, que instintivamente dio
un paso para atrás, indicando con los hombros que era Carmen quien debía
disfrutar de ese honor. Carmen, atenta a la conversación a media distancia, ya
había arrancado hacia la mesa.
Carmen
y Cándido se sentaron a la mesa, Muriel preparó el combinado siguiendo
rigurosamente los pasos que acababa de observar. Volvió a dar un paso para
atrás y abandonó discretamente el entorno de la mesa para que pudieran brindar
con tranquilidad.
- Este es el inicio de una buena amistad – dijo Mister Arkadin.
- Eso espero – contestó Cándido -, sé que Pangloss se dejó algunas
tareas pendientes.
- Pangloss, el viejo Pangloss, hace unas semanas pude comerme con
él una bullabesa en Marsella, sigue asegurando que aprendió en los fogones de
Bras… Jodido mentiroso … Es una pena que se esté muriendo… Ya sabe usted.
- Qué va, apenas nos conocíamos; nos bastaron un par de semanas
para cerrar el traspaso.
- En todo caso celebremos aquí la vida y la alegría de haber hecho
nuevos amigos… Yo me tomaría otro kir, el champagne excelente, igual que la
carta de vinos, veo que se notan ya las mejoras, al viejo Pangloss lo del vino
no se le dio bien, pero veo que ustedes han introducido varios borgoñas y un
par de burdeos interesantes.
Muriel
había acercado un plato con almendras fritas y saladas, un poco de mojama y unas
chips de yuca fritas en aceite de cacahuete. Nueva ceremonia de preparación del
coctel, nuevo brindis.
Carmen
y Cándido se retiraron tras el aperitivo. Mister Arkadin y su acompañante se
tomaron dos docenas de gambas a la sal, una ensalada muy sencilla con una
vinagreta de anchoas y un pargo a la donostiarra. Apuraron hasta dos botellas
más de champagne antes de que llegara la muerte de chocolate, que se presentó
blanqueada con poco de azúcar glas. Clocló le dijo a su patrón que a Mister
Arkadin le encantaba el coñac y los puros. Fue Carmen la que acercó el carro
con una botella de Peinado 100 años, una caja refrigerada con puros de distinto
calibre y dos copas balón.
- Yo prefiero un Gin Tonic – dijo Nuria.
- Alguna preferencia de ginebra – dijo amable Carmen.
- London Pink 47, si es posible.
- Muriel, por favor, localiza en la cámara una botella rosa en
forma de prisma, tónica fiver tree y una lima. Prepararemos un gin tonic a la
señora. ¿Cardamomo o bayas de enebro?
- Lo prefiero sin adornos.
- Carmen, dígale a su marido, si no anda muy atareado, que se incorpore
a la sobremesa. Usted qué quiere tomar.
- Yo prefiero apurar lo que queda de champagne.
La
tertulia se prolongó durante un par de horas, Carmen abrió otra botella de
champagne, Cándido mantuvo el criterio de no invitar a las copas de la
sobremesa, a cambio invitó a la pareja a un arroz con langosta que prepararían
al día siguiente.
En la
despedida Mister Arkadin abrazando a Cándido le dijo:
- Creo que se han ganado que les sirvamos nuestros productos. He
notado que la muerte por chocolate estaba hecho con harina de arroz, no es la
receta auténtica de Bras. No es solo la textura, es también la digestión, cuando
preparan el coulant con harina de trigo, queda muy cruda y la digestión es
mortal.
Clocló,
Didi, Mustha y Muriel habían recogido ya los servicios de la noche, ordenado y
limpiado la cocina, se habían retirado a descansar. Sólo quedaba el rincón de
Pangloss iluminado por velas. Carmen y Cándido, tras acompañar a los comensales
a su coche regresaron a la terraza, quedaba todavía para dos copas finales de
champagne. Carmen estaba ligeramente achispada, Cándido no estaba más sobrio.
- Un chapuzón? – Propuso Carmen.
- Al final me acostumbraré a estos baños canallas.
¡¡¡Menuda cena y menudas copas¡¡¡ se me está haciendo la boca agua. Yo no me puedo quejar del menú que me espera: Bolobanes rellenos de ensaladilla y acompañado de espárragos y solomillo con pimientos de piquillo, de postre copa de helado, lo peor es el vasito de sidra del gaitero, pero a falta de la "viuda" tampoco hay que hacer remilgos. Jubi
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