Boca besada no
pierde fortuna, que se renueva como la luna.
Así termina la
séptima novela de la segunda jornada del Decamerón. Con esta frase le da un
vuelco completo a la dramática historia que cuenta en las páginas anteriores.
Puede que sea la historia más larga de las que llevo leídas, Boccaccio sigue en
su escalada irónica, jugando con las presuntas desgracias de la princesa
Alatiel, hija del sultán de Babilonia, llamada a casarse con el rey del
Algarbe. El sultán daba a su hija en matrimonio como agradecimiento por el
apoyo bélico del rey portugués.
La novela se
construye como un periplo por el Mediterráneo que juega con la Odisea,
convirtiendo a la aparentemente virtuosa Alatiel en un remedo de Ulises,
perdido por las islas del mediterráneo desde Alejandría a Mallorca.
La pobre Alatiel recibe
todo tipo de humillaciones y sevicias, empezando por la propia tripulación que
pone el sultán al servicio de su hija y de su séquito para la travesía
prenupcial, de Alejandría al Algarbe.
A la nave le sorprende
una tormenta pasada la isla de Cerdeña, los marineros abandonan el barco
dejando a la pobre princesa con sus sirvientas abandonadas.
Alatiel naufraga en
la isla de Mallorca, donde es acogida por Pericón de Visalgo, señor de parte de
la isla. Pericón, todo un caballero, cae prendado por la belleza de la princesa
y, tras un elegante cortejo, la seduce y posee, pese a que Alatiel se resiste
al principio, pero luego cae, embriagada en todos los sentidos, por los
encantos del noble y bruto Pericón (de fiero aspecto y muy robusto, describe
Boccaccio).
Alatiel pasa por
las manos, mejor dicho, por las entrepiernas, de hasta nueve señores de otras
tantas islas y reinos. Respecto de todos ellos se resiste hasta donde puede,
pero cae prendada o rendida finalmente gozando todo lo que puede gozar, que es
mucho, a tenor de lo que comenta Pánfilo, que es el relator de esta novelilla.
Los amantes de
Alatiel tienen marcado su destino, todos ellos mueren violentamente, a manos de
contrincantes, hermanos, súbditos o vasallos de los mancilladores. El primer
asesino, del pobre Pericón, es su propio hermano y, desde allí, hacia delante.
Y Alatiel sobrevive
hasta que la fortuna le lleva, de nuevo, a Alejandría y a Babilonia, donde su
padre vuele a acogerla y a reenviarla al Algarbe para casar finalmente con el
rey portugués. Antes de llegar a la frase de la boca besada, dice Boccaccio a través
de Pánfilo: «Y ella, que con otros ocho
hombres unas diez mil veces se había acostado, a su lado se acostó como
doncella, y le hizo creer que lo era, y, reina, con él alegremente mucho tiempo
vivió después.»
Por lo que visto lo
visto, me quedo con el personaje del tosco Pericón, el primero en mancillar a
la princesa, también el primero en ser liquidado.
Leyendo las
aventuras y desventuras de hoy, me acordaba de Ibrahim Yambé, un marinero
cubano que decidió no bajar nunca de su velero, no sé qué habrá sido de él
estos días.
La marquesa propone
hoy otro pudding de aprovechamiento, lo llama pudding de Cabinet.
Se necesitan 275
gramos de galletas o bizcochos que lleven en casa varios días, bizcochos duros
o ya correosos. 4 ó 5 macarrones secos, 50 gramos de corteza de naranja y otros
50 de limón. Pasas (80 gramos), una cucharada de azúcar, 3 decilitros de nata,
3 huevos y ocho yemas, 2 ó 3 cucharadas de harina y 25 gramos de mantequilla
(la harina y la mantequilla son para engrasar el molde.
La marquesa propone
acompañar el pudding con una salsa de mermelada de albaricoque, ron y azúcar molido.
Empieza la receta
lavando las pasas y dejándolas reposar en agua tibia durante un par de horas,
para que se inflen bien.
Se pican las pieles
de los cítricos, en daditos pequeños, se añade una cucharada de azúcar para que
se aromaticen las pieles.
Se desmigan los
restos de galletas y bizcochos, se ponen en un bol con los macarrones bien
machacados (se pueden sustituir los macarrones por una cucharada de sémola o
incluso de cus-cus).
En otro bol se
ponen 60 gramos de azúcar, los huevos (3+8 yemas), se mezcla y bate bien.
Cuando esté bien
batido, se añade la nata (si no se consigue nata se puede hacer con leche, el
doble de cantidad que de nata, la leche hay que dejarla hervir un rato para que
reduzca y se concentre.
Una vez mezclado,
se pasa al bol donde están los bizcochos desmigados. Se deja reposar 6 minutos.
La marquesa sugiere
que esta mezcla se pase por un tamiz, para que quede bien fina.
Se incorporan
finalmente las pasas escurridas y la piel de cítricos.
Se pasa toda la
mezcla a un molde bien engrasado (mantequilla y harina). Se cuece al baño maría
durante 45 minutos. Se deja reposar 15 ó 20 minutos más en el horno, para que
no pierda temperatura de golpe.
Se desmolda y se
sirve con la salsa, con un poco de chocolate o con caramelo líquido.
Edward Hopper,
ajeno todavia al estado de alarma, propone tomar un café en un día soleado, eso sí,
salvando las distancias.
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