El noveno relato
del Decamerón es un ejemplo de psicología inversa. No es un relato muy
complicado, al contrario, creo que es la novelilla más breve de todo el Decamerón.
Una dama de la Gascuña que regresa de peregrinar a Tierra Santa y es violada en
la isla de Chipre, pide audiencia al rey de la isla, por lo visto un
pusilánime, a quien en vez de exigirle dureza con los agresores, le pide que le
explique cómo puede gestionar los agravios que permanentemente recibe.
«Señor,
no vengo a tu presencia porque espere venganza de la injuria que me ha sido
hecha; sino que en satisfacción de ella te ruego que me enseñes cómo sufres las
que entiendo te son hechas, para que, aprendiendo de ti, pueda soportar la mía
pacientemente, la cual, sábelo Dios de buena gana te daría puesto que eres tan
buen portador de ellas».
Y, a raíz de la terapia de psicología
inversa:
«El
rey, que hasta entonces había sido lento y perezoso, como si se despertase de
un sueño, empezando por la injuria hecha a aquella señora, que vengó duramente,
se hizo severísimo de allí en adelante persecutor de cualquiera que cometiese
alguna cosa contra el honor de su corona».
Superamos ya la primera semana de
confinamiento, en casa la empezamos el jueves, cuando los niños salieron del
colegio, ya anunciaban que el viernes no habría clase y que, de inmediato,
tendríamos que aislarnos.
Estos días todos hemos escuchado mucha
radio, muchas noticias de televisión, muchas opiniones más o menos
cualificadas, muchos futurólogos, bastantes agoreros y comentaristas de todo
pelaje.
No creo que sea tiempo para ponerse
demasiado trascendente, si algo demuestras estos días es que no quedan verdades
absolutas y quien suba mucho a las alturas corre el riesgo de hacer el ridículo
más espantoso. Como el sesudo que aseguraba hace unas horas que resultaba que
éramos felices. El tipo se ha quedado más ancho que largo. Espero recuperar el
nombre de este bienpensante para seguirle por los siglos de los siglos.
Por eso yo sigo con mi severo régimen
de postres siguiendo a la divina marquesa, tan importante como el divino
marqués.
Hoy me he animado con las magdalenas
Tere (sigo recordando que no hago repostería todos los días, lo que estoy es
recopilando y reseñando recetas para poder ir haciendo a lo largo de los próximos
meses).
Las magdalenas Tere son unas magdalenas
con frutas confitadas, aunque la base de la receta sirve para hacer cualquier
tipo de magdalena.
Se necesitan 500 gramos de harina de
repostería (harina fina, destaca la marquesa), 50 gramos de azúcar molido, 500
gramos de mantequilla, 6 yemas de huevo y 6 huevos enteros, más una cucharadita
de levadura Royal y azúcar glass para adornas, más las frutas confitadas para
adornar (pueden usarse pasas, naranja confitada, incluso pepitas de chocolate),
la fruta tiene que picarse muy fina.
Hay que poner en un
bol (en un lebrillo según la terminología de la Parabere) la mantequilla a
punto de pomada, hay que batirla para que termine de deshacerse y empiece a
formar espumilla.
Cuando la
mantequilla está espumosa se añade el azúcar y se sigue batiendo hasta que se
integre bien y quede una crema sedosa.
Incluso la marquesa
propone utilizar una batidora. Hay que ir incorporando al batido una yema y un
huevo entero por vez, hasta que se integren todos los huevos con la mantequilla.
Se tamiza la
harina, mezclada con la cucharita de levadura, y se integra bien, ha de quedar
una masa muy esponjosa, hay que batirlo mucho para que entre mucho aire (si se
utiliza el thermomix hay que usar las aspas de mariposa). Por último se añade
la fruta confitada. Hay que dejar reposar la masa una hora a temperatura
ambiente para que la levadura empiece a hacer sus efectos.
Se añaden pequeñas
porciones de masa en los moldes (de silicona o de papel), conviene no llenarlos
hasta arriba.
Se introducen en el
horno, a 180º precalentado, y se dejan 12 ó 13 minutos, lo justo para que se
levante la magdalena. Si se añade una cucharadita de azúcar sobre la masa antes
de meterla en el horno, queda la costrita de caramelo.
Si se prefiere
utilizar chocolate, en pepitas, se colocan sobre las magdalenas cuando lleven 8
minutos de cocción.
Se dejan atemperar
y directas a la mesa para mojarlas en leche.
Hopper y sus
mujeres, está espera sola en la platea de un pequeño teatro.
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