domingo, 26 de abril de 2020

Capítulo DXL.- Diez Jornadas (5.5) Amigos.

Sábado, veinticinco de abril. Nuevo capítulo del Decamerón, quinta novela de la quinta jornada. De nuevo una historia de enredo, jóvenes amantes que se buscan en la noche sin mucha fortuna.
Hoy he cocinado para los amigos un pollo al curry. Desde hace años un grupo de amigos empezamos a salir, más allá del trabajo. Organizamos algunas comidas y cenas, a veces con niños otras sin ellos. No es un grupo muy rígido, tampoco es especialmente disciplinado. El único elemento que lo define como grupo es el wasap.
Podría ser un grupo más, de los que se forman alrededor del trabajo, pero tenemos la suerte de contar con gente excepcional, nuestras parejas, que consiguen sacarnos de la rutina y hacer cosas especiales. Entre ellos tenemos un amigo que durante estos años nos ha permitido vivir momentos muy especiales entorno a una mesa, disfrutando de la comida, probando los guisos de cocineros clandestinos que harían las delicias del más exigente de los gourmet.
Es una suerte tener amigos especiales, que se preocupan por el bienestar y por el humor de todos, amigos discretos, que quieren que todo el mundo esté contento, compartir su felicidad, sus experiencias. Gente que sabe escuchar, que nos obliga a salir de nuestras zonas de confort (término de moda). A veces es la propuesta de ir a un karaoke un miércoles por la noche (lo tenemos pendiente), o acudir a la terraza de un pescador de la costa a disfrutar de las mejores grandes del mundo, organizan pizzas para que coman los niños, dejan sus terrazas para que podamos tomar gintonics hasta que anochece (porque los padres de familia ya mayores soportamos mejor el alcohol de mediodía que el de medianoche).
Estas semanas nos conformamos con vernos por Zoom, los sábados a media mañana, antes hemos intercambiado mensajes, listas de la compra y recomendaciones sobre cómo arrancar uno u otro guiso. Cuenta un poco conseguir que lleguen los enlaces, se entrecorta la voz o la imagen cuando llevamos un rato de charla. Todo son voces y risas, algunas cervezas que se abren mientras picamos cebolla o rehogamos un pollo.
Unos se rezagan, otros van más avanzados. Todos nos apelotonamos al hablar, hasta el punto de que alguien corta las voces para que se pueda oír bien al cocinero.
Esos espacios de encuentro alimentan más que el plato que preparamos. Aprovechamos para preguntar por la salud de uno o de otro, preocuparnos por los que no han podido conectar.
Escribo ya cuando el sábado se ha convertido en domingo. Reviso lo que redacté hace unas horas. Busco en el recetario de la marquesa una propuesta fácil, tiene más de 300 postres, mucho tendría que durar el confinamiento para agotarlos todos.
Hoy elijo unos sencillos buñuelos de fruta.
Se necesitan 500 gramos de fruta (peso neto), cualquier fruta vale. Aunque la receta no dice nada, creo que es preferible hacer los buñuelos con una sola fruta, no combinarlas.
Se necesitan también 300 gramos de azúcar (yo los reduciría a la mitad), una naranja, un poco de canela o de vainilla, un huevo, un poquito de vino blanco (preferiblemente dulce) y harina.
Se pela la fruta, se retiran las pepitas, si tiene, se pone en un cazo con el azúcar y el zumo exprimido de una naranja. Se remueve de vez en cuando para que no se pegue (fuego bajo). Ha de quedar una pasta uniforme que ha de dejarse enfriar. La pasta ha de tener cierto cuerpo para que pueda amasarse después. Si queda muy diluida se puede añadir una cucharada de almendra picada para que espese.
Mientras tanto se disuelve una cucharada colmada de harina en un vaso pequeño de vino blanco y un huevo batido.
Con ayuda de dos cucharas se preparan pequeñas bolas de la pasta de fruta. Se pasan por la mezcla de harina, huevo y vino. Sin solución de continuidad se fríen a fuego vivo, con el aceite caliente, que chisporrotee. Hay que tener cuidado porque se doran enseguida.
Se sacan y escurre, dejándolas sobre papel absorbente para desgrasarlas.
Una vez frías, se espolvorea un poco de canela, de azúcar glas o de vainilla en polvo y ser sirven.

Viendo este cuadro de Hopper pienso que hay días que uno se siente como se hubiera caído de la cama en plena noche.
Summer Interior, 1909 - Edward Hopper

2 comentarios:

Muchas gracias por los comentarios, es la única manera de poder mejorar. Esta página surge por la necesidad de compartir algunas inquietudes, de ahí la importancia de tu mensaje.