Regreso al
diletante ya con luz y compruebo el recetario de la Marquesa de Parabere para
comprobar que no he terminado de acertar con la receta de la marquesa para las
torrijas.
En la primera
entrada del capítulo de masas fritas, se hace referencia a las torrijas de
crema, receta que en realidad es una leche frita con manteca, no lleva pan. La
receta que he puesto esta mañana es, en el glosario de la divina Marquesa, la
llamada tostada de pan a la vasca.
No me preocupa el
no haber acertado, al fin y al cabo hasta un reloj roto acierta la hora dos
veces al día. En definitiva, lo importante no es acertar, sino aplicar una
metodología acertada.
Tal vez atendiendo
a esta máxima de la sabiduría humana que le quita importancia al acierto, es
como valoro las decisiones de estos días. Creo que en una situación como ésta
resulta muy complicado acertar, sobre todo tomar una decisión que suponga un
acierto para la mayoría de intereses en juego. Cada decisión que los que mandan
han tenido que adoptar estos días ha tenido que jugar por el difícil filo entre
la sanidad y las libertades, entre la correcta gestión de los servicios y la
incorrecta decisión sobre la economía, entre la opción más cómoda y la más
comprometida, entre la opción que más apetece escuchar y la que pueda resultar
más viable. Por eso creo que no es especialmente importante el acertar, sino el
de aplicar una metodología correcta, tomar el camino que resulta menos malo y,
sobre todo, ser coherente, no ir dando tumbos orientándose por el ruido que
suena a uno y otro lado de la calle. Es muy fácil criticar cuando no se tienen
responsabilidades, aunque tal vez hubiera venido bien haber buscado más
consensos previos.
No sé. Al final
apuesto por los relojes rotos.
Boccaccio mantiene
en el relato de esta tarde una dura diatriba contra el clero, a quien imputa
todos los males y perversiones llamándoles tragasopas manducador se tortas.
Una pareja de
enamorados ve roto su idilio por los consejos de un fraile que obliga a uno de
los amantes a marchar a Costantinopla, dejando a su amada con su marido (el
fraile lo que afeaba era la infidelidad). Regresa el amante de su huida a
Costantinopla y descubre que el marido de su amada ha sido acusado y
encarcelado por la presunta muerte del amante. La circunstancias le llevan a
deshacer el entuerto para conseguir liberar a su rival y, a la vez, recuperar los
favores de su amada.
De nuevo juegos
galantes, equívocos y una visión despectiva de la iglesia.
Recupero la primera
de las recetas de torrija de la Parabere. Se necesitan 120 gramos de azúcar glas,
60 gramos de harina, dos huevos, ½ litro de leche, limón, canela o vainilla,
más harina y huevo para rebozar la leche cuajada, que luego se fríe.
Se ponen en un cazo
los dos huevos y el azúcar. Se mezcla bien. En frio.
Se diluye aparte la
harina tamizada en un poco de leche fría. Una vez diluida la harina, se mezcla
con los huevos y el azúcar y se aromatiza con la canela o la vainilla y la
corteza de limón.
Se cuece a parte el
resto de leche, agregando poco a poco la mezcla de huevos, harina y azúcar. Se
remueve con rapidez, a medida que la leche va tomando temperatura. Se remueve
deprisa con un batidor, para que no queden grumos. Hay que batir sin parar, así
tampoco se quema. Poco a poco se va cuajando la crema, hasta que queda casi
sólida. Importante que se cuaje sin quemar y sin que haga grumos.
Se aparta del fuego
y se traslada a una bandeja de cristal, de paredes altas. Se deja al fresco
para que termine de cuajarse.
Una vez fría y
cuajada la crema, se divide en porciones cuadradas. Se pasapor harina, por
huevo batido y se fríen, fuego vivo, con abundante aceite.
Nada más sacar la
leche frita de la sartén se escurre bien y se pasa por una mezcla de azúcar y
canela.
Hoy Hopper se cuela
en una cocina.
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