Tercer día de
lluvia. Mañana anuncian también tormentas. Definitivamente nos instalamos en
noviembre, no sé si del año pasado o del que viene.
Boccaccio agota el
último relato de la cuarta jornada. Amores imposibles con final trágico. De
nuevo una mujer joven que casa con un burgués mucho mayor, un médico que, a
juicio de Boccaccio: « es verdad que ella
la mayor parte del tiempo
estaba resfriada, como quien en la cama no estaba por
el marido bien cubierta».
En esta ocasión el
amante termina narcotizado y escondido en un baúl que roban unos usureros.
Los agoreros
aseguran que bares y restaurantes serán los últimos en abrir, quizá un poco
antes de los conciertos y grandes convocatorias. Un drama para el Atleti, que
para un año que tenía opciones de ganar la Champions después de liquidar al
Liverpool, va a resultar que se cancela el torneo. Este año, que había
conseguido entradas para ver a Bryan Ferry y a Men at Work me voy a quedar con
las ganas.
Estoy convencido de
que volveremos a disfrutar de los bares y de los restaurantes. Que podremos
acodarnos en la barra y pedir un pincho de tortilla, o reservar en un
restaurante sofisticado para dejarnos seducir por un menú maravilloso, lleno de
sorpresas.
Mientras llega ese
día, nos queda cocinar en casa, como hacían las madres lionesas en el siglo
XVIII, antes de que se abrieran los primeros restaurantes.
La tarde de hoy es
una tarde anodina, de las que cuesta tomar decisiones, incluso las más ligeras.
Me animo con la
receta de las galletas bretonas, unas pasta sencillas que se hacen con medio
kilo de harina de fuerza, un cuarto de kilo de azúcar glas, otro cuarto de kilo
de mantequilla en pomada, otro cuarto de kilo de fruta confitada (cortezas de
limón y naranja van bien también), 125 gramos de almendras molidas y 3 huevos.
Se coloca la harina
en el centro de una mesa de mármol, haciendo un pequeño volcán en el centro
donde se pone el resto de ingredientes. Se van trabajando con fuerza hasta que
quede una masa compacta (aunque la marquesa propone que se mezclen todos los
ingredientes a la vez, es más operativo si primero se añade el azúcar, la
fruta, la almendra picada, después los huevos y, finalmente, la mantequilla
bien ablandada.
Se aplana la masa
con ayuda de un rodillo y se corta en cuadrados o en discos pequeños.
Hay que cocer las
galletas a temperatura fuerte, sobre papel satinado para que no se peguen.
A medio cocer se
espolvorea un poco de azúcar glas para que queden lustrosas. Han de quedar bien
tostadas.
Hoy Hopper anda con
la galvana, deja unas escaleras, eso sí, de París.
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