martes, 14 de abril de 2020

Capítulo DXXIX.- Diez Jornadas (4.4) Lo público.

Quien lea esta entrada dirá, con razón, que no soy objetivo. Mi bisabuelo por parte de madre era ya funcionario público y, por lo menos desde entonces, se han encadenado hasta cinco generaciones de funcionarios públicos porque mi hija, que terminó medicina hace cuatro años, está ya como médico residente en un hospital de los más importantes de Barcelona. Más de 150 años de función pública corren por mis venas.
Tal vez por esos antecedentes disfruto de cierto placer morboso al leer el Boletín Oficial del Estado, me gusta bucear por el proceloso mundo de reales decretos, reglamentos y órdenes ministeriales. No es sencillo, no lo ponen sencillo, pero termino por identificar cierta armonía entre las disposiciones legales, incluso cierta poética en las instrucciones que pueda dar un subsecretario de un negociado perdido debajo de una escalera en un ministerio.
Se dice que la administración es ineficiente, más organizada y peor servida. Que los funcionarios somos todos unos enchufados, unos privilegiados o, directamente, unos vagos. Todavía no nos hemos sacudido al imagen galdosiana del chupatintas.
Todo puede que sea verdad, sin duda se podría estructurar de modo más eficiente. Pero lo cierto es que cuando truena, y estos días está tronando y tronará mucho más, todo el mundo termina mirando hacia lo público.
No sé qué hubiera sido de este país sin la sanidad pública, pero también sin la policía, sin el ejército, sin los servicios de basura de los ayuntamientos, sin los conductores de los autobuses y los metros, sin los servicios sociales, aunque los hubieran recortado hasta el mínimo tras la crisis del 2007.
Seguramente todo se podría haber hecho mucho mejor, sin duda, pero el músculo de lo público está siendo esencial para que el país no se desmorone. Porque cuando pintan bastos el mercado se contrae y todo se fía al buen corazón de algún filántropo, que algo ayuda, pero es el sector público el que, zarandeado, dedica todas las horas y esfuerzos del mundo por ayudar a la gente sin tener en cuenta si a final de mes su nómina va a llegar entera.
Durante los últimos días en Cataluña la sanidad privada ha solicitado la suspensión temporal de más de 18.000 empleos, es decir, más de 18.000 sanitarios del sector privado han dejado su puesto de trabajo y esperan que, a finales de abril, la administración les pague parte de su salario. Tiene huevos que una parte importante del sector sanitario catalán, uno de los más importantes de toda España, haya arrugado su músculo y se haya ido confinada a casa, mientras sus compañeros de la pública doblaban jornadas.
Todo el mundo critica al gobierno, con razón, pero a la vez espera que lo público le saque las castañas del fuego, garanticen ayudas, pensiones y subsidios.
Cuando salgamos de todo este lío habrá que volver la vista al sector privado, habrá que esperar a que el mercado recupere su ritmo y, con ese ritmo, pueda crear empleo y bien estar, aunque no debe olvidarse que cuando el mercado crea riqueza el porcentaje que revierte en la sociedad no es todo lo óptimo que nos gustaría, la globalización se lleva parte de las ganancias a rincones en los que no es sencilla la fiscalización y algunos mercaderes, no todos gracias a dios, prefieren un yate grande que subir un 3% el salario a sus empleados.
Por eso espero que cuando se nos pase el susto no se nos olvide lo importante que es lo público, que se planteen todas las racionalizaciones y restructuraciones que sean necesarias para que lo público sea ágil, eficaz y transparente, pero que no se postergue lo público porque cuando pinten de nuevo bastos, que pintarán, volverá a ser necesario que el sector público salga al rescate.
La administración pública es la que puede evitar que la brecha social, económica y cultural no sea definitivamente insalvable. Puede que por ese prurito público yo hice mi declaración de la renta del año nada más abrirse el período para hacerla, me sale a pagar, ya me retienen más de un 30% durante el año. Puede que haya sido uno de los primeros ciudadanos en hacer la declaración de la renta este año. Soy optimista.
Boccaccio sigue la cuarta jornada con historias truculentas. Esta vez, en la cuarta novela de la cuarta jornada, un abuelo prefiere sacrificar a su nieto que perder su prestigio. Ya lo dice Boccaccio «queriendo antes quedarse sin nieto que tenido por un rey sin honor».
Elijo una receta afrancesada de la Marquesa de Parabere, la base para hacer los macarrones (los macarons parisinos). Los franceses han sido desde siempre unos grandes defensores de lo público. La receta es muy sencilla. Para la base de los macarrones se necesitan 250 gramos de almendra cruda molina, 250 gramos de azúcar glas, 2 claras de huevo.
Se baten las claras hasta conseguir un punto de nieve firme. Cuando estén bien batidos se añaden las almendras y el azúcar sin dejar de batir. La mezcla pierde altura, pero gana en consistente. Se pone el horno a 120º y se distribuye la masa en pequeños montoncitos, en forma de discos, debidamente separados, por algo crecen. En 20 ó 25 minutos están hechos. Han de quedar firmes y ligeramente tostados.
Hechas las tapas de los macarrones, mañana trabajo en una crema gustosa con la que pueda rellenarlos.

Hoy Hopper nos regala a un burócrata mirando al infinito. En honor a los subsecretarios con alma de poeta.
Sixty Seven Moons — Hali Alspach

3 comentarios:

  1. En mi caso no tengo nada en contra de lo público ni de los funcionarios y menos aún de los grupos de ellos que usted menciona pero sí soy enemigo de la burocracia, la reglamentación excesiva ,el intervencionismo, el abuso de autoridad y otros muchos defectos asociados, curiosamente, con el mayor tamaño de la cosa pública.
    Para cualquier cosa que no sea esto creo que los funcionarios pueden contar con el apoyo entusiasta de casi todo el mundo.

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  2. Estoy deacuerdo contigo Juan. Las administraciones públicas en España tienen muchos problemas, descoordinación y solapamiento de funciones. Hay mucho por hacer.
    Gracias por el comentario.

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    1. Quizás sería bueno que los funcionarios buscarán fórmulas para no depender tanto del poder político a la hora de proponer y hacer visibles las mejoras que necesitáis y necesitamos.
      Esto vale para casi todo en general, yo creo que el principal problema de España es que no tiene una sociedad civil y delega en exceso en los partidos

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